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Lo único que queda por decir después del concierto: Slayer tu papá

En su tercera visita a Bogotá, la banda norteamericana no defraudó a quienes podrían pasar el resto de su vida escuchando solamente “Reign in Blood".

Levantarse al otro día más sordo que una tapia. Esa es como la prueba de embarazo positiva de que 35 años después Slayer sigue siendo un camión thrash de 18 ruedas.

Por:@chuckygarcia // Fotos: Alejandro Gómez Niño

Un artículo de hace un par de años del portal metalsucks.net se preguntaba por qué los fanáticos del metal están “irremediablemente atrapados en el pasado”. Y decía que con excepción de la música clásica, no había otro género más enfocado en el pasado que el rock duro, y que en contraste con otros géneros, en el metal la gente solo parecía estar contenta hablando de las mismas bandas año tras año tras año.

Slayer, activa desde los años 80 y una de las cuatro que confirman ese curubito llamado “The Big Four” (junto a Metallica, Megadeth y Anthrax), volvió a pasar por Bogotá en la noche del 3 de mayo, en una Gran Carpa Américas – CORFERIAS que sindo una buena opción para shows en vivo también padece cuatro grandes problemas: algunas vías de acceso son trochas, literalmente, las zonas próximas no están del todo iluminadas y lucen inseguras, si el concierto es en una hora pico se arma trancón para llegar y la acústica puede tender a ser la misma de un galpón.

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No diremos que “sonó mal”, esos criterios hay que dejárselos a los que realmente saben del tema, pero sí que cuando se trata de una banda estridente y de volumen violento como Slayer la cosa es a otro precio y el reto que impone es como el de aceitar los pernos de las llantas de un camión de 18 ruedas con aceite de cocina. En última, algo va a rechinar o a sonar desapretado.

Más allá de esto, la pregunta es: ¿Pueden los fanáticos de Slayer escapar a eso de estar “irremediablemente atrapados en el pasado”? La respuesta es no. Simplemente es imposible. Si en su tercera visita a Bogotá la banda norteamericana no defraudó es porque quienes fueron son los mismos que podrían pasar el resto de sus días escuchando solamente su tema “Reign in Blood”, uno de los últimos con que justamente cerraron su show, un show sin bises ni pirotecnia y con un set de luces más bien modesto.

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Reinó, en todo caso, ese color rojo oscuro y sanguinolento que siempre enmarca los recitales de esta banda de thrash, y que también como es habitual solo cruza un par de palabras con los asistentes durante los conciertos. En países como los nuestros, de habla hispana, es normal que la gente se ilusione con escuchar a su cantante y bajista Tom Araya, de origen chileno, hablar en español, pero se agradece que como siempre lo que hable mejor de Slayer sea su música, que a pesar de tanto tiempo y tanta agua que ha corrido bajo el puente no parece ceder ni un centímetro. En concreto sigue siendo un bloque.

Además de “Reign in Blood”, el cuarteto desplegó la artillería de otros de sus cañonazos de toda la vida como “Angel of Death”, “South of Heaven”, “Seasons in the Abyss” o “War Ensemble”, que en contraste con los temas más nuevos que tocaron son como el himno de la Champions. Dan ganas hasta de llorar de felicidad y nadie quiere que tengan ninguna variación ni que el intro, las voces o en este caso los solos de guitarra cambien de lugar; así como nadie se movió de su puesto en la Gran Carpa hasta que luego de un set list de hora y media la banda dijo “Chao” y “Gracias” y mandó a todos para la casa bajo un fuerte aguacero capitalino.

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