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Mujeres en el freestyle: la resistencia que no acaba

La revolución (del género) también será rimada.

La historia de la industria musical universal ha tenido una constante: invisibilizar las contribuciones de las mujeres, sobre todo, en un universo como el del hip hop que desde que nació se convirtió en un club de batalla masculino. Ellas, en la mayoría de los casos, se presentan como trofeos, mercancía visual o voces de fondo sin rostro; sus propias historias son ignoradas y aunque han construido leyenda de la mano de figuras relevantes, aún hay quienes se atreven a decir que no hay chicas que puedan rimar o que no tienen el nivel.  ¿De verdad no hay mujeres en el movimiento o sigue siendo un espacio machista en el que se desconoce el trabajo y el poder femenino?

Por: Johana Arroyave // @JohanaArroyave

Nacido a finales de los 60 en el Bronx, Nueva York, el hip hop se convirtió en el arma principal de los marginados y se consolidó como el movimiento artístico de quienes buscaban una manera de rebelarse ante la discriminación racial de la época. Como lo explica Jeihhco Castaño, cofundador de La Casa de Hip Hop Kolacho en Medellín, “para muchos es un ritmo norteamericano, pero es un movimiento social y político creado por comunidades afro y latinas que, en la reivindicación de sus derechos, en la lucha y la exigencia, basados en la filosofía de las Panteras Negras, Malcolm X o Martin Luther King, construyeron un movimiento artístico que usa el arte como medio y como fin”.

El éxito de los MC (como se les conoce a las voces del rap, uno de los cuatro elementos del hip hop –que se suma al grafiti, breakdance y DJ–) se basó en su empeño por destruir viejas estructuras y crear un nuevo estilo de expresión a través de juegos de palabras y metáforas para contar experiencias oscuras de sus vidas, sucesos violentos, la realidad oculta de los barrios populares y alabanzas románticas o esperanzadoras. Rápidamente se convirtieron en los héroes de comunidades y ahora dominan una buena porción de la industria musical.

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Se normalizó creer que el hip hop era un universo en el que solo los más valientes sobrevivían, donde la fuerza era necesaria y el poder era la puerta para crear un nombre y ganar respeto; un mundo de hombres en donde las mujeres poco o nada podían aportar, no eran tomadas en serio a nivel musical y solo eran la imagen de conquista, trofeo o adquisición.

Sin embargo, desde la Nueva York de los 80 hubo una rebelión femenina: así aparecieron nombres como Queen Latifah (cantante, rapera, actriz estadounidense y de las primeras chicas en meterse en este universo de lleno), MC Lyte (una de las primeras solistas en lanzar su propio álbum de larga duración, Lyte As A Rock, en 1988), Monie Love (una de las figuras del colectivo afrocentrista Native Tongues, del que también hicieron parte grupos como De La Soul o A Tribe Called Quest) o Bahamadia (cuyo álbum debut lanzado en 1996, Kollage, fue el primer LP coproducido y completamente escrito por una MC femenina).

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HIP HOP EN COLOMBIA

No pasó mucho tiempo para que la movida llegara a Colombia, y además en un tiempo muy particular. En los 80 el país vivía uno sus momentos más difíciles con la aparición de Pablo Escobar, la transición de la era industrial a la informática, desastres naturales en Popayán y Armero, y el inicio de la guerra entre carteles del narcotráfico. En medio del caos apareció el movimiento del hip hop que se encargó de liberar los instintos de los jóvenes en los barrios marginados. A nuestro país, gracias al breakdance, llegó a través de películas como Beat Street (1984), Electric Boogaloo (1984) o Flashdance (1983) que inspiraron la aparición de agrupaciones de rap en Bogotá, como La Etnnia, Gotas de rap, Golpes o Raza Gángster; Rulaz Plazko, RH Klandestino o Alcolirykoz en Medellín; Asilo 38, Cali Rap Cartel o Código Rap en Cali; o la que grabó el primer disco de rap en Colombia, Los Generales R y R en Buenaventura.

La Ópera Rap del grupo Gotas de Rap fue otro hito de la consolidación del género en Colombia: una obra de teatro con baile y canto, inspirada en Romeo y Julieta, con siete artistas en tarima, que le dio la vuelta al mundo contando una historia de amor que se veía violentamente interrumpida por la intolerancia de una sociedad que se desvió en el camino del perdón y de la reconciliación. La obra también fue un símbolo de rechazo al asesinato del futbolista Andrés Escobar en 1994 posterior al Mundial de Estados Unidos.

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En ese momento poco o nada se sabía de raperas. Sin embargo, en 1994 varias chicas empezaron a meterse en el breakdance y por ende al universo del hip hop hasta llegar al rap (la música). Sin embargo, su talento se veía opacado por nombres masculinos y la lucha para sobresalir se convirtió casi que en una batalla por la supervivencia.

Con el surgimiento de figuras como Midras Queen,Diana Avella, Mary Hellen o Lianna, la escena consiguió figuras disruptivas que se ganaron su propio espacio cantándole a problemáticas sociales como racismo, sexismo o la desigualdad: temas que no habían sido tratados desde el punto de vista femenino. Hoy en día, no solo han hecho historia con su música, sino con las luchas que han ejercido en pro de la mujer en el país y el género.

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NACIÓ EL PRIMO NO TAN QUERIDO DEL RAP: FREESTYLE

El apagón más fuerte de Estados Unidos en Nueva York (1977) fue el responsable de que el rap tomara un nuevo camino. Fueron 25 horas en las que la ciudad estuvo a oscuras, tiempo perfecto para que artistas reconocidos del género como Grandmaster Caz y los Cold Crush Brothers aprovecharan el desorden para saquear The Sound Room: un almacén especializado en equipos de sonido de última generación. Este fue el momento de expansión del rap en todo su esplendor pues los artistas de los barrios populares, aunque robados, se equiparon con los mejores elementos de sonido para crear canciones.

Las batallas de freestyle (competencia de improvisación entre dos artistas a punta de rimas y un beat de fondo) ya se venían haciendo tiempo atrás. No se tiene claro cuál, ni cuándo exactamente, fue la primera competencia callejera, pero sí que Los Furious Five estaban en el primer lugar. En ese tiempo, 1981, los ganadores de las batallas se ganaban el derecho de adueñarse de parques y calles.

Esto acabó cuando el dueño del bar Harlem World organizó la primera batalla de rap en la que se disputaba algo más que un espacio. Ahí se pusieron el uniforme de guerra dos poderosos oponentes: Cold Crush Brothers y los Fantastic Romantic 5. Tras más de una hora el público decidió que Fantastic Romantic 5 merecía el primer puesto, y de paso mil dólares que había sobre la mesa. 

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Aunque durante esas dos décadas se hizo cada vez más común escuchar sobre freestyle, no fue sino hasta 2002 que el boom explotó y el concepto trascendió.  Tras el éxito de 8 Mile, la película protagonizada por Eminem sobre un rapero blanco que compite en batallas para ganar el respeto en su comunidad, muchos artistas empezaron a inclinarse por el freestyle y el concepto ganó en fama.

En 2005 Red Bull adoptó el freestyle para una de sus estrategias de mercadeo, pero sumando su propio concepto, Batalla de Los Gallos. Los duelos en los que los MC sacan pecho e improvisan bajo alguna temática con frases contundentes, rimas severas y un veneno letal con el fin de destrozar al oponente con palabras terminaron de afianzarse como otra prueba de destreza en el universo hip hop.  El Club Gallístico de San Juan en Puerto Rico fue la primera sede de un torneo internacional de freestyle de la marca. Sin embargo, a pesar de que freestyle y rap tienen mucho en común, los segundos suelen menospreciar a los primeros pues no creen que tengan el suficiente nivel musical.

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Parques en Bogotá como el de Los Hippies, el Nacional, la Plazoleta Central de Suba o el de Colina; y en Medellín como Parche Ronja, Maderap,  Escaramuza y Deseos de rao,  se han convertido en los escenarios improvisados donde MC se dan cita armando un círculo de espectadores a su alrededor aplaudiendo y gritando a medida que los versos emergen. Poco a poco estos espacios han dado paso a ligas de freestyle como Apriorismo Music, Código De Barras o la desaparecida Rima Seré que intentan darle un orden y flujo a la cantidad talento emergente. A ellas se sumó la Batalla de los Gallos de Red Bull en el 2007 haciendo una convocatoria por toda Colombia y organizando a la fecha el evento más grande de su estilo en el país.

MUJERES BATALLANDO EN EL FREESTYLE

Sí, la historia del freestyle es muy bonita y apasionante y su llegada a Colombia prueba cómo nos expandimos a otros sonidos y niveles artísticos; sin embargo, este es otro club masculino en donde las mujeres han brillado por su ausencia. ¿Por qué si existen raperas con rimas poderosas, no existen “gallos” (¡ajá!) mujeres?

Es fácil argumentar que no hay viejas con nivel para improvisar en una batalla de freestyle y además que las mujeres que existen dentro del movimiento no piensan tan rápido como lo exigen las competencias. ¿Pero es real que no hay nivel o solo es una suposición nacida del ego y del machismo generalizado en la escena similar a lo que pasa en el rock? Juzguen ustedes…

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Diana Avella nació en el barrio Santa Rosa de Lima, entre Los Laches y Las Cruces en Bogotá. Creció en medio de ladrilleras y de violencia, y cuando nadie pensaba que una escena tan machista como la del hip hop le podía abrir un lugar. A punta de líricas enérgicas y dicientes se convirtió en una de las representantes femeninas más importantes del género en Colombia. Hoy Diana trabaja para Idartes, desde hace seis años es la encargada de la curaduría de artistas para Hip Hop al Parque, y está vinculada a procesos de formación y transformación de sociedad con grupos de mujeres artistas en pro de chicas en condición de vulnerabilidad.  

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Con el conocimiento propio y una vida dedicada al rap, Diana tiene claro que no es por falta de nivel que no haya mujeres sobresalientes en el mundo del rap, que asegurar algo así es tan solo ignorancia: “El nivel tanto en las mujeres como en los hombres depende de varios factores como tener vitrinas en dónde mostrar, circular o exponer sus creaciones; la constancia y la disciplina en los tiempos para invertirle a la creación o labor artística; y el reconocimiento y visibilidad que se le dan en esos nichos al trabajo de cada persona”.

Bajo este argumento tenemos que cuestionarnos sobre la circulación del rap en Colombia, pues sus plazas siempre han respondido a un público masculino. Para no ir más lejos, el festival Hip Hop al Parque 2018 tuvo una asistencia de un 70% de hombres, según registro de IDARTES, por lo que la curaduría, programación y selección de los grupos, según explica Avella, responde al público que va al festival: “debemos gestar espacios de concentración y de formación dirigidos a las mujeres artistas para que fortalezcan sus propuestas. Eso es muy complicado porque cuando se habla de estos temas en el sector artístico no son muy bien recibidos. Históricamente a las mujeres nos ha tocado luchar para poder ingresar en un movimiento totalmente machista y misógino, y lo digo como la primera curadora en 21 años en llegar a Hip Hop al Parque. Además, he sido víctima de comentarios agresivos por parte de artistas hombres de la escena”, Diana Avella.

Por ejemplo, si bien las reglas para participar en la Batalla de Gallos son abiertas a todo público, la participación femenina no ha sido constante. Según Antonio “Rolo” Alarcón, especialista de Cultura en Red Bull Colombia, desde hace varios años se han presentado mujeres para participar en la competencia, pero no han pasado el primer filtro de calificación, y por eso la apuesta de la marca está en cambiar esa dinámica: “nuestro trabajo es convocar a las nenas que están interesadas en participar, reunirnos con ellas y entender qué están haciendo. Luego podremos buscar cómo construir lo que sea necesario para ampliar el parche y que participen de las batallas”.

La caleña Marithea hizo historia en la Batalla de Gallos este 2019 al ser la primera mujer en ganar una competencia regional (en Bogotá), lo que le dio cupo a la final nacional. Ella fue la única chica presente al lado de 15 manes que lucharon por el puesto del mejor freestyler de Colombia que eventualmente quedó en manos de Carpediem. Aunque se quedó con el tercer puesto, su participación rompió la historia de las batallas, fue sensación en tarima, el público le dio su apoyo entero y pasará directo a la final del otro año.

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El caso de Marithea subraya las preguntas sobre la falta de confianza al talento femenino y su correspondiente invisibilización. Aunque medios y público estuvieron pendientes de su presentación, las letras que sus contrincantes le tiraron en el ring estuvieron limitadas a “estás aquí porque te inflaron los medios”, “eres mujer y por eso el jurado quiere ser benevolente” o “no tienes talento, solo representas a un género”. ¿Avance por un lado y retroceso por otro?

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Las bogotanas Arci y Freyah son dos de las chicas que han forjado un camino en batallas, se han parado duro, sacado pecho en varias competencias de freestyle y hoy hacen parte de la liga de Código de Barras: un parche que organiza batallas en parques capitalinos. Para Arci el problema de que no haya muchas mujeres batallando no radica en el nivel de las competidoras ni en los espacios, sino en que a las chicas no se les toma en serio y se demerite su talento en los torneos: “A mí me ven o ven mis videos y dicen ‘ay muy chévere que rimes’, ‘me gusta mucho tu imagen’. Lo primero que ven es lo que está por encima. Mi papel como mujer en esta escena es buscar cómo dejar eso y trascender, que no vean solo la capa de lo que es una mujer freestaleando, sino lo que está diciendo y qué está proponiéndole de nuevo al movimiento”

Para Freyah es difícil que una mujer logre trascender porque a la mujer no le permiten llegar a las grandes batallas: “hay mujeres que son conocidas, pero por batallar en plaza. En cierta medida a uno lo desmotiva cierta preferencia que hay por los hombres. Cuando una mujer llega a grandes escenarios se habla de su imagen, no de su rima. Así que es muy difícil ir más allá”. Cuando se logra que se den las batallas entre hombres y mujeres, el panorama es más desalentador. “Una vez yo gané y él man no se esforzó en responder. Me dijo que porque era vieja no me iba a dar tan duro y abandonó la batalla. Queda ese tapón de que no tomen en serio lo que se está haciendo”, cuenta Freyah.  

Nos acostumbramos a ver diferencias entre hombres y mujeres, a exaltar la fuerza de ellos e invalidar que nosotras la tengamos, y a reducir la feminidad a un asunto de sensibilidad.  Esa estructura social ha trascendido eventos artísticos como estos, como confirman las chicas, pues cuando los hombres batallan contra una mujer evitan dar el 100% por miedo a herirlas. Eso no es una batalla. Ahora el llamado es a entender que no es mujer contra hombre, es persona contra persona. “No queremos estar jugando a ser la mujer vs los hombres sino participante vs participante. Necesitamos encontrar un espacio de democracia y hacernos valer, no porque somos mujeres sino porque somos personas; que nos escuchen, que oigan lo que estamos diciendo y nos tomen en serio”, reclama Arci.

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No es que no haya mujeres en la escena; hay pocas, pero las hay. La discusión se centró en la cantidad y omitió la calidad de lo que están haciendo. El nivel está, hay que seguir creando procesos de formación para que más chicas hagan parte del movimiento. Decir que no existen mujeres en el freestyle es ocultar el talento y la lucha que han hecho para ganarse un lugar en esta escena. Darles voz a las mujeres en un movimiento que desde su inicio se fundó para contar y visibilizar historias de los oprimidos, es poder viajar a través de discusiones que los hombres no conocen a fondo. Temas como el aborto, el acoso, la misoginia, la lucha constante por destacar en una sociedad creada para un público masculino, son problemas que las mujeres vivimos en carne propia y que se sintonizan con la misión del hip hop de exponer la desigualdad en todos los casos. Las rimas son el hábitat perfecto para contar nuestra lucha.

La entrada decidida de las mujeres al freestyle podría traer letras y canciones que enciendan un cambio de percepción hacia la imagen femenina, ayudando a miles de mujeres que aún viven bajo un régimen social y emocional que les impide creer en ellas mismas, en sus derechos y que tienen una voz que debe ser escuchada. Sin embargo, como no todas están obligadas a ser literales en su militancia y cada quien verá sobre qué quiere cantar, el simple hecho de que existan mujeres ocupando competencias, discos, escenarios o puestos de poder, ya marca un cambio permanente en la inequidad de género, especialmente dentro del freestyle y el hip hop. Mientras se siga repitiendo que no hay mujeres con nivel, que las competidoras son malas y que no pasan ni el primer filtro de los jurados de batallas, se va a seguir desconociendo el talento femenino.

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La música no es el único campo en el que se está revisando cómo redistribuir la balanza y aún hay quienes creen que se debe crear una ley de cuotas para asegurar que mujeres accedan a lugares previamente vedados. La cineasta argentina Lucrecia Martel declaró recientemente en una entrevista al portal Infobae que “el cupo es una medida que a nadie le gusta. Imagínate la desconfianza que genera saber si estás siendo elegida por tus cualidades o si es realmente por otra razón. Esa desconfianza sucede en un principio, pero muy rápido esa situación revierte otras. (…) Es una medida transitoria, hay muchas medidas políticas, económicas que son de transición, que son imperfectas, que a nadie le gustan, y que se aceptan porque van camino hacia algo. (…) Pero hay veces, cuando la sociedad es tan primitiva, que necesitás tener medidas imperfectas que generen aperturas. (…) Para que ingresen más directoras se pueden tomar un montón de medidas en el camino, para abrir más ese horizonte. Es incomodísimo, a nadie le gusta, y a las que menos les gusta es a las mujeres. Pero ¿con qué medidas se logra una transformación? Si tenemos que esperar la paulatinidad de esto, pasa dentro de 20 años.” Esto es una prueba y error y aquí lo valioso será descubrir la manera en la cual las mujeres van a aportar cultural y líricamente en este panorama.

Esta historia no termina hasta ahora se ha ocultado la verdad transformada los ojos de los sabios cegados, cerrados ante una posibilidad evidente realmente, mentalmente somos poderosas las mujeres en un pasado cohibido el intelecto ahora transformado en todos los actos netos luchadoras incansables por la patria que agoniza.

Mujer virtuosa – Diana Avella

A pesar de la misoginia, mujeres como Diana Avella, Arci, Freyah, Motilonas desde el Catatumbo, Mary Hellen, Midras Queen, Lianna, Spektra de la rima, Cynthia Montaño, Nana Morales, Mariposa, Marithea o Lianna, entre otras, están trabajando por romper las limitantes y dando ejemplo con rimas exquisitas y un talento que destruye mitos para convertirse en leyendas por derecho propio.

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El llamado es a no desconocer el trabajo de las mujeres, a dejar de creer que solo se destacan porque estamos en un momento donde el feminismo revolucionó y está exigiendo derechos. Hombres y mujeres deben dejar de insinuar que muchos reconocimientos se entregan a otras mujeres sin mérito o talento. Tal vez con esto las chicas que están en casa y no se animan a participar en tarimas tengan el valor suficiente para levantarse y acabar con estos mitos.  Desconocer el trabajo de estas mujeres es ignorar indirectamente la reivindicación y la lucha por la que han tenido que pasar para sobresalir en una escena en la que aún el machismo es su principal adversario.

Vea también: Melissa Contento: la historia de una pionera del hip hop colombiano

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