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Música en cuarentena: las inesperadas consecuencias del contacto virtual

Conciertos virtuales: la música y la vida virtual en tiempos de pandemia.

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Foto: Gettyimages

Eventos cancelados, conciertos para poco público, la eliminación del contacto y el desplazamiento a lo virtual. Así se prepara la música para la vida virtual en tiempos de pandemia.

Por Fabián Páez López @Davidchaka 

A estas alturas suena impensable que alguien no esté al tanto de la existencia del coronavirus (o COVID-19) en el mundo y de las precauciones que debemos tomar. De hecho, hoy son pocas las conversaciones cotidianas en las que se evita el tema, ya sea por el que hace el clásico chiste nervioso o porque, en efecto, hay que pensar cómo disminuir el riesgo. La incertidumbre y las implicaciones de su potencial expansión, desde luego, ya han incidido directamente en la forma en que nos relacionamos, afectando, especialmente, a los espacios de socialización que definen la actividad cultural de esta época: los espectáculos masivos.

Dentro del paquete de medidas anunciadas por el gobierno nacional para mitigar el impacto del virus en el país y el colapso de nuestro ya aporreado sistema de salud aparece la cancelación obligatoria de los eventos que reúnan a más de 500 personas. Medida tomada, por lo menos, hasta el 30 de mayo. Por tal razón, varios de los actos masivos más esperados debieron anunciar su reprogramación o cancelación.  

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Los festivales Estéreo Picnic y Jamming; los conciertos de Maroon 5, Alejandro Sanz, Kali Uchis, Sick of it All, Nicola Cruz, Juanes, entre muchos otros, y por nombrar solo los casos de Bogotá, entraron la lista de eventos que, por lo menos por ahora, tendrán que esperar. Y se sumaron a las cancelaciones de varios de los festivales más populares y multitudinarios en Estados Unidos, como Coachella en Indio, California; South by Southwest en Austin, Texas y el Ultra, en Miami. Muchos de ellos ya anunciaron nuevas fechas. Otros aún están esperando con cautela nuevos avisos. Bien es sabido que la situación provoca pérdidas económicas para la industria, y que los músicos son los más damnificados, pero también han aparecido alternativas que avisan de una reinvención nacida de la pandemia.  

(Vean también: Los conciertos cancelados por coronavirus en Colombia)

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Conciertos virtuales

El cantautor uruguayo Jorge Drexler, luego de un paso por Bogotá en el que llenó el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, tenía programado un concierto en Costa Rica. El evento, naturalmente, debió ser cancelado por disposición del gobierno local. Como respuesta, Drexler decidió mudar su show a Instagram y Facebook Live.

“Este teatro debería estar lleno, pero me alegra que estén en sus casas, así que brindo por ustedes, ¡salud!, en el más amplio de los sentidos”, dijo el cantante durante un show que finalmente ofreció para un público en línea. Durante un poco menos de hora y media, sentado, con su guitarra en mano desde el Teatro Popular Melico Salazar, soltó el repertorio que tenía preparado y hasta intercambió pedidos con algunos de los fans que se quedaron con la boleta comprada.

En Colombia, a través de Twitter, el director de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, David García, anunció que no frenaría su circuito de conciertos a pesar del estado de emergencia sanitaria declarado en el país. Pero sus conciertos serán virtuales y se transmitirán no solo a través de Facebook, sino que también tendrán un espacio televisivo en Canal Capital.

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En España, más de 40 músicos han armado en muy poco tiempo una especie de circuito festivalero para ver en casa. El #YoMeQuedoEnCasaFestival ofrece, durante tres días, con un line up ordenado por horas como en un festival presencial, una programación de shows que se podrán ver a través de Instagram Live.

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Ante tiempos convulsos, el modo en que consumimos música cambia rápidamente. Y, cuando no se muda a la red, por lo menos, se premia lo que nunca se premia: los espacios destinados para poco público. 

El virus de la interacción virtual

No deja de ser curioso que el coronavirus haya sido la primera pandemia cuyo potencial contagio se haya extendido primero en Internet a través de un atributo que, paradójicamente, es moneda de cambio en línea: lo viral.

Las medidas contempladas por los gobiernos del mundo han intensificado, por su parte, un proceso que crece correlativamente con la masificación del acceso a la web: la virtualización de las interacciones y el miedo al contacto físico.

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(Vean también: De cómo la tecnología está promoviendo el sexo sin sexo)

La consecuencia inesperada de la imposición de una posible cuarentena (como pasó en Italia), desde luego, no es solo que los eventos en vivo se desplacen a lo virtual. También abre la puerta a nuevas formas de afrontar la vida diaria. Las clases virtuales o el teletrabajo, por ejemplo, pueden terminar convirtiéndose una alternativa permanente; en detrimento del valor de la presencia física y del consecuente disciplinamiento sobre el cuerpo. La economía de la experiencia, que cosifica el tiempo y el espacio (la festivalera), en épocas de cuarentena, tiende a la desaparición.

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El aislamiento puede terminar por demostrar lo operativamente real de la vida virtual. El modo como experimentamos nuestras actividades diarias es potencialmente reemplazable por lo virtual. O se puede destapar lo innecesario de muchas de nuestras actividades cotidianas.   

Por otro lado, el virus, que puede contagiar a cualquiera sin preguntarle en qué colegio estudió (si se graduó o no con ceremonia) o en dónde vive, ha despertado también, a través de lo viral en línea, una inusitada sensación de vulnerabilidad compartida que puede terminar por cambiar también la forma en que percibimos los problemas. Al fin y al cabo, por estos días, las noticias del virus no son las únicas que nos deberían importar a todos.  

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