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¿Puede un artista ser neutral?

Desde que muestran su vida en redes sociales para "acercarse" al público es cada vez más difícil que un artista pueda guardar silencio frente a los problemas sociales. Curiosamente, para muchos, es más fácil compartir la foto del desayuno, la mugre de su casa y su relación en pareja que su visión sobre la política. ¿Se puede ser un artista apolítico?

Childish Gambino en This Is America
Childish Gambino en This Is America
// YouTube Childish Gambino

Artistas de todas las disciplinas nos mostraron que la protesta se puede vivir como una gran celebración del pueblo y que en los momentos difíciles podemos acudir al arte para expresarnos mejor. Cuando estalló el Paro Nacional en 2021, ante el apoyo masivo del gremio artístico, algunas de las celebridades criollas más populares despertaron la pregunta clave: ¿pueden los artistas ser neutrales y escapar a la política?

Por Juan Camilo Ospina Deaza y María Daniela Mejía Buitrago @siete_de_noviembre_del9

No todos los artistas son cortados con la misma tijera. Hay unos indiferentes, otros ambiguos, y hay quienes han dedicado sus carreras a ponernos a pensar y a llamar la atención sobre los problemas del país. Pero el reciente Paro Nacional sacó a flote, de nuevo, una discusión que trasciende los nombres: ¿hay artistas políticos y otros que no lo son? O mejor: ¿Hay personas políticas y apolíticas?

Escuchar expresiones como “Yo no me meto en temas de política” o el hecho de que sea común escuchar que “de religión y política no se habla en la mesa” nos demuestra dos cosas.

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La primera: no tenemos la cultura política del disenso respetuoso. ¿Por qué es tan difícil hablar de puntos de vista opuestos sin querer silenciar al otro? En lo privado es la correa o la chancla del papá y la mamá lo que acaba la conversación. En las calles, son instrumentos letales los que se utilizan para cerrar el diálogo.

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Y la segunda: en Colombia se nos metió en la cabeza la idea de que criticar, estar en desacuerdo y sentirse incomodo son equivalentes a odiar. Ya otros personajes célebres como Martín de Francisco y Santiago Moure nos han mostrado el valor que tiene la crítica en nuestro contexto.Y no podemos caer en la trampa de creer que la “neutralidad”, por sí misma, es la respuesta a algo. Como diría el Nobel de paz de 1984 Desmound Tutu:

"Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor".

Como consumidores/audiencia cada vez es más común que nos preocupamos por calcular cómo nuestras decisiones cotidianas afectan a todos los eslabones, humanos o contextuales, del proceso de producción y distribución. El "consumo responsable" es, de hecho, una categoría comercial muy valorada en los últimos tiempos.

Pensar en las formas en que se obtuvieron los materiales de nuestro celular, utilizar un cepillo de dientes biodegradable o una pañoleta verde o azul, ya nos posiciona en el mundo político, independientemente de su efecto real en la política o el medio ambiente. Hoy el consumo determina la identidad propia.

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Esto tiene un particular efecto en los artistas, que las audiencias consumen, también, como si fueran un producto contenedor de determinada ideología (porque cualquier producto, con o sin intención, es también ideológico). El vestuario que utilizan, los temas sobre los que escriben en sus redes sociales, las compañías con las que aceptan contratos y la explícita filiación política configuran el entramado simbólico que del artista.

¡No olvidemos que se reconoce como un género a la “música protesta”! O pensemos en cómo en el trap, los tatuajes y las uñas postizas, pueden ser interpretados como un statement involuntario basado en el rompimiento de la relación marxista entre trabajo manual y trabajo intelectual. O tomemos el ejemplo de Billie Eilish y su decisión por usar ropa holgada: una apuesta para que se hable de su música, no sexualizar su cuerpo y luchar contra el “body shaming”.

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La lista de ejemplos es interminable. Uno de los iconos pop de las últimas décadas, Lady Gaga, por ejemplo, a lo largo de su carrera, ha utilizado prendas para mostrar la importancia de transgredir los estereotipos de género y llamar la atención sobre la posibilidad de lo fluido que puede ser nuestro cuerpo.

Todo en el performance del artista contiene mensaje.

De un modo más explícito nos hablan también las canciones. Bella Ciao, canción que apareció recientemente en la serie La casa de papel, fue el himno de la resistencia italiana contra el fascismo de Benito Mussolini y las tropas nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Imagine, de John Lennon, ha sido una canción compuesta contra de las diferencias que existen en la sociedad y un llamado a la unidad y la paz.

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This is America, de Childish Gambino, pone sobre la mesa los crímenes que se reportan en Estados Unidos motivados por prejuicios contra la raza, etnia, religión, discapacidad, orientación sexual, género o identidad de género (los llamados crímenes de odio).

O en Colombia, más recientemente, ¿Quién los mató?de Hendrix B, Nidia Góngora, Alexis Play & Junior Jeindaba en el clavo de cómo la muerte y la impunidad se instaló en las comunidades más pobres de Colombia.

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Más allá de hacer una lista detallada de casos, queremos apuntar a que la música y la política son indisociables.

¿Qué es el pandering?

Los artistas, por lo general, tienen ojos y oídos sobre ellos constantemente. Algunas personas los consideran modelos a seguir. Una posibilidad que los pone en una situación en la que pronunciarse o guardar silencio sobre algún tema es tomar una posición. Y cada vez es más difícil guardar silencio desde que decidieron mostrar su vida en redes sociales como técnica para generar afinidad entre su público. Pero curiosamente, para muchos, es más fácil mostrar lo que desayunan, la mugre de su casa y la intimidad de su relación en pareja que su visión sobre la política.

Como nos muestra Taylor Swift en el documental Miss America, este poder es un arma de doble filo ya que mostrarse políticos puede significar disminuir sus ventas y alejar ciertos públicos o puede ayudarlos a fortalecer su carrera al apelar a públicos a los que antes no llegaban.

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Cierto es también que, muchas veces, la propia imagen de los artistas no les pertenece a ellos mismos. Así como son consumidos como un producto, por temas contractuales, pueden escuchar a su manager decir: “no haga esto o aquello porque perjudica la marca”.

En muchas ocasiones acogen causas en las que no creen o callan sobre otras precisamente para no afectar las ganancias de su marca. Esta práctica se conoce en inglés como “pandering” y consiste en complacer a un grupo identificando tu producto con una idea. Un caso clásico es el de cómo BMW, durante su historia, ha identificado su marca con el régimen Nazi y con la lucha LGBTI+.

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Pero en el caso de las grandes compañías afiliarse a causas políticas responde a los resultados de cuidadosos estudios mercadotécnicos; en el caso de los artistas, por el contrario, vale la pena preguntarnos si tienen las herramientas de comprensión para poder pronunciarse sobre complejos temas económicos, sociales y políticos.

De cualquier forma, no hay escapatoria al "ser político". Independientemente de si eligen ser ambiguos, tomar posiciones recias o si otras instancias lo hacen por ellos, hay signos asociados a la música que ya vienen cargados de significado político.

En un contexto en el que las audiencias se interesan tanto en saber cómo se hizo un producto que cómo se formó el pensamiento de un artista, la demanda por posicionamiento parece una consecuencia natural y directa derivada del vacío del discurso de la "autenticidad" que tanto repiten las nuevas generaciones de músicos.

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