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Ni Dios puede salvar a este Kanye West

Donda, el nuevo álbum del artista de Chicago Kanye West, tiene varios puntos positivos pero es un trabajo mediocre. Como en las misas a las que va mi abuelita: si tienes fe seguro te enganchas (aunque parezca que nunca termina).

Kanye West
Atlanta, Georgia - 22 de julio de 2021 Kanye West en el estadio Mercedes Benz
// Foto Kevin Mazur / Getty Images para Universal Music Group

Kanye West construyó su carrera musical como un aikidoka: utilizó la fuerza del statu quo del rap para subvertirlo. A inicios de siglo, cuando solo lo querían por sus beats con soul, demostró que también rapeaba. Cuando predominaba el gangsta rap, lo derrotó y abrió el espectro hacia otras emociones y perspectivas. Cuando fue criticado por los excesos de su ego, hizo una ópera rap fastuosa que lo amplificó, y fue aplaudido. Kanye entró por la ventana, se movió rápido y rompió todo a su paso. Pasó de forastero a redefinir el juego y alcanzar la cima, un disco aventurero a la vez.

Por Santiago Cembrano | @scembrano

Publicado el 29 de agosto por GOOD Music y Def Jam, Donda es el décimo álbum de estudio de Kanye West. Es un tributo a su madre, la profesora Donda West —una leyenda viva y un libro de poesía, dijo en 2005; el alma de la fiesta, dice ahora— que murió en 2007 durante una cirugía cosmética que se complicó.

También es un incesante compromiso de lealtad con Dios, un lamento de su divorcio con Kim Kardashian y una meditación sobre la fama y la vida. Es enorme en su lista de colaboradores (demasiados nombres que se encargan de la producción, escritura y rapeos) y en su duración: 27 canciones y casi dos horas. Hace rato aseguró su lugar en el panteón de los más famosos y millonarios; este es su relato desde arriba.

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En el último lustro, Kanye West apoyó pública y vigorosamente a Donald Trump —hasta se puso la gorra roja de MAGA—, postuló de forma no irónica a la presidencia, fue hospitalizado más de una vez, dijo que la esclavitud había sido mental y el aborto un genocidio negro, se divorció de Kim Kardashian y ganó mucha plata con las Yeezy. Época turbulenta. Pasó de ser famoso por su música a que esta fuera tangencial a su figura: un meme reconocido por la controversia que lo rodea y que a veces hace canciones.

Y como el conflicto es gasolina para Kanye, en Donda coge esa controversia para plantear un duelo contra el mundo, con Dios como su aliado. “You know where to find me, they cannot define me / So they crucify me, how so fazed when I leave? / Come and purify me, come and sanctify me”, rapea en Come to Life, con la convicción cristiana que irriga cada rincón de Donda.

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En sus picos, Donda evoca reflexiones agudas sobre la intersección de la religiosidad, el recuerdo de su madre, su divorcio y su día a día. En Jesus Lord, Kanye rapea con crudeza sobre pensamientos suicidas, depresión y su lucha contra ambos: “I know I madе a promise that I'd never let the reaper in / But lately, I've been losin' all my deepest friends / And lately, I've been swimmin' on the deepest end”.

Pasa con fluidez a abordar la violencia y el dolor de un barrio cualquiera de Chicago, donde la salvación se enfrenta a la supervivencia. Tras una estrofa estelar del esquivo MC Jay Electronica, el tema cierra con las palabras de Larry Hoover Jr., el hijo del líder de la temida pandilla Gangster Disciples, que le agradece a Kanye por haber abogado en la Casa Blanca por la liberación de su padre, condenado en 1973 a hasta 200 años de prisión, y reflexiona sobre su encarcelamiento y la falta que le hace.

Este final es la conclusión moralmente compleja que necesita el track, enorme y retador, perfectamente Kanye. ¿Quién más que él puede combinar desnudar sus emociones y hacer un collage de todos estos elementos así?

La introspección prosigue con Lord I Need You. Describe su relación con Kim como la mejor colaboración desde Taco Bell y KFC, acepta su separación y recuerda los buenos momentos, aunque vengan con un presente agridulce. La diada Kim Kardashian/Donda West es ubicua, como un continuum de lo que Kanye extraña.

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Aparece también en Come to Life, una bella historia que aborda el recuerdo de su madre y su relación ambivalente con su ex. “I don't wanna die alone / I don't wanna die alone / I get mad when she gone / Mad when she home / Sad when she gone / Mad when she home / Sad when she gone”, canta bellamente sobre teclas celestiales.

Sin embargo, los mejores momentos de Donda son cortesía de los colaboradores, que cogen el punto de partida de Dios y lo aterrizan según sus gustos y contextos. En los rapeos, Jay Electronica rima multisilábicamente sobre la piedad de Dios, Ertuğrul (padre del bey Osmán I, fundador del Imperio otomano), huracanes que castigarán Estados Unidos y cómo en Tepoztlán lo llaman Terremoto, El Negro Loco. Fivio Foreign destroza el drill amenazante y frenético de Off the Grid: "They call me a product of my environment / I tell them, ‘Nah, I'm what God produced’".

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Westside Gunn (Keep My Spirit Alive) le agradece a Dios poder botar la droga antes de que lo cogieran y Lil Baby (Hurricane) le llora a Dios porque solo en el último mes mataron a tres de sus panas. Roddy Rich (Pure Souls), Vory (Jonah), Don Toliver (Moon) y The Weeknd (Hurricane) le añaden capas melódicas al álbum que se sienten como luz cálida que acaricia los rostros de los feligreses.

El enfoque colectivo de

Donda

Kanye es un productor certero, puede coger una plantilla de estrellas y promesas y saber qué necesita el disco de cada una de ellas, como si fueran instrumentos. Su sentido intuitivo de la colaboración es uno de los pilares de su éxito y de su identidad, al estilo de Dr. Dre, otro productor genial que rapea adecuadamente lo que le escriben y que, sobre todo, tiene claro el norte sonoro y conceptual del disco.

Donda es el disco en el que Kanye menos aparece en toda su carrera. Juega más de 10 que de 9: brilla al asistir a los demás para que anoten. Es claro que todos los artistas que colaboran en Donda lo admiran, y se abren para emitir sus reflexiones devotas. Quizás así serán sus discos futuros, su rol más de curador que de único protagonista.

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Este enfoque colectivo también lo aplica en la producción de Donda, que suena a la reinterpretación de Kanye y su equipo del góspel. El órgano, instrumento protagonista, y los paisajes amplios que brindan calma se fusionan con baterías y arreglos que impulsan la música hacia adelante.

Así pasa en Jesus Lord, 24 y Pure Souls: momentos de solemnidad, de abrir brazos y boca para recibir al espíritu y la ostia. La otra paleta con la que pintan la capilla de Donda es de colores sintéticos y digitales, con reminiscencias del estilo de Yeezus.

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Off The Grid es genial en su frenesí claustrofóbico, los bombos obesos de Praise God bastan como protagonistas de la pista y con Believe What I Say, de la mano de un sample de Lauryn Hill y una línea de bajo danzante, llega un posible hit radial.

A pesar de sus aciertos, como la forma en que en Hurricane el góspel y lo sintético se fusionan, como si le añadieran 808s a la Capilla Sixtina, hay demasiados pasajes en los que las pistas más religiosas se tornan blandas e insulsas, como Jonah, Moon o Keep My Spirit Alive. Y por el lado sintético a las pistas de Remote Control, Ok Ok y Heaven and Hell les falta vigor y espíritu: se sienten genéricos y poco desarrollados.

En el cenit de Kanye, lo que él creaba dictaba hacia dónde iba el rap. Donda muestra que esos artistas que crecieron bajo su influencia son los que ahora lo influencian. Esta es su versión de los sonidos de Atlanta, Chicago y Brooklyn, lo que está sonando en la radio. Ahora es él el que sigue tendencias, no el que las crea, como tantos cuarentones divorciados que miran hacia la juventud a ver qué se considera cool e imitarlo (muchas veces sin éxito).

En Donda no faltan las ideas interesantes, pero varias están ejecutadas a medias y de prisa: es como si Kanye hubiera sacado el disco del horno antes de tiempo. O como si se hubiera quedado esperando un milagro que le diera sentido y un foco claro. Podría ser un buen disco: le urge un editor que corte todo el relleno y las canciones sin acabar. Y alguien debe hablar con los escritores de Kanye y decirles que suban el nivel: sin los chistes, reflexiones, juegos de palabras y egocentrismo entrañable que lo hicieron grande, sus fallas técnicas son dolorosamente evidentes.

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Los versos flojos abundan, pero el problema se agudiza cuando habla de Dios. En vez de explorar a fondo su fe, muchas de sus letras se sienten como lugares comunes (“Father, Holy Spirit, let loose on me / Father, I'm Yours”, en Pure Soul) o mantras superfluos (“What they vandalize, He'll evangelize/What they vandalize, He'll evangelize”, en “New Again Kanye”).

Necesitamos algo más que “I talk to God every day, that's my bestie”, como cuenta en Off The Grid, para conectarnos con su espiritualidad. Ni siquiera son puntos de partida de sus reflexiones, se queda en la superficie.

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Es prueba de la fidelidad que aún despierta Kanye que miles de personas se reunieran en estadios de Atlanta y Chicago para escuchar una versión incompleta de Donda y verlo arder en llamas y recrear la casa de su niñez. Varios de sus álbumes han tenido vidas estrafalarias más allá de la música, pero todo el ruido se correspondía con un torrente de música increíble.

"DONDA By Kanye West" Listening Event At Mercedes Benz Stadium In Atlanta, GA
Kanye West presenta ‘DONDA by Kanye West’ en el Mercedes-Benz Stadium el 22 de julio de 2021 en Atlanta, Georgia.
//Fotos: Paras Griffin/Getty Images for Universal Music

Siempre ha sabido cómo usar la controversia para impulsar su trabajo y su nombre, y así lo hizo al añadir a DaBaby y Marilyn Manson al disco a última hora: fabricó más conflicto y se montó en él para parecer más alto. Esta vez, el espectáculo publicitario opaca a la música. Que Donda sea lo mejor que ha hecho desde The Life of Pablo (2016) no lo salva de la mediocridad.

La mejor música de Kanye nace del choque entre sus pulsiones, de su honestidad sarcástica para explorar sus contradicciones. De cierta forma, el Kanye que está presente en Donda es el mismo de siempre. Devoto y ególatra, ambicioso e inseguro, celebratorio y adolorido, refinado y obsceno.

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¿Qué es lo que ha cambiado?

Ha dejado de cuidar al máximo cada detalle de sus álbumes, ha descuidado su quehacer. Y, sin restarle peso a su dolor y a su divorcio, se siente cómodo, sin el hambre que lo puso en la posición que ahora disfruta. Pero el disco muestra que no basta con firmar con su nombre y esperar que la bulla y su reputación hagan el resto.

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Uno de los primeros éxitos de Kanye fue Jesus Walks, un sencillo de su debut College Dropout (2004) en el que se encomienda a Dios y le pide claridad para ver el camino mientras el Diablo lo tienta. Así, tanto su cristianismo como la presencia divina en sus canciones vienen de atrás. Pero aquel es un tema potente que narra Chicago como un campo de batalla en el que Kanye libra su cruzada personal por hacer un rap distinto, así se enfrente a abusos de la policía, la violencia de la ciudad y el poder del rap mainstream que privilegiaba los culos y las armas.

En Donda hace falta esa lucha, esa fricción que motive e impulse a Kanye, sobre la que se apoye para atacar. Acá apenas se presenta como un héroe incansable que no se amilana ante la adversidad, pero el combate se lo inventó él. Como en las misas a las que va mi abuelita, si tienes fe seguro te enganchas con Donda (aunque parezca que nunca termina). Si no, a pesar de sus buenos momentos, verás al emperador desnudo.

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