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Pink Floyd, el río sigue fluyendo

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Por: Daniel Casas C - @danielcasasc. Se lanza “The Endless River” de Pink Floyd, lo que para algunos podría ser una obra póstuma de Richard Wright, teclista de la banda y fallecido en septiembre de 2008. Y para otros, una colección de piezas que debieron añadirse al box set que celebra los 20 años del álbum “The Division Bell”, publicado a mediados de este año, si bien la construcción de esta nueva publicación parte de fragmentos musicales que quedaron de las sesiones de grabación de dicho disco, debido a la intención original que entonces, año 1994, tenían de hacer del mismo un álbum doble.

La mayor parte del material que encontraron originalmente Nick Mason (baterista) y los productores Youth y el legendario guitarrista Phil Manzanera, fueron 20 horas de segmentos que Wright, en mayor parte, había grabado en las sesiones de dicho álbum. La idea de construir nuevas piezas musicales a partir del hallazgo, pronto llamó la atención del guitarrista David Gilmour, líder a su manera de lo que fue la banda desde 1983 tras la disolución de la misma por la salida de su otro líder, bajista y fundador original, Roger Waters.

Lo que hicieron fue construir una serie de piezas instrumentales, la mayoría de ellas muy cortas, de dos minutos o un poco menos, a partir de esos fragmentos, y a partir de allí desarrollar todo un proceso de reingeniería musical.

El resultado es lo que un seguidor usual y conocedor de Pink Floyd esperaría: una amalgama intensa de ambientes que evocan distintas épocas de la banda. Por eso, no es raro que uno haga comparaciones inmediatas. Que “It’s What We Do” es similar, por no decir que idéntico, al inicio de “Shine On Your Crazy Diamond”. Que “Sum” nos transporta a pasajes secuenciales del álbum “Meddle”. Tal vez, que “Skins” recuerda pasajes de “One Slip” del álbum “A Momentary Lapse Of Reason”. Que “Anisina” podría ser fácilmente tomado de “Oscured By Clouds” o de su contemporáneo y legendario “Dark Side Of The Moon”, y que “Allons Y (1)” y “Allons Y (2)” parecen extensiones de “Young Lust” en el mítico “The Wall”. Obviamente, hay fragmentos –la mayoría- que se identifican directamente con “The Division Bell”, un álbum que por demás, y a diferencia de muchos anteriores de Pink Floyd, tuvo una carga especial en la presencia de Richard Wright.

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Ahora viene el interrogante sobre la importancia de “The Endless River” en la discografía y la historia de Pink Floyd. Siendo un álbum precioso, de delicada construcción, con paisajes musicales fabulosos, no va a pasar a la historia como una producción significativa o trascendente. En ningún momento va estar al nivel de las más grandes y representativas obras de la banda, como puede ser “Dark Side Of The Moon”, “The Wall” o el mismísimo “The Division Bell”. Se trata únicamente de un disco referencial, con características particulares por la misma forma en que se elaboró.

Pero tampoco debe ser considerado como una producción de 1994. No. Porque, a pesar de tener como base fragmentos de temas que no se terminaron y que pensaban  incluirse originalmente y en "The Division Bell", son grabaciones complementadas instrumentalmente, realizadas y producidas en este 2014.  El hecho incluso de que esté compuesto casi todo por pequeños fragmentos de menos de 2 minutos, entrelazados unos con otros, denota justamente eso. No había nada completo y por lo tanto se trata de un disco nuevo. Eso sí, musicalmente, es un viaje a través de atmósferas increíbles que fluyen haciendo eco y justa razón al nombre que ha recibido: "The Endless River".

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