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¿Qué tan bueno es que el Petronio se haya “blanqueado” tanto?

La gran fiesta negra del Pacífico colombiano cada vez tiene más adeptos blancos. ¿Bueno, malo o da igual?

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Foto Julián Galán
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Tras 22 años de música, viche y corrinche es el momento de poner sobre la mesa, junto al arroz endiablado o la cazuela de mariscos, una pregunta que se ha dejado de lado en medio de la gozadera: ¿Qué tan bueno es que el festival Petronio se haya “blanqueado” tanto? Al Petronio Álvarez, una de las más grandes ventanas del Pacífico frente al mundo, cada vez asisten más personas mestizas. ¿Qué tan bueno es esto? Además, ¿bueno para quién?

Por: Elkin Escobar Bolaños @elkinescobarb // Fotos: Julián Galán @julianguionbajo

Santiago de Cali ha servido como puente entre el Pacífico colombiano y el resto del país, como escenario para para reivindicar las tradiciones y la cultura de esta región, la mayor parte del año olvidada, a través de estrategias y eventos del corte del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez.

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En el 2017, durante el corrinche del Petronio, la ocupación hotelera de Cali alcanzó el 74%, y de este el 28.4% del registro fue de extranjeros según datos de la Asociación Hotelera y Turística del Valle del Cauca, Cotelvalle. Aunque se hace difícil conocer con exactitud el número y etnia de los asistentes al festival debido distintas variables, basta con echar una ojeada al público para comprobar que los visitantes blancos son una cantidad considerable y en aumento. Con esto en mente, se puede observar que si bien estos visitantes no ultrajan las tradiciones del festival su aporte directo a estas tampoco queda muy claro, lo que sumado a otras inquietudes pone en riesgo la razón de ser del festival.  ¿Se va al Petronio con el deseo de conocer o reencontrarse con una cultura y sus tradiciones, o solo por lo extraordinario de la rumba que supone el festival?

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El Petronio, la fiesta del litoral Pacífico y por consiguiente de los “negros” según la percepción colectiva, desde sus inicios se ha mezclado poco a poco con otras etnias. De hecho, Germán Patiño Ossa, creador del festival, era una persona “blanca” y hoy, a más de dos décadas de la primera edición del Petronio, la cantidad de asistentes que no pertenecen a la etnia negra se acerca a poco más de la mitad del público del festival, provenientes del resto del país y de otras tierras como España, México, Estados Unidos, Francia, Uganda, Suiza, Ecuador y Panamá según la oficina de prensa de la secretaria de cultura de Cali.

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“Este festival nació con un espíritu cuyo objetivo es promover, preservar y visibilizar la cultura y tradiciones del Pacífico colombiano y persiguiendo esa meta se ha promovido de una forma que cada vez son más las personas diferentes a la etnia negra o indígena que vienen al festival atraídos por todo lo bonito que aquí pasa”, afirma Yamileth Cortés, actual directora el festival. “Se ha convertido en uno de los principales eventos de talla internacional que promueven a Cali como un destino turístico, pero además que promueven también a la región”.

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No abordaremos la discusión sobre si el Pacífico es solo de negros e indígenas, asumiendo que a estas etnias pertenecen la mayoría de sus pobladores. Sin duda alguna al Petronio Álvarez, una de las más grandes ventanas del Pacífico frente al mundo, cada vez asisten más personas mestizas. ¿Qué tan bueno es esto? Además, ¿Bueno para quién?

Una de las ventajas frente a la pregunta planteada son las ganancias en pesos que dejan a la ciudad las actividades realizadas en el marco del Petronio Álvarez; pero en el caso de la cultura y las tradiciones, algunos de los aspectos favorables para éstas van perdiendo sentido en el péndulo entre la exclusión y/o la euforia de la memorable fiesta que ofrece el Petronio.

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Desde la visión de Andrea Buenaventura, antropóloga y socióloga caleña “la pregunta entre líneas es ¿hasta qué punto es conveniente que la cultura se vuelva industrial? Y el debate está en eso que muchos llaman “industria cultural”. ¿Se puede decir que actualmente el Petronio es un evento de patrimonio cultural del Pacífico, o ya hace parte de un evento de industria y comercialización de la cultura pacífica? Desde ese pensamiento tiene sus pro y contras”.

Frente a los sucesos recientes relacionados con el festival, como la polémica contienda sobre la propiedad del viche y otros destilados del Pacífico, le preguntamos a Yamileth Cortés si el Petronio Álvarez se ha convertido en un negocio: “El Petronio no es un negocio, es un evento que realiza la alcaldía de Cali a través de la Secretaría de Cultura. Todas las personas que participan aquí han pasado por un proceso de selección para el que hay un reglamento. El festival no recibe dinero más que lo que el expositor en el caso de la muestra paga por un stand, que en el caso de cocina son aproximadamente 380.000 pesos”.

Si bien hay quienes obtienen ganancias alrededor del festival, en términos generales se podría decir el Petronio no es un negocio, pero sí se ha convertido en un evento masivo en el que “se visibilizan procesos artesanales que antes no estaban tan visibles”, según Andrea Buenaventura. Pero de la mano del fenómeno “pop” también se asoma el peligro de que una tradición se convierta en algo trivial, que pierda su sentido.

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“Lo que nosotros estamos viendo es que las prácticas propias del festival se quieren transformar, se quieren cambiar y convertirlas en prácticas urbanas”, afirma Nidia Góngora, una de las mujeres más importantes de la música del Pacífico, cantante de Canalón de Timbiquí y Ondatropica, y anfitriona de uno de los mejores remataderos del Petronio: el arrullo en el barrio, fiesta popular, abierta y callejera que va hasta el amanecer y que cada vez convoca más asistentes. 

A pesar de que en algunos casos se empiecen a crear nuevos discursos de lo que es “ser Pacífico” desde un discurso comercial y no desde la misma gente que habita la región, que el Petronio se haya “blanqueado” –término que puede incomodar a algunas personas– es algo favorable a grandes rasgos. Favorable porque no solo la apuesta inicial del festival es que la mayor cantidad de personas se enteren de que en algún lugar de Colombia existe un litoral Pacífico lleno de prodigios, sino porque abre algunas puertas, que hay que tocar con cuidado, a quienes desde el esta región están creado propuestas que valen la pena echarles una ojeada. 

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Podríamos continuar hablando de los peligros y desventajas de este fenómeno, “el blanqueamiento” del Petronio, como lo trágico que sería que el festival perdiera su sabor. No es un secreto que, a gran parte de las personas blancas o mestizas, el movimiento de caderas no se le da muy bien, al menos en comparación con las del Pacífico, pero las cosas no pintan tan mal. El Petronio aún conserva su magia característica, aunque en riesgo, de la que contagia a sus visitantes sin detenerse en el color de su piel o el estilo de su cabello. “Me parece una acción positiva para la región y para quienes compartimos esta convivencia pacífica. Desde sus inicios Petronio ha sido un espacio pluriétnico”, cuenta Eberto Zúñiga Rodríguez, empresario y escritor abanderado del Pacífico. 

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Que más personas visiten el festival, aparte de los negros, no significa directamente que se van a perder las tradiciones que por tanto tiempo han cuidado con recelo estas comunidades, aunque sí representa un riesgo para su integridad si esta situación no se maneja con cuidado. Ya lo dijo Yuri Buenaventura durante su presentación el pasado 18 de agosto: “el viche pide respeto”. Como el viche todas las tradiciones que le dan vida al Petronio Álvarez necesitan ser respetadas y con ellas las comunidades de donde proceden. 

“Para mí el festival sigue siendo un lugar de encuentro de nuestra ancestralidad y con nuestro Pacífico. Además es un espacio que está abierto para que asistan todas las personas que de alguna manera sienten que les gustan las tradiciones de la región. No lo veo como algo malo mientras que en las actividades que se realicen se tenga en cuenta a la gente del Pacífico, a los que vienen de los territorios”, remata Nidia Góngora.

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