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The Weeknd en el Super Bowl: un show decente que vamos a olvidar pronto

El canadiense cumplió, pero su presentación estuvo por debajo de las expectativas.

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The Weeknd en el halftime show del Super Bowl
// NFL

Cuando la edición 55 del acontecimiento deportivo que vuelve locos a los gringos llegó al entretiempo, Tampa Bay ya le pasaba por encima a Kansas City como un camión sin frenos. A tono con lo predecible de un partido donde el ganador estuvo cantado muy prematuramente, la presentación de The Weeknd resultó, palabras más palabras menos, olvidable.

Por Álvaro Castellanos | @alvaro_caste

Abel Makkonen Tesfaye salió de un costado del Raymond James Stadium, uniformado con el blazer rojo que no se quita hace tiempo, y unos zapatos blancos acharolados, y entregó un show vocal perfecto, pero emocionalmente pálido. Su presentación fue decente, sobria, lo cual no quiere decir que haya sido mala. Pero, así como uno no quiere sobriedad en una película de los Avengers o los Expendables, sobriedad tampoco es lo que se espera de un show de medio tiempo en el Super Bowl.

El popurrí de 14 minutos, que comenzó en una plataforma elevada, pasó por hits como Starboy, The Hills, Earned it, I can’t Feel my Face, I feel it Coming, Save your Tears y Blinding Lights: canciones que, a menos de que hayamos estado viviendo debajo de una roca, hemos escuchado mínimo una vez. Se había especulado mucho sobre el aspecto que el artista iba a revelar en su presentación. Pero por ese lado tampoco hubo novedad. Ni golpeado, ni vendado, ni con el maquillaje que lo viralizó recientemente, donde se veía estallado en bótox.

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The Weeknd se apareció con su cara original y también con una vara muy alta en frente, porque justo hace un año J-Lo y Shakira se habían despachado con un acto genial, aunque con el telón de fondo de la organización de la NFL que, condescendiente con el Gobierno de Trump, le dio apenas un contentillo de representatividad al público latino.

Si su repertorio y su imagen no sorprendieron, el montaje mucho menos. Salvo por los extras uniformados en el campo de juego con la cabeza vendada, y el segmento en que se vio a The Weeknd atrapado en una habitación de espejos con fondo dorado (como en el video de Blinding Lights), al show le faltó su extravagancia habitual, y por eso tal vez lo vamos a olvidar pronto, a diferencia de otras presentaciones que han llegado a escalar muy alto en la historia de la cultura pop. Sin ir más lejos, pasaron ya 17 años de Justin Timberlake desnudando sin querer queriendo a Janet Jackson (imágenes que, se dice, derivaron en la creación de YouTube) y nuestras cabezas no han logrado archivarlo.

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Y ni hablar de los invitados sorpresa, que estuvieron más ausentes que la «E» faltante en su nombre artístico. Ni Rosalía, ni Daft Punk, ni Ariana Grande. Varios nombres cercanos al ídolo musical nacido en Toronto se habían rumoreado antes del Super Bowl como posibles acompañantes, pero el acto de The Weeknd fue finalmente en solitario.

Acaso el coronavirus, que todavía está matando más 3.000 personas al día en EE.UU., tuvo mucho que ver con el impacto moderado de este mini concierto, porque habría impedido, no sólo artistas complementarios, sino más extras, más aprovechamiento del terreno, aviones, grúas, helicópteros, pirotecnia y todos los excesos yankees que tanto nos gustan.

Paradójicamente, el partido contó con 25.000 asistentes mal contados en las tribunas. Unos 7.500 fueron trabajadores de la salud vacunados que entraron gratis, pero el resto sí pagaron fortunas dementes en medio de una pandemia porque, claro, el capitalismo manda en el país que mejor lo representa, y la recaudación de las entradas ayuda a cuadrar caja, como si fuera poca la ganancia por concepto de los minutos más depravadamente caros en pauta de la televisión mundial.

Sal Saliby, representante de The Weeknd, había dicho que el mismo artista iba a gastarse siete millones de dólares para financiar su show, con el fin de asegurarse de que fuera «tal y como él lo imaginó». ¿A dónde fue toda esa plata? Seguro que al mismo lugar que los touchdowns de Kansas City durante el partido.

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Sin embargo, aunque 25.000 millones de pesos colombianos es un platal escandaloso, los artistas elegidos para tocar anualmente en el Super Bowl terminan multiplicando exponencialmente sus ventas, reproducciones, seguidores, descargas y en general su fama, después de presentarse, siempre gratis, en esta danza deportiva de los millones, pues las ganancias se notan inmediatamente. Así que este gasto fue básicamente una gran inversión.

En cuanto al partido (porque se jugó un partido) los Tampa Bay Bucaneers de Tom Brady, que aumentó a siete su colección de trofeos de campeón, le pusieron la lápida muy temprano a los Chiefs de Kansas City y terminaron ganando 31-9 en la primera final del fútbol americano después de que Donald Trump sacara su trasteo de la Casa Blanca. En ese sentido, no es casualidad que un hijo de inmigrantes etíopes haya sido el protagonista del show del entretiempo, semanas después de que el demócrata Joe Biden llegara a la presidencia con sus banderitas de inclusión por delante.

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Como símbolo de la diversidad en el mainstream del pop, está claro que The Weeknd seguirá disparado como volador sin palo en la industria de la música, donde está sentando precedentes interesantes, como el hecho de enfrentarse a la organización de los Premios Grammy, que lo privó de nominaciones este año. Sobre su presentación en el Super Bowl de 2021, no podemos decir que no cumplió, pero sí que dejó un gusto más bien descafeinado. Es que además de las razones expuestas, como dicen las tías, le faltó «sal en los miaos».

#LaMúsicaNosUne

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