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Tiempos de recolección de cosecha para la música colombiana

Haciendo referencia a todo tipo de géneros musicales existe, en este país, una verdadera mina de oro, todavía lejos de haber sido explotada como debería.

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Foto Shock

Colombia cuenta hoy con 2 "Music Cities" (Bogotá y Medellín, declaradas como tal por la UNESCO), varios mercados culturales muy bien posicionados en Latinoamérica, un sector profesional de la música organizado y bien preparado, un inagotable y variado hervidero de talentos y de ritmos, géneros tradicionales y populares que gozan de excelente salud, genuinos festivales culturales, prácticas autóctonas e incluso, instrumentos que han sido considerados patrimonio mundial por la Unesco, así como con asociaciones activas de músicos, promotores, managers y agentes,  una red en crecimiento, tanto de festivales como de escenarios para música en vivo, y una interminable lista de éxitos radiales. En resumidas cuentas, este es un país que pareciera estar muy bien ubicado en el ajedrez internacional de la música del mañana. Sin embargo, ha llegado el momento de tejer vínculos y de construir puentes con los grandes mercados y operadores de la música del resto del mundo.

Por Cedric David // @fropicks
Presidente de la Asociación Latinoamericana de managers musicales y bookers.
Director de Cecom Música. 
Director de Afropicks.
Asesor del Green Moon festival.

Hoy el sector goza de una oportuna solidaridad entre empresas privadas y entidades públicas y gubernamentales, así como también con numerosas ciudades, universidades, asociaciones, artistas, gestores y mi-pymes, que vienen creciendo y que están contribuyendo al desarrollo de una economía de la música que sea sostenible. Sin embargo, también es momento para que los grandes empresarios de la música en vivo y digital,  así como de la propiedad intelectual, tengan en cuenta a los actores locales y encuentren buenos aliados en el ecosistema colombiano de la música, y también en el audiovisual, donde pueden surgir convergencias interesantes y estratégicas. Con los nuevos negocios de la música haciendo parte de la famosa bandera de la “Economía Naranja”, los gobiernos deben, hoy más que nunca, estar atentos a la evolución de los negocios, de los procesos, y de las consecuencias que estos pueden tener en el tejido económico-social y en las reglas del juego del comercio de la música.

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Resulta oportuno también, recordar a la Convención de la UNESCO del 2005, que habla sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales, y que en estos tiempos se convierte en una herramienta muy útil para la protección de las identidades culturales nacionales frente a la amenaza de la globalización: “El desarrollo y los intercambios internacionales, junto con la convergencia de las tecnologías de la información y las comunicaciones, provocan la concentración de las industrias culturales y la aparición de empresas dominantes”.

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Cobra mucha relevancia que los actores del sector se informen, se capaciten, se registren, y se inscriban a mercados y gremios, para que puedan así, conectarse con colegas de la música monetizada. Es cierto que ya mucho se ha logrado, y que hay optimismo porque el potencial es bastante grande gracias, precisamente, al éxito comercial de los géneros populares en el país, y de los géneros urbanos, así como del fenómeno de “la nueva música colombiana”, que sigue enviando artistas de gira por todos los rincones del planeta. Ha crecido el sector, es cierto, pero aún le hace falta.

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En términos generales, y haciendo referencia a todo tipo de géneros, existe en este país una verdadera mina de oro, todavía lejos de haber sido explotada como debería. Y está en peligro, porque si el sector no se apropia lo que debería, la invasión de actores internacionales, ávidos de nuestros contenidos y riqueza, seguirá pasando por encima del ecosistema local, obteniendo facilidades y tratos, que los demás no tienen, con un manejo de tasas equivocadas en las comisiones y un manejo de tarifas exageradas, o sobre-ofertas, para contratar a algunas agrupaciones, al mismo tiempo en que se manejan sub-ofertas con las bandas nacionales. Todas estas, son amenazas latentes contra las que deberíamos luchar porque, además, tenemos ejemplos cercanos en otros países del sur del continente, como Brasil, que ya cuentan con leyes y con medidas que protegen, tanto la creación, como la interpretación, la difusión y la gestión. Allí se invierte en plataformas de negocios y exportación para atraer inversionistas y negocios artísticos, que han obtenido excelentes resultados, y que por lo demás son demostrables.

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Las oportunidades que tenemos son inmensas. No solamente por el boom y crecimiento de la producción artística en Colombia de 15 años para acá, también por el entusiasmo y las oportunidades y beneficios que podría traernos la “Economía naranja” en diferentes frentes de trabajo. Hoy, son relevantes proyectos como White paper on music and tourism, que tiene a Colombia como país piloto y que da fe de una estrategia pertinente, apoyada en contenidos valiosos y en una oferta artística, cultural y turística muy relevante.

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Nuestra gran y principal responsabilidad radica en construir sobre lo logrado y en preparar lo que vendrá después del boom de la llamada “Nueva ola de la música colombiana (aunque a estas alturas ya podríamos estar hablando no de una, sino de varias “olas”). Porque la meta serán llegar a tener un sector autosostenible, participativo para la economía local, una atractiva imagen del país, que cuente con llamativas ofertas de turismo musical nacional, así como también con una destacada presencia internacional en las diferentes tarimas del mundo, con reconocidas productoras y reconocidos promotores, con empresas exitosas en la sincronización, el streaming y la edición musical. Con empresarios e inversionistas creativos en las nuevas tecnologías y servicios de la música para que podamos convertir a Colombia en un referente en toda la región con un amplio, productivo y rentable sector musical.

Nos lo merecemos todos. ¡Que Viva la Música!

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