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Cuatro lecciones sexuales que nos deja el escándalo de la Policía Nacional

Las renuncias nos dejan con un sentimiento de satisfacción y de justicia que, pareciera, es ejercida por nuestras propias manos.

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Las renuncias nos dejan con un sentimiento de satisfacción y de justicia que, pareciera, es ejercida por nuestras propias manos. 

Por: Carmenza Zá @zacarmenza // Foto: EFE.

Para iniciar, me permito recordarles que esta columna no compromete la opinión de nadie más que la mía. Ni Shock, ni mi señora madre (que, a propósito, es tan  mentada) tienen la culpa de lo que pasa cuando me siento a escribir… Bueno, mi mamá de pronto un poquito, pero esa también es otra historia.

No hace falta mencionar a qué escándalo nos referimos. La semana que pasa tuvo a la opinión pública concentrada en la aparición de un video que costó la renuncia de un viceministro, una periodista y un director de policía. El video pretendía dar pruebas de la existencia de lo que han denunciado como “La comunidad del Anillo”, una presunta red de prostitución al interior de la policía nacional que tendría involucrados a congresistas y otros personajes, tan importantes como cuestionables, de la vida política del país.  

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Entre entrevistas, testimonios, señalamientos y amenazas, a la espera que la justicia actúe,  no nos queda sino reflexionar, aprender de lo ocurrido y tal vez llorar un poquito por el ridículo en el que hemos convertido la vida nacional.

Salir del clóset es un derecho, pero permanecer en él también

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 Se ha insistido bastante en el reconocimiento de la comunidad LGBTI,  hemos sido constantes en defender el derecho de los homosexuales a hacer pública su orientación sexual y no ser perseguidos por ello y, aunque distintos sectores se opongan, cada vez son más los que reconocen su condición sexual y hacen de ella una reivindicación política. Sin embargo, luchar por el derecho a hacer públicas las preferencias de este tipo o, como se dice popularmente, “salir del clóset” no  significa en lo absoluto que todos deban hacerlo. 

Tuvimos que ver, durante siete minutos, cómo se hacían públicas las preferencias sexuales del viceministro y ex senador Carlos Ferro.  ¿Era necesario?  Ni siquiera yo – a diferencia de los implicados en el video- sé cuánto miden las vergas que me he comido y, aunque me gustaran los uniformados, no podría llevar la cuenta entre los civiles y los que no lo son, que han pasado por mi cama. 

Tenemos la evidencia de un hombre poderoso, con esposa e hijos, que lleva una vida sexual clandestina y con morbo, excitación y ese poder que nos ha dado internet y las redes sociales, actuamos como verdugos de quien  -sólo por ahora- parece más indefenso que nosotros.  Mea culpa, reconozco haber visto el mencionado video más de una vez, con una mezcla de asco por la situación, un poco de solidaridad por la familia y sobretodo una incertidumbre acerca de lo que se señalaba como correcto e incorrecto, incluyendo la labor periodística, de la que mucho se ha hablado y a la que yo no me referiré, por puro desconocimiento.

La orientación sexual de nadie, si aún pertenece a su vida privada, nos compete. Ni siquiera si se trata de un personaje público…. Así que no desviemos nuestra atención hacia ello, no convirtamos la situación en un meme, aunque así de ridículo sea nuestro escenario político.

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La sexualidad no puede ser un asunto de poder

Ahora bien, pese a lo anterior, nada de lo que tiene que ver con este escándalo se trata de una reivindicación por los derechos de la comunidad LGBTI.  Más allá de preocuparnos si el viceministro o no es homosexual, si lleva una doble vida o si en el mismo día se come a un cadete y a su esposa, el tema de fondo en este escándalo es la manera en la que hombres poderosos, hacen uso de su posición política para acostarse con jóvenes menores que ellos y de rangos inferiores. 

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Aunque el video no demuestra que haya habido una transacción o un pago de favores políticos a cambio de sexo, de fondo existen unas denuncias según las cuales los jóvenes cadetes son expuestos como ganado, para que congresistas escojan cuál es de su preferencia, a cuál se quieren culear para reafirmar cómo su posición política y privilegiada les permite hasta ABUSAR sexualmente de otro (y de ahí para abajo todo lo que nos culean con impuestos, ventas del patrimonio nacional y un largo etcétera, que no compete a esta columna).

Es una cuestión de poder: Su palabra contra la mía, su rango contra el mío, su dinero contra el mío, sus amigos contra los míos, sus vínculos contra los míos.

¿De eso se trata el sexo? Aquí es donde empieza a tener la culpa mi mamá porque, hasta donde ella me enseñó, culear se trata de una vaina consensuada, para el mutuo disfrute y que, con o amor o sin amor de por medio,  es una relación de respeto por el otro. De iguales.

-Me permito hacer un paréntesis, para señalar que, de ser cierto todo lo que se dice sobre “La Comunidad del Anillo”, está lejos de ser una red de prostitución para tratarse de una red de trata de personas para la explotación sexual que, nos guste o no, es una forma moderna de esclavitud. Ahí está, la institución nacional que se ufana de estar “en el corazón de los Colombianos” parece ser, además, un fortín de violadores.-

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3. El sexo como el pan y el circo

Nuevamente, el poder: El escandaloso video costó la renuncia de un viceministro, un director de la Policia y una periodista que, aunque polémica (si, polémico como se le dice cariñosamente a los empresarios que roban del erario, como los Nule), no es cualquier aparecida en el medio. ¿Y de fondo quiénes? Se inició una investigación pero, los que sea que estén a la cabeza de La Comunidad del Anillo, no han sido expuestos y están contando con tiempo suficiente para, de nuevo, jugar a su palabra contra la mía, su rango contra el mío, su dinero contra el mío, sus amigos contra los míos, sus vínculos contra los míos. 

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Las renuncias nos dejan con un sentimiento de satisfacción y de justicia que, pareciera, es ejercida por nuestras propias manos. “La presión de las redes sociales” es presentada como una fuerza divina que ajusticia a los malvados (Presión que, sobra decir, ejercemos con el mismo morbo, excitación y deseo con que vimos el dichoso videíto). Y se nos olvida todo. ¿Qué ha pasado, por ejemplo, con el caso del Defensor del Pueblo? ¿En qué va esa investigación? ¿Sólo quiero recordarte que TQM?

Los de abajo, pues que sigan abajo

Quienes hayan visto el video sabrán que, además del vice ministro, el otro involucrado es un Capitán que denunció haber sido violado, cuando era cadete, con previas promesas de ascenso en la carrera policial. Es quien seduce y, literalmente, “se lo pide” a Ferro. Es la cara visible de lo que sería La Comunidad del Anillo, pero ¿qué hay de las demás víctimas de esta red?

De ser cierto todo esto, existiría una importante cantidad de jóvenes que ingresaron a una institución cuestionada pero prestigiosa, persiguiendo el sueño de ascender y llenar de soles su uniforme. ¿Qué ha pasado con ellos? ¿Cuántas vidas y familias se ha llevado por delante esta red?  Ya vimos a la esposa del viceministro tomándolo de la mano, afirmando su apoyo y respaldo en esta “dura prueba que les pone la vida” pero qué opinan las mamás y esposas de los cadetes afectados, ¿conocerán la situación?  ¿Tendrán abiertos los micrófonos de las grandes emisoras para decir que lo que ocurra en la intimidad de su hogar, es algo que sólo les compete a ellos?

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De verdad, ¿Esto algo que sólo compete a ellos?

No olvidemos que la mayoría de los que ingresan a la policía son jóvenes obligados a prestar servicio, de familias de estratos bajos y que no han tenido la oportunidad de ingresar a la educación superior, para hacerle quite un par de añitos al asunto de la libreta militar.  ¿Dónde están ellos? ¿También renunciaron? ¿Los vemos hoy en importantes cargos?

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A ellos, toda mi solidaridad y apoyo; entendiendo su silencio como el resultado de no poder darse el lujo de renunciar (como el director, la periodista y el viceministro), porque de ello depende su futuro y “la presión de las redes sociales” no va a darles de comer.

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