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“Hombres friendzoneados de todos los países, uníos”

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Carmenza Zá // @zacarmenza

Recientemente circuló por las redes una campaña llamada “En una sociedad paralela” en la que varios hombres cargaban letreritos con consignas, exigiendo igualdad de género. Entre las exigencias de este grupo de muchachos, figuraban algunas del tipo “Paga tú el motel” “no soy tu banco” “tú también puedes tomar la iniciativa”, etc. en un claro rechazo a los roles que, por su condición de hombres, se les ha asignado a lo largo del tiempo. APLAUSOS. El feminismo es también eso, chicos…

Sin embargo, hubo una foto que llamó especialmente mi atención: Un morochito de gorro cargando un letrerito que decía “No más Friendzone” y aquí me permito señalar que no sé exactamente qué es la friendzone. 

Pareciera ser un lugar al que muchos llegan y en el que pocos, por no decir ninguno, quieren permanecer: “El Chapo está la Friendzone y no hay túnel que lo saque de ahí”. Puede ser, también,  una acción que alguien ejerce sobre otro: “Kate friendzoneó al Chapo”

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Para los que no pierden todo su tiempo, como yo, en internet y no están muy familiarizados con el término, la friendzone se puede definir más bien como un estado. Estar en la friendzone significa haber recibido un “no” como respuesta a una pretensión amorosa o psicomorboafectiva y ubicarse en el lugar de amigo; de ahí su traducción al Inglés.

Así es que, si alguien se lo pidió y usted le dijo que no, pero en lugar de mandarlo derechito a la mierda le pareció sensato conservar la amistad, querido lector: usted ha friendzoneado a alguien. ¿Se lo han hecho a usted también? Seguro que sí.

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Me atrevo a asegurar que todos hemos friendzoneado a alguien y, valga la redundancia,  hemos sido friendzoneados también porque, aunque la expresión sea novedosa, la situación no lo es. Aunque quisiéramos, es muy difícil decirles que sí a todos y obtener lo mismo como respuesta, tal como lo demuestra la máxima filosófica del tropipop “de qué me sirve ¡ay! que me quiera, esa persona que no quiero que me quiera, si la que quiero ¡ay! que me quiera, no me quiere como quiero que me quiera”, los sentimientos no siempre son correspondidos.

Pese a ello, luego de ver la foto del tipo de gorrito con el cartel surgió la pregunta que motiva esta columna: ¿Por qué salir de la friendzone se convierte en un reclamo de los hombres por la igualdad de género?

Fácil. Las mujeres –todas- son, por excelencia, quienes mandan a sus amigos a la friendzone. Los pobres hombres friendzoneados son quienes han entregado su amistad y lealtad a una mujer, ¿a cambio de qué? de amistad y lealtad. Y esto es tan condenable, que merece tropas masculinas rechazando permanecer en este lugar, campañas virtuales en rechazo a ser nada más el amigo,  grupos de apoyo para superar haber recibido un “no” como respuesta y, en su lugar, haber conservado una amistad. Ni más faltaba, ¿quién les dijo a las mujeres que podían rechazar una propuesta sentimental o sexual? Pero no sólo eso y lo que es peor ¿cómo se les ocurre que si no hay una relación de este tipo, pueden mantener la amistad con un hombre?

Vamos chicas, ¿qué le pueden ofrecer ustedes a un hombre como amigo? Si ya hemos aprendido que las relaciones entre hombres y mujeres tienen que pasar por una culeada, o una mamadita, cuando menos. No sean tercas, caray; asuman su lugar en el mundo y, de paso, volvemos a normalizar la violación sexual al interior del matrimonio. Tampoco sé quién les dijo que ustedes tenían derecho a escoger con quién meterse y con quién no, pero deberían relajar el pony (no vaya y sea que un día de estos se les ocurra que tienen derecho a votar en elecciones).

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Hombres friendzoneados de todos los países, organicen tropas y cuenten conmigo; yo también considero inadmisible, increíble, imperdonable, que haya mujeres que crean que ustedes valen más que su verga o que tienen algo más que ofrecer que una relación sexual. Considero una afrenta al ego y a la masculinidad que rechacen sus pretensiones amorosas y entiendo que eso los obligue a quedarse estancados, quejándose de un rechazo, en lugar de ir a buscar por el mundo un sí y una oportunidad. ¡Adelante, uníos!

                                                                                                                                                                         

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