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La violencia sexual existe, así no haya violación con salchichón

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Por: Carmenza Zá @zacarmenza // Foto: Archivo. En días pasados, el país se conmocionó al conocer la historia de una presunta violación por parte de dos hombres y una mujer, a una conductora del Sistema Integrado de Transporte Público –SITP- de Bogotá.

La historia le dio la vuelta a las redes sociales y, mientras los medios iban revelando –sin ningún tacto- los detalles del suceso, la discusión giraba en torno a las “penas ejemplarizantes” que debían recibir los agresores, las responsabilidades de la administración de la ciudad en el hecho e, inclusive, la pertinencia de que las mujeres tuviésemos ese tipo de trabajos, a ese tipo de horarios.

Con la publicación del retrato hablado y la posterior captura del presunto agresor, la indignación del público ya encontraba blanco y, nuevamente, al mejor estilo CSI Bogotá Humana, los usuarios de las redes compartían la información personal del capturado, no sin antes sugerir castigos medievales, para lo que se constituye como  una agresión medieval: La violación.

Con el giro que dio la historia, cuando el General Palomino se pronunció desmintiendo la versión de la mujer agredida, la indignación de los espectadores encontró un nuevo blanco, que antes había sido considerado víctima. Al parecer, la mujer había mentido sobre los hechos, para encontrar un “beneficio personal”.

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#MientoComoLaDelSITP fue Trending Topic el 27 de julio y, el suceso que había despertado la indignación de los usuarios de las redes, terminó ridiculizado y reducido a una discusión en la que el común denominador, parecían ser las “mujeres locas” que denunciaban falsedades. 

Y es que, si en realidad la violación que denunció la conductora del SITP no existió,  por el contrario,  toda la historia y el manejo que se le dio, sí estuvo cargado de una impresionante violencia sexual.

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Hemos normalizado la violencia sexual a tal punto, que una violación anal con un salchichón no nos parece inaudita y, como si esto fuera poco, desconfiamos tanto de la justicia en estos casos, que creemos que el único castigo ejemplarizante que puede recibir un violador, se encuentra en manos de la sociedad misma.

“Igual y lo van a soltar en tres días. Hace falta es limpieza social”
“A ese “#$%& lo que hay es que cortarle las huevas para que no lo vuelva a hacer”

Ahora bien, de ser falsa la historia, surge la inquietud de por qué una mujer encuentra en una denuncia por violación, una alternativa viable para hallar un “beneficio personal”. ¿Tan pobres resultan los canales de exigibilidad de derechos para las mujeres, que prefieren arriesgarse a graves condenas por injuria, calumnia y falso testimonio?

De ser cierta la denuncia, que la mujer se haya retractado no es más que una evidencia de la falta de garantías que tienen las víctimas de violencia sexual –femeninas, masculinas o de otro tipo de orientación de género- en nuestro país.
 
Los medios cuentan sin el menor tacto los detalles de la agresión, revelan datos personales del victimario y hacen viral una agresión que viola, no sólo carnalmente, sino que, en muchos casos, destruye emocional y moralmente a quien la sufre. Obligan a ésta/éste a reencontrarse permanentemente y, por diversos medios, con la historia de su agresión: Se revictimiza a la victima una y otra vez.

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Pero no, ahí estamos pintados los espectadores, que creemos que la violencia sexual existe sólo si hay acceso carnal violento y ojalá anal y ojalá perpetrado por varios y ¿por qué no? Ojalá con un salchichón. 

Hacemos de un hecho deplorable, desde donde se le mire, un motivo de mofa y de reproducción de esa misma violencia que creemos denunciar fuertemente. 

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