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Falcao no es un lisiado

La sobreactuación hacia él nos devora todo el tiempo. Por eso le dedicamos trendic topics tan pendejos como #FuerzaTigre.

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Fue uno de los mejores del mundo y nos devolvió a un Mundial. Y como nos dio tanto a cambio de nada, hoy nos devora una solidaridad tan fastidiosa hacia él que algunos lo pidieron para los Juegos Olímpicos. Porque pobrecito.

Álvaro Castellanos | @alvaro_caste

Y no. Ni lisiado, ni pobrecito. Falcao es todo lo contrario. Es un deportista de alto rendimiento. Un crack que si se cae está en capacidad de pararse de nuevo. Una superestrella. Desde hace un par de años vive atormentado por las lesiones, pero no se nos olvide antes fue campeón en América, en Europa y es el máximo goleador en la historia de la selección Colombia. Algo debes tener si has anotado más de 200 goles en tu carrera y levantaste tres copas europeas con goles tuyos. De dónde pobrecito si cobra millones de euros a cambio de hacer deporte. Pobrecito uno que tiene que cotizar salud y pensión 5 y 6 veces por cada freelanceque hace. Falcao no. Entre 2014 y 2015, durante su escala en Manchester, el gran Radamel llegó a cobrar 1200 millones de pesos colombianos a la semana.

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Falcao es un privilegiado. Cumplió el sueño de fama, fortuna y reconocimiento que todos soñamos. Tiene un garaje lleno de Ferraris. Y los merece todos porque, para colmo de males, es responsable, juicioso, profesional. Es decir, no parece colombiano. Colombianos son Faustino Asprilla y Dayro Moreno. Pintorescos, aguardienteros. Cuando pasaba por su mejor momento, todos sentimos que Falcao nos representaba, cuando quien realmente nos representa es cualquier Johnnier Montaño. Falcao en cambio es ejemplar. O por lo menos es la imagen que proyecta. Es de esos tipos que ayudaría a una viejita a cruzar la calle. De los que se subiría a un árbol a bajar a un gato. De los que sacrifica sus vacaciones haciendo bicicleta, entrenándose por su cuenta. Para volver a brillar algún día (Vea los 25 goles de Falcao en la selección).

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Hoy en día todos cruzamos los dedos para que Falcao vuelva a hacer goles. Sin lesionarse. Sin chupar banca. O no todos, porque algunos han aprovechado para darle durísimo. Recordemos que en Colombia el deporte nacional es bajarle la caña a los ídolos ante el mínimo traspié (Vea también:El presente de Falcao y la tragedia de ser colombiano).  Y eso que el bajón de Falcao fue involuntario. Lo jodieron las lesiones. Se rompió los ligamentos de la rodilla izquierda a los 17 años y los de la derecha en 2014. Eso lo bajó del Mundial y luego lo relegó en la Premier League. Y él no tiene la culpa, pero debe vivir con eso. Manteniendo las distancias, miren a Marco Van Basten, uno de los mejores futbolistas que ha parido la tierra en los últimos tiempos. El holandés se tuvo que retirar a los 31 años porque estaba todo roto. Es así. El fútbol es implacable con las lesiones y a Falcao le tocaron todas.

Con Falcao nos comportamos como uribistas. No aceptamos razones. Lo vemos con los ojos de la idolatría. Como esas señoras que creen que sus mocositos son la reencarnación de Dios en la tierra y no. No lo son. Falcao tampoco y lesionado menos.

El caso con Falcao es que, como nos dio tanto a cambio de nada, como nos devolvió a un Mundial luego de 16 años, el cariño hacia él nos ciega. Nos emborracha. Y encima nos encanta salarlo. La sobreactuación hacia él nos devora todo el tiempo. Por eso le dedicamos trendic topics tan pendejos como #FuerzaTigre. Y la prensa no se cansa de “apoyarlo” con titulares tan gastados como “El tigre quiere volver a rugir”. Ya que pocas cosas nos harían más felices que volver a ver al mejor Falcao, deberíamos guardarnos tanta solidaridad. De pronto, con menos cloruro de sodio encima hasta le podría ir mejor.

Hagamos autocrítica con el caso Van Gaal, su DT en Manchester United. Nos encantaba putearlo porque no lo ponía a jugar y llegamos al punto de declararlo enemigo de Colombia y amenazarlo de muerte por redes sociales. Sobreactuación máxima y encima una idiotez porque tiempo después nos tuvimos que tragar los insultos, ya que en Chelsea al 9 le pasó lo mismo. No ha podido jugar casi y cómo va a hacerlo si vive de lesión en lesión. Con Falcao nos comportamos como uribistas. No aceptamos razones. Lo vemos con los ojos de la idolatría. Como esas señoras que creen que sus mocositos son la reencarnación de Dios en la tierra y no. No lo son. Falcao tampoco y lesionado menos.

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Los que madrugamos el fin de semana pasado para ver el posible regreso de Falcao a las canchas luego de 154 días, seguro se nos quedó grabada su cara larga al ver que Guus Hiddink decidió dejarlo sentado en la visita del Chelsea al Aston Villa. El partido era ideal para él por la debilidad del rival y porque se pusieron a ganar desde temprano. Además Diego Costa estaba suspendido y Loic Remy se lesionó. Y como todo estaba dado para verlo regresar, pura psicología inversa, Hiddink no lo metió. Entonces el productor de la transmisión no encontró mejor pasatiempo que registrarle en cámara todos sus pucheros, abriendo la puerta de nuevo a un sinfín de memes y gifs con su cara, como el que abre esta columna.

Con motivo de su recuperación, Falcao le confesó a la prensa inglesa su deseo de estar en los Juegos Olímpicos. El ídolo dice que quiere estar en Río 2016 ya que no pudo estar en Brasil 2014. Con su presencia descartada en la Copa América Centenario, es apenas lógico que pida un cupo entre los tres mayores que reforzarán la selección Sub-23, la cual vuelve a unas justas luego de 24 años. Obviamente nosotros, descriteriados, sanguíneos y barrabravas, hemos comenzado a pedirlo con locura. Como si el fútbol olímpico fuera un torneo para recuperar jugadores.

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Falcao no es un lisiado y entenderlo implica ser conscientes de que no tendría cómo mostrar un buen nivel en los Olímpicos. Ahora bien, si lo llevan ahí estaremos los hinchas con nuestros hashtags pusilánimes y los medios con sus juegos de palabras optimistas. Ojalá la rompa. Pero recordemos cómo jugó la Copa América de 2015. Para reencontrar su calidad, nuestro 9 debe primero llegar a un equipo seguramente inferior, pero que lo deje jugar, llámese América de México o Besiktas de Turquía. Y ahí podrá acercarse al nivel que le conocimos y, por qué no, de regresar a la Selección. Pero antes, digo, convocarlo no tendría caso.

Convengamos que la selección olímpica colombiana no es propiamente el Barcelona de Guardiola. Así que necesitará los mejores refuerzos posibles de la selección mayor. La Sub-23 tiene nombres muy buenos en lo individual, pero vean. Terminaron avanzando a Río 2016 por repechaje. Menos mal clasificaron porque, más allá del trabajo y preparación de Estados Unidos, qué vergüenza perder contra un equipo que le dice “soccer” al fútbol. Además el equipo olímpico colombiano tiene un DT bien flojo. Si Colombia clasificó a Río no fue gracias al “Piscis” Restrepo, sino a pesar de él.

Como es lógico, la Selección sub-23 quiere aspirar a la gloria olímpica, máximo reconocimiento que puede buscar cualquier deportista, y para sumar argumentos debe llamar a tres mayores de buen presente. Muchos piden a Ospina, James y Bacca. Difícil, porque los clubes no van a ser tan pendejos de prestar a sus jugadores a la Copa América y luego a los Olímpicos, que se disputarán al mismo tiempo de las pretemporadas europeas y que no es una competición FIFA, por lo cual el lobby para concretar a estos tres futbolistas debe ser mayor. Y entre ellos, con todo el dolor del caso, el gran Falcao, el querido Falcao, el Falcao de la gente, hoy por hoy no tiene cabida. Si no lo tratáramos como un lisiado nos quedaría más fácil entenderlo.

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