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Homosexualismo: el tabú más grande del fútbol

¿Por qué estamos tan lejos de admitir el homosexualismo en el fútbol?

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En nuestra sociedad, si un futbolista revelara que es gay, sería peor que cometer un delito. Le caerían encima más feo que a Hitler y Garavito juntos. Si la gente se indigna por tonterías como que un equipo se ponga un uniforme rosado, cómo será la encendida de antorchas si a un futbolista se le ocurre revelar que es gay…

Por: Álvaro Castellanos  Foto / EFE 

 

Las más graves denuncias cayeron sobre Rodolfo Palomino en los últimos años y ni el bigote se le movió. Escándalos de corrupción, ejecuciones extrajudiciales y enriquecimiento ilícito no fueron suficientes para bajarlo de la dirección de la Policía, pero apenas se apareció un video descontextualizado con una charla sexual entre dos hombres, ahí sí, en cuestión de horas, le corrieron la butaca.

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Así somos en Colombia. Sin criterio, doble-moralistas y homofóbicos. Que maten, que roben, pero que no sean maricas. Y junto al Ejército o la Policía, un escenario como el fútbol muestra lo lejos que estamos de entender las diferencias sexuales de los demás sin juzgarlas como un problema o una enfermedad.

En Colombia y en el mundo se cree que cualquier oficio que implique el uso de la fuerza, llámese policía, militar, boxeador o futbolista, es cosa “de machos”. Porque, claro, sólo un “macho” podría disparar un fusil, arrestar atracadores, agarrarse a trompadas o recibir patadas durante 90 minutos.

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Visto así, quienes defienden esas ideas tan indefendibles deberían entender que no hay tareas más “de machos” que limpiar una cocina o criar un niño y ambas son ejercidas mayormente por mujeres. En pleno siglo XXI, es una brutalidad no tener claro que la fuerza, la habilidad o la valentía van más allá de la sexualidad o el género.

Los imaginarios que hemos recibido de generación en generación no admiten que un gay cargue bultos, levante pesas o haga goles. Si usted cree que en su liga favorita, su equipo o su Selección nunca hubo uno, le aconsejo que se riegue un café hirviendo encima y entienda la realidad. No todos los gays pintan uñas en una peluquería. También pueden hacer goles y evitarlos, sólo que han optado por no hacerlo público, siguiendo un lógico sentido de supervivencia.

¿Vieron toda la homofobia disfrazada de memes y chistes pendejos al denunciarse la red de prostitución homosexual dentro de la Policía? Si un futbolista revelara que es gay, sería peor. Le caerían encima más feo que a Hitler y Garavito juntos. Si la gente se indigna por tonterías como que un equipo se ponga un uniforme rosado, cómo será la encendida de antorchas si a un futbolista se le ocurre revelar que es gay…

Los casos de homosexuales en el fútbol no son muchos, pero existen. A comienzos de los 90 el delantero inglés de origen nigeriano Justin Fashanu, que jugó en equipos como Norwich City y Nottingham Forest, revolucionó el deporte al revelar en una entrevista sus preferencias sexuales. El resultado no pudo ser peor, porque tuvo que retirarse del fútbol en 1997 y, perseguido por el estigma de su homosexualidad, terminó suicidándose un año después tras ser acusado de violación.

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El triste final de Fashanu encendió las alarmas y sirvió como precedente de lo difícil que sería para un futbolista exteriorizar sus preferencias.

En los últimos años, el caso de homosexualidad más sonado en el fútbol fue el de Robbie Rogers, volante del LA Galaxy de la MLS. En 2013, anunció su retiro y, de paso, su condición. “Soy un hombre libre y no podría ser más feliz tomando esta decisión, pero es hora de irme, de descubrirme lejos del fútbol”, dijo en una carta que publicó en Internet. Sin embargo, contrario a lo imaginado, tanto fue el apoyo recibido que Rogers regresó a jugar con el Galaxy. De hecho, hace unos días, volvió a ser noticia al conocerse que tuvo su primer hijo por medio de un alquiler de vientre, junto a su pareja, un popular productor de series de TV como Arrow y The Flash.

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De ahí en adelante, los rumores de homosexualidad en el fútbol siempre han estado ahí. Los besuqueos entre Maradona y Caniggia al celebrar un gol; los pucheros de Ibrahimovic y Piqué...

En Estados Unidos el fútbol es un deporte secundario cuyo máximo atractivo es la selección femenina ylas “soccer moms” (las mamás buenonas de los niños futbolistas) y por eso es probable que no haya habido tanto problema en aceptarse la condición sexual de Rogers. Por eso es tal vez más llamativo el antecedente del alemán Thomas Hitzlsperger, quien vendría siendo el exfutbolista de más alto perfil en revelar que es gay.

Hitzlsperger, que pasó por equipos grandes como Stuttgart, Lazio, Aston Villa y Everton tomó la decisión de Rogers: retirarse y salir del clóset. Lo hizo en septiembre de 2013 a los 31 años. “Hay una diferencia entre el silencio y mentir”, comentó luego de hacer público su anuncio. Por ese tiempo, en apoyo a Hitzlsperger salió nadie más que el emblemático arquero del Bayern Múnich y la selección alemana Manuel Neuer, quien invitó a otros colegas a revelar su homosexualidad. “Los hinchas van a acostumbrarse porque lo que importa es el rendimiento del jugador”, aseguró en su momento el mejor portero del mundo, con lo cual algunos medios dieron por sentado que se trataba de una declaración personal.

De ahí en adelante, los rumores de homosexualidad en el fútbol siempre han estado ahí. Los besuqueos entre Maradona y Caniggia al celebrar un gol; los pucheros de Ibrahimovic y Piqué, capturados en una foto que le dio la vuelta al mundo; o las cariñosas imágenes de Cristiano Ronaldo en yates llenos de muchachitos bronceados o las más recientes donde sale en brazos de un musculoso amigo marroquí. Frente a cualquier habladuría sobre su inclinación sexual, lo realmente importante debería ser que jueguen bien al fútbol. Qué más da el sexo de las personas con las que copulan.

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En Colombia, un escándalo menos sonado, pero parecido al que tumbó a Palomino la semana pasada, se dio hace unos años y señaló al arbitraje. La prensa, desacertada como es común, lo llamó “La jaula de las locas” y denunció inesperadas fiestas arbitrales con desfiles de hombres en pantaloncillos. Con ese enfoque, la opinión pública desvió el debate a la existencia de árbitros homosexuales, en lugar de condenar el supuesto acoso o abuso de poder que habría privilegiado a los jueces gays sobre los heterosexuales.

Más grave que haya o no árbitros gays, digo, es que la Comisión Arbitral en Colombia se atrase en los pagos. Está pasando este año en el colegio de árbitros de Bogotá, la situación se ha hecho pública y nadie hace nada. Vuelve y juega entonces la lógica sin criterio. Que roben, que trampeen, que no paguen o que el FBI le encuentre cuentas secretas al expresidente de la Federación, pero que no sean maricas.

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En pleno 2016, Colombia se sigue resistiendo a legalizar el matrimonio igualitario. Lo máximo que permite la ley son las uniones maritales de hecho y pare de contar. Mientras el Procurador (que por estos días anda en campaña para restringir la educación sexual) y otros políticos sigan legislando con camándula en mano y sin respetar la diferencia, en Colombia seguirá siendo más grave ser homosexual que robar, matar y comer del muerto.

No descubro nada al decirlo, pero qué lejos estamos de admitir a los homosexuales en nuestra sociedad. Todavía más lejos, en nuestro fútbol. Es que, claro, el fútbol es “cosa de machos”.

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