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Rock al Parque 2018 es un resumen de lo bueno y lo malo del mundo

El segundo día de Rock al parque 2018 fue un catálogo universal.

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Bogotá puede que no sea una ciudad muy cosmopolita, pero eventos como Rock al Parque nos recuerdan que el mundo sigue ahí, que la globalización ha metido en un mismo paquete influencias culturales de todo el mundo, que aunque muchos quieran dividirnos con muros, ya no estamos solos ni aislados.

Por: Alejandro Araújo. Foto: Brayan Garnica. 

Se podría decir que el Rock nació sobre todo en Estados Unidos y el Reino Unido con Elvis, los Beatles y los Rolling Stones. A partir de ahí se esparció por todo el planeta como una plaga inevitable, rápidamente fue penetrando en todas las sociedades y hoy en día hay rock prácticamente en cada rincón del planeta. Para nadie es un misterio que el mundo cada vez está más homogeneizado, que internet abrió las puertas y difuminó las líneas que diferencian cada cultura, para bien o para mal. Pero sin duda alguna, cada país, cada ciudad e incluso cada barrio tiene sus características y por supuesto, su arte.

Moscú, Rusia. Un grupo de mujeres conocidas como Pussy Riot, inconformes con el trato del mundo contra su género, deciden reunirse para protestar. El mensaje es sumamente claro, igualdad social, voz para los que no la tienen, parar las injusticias. El medio, el que sea que funcione para que el mundo las escuche, ya sea un concierto en la catedral de Cristo Salvador en la capital rusa o entrar en la cancha durante la final de la Copa Mundial de Fútbol. La música tal vez es el pretexto. Tal vez es más fácil ser escuchado por ser músico, que por ser un colectivo revolucionario, tal vez les genera menos problemas con las autoridades mundiales, a pesar de haber estado en la cárcel en repetidas ocasiones.

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Anoche cerraron la tarima Eco de Rock al Parque con su particular propuesta musical que

solo podría venir de Rusia, que se define como Punk a pesar de que se vio un show de tecno, trance y hasta k-pop; un show visual que por momentos parece salido del movimiento constructivista ruso y sus característicos pasamontañas de colores pastel.

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Buenos Aires, Argentina. En la década del 90 el Ska, junto a otras músicas provenientes de Jamaica, como el calipso y el reggae, llegan a Sudamérica, donde fueron recibidas y

apropiadas por completo. Por diferentes razones, el pueblo futbolero las abrazó y empezó una relación de amor genuino. Hugo Lobo, trompetista de Los Fabulosos Cadillacs, entre otras bandas reconocidas del país, decide mezclar tres de sus pasiones, el fútbol, el ska y el jazz norteamericano, y así es como nace Dancing Mood, una big band (formato jazzero que se caracteriza por ser muy numeroso y dar protagonismo especial a los instrumentos de viento) que toca temas estándar de la tradición jazzera con ritmo de ska y calipso, pero con el estilo tan argentino de las barras de estadio.

Hugo Lobo y su combo, fueron los encargados de cerrar la tarima Lago de Rock al parque, poniendo a bailar y revolear banderas y camisetas a miles de personas mientras usaba una chaqueta de la Selección Colombia de fútbol.

Riverside, California, Estados Unidos. La mezcla de hardcore y metal lleva tiempo siendo protagonista en el país norteamericano. Riffs de guitarra concretos y al punto, baterías con doble bombo, el virtuosismo rítmico y la pulcritud tan característica de los gringos. La disciplina necesaria para tocar ese tipo de música es tan propia de los estadounidenses como su bandera y Suicide Silence lo demostró anoche cerrando la tarima Plaza en el segundo día de Rock al Parque.

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La pluriculturalidad del rock en el mundo fue evidente este 19 de agosto de 2018. Todos tocaban géneros afines, pero todos con sus raíces eran muy marcadas. Pasó con Machingon de México, que puso congas y timbales a dialogar con guitarras eléctricas, máscaras de lucha libre, un cover de Vicente Fernandez, pelo largo, uñas negras, algo de metal, algo de son jarocho. Pasó con HMLTD, ingléses a mas no poder: tintes de The Clash y David Bowie, sonidos de pop ochentero. Pasó con Jupiter & Okwess, provenientes de El Congo, con una revelación de ritmos africanos que tanto han influido al rock por todo el mundo, enseñando cómo se hace desde la raíz. Pasó con Quentin Gas y los Zíngaros, españoles que también aportaron cantos de su tierra, voces flamencas, sintetizadores y guitarras eléctricas, todo tan español como ellos. Pasó con The Inspector Cluzo, con la elegancia que caracteriza a los franceses, simplicidad y de alguna manera, dentro de la agresividad rockera, una sutileza y delicadeza que se ve desde que se montan al escenario: dos tipos, una guitarra y una batería casi minimalista.

El panorama musical nacional también fue protagonista. Las bandas bogotanas y el estilo que se ha ido construyendo paso a paso ya es reconocible, con una fuerte influencia del neopunk y el metal, el rock alternativo latinoamericano, influencias de Gustavo Cerati y zoe y el rock de los 90 y el nuevo milenio por el estilo de Muse. Bandas como Mad Tree, Lika Nova, Apolo 7 o Manniax pusieron al público a cantar, saltar y poguear. Y poniendo su aporte, Desnudos en Coma, de Cali, mostró un abanico que iba desde el hardcore, postrock y progresivo hasta su diálogo con la salsa caleña. Donkristobal & The Warriors, de Medellín, mostró la alegría paisa en el reggae, la música jamaicana otra vez presente en Sudamérica, esta vez con tintes colombianos.

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Un catálogo universal fue el segundo día de Rock al Parque 2018 y, sin embargo, todos con discursos muy cercanos, porque si algo une al pueblo rockero es la protesta, el inconformismo y la lucha. “Un buen casco es lo que necesitamos para lo que se viene” dijo el bajista de Desnudos en Coma mientras se ponía un casco militar. Al final del día 25 postulados políticos y sociales aparecieron en las pantallas durante casi quince minutos antes de que las Pussy Riot salieran a escena y Machingon nos puso a gritar “A mí me dicen Me xi ca no, a mí me dicen Co lom bia no”.

 

 

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