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Los metaleros en Rock al Parque "siguen siendo una tremenda masa de euforia"

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Hablar del público del rock duro en Rock al Parque es hablar del “respetable”.  Él aguanta el adjetivo, se lo ha ganado por su fidelidad y firmeza. Con sol, llovizna o diluvio, el primer día del festival, siempre están los metaleros congregados en masa.  Ese es el público  que hace temblar literalmente la grama del Simón, el que provoca el sacudón que se puede sentir en las piernas, el responsable del pogo que no ha cesado ni ha mermado su voltaje. El que por horas se convierte en un tapete humano casi sin fin en el horizonte y que ha hecho en gran medida aparecer año tras año  gigantes números en los conteos de asistentes.  La audiencia del metal es protagonista en Rock Al Parque.  Es una multitud uniformada de negro que delira enardecida cuando su banda bota las tripas en la tarima, sin importar si es aún pequeña o de las grandes ligas.  Una horda de amantes de los sonidos nacionales de alto calibre que corea letras de agrupaciones, que entre otras, siempre han narrado a ras de suelo y de manera incisiva la historia del país.

En esta jornada con homenajes y significativas conmemoraciones, en la que se vivieron shows de artilleros del género que llevan décadas suministrando himnos extremos, y presentaciones poderosas de gigantes mundiales, cabe  exaltar al público del metal por su convicción férrea y  vocación de acero inoxidable que ha impulsado a enmarcar al metal entre los apartados más extensos e irreductibles del sonido roquero nacional.  Nuestra ovación hoy - además de otorgarla a las bandas que se batieron en escena-, es para la audiencia,  que como lo afirmaron los integrantes de HeadCrusher: “sigue siendo una tremenda masa de euforia”.

Con las botas puestas

Para esta jornada, muchos espectadores madrugaron y según algunos policías se vieron llegar al Parque desde antes de las 7 a.m.  Indagando asistentes, arribaron de barrios y localidades como Bosa, Kennedy, La Esperanza, Toberín, Suba, Engativá, Usme, La Aurora, La Fiscala, Bochica, Bachué, Ciudad Bolívar, Boitá etc. Una buena parte de devotos del metal viajó desde otras ciudades: un parche que vino desde Armenia por carretera con el objetivo de ver a Liturgia y Thy Antichrist, pagó por cada persona un pasaje que costó $70.000 de venida, a un combo de amigos, cuatro chicas y seis hombres, que arrancaron desde Tuluá, fans de Neurosis, Luciferian, Ingrand y Exodus, y que contaron que sólo vienen para el día del metal,  les cobraron $80.000; espectadores de Bucaramanga costearon  su recorrido por $60.000 y afirmaron que con los tours para llegar al festival que organizan en las diferentes regiones del país, sale más barato, dándonos un ejemplo dijeron que a ellos con el tour les hubiese costado $90.000 ida y vuelta, pero se acabaron los cupos. Botones para la muestra que entre varios, nos hicieron encontrarnos con personas de Medellín, Cali, Manizales, Ibagué y hasta unos adolescentes que llegaron desde Tunja por $20.000 y que se iban a quedar “por ahí” porque no tenían hotel, ni más plata, ni conocidos.

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Sea cual sea la manera, al Simón Bolívar  aterrizaron según IDARTES más de cien mil  fanáticos del metal, armaron el pogo desde el minuto tres de la programación  y mantuvieron los ánimos arriba todo el día con el puño en alto y  la popular “cornuda”, apoyando a sus bandas.  Unos a palo seco, a punta de agua, otros, con emoción etílica, nos confesaron beber antes de pisar el parque o conseguir la botella de Antioqueño por $25.000 (o un poco menos pidiendo rebaja) dentro del lugar.  Batiendo largas melenas o luciendo en camisetas los nombres de sus agrupaciones, reafirmaron que no bajan la guardia.  En nuestro recorrido nos encontramos con  consumidores de merchandising de bandas de rock nacional, con seguidores que de manera artesanal arman sus prendas pintando el nombre de sus ídolos, con chicos de 14 y 15 años que fundaron sus agrupaciones musicales inspirados en Masacre,  Darkness o  Neurosis, con jóvenes orejas adeptas que con dificultad para conseguir las grabaciones de los grupos locales - según ellos por falta de difusión- escarban día y noche en la web para hallar nuevos registros, con paramédicos que cuentan que cuando más se ocupan en el día  es mientras hay pogo y que las emergencias que más atienden son por intoxicación, con el señor que recoge la basura   que nos dice que “esa música es diabólica pero que los metaleros son aseados” y con las caras estupefactas de extranjeros como los mexicanos de  Volcan, quienes afirmaron que el público metalero colombiano es asombroso.

Hoy el aplauso es para la audiencia, el “respetable”  que abarrotó el parque y sigue pujando para que el género crezca, se mantenga y se renueve. Cerrando esta jornada copada de adrenalina recordamos lo que recientemente nos dijo David Ellefson guitarrista de Megadeth: “el metal nunca ha querido ser mainstream, cuando llega a ser popular es por el impulso de los fans, él siempre va a volar porque los fanáticos estarán ahí para estimularlo”.

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Por: Jenny Cifuentes @Jenny_Cifu // Foto: Inaldo Pérez.

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