Viajar mucho no es tener un amor en cada puerto. Siento ser la decepción de los que me preguntan, con curiosidad insaciable, si en cada país visitado he dejado un amor distinto. De verano o de invierno. Leve o intenso. Por: Laila Abu Shihab // @laiabu Viajar mucho no es conseguir un amor en cada puerto. No para mí, al menos. Yo viajo pensando en todo menos en eso. Cuando emprendí la travesía que me llevó por 23 países y 119 ciudades de Europa, por ejemplo, aparecieron varias personas con las que no hablaba hacía tiempo sólo para saber si estaba rompiéndoles el corazón a otros viajeros y si me lo rompían a mí en cada nuevo destino. Entiendo. Basta pensar en lo todo lo que genera estar en un mítico café de París, hacer una caminata por cualquier pueblo de La Toscana o disfrutar de una puesta de sol en la isla griega de Santorini (el más hermoso y deslumbrante de todos los atardeceres que haya visto en 35 años). Escenarios así sacan el lado romántico y sensual hasta del personaje más frío. No sólo debe ser posible -sino mágico- mezclar el amor y los viajes en lugares de ese tipo. Pero a estas alturas yo viajo por mí, por nadie más, y eso tiene como directa consecuencia que los prospectos no broten de manera instantánea cada vez que emprendo un nuevo recorrido. Viajo por experimentar y descubrir cosas que de otra manera no llegarían a mi vida. Por escribir nuevas historias. Por sentirme plena. Si en el camino aparece alguien, maravilloso, debe ser una persona con quien de verdad valga la pena dejarse llevar. Si no aparece alguien, pues lo mismo. En mi recorrido de un año por Europa sólo dos veces me crucé con personas bonitas, de manera fugaz pero deliciosa. Fueron amores de otoño e invierno. Porque viajar sin ataduras de ningún tipo permite también eso. Tener sexo feliz con hombres encantadores. No como fin o como objetivo último de una travesía, solamente como un capítulo más del libro. Una de las aventuras fue en Viena. La otra, cuatro meses después, en Belgrado. El primer encuentro se produjo en uno de los tantos cafés bellísimos de la capital austriaca. El segundo, en el hostal en el que me alojaba en la capital serbia. La atracción fue inatajable, en ambos casos, y por esa razón extendí sin temor alguno mi estadía, también en ambas ciudades. ¿Arrepentimiento? No sé qué es eso. Gracias a un par de amantes increíbles compartí momentos inesperados, me divertí, aprendí y descubrí rincones que un turista cualquiera no conocería. Viví a fondo Viena y Belgrado. Pero lo que tenía claro ya entonces es que no me interesa andar en el plan de las viajeras de 19 o 22 años, que salen un día con su morral al hombro a recorrer Asia, Europa o Latinoamérica, con la firme intención de desordenarse todo lo que sea posible y tener un amor ya no en cada puerto, sino un amor distinto cada día del recorrido. Yo busco viajar mucho, ahora, pero para alcanzar otros objetivos. Aunque eso no quite que desee con todas las ganas que mi próxima aventura viajera de largo aliento sea en pareja. Con amor a bordo, mejor dicho.
La sorpresa. Es de lo mejor que nos puede dejar un viaje, eso que no esperábamos. Por: Laila Abu Shihab // @laiabu Solemos viajar cargados de muy variados e indecibles prejuicios, así que cuando la imagen que mentalmente hemos construido de un lugar desconocido no se corresponde con lo que descubrimos, la sorpresa es grande. Puede incluso llegar a ser molesta. A la fotografía que tenía de Rumania y de los rumanos, que no era muy bonita que digamos, se sumó que llegué en la peor parte del invierno del 2015, con nevadas que no auguraban unos días muy amables. Fue un comienzo triste (http://tmblr.co/ZvjNkm1euw_lm). Para colmo, los oficiales de inmigración rumanos no querían que entrara en su país, a pesar de que mi visa y el resto de papeles estuvieran en regla. Pero una vez crucé la frontera desde Hungría, superados esos problemas, no tuve más opción que soltarme para dejar que la vida me sorprendiera. Fue gracias a eso que llegaron encuentros con personas memorables en Timisoara y en Brasov. Diversión garantizada en Cluj-Napoca. Magia en una ciudad medieval llamada Sighisoara. Y algo que reconozco puede no llamar la atención de entrada, al menos no a todo el mundo: que en las calles se muevan muy orondos y muy majos miles de carros que tuvieron sus 15 minutos de fama hace casi medio siglo. Son los Renault 12, que allá no son Renault sino que, con el diseño básico y la licencia de la marca francesa, pertenecen a la rumana Dacia. Para aquel que disfrute con el mundo de los automóviles resulta cuando menos seductor ver hoy tantos de esos modelos en pueblos y ciudades de Rumania. Hay quienes dicen que el 40% del total de carros del país son Renault 12. Yo no pude confirmarlo, pero es evidente que son muchos. Muchísimos.
Por recomendación de una amiga, buscando antojos y un poco de inspiración, llegué hace poco a una página en Internet en la que con fotografías espectaculares y muy poco texto enumeran las que, se supone, son las 60 experiencias viajeras que uno debería gozarse antes de irse al otro mundo. Por: Laila Abu Shihab // @laiabu Este es el link. Después de hacer click y devorar la lista -lo hice muy rápido, primero con la ansiedad de saber cuántas de esas ya había vivido, un ego inútil, esa vanidad que de nada sirve-, pasé a la depresión. Duró poco, pero tuve unos minutos de depresión severa. No me alcanzará la vida para ponerles el chulito a todas esas... o tal vez sí, pero esas 60 son sólo el 0,005% de toda la lista. Volví a leerla unos días después. Sin ansiedad. Sin tristeza. Y con esa mirada descubrí que no me muero por disfrutar esas 60 experiencias y confirmé que no siempre las listas de ese tipo que ahora nos abruman en Internet les pegan a nuestros anhelos. Aparecen, entre otros, “recibir el abrazo de un oso perezoso en Costa Rica”, “sorprenderse con la aurora boreal en Noruega”, “visitar el Pura Lempuyang en Bali (Indonesia)”, “nadar con los delfines rosados en el Amazonas”, “ir al Grand Prix en Mónaco”, “realizar una llamada desde una cabina en Londres”, “recorrer Machu Picchu”, “saltar en paracaídas desde un avión en Dubai” y “flotar sobre el Mar Muerto”. En Londres, el día que por fin la conozca, posiblemente me goce más otras cosas. No sería capaz de saltar en paracaídas desde ninguna parte, aunque esté en Dubai o en la Conchinchina. Pero me muero por saber lo que es ver una aurora boreal en cualquier país nórdico y por recorrer Machu Picchu. La página también incluye lugares y experiencias de las que no tenía idea y eso fue lo que más me gustó, que pude agrandar mi propia lista de sueños viajeros. Ahora tengo como pendientes, por ejemplo, sentarme algún al día al borde del acantilado Preikestolen, en Noruega, y disfrutar del ‘zorbing’ (meterse en un balón gigante y transparente, cerrado herméticamente, y comenzar a rodar ahí dentro) en Nueva Zelanda. También sería bonito -porque además es en el agua donde más feliz me siento, más que en el aire o en la tierra- nadar en la piscina del Diablo, al lado de las Cataratas Victoria, en África; nadar en la que dicen es la piscina más grande del mundo, en San Alfonso del Mar, Chile; nadar en la Gruta Azul de Capri, en Italia, o extasiarme con las piscinas de hadas en la isla de Skye, en Escocia. Ni qué decir de comer en alguno de los restaurantes que están bajo el agua en las Islas Maldivas, dejar que un elefante de Nepal me bañe por completo, volar sobre la boca de un volcán en Hawaii, atravesar el túnel de las glicinias en Japón o gozarme un festival de linternas flotantes en Tailandia. Sin embargo, beber cerveza en un Oktoberfest en Alemania no me desvela (pude hacerlo en el 2014, pero de manera deliberada demoré mi llegada a Münich precisamente por eso, porque no quería recorrer la ciudad inundada de cerveza sino en un momento sin fama, más simple). Tirarle una moneda a la Fontana di Trevi y pedir un deseo resultó intrascendente (si fue divertido en ese momento, año 1995, ya no lo recuerdo). Si se puede, siempre será mejor sobrevolar las Cataratas del Niágara que dejarse mojar por ellas (yo tuve el enorme privilegio de hacerlo en 2011). Y creo que no me vestiría de geisha para conocer Kioto. Eso sí, todas las sugerencias que tengan que ver con comida las acepto de mil amores porque pocos placeres, para mí, como el de comer sabroso. Y si se trata de descubrir nuevos sabores en lugares fantásticos, el placer se multiplica. La lista habla de tomarse un café en el célebre pero ya solamente turístico Montmartre, de París; comer sushi en el restaurante Jiro de Tokio, en Japón; tomarse una tradicional taza de té en Londres, y probar la mejor pizza del mundo, la auténtica, en Nápoles, Italia. Aunque me parece que la selección, como lo son todas, fue arbitraria. Yo no dejaría por fuera manjares como el pozole de Cuernavaca (donde mejor lo he comido) o los tacos de cualquier puesto en la calle, en cualquier rincón de México. Metería también comer falafel en Jerusalén o en Belén. Beber vino hasta el cansancio en Porto. Y desayunar, almorzar y comer pintxos en Donostia (o San Sebastián, en el País Vasco -). No me alcanzará la vida para conocer todo lo que quiero y aceptarlo es el primer paso para gozarme sin titubeos el resto: ver el maravilloso Lago Baikal (dicen que el más antiguo del mundo) en invierno, contemplar la Laguna Salada de Torrevieja (España), sobrevivir en un ahsram en la India, disfrutar del Carnaval de Río de Janeiro, recorrer el desierto del Sahara, caminar por la Gran Muralla China, dormir en un bungalow sobre el agua, en Bora Bora, o verme algún día reflejada en el Salar de Uyuni, en Bolivia.
Por: Vanessa Ruggiero Fotos: Cortesía Club di Giulietta y Vanessa RuggieroSupongamos que Julieta Capuleto no se despertó en el siglo XIV para ver a Romeo muriendo a su lado en un cementerio en Verona. Supongamos que nuestra Julieta se despertó en el año 2016 para verse rodeada de declaraciones de RoMEo por Whatsapp o Facebook messenger. O mejor, supongamos simplemente que murió como sabemos y su espíritu recorre Verona (Italia) este enero de 2016.Julieta añoraría las paredes del corredor de la casa de su infancia, ahora sucias y pintadas con nombres de extraños o “ti amo” entre corazones; luego, frente a los candados del amor que invaden puentes en Europa y además su casa, exclamaría: “¡ay, de mí!, ¿pero qué es esto?”. Y, desactualizada también en tecnología, no entendería por qué cientos de desconocidos le sonríen a la cámara o al teléfono con el paloselfie, mientras le tocan el seno derecho a una estatuta extrañamente similar a ella; Julieta desconoce que poner la mano en la zona donde ella se clavó la daga en teoría atrae la buena suerte. (fotos estatua, candados y rayones)Luego en el patio, Julieta empezaría a preguntarse por qué la gente compra postales de su casa y por qué hay un buzón y unas galletas de chocolate con su nombre -“Baci di Giulietta”, los besos de Julieta-. Y solo sería consciente de su fama en cuanto recorriera las exposiciones de su casa- museo: hay vestidos y escenografía de la película Romeo y Julieta de 1968, ilustraciones de la muerte de ella y su Romeo; y también en el único balcón, mujeres y parejas se turnan para posar como si fueran los desdichados amantes.Sin embargo, el descubrimiento más insólito para el espíritu de Julieta en Verona sería la comitiva de secretarias que responden miles de cartas por ella en su club, el club di Giulietta. Allí diez veronesas y otro tanto de extranjeras consuelan por escrito corazones rotos como si fueran la heroína de Shakespeare en persona. (foto club y casseta)Elena es una de las diez secretarias veronesas. Y dice que si Julieta viera el trabajo de ella y sus compañeras, a la joven la asombraría la cantidad de cartas provenientes “de todo el mundo, todo el año -explica-. Pero estoy segura que la asombraría más el que respondamos a todos los mensajes, en varios idiomas. Julieta seguramente nos felicitaría”.Pero el fenómeno no es nuevo. Las primeras cartas aparecieron en la tumba de Julieta en los años 30. Y desde que Ettore Solimani, el custodio de la sepultura, respondió esa primera correspondencia las cartas no paran. Ahora el equipo recibe unas diez mil por año.Aun en tiempos de levantes y 'matches' por Twitter, Facebook, Whatsapp y Tinder, Julieta recibe e-mails y correos. Y los pobres amantes o despechados, seguramente acostumbrados a la inmediatez de Internet, deben esperar con paciencia la respuesta; especialmente si su carta llega en verano o en San Valentín. “Son tantas -en esa época-, que la respuesta puede tardar meses”, dice Elena.En 2010, la película Cartas a Julieta retrató el fenómeno de la correspondencia. Entonces la gente dejaba sus escritos entre las ranuras de las paredes de la casa de Julieta. Pero la cantidad de mensajes se salió de control y debió dañar la fachada: ahora quien pinte o intervenga los muros debe pagar su astucia o ingenuidad con cárcel o una multa de más de mil euros. Por eso hay buzones disponibles para escribirle a la heroína en su club, en su casa o en su tumba. (foto lettere)De Colombia no llegan muchas cartas. Dice Elena que el año pasado solo respondieron a 30 de nuestro país. “El contenido era el mismo de siempre: la búsqueda del verdadero amor, amores que se han acabado, problemas de adolescentes, amores felices, y así”, comenta.Los remitentes de otros países escriben sobre todo en inglés, español, alemán, japonés, portugués, italiano y también ruso. Y en menor cantidad, dice Elena, en polaco, chino, húngaro, finlandés, hebreo, árabe, coreano, griego y esloveno. Tanto las italianas como las voluntarias extranjeras -que viajan a Italia para estudiar en la universidad o hacer el voluntariado con el club-, responden en su lengua nativa siempre buscando dar un mensaje de “consuelo, esperanza y solidaridad”, dice Elena.Verona, con Romeo y Julieta -que a propósito, fue adaptada por William Shakespeare con base en la historia de un italiano- parece la ciudad de los amores imposibles y trágicos. En el centro de la ciudad hay un pozo (Il pozzo dell'amore) al que supuestamente se arrojaron dos jóvenes en el siglo XVI. La leyenda dice que el guardia Corrado di San Bonifazio intentaba conquistar a Isabella, quien no parecía corresponder a su amor. Un día, Conrado le dijo a Isabella que ella era tan fría y gélida como el agua del pozo. Entonces ella lo retó y le pidió que saltara al fondo para comprobar. Corrado obedeció sus órdenes ese frío febrero. E Isabella, que realmente amaba a Corrado sin saberlo, saltó detrás de él. (foto casa de Julieta)Tal vez de esos amores imposibles y amores verdaderos trágicos mane la inspiración de las secretarias de Julieta en Verona, o quién sabe si el mísmisimo espíritu de Julieta les ayude a componer sus mensajes de afecto.
Es moda, ahora. Y no está mal, todo lo contrario, qué maravilla que cada vez haya más gente capaz de hacerlo, soñándose un viaje de esos. Pero ya no es extraordinario, dejó de ser raro encontrar a alguien que un día decida recorrer toda América, desde Argentina hasta Alaska o viceversa. Por: Laila Abu Shihab // @laiabu // Fotos: argentinaalaska.com). Lo hacen en modernas casas rodantes, en bicicletas o buses, en moto o a punta de dedo. Pero hubo unos pioneros. Unos que despejaron el camino para los cientos (¿o miles?) que luego se han animado a hacerlo. Unos que al menos -porque técnicamente hablando tal vez no fueron los primeros- han servido de inspiración, de impulso y motor para el resto. Se llaman Candelaria y Herman, son argentinos y en el año 2000 emprendieron semejante aventura en un carro antiguo; un Graham Paige de 1928, para ser más precisos. Tenían todos los comentarios en contra, que si se varan, que cómo van a conseguir los repuestos, que hay gente mala, que cómo dormirán, que si la plata se les acaba a mitad de camino, que la comida y las enfermedades, que la inseguridad en algunos de los países del recorrido. Que no estuvieran tan locos, mejor dicho. Pasa que necesitaban hacerle caso al sueño que los desvelaba desde que se enamoraron siendo adolescentes, y que aplazaron tanto tiempo. Primero tienen que trabajar para comprar una casa y ahorrar, la vida es esa, les decía el sistema. Hasta que un día hicieron oídos sordos. No más. No hemos vivido por andar viviendo como se debe, de la única manera posible, supuestamente. Y sin mucha planeación, sin acumular certezas pero con unas ganas inmensas de comerse el mundo, echaron a andar su sueño en ese auto de casi un siglo. Tardarían 12 meses, a lo sumo. Pero no. Llegaron a Alaska 3 años y siete meses y medio después de haberse despedido del Obelisco, en Buenos Aires. Fue en septiembre del 2003 cuando tocaron por fin el Océano Ártico. Los 8 mil dólares de ahorros con los que partieron se acabaron muy pronto, ni siquiera habían salido de Surámerica, aunque fue mejor así, luego se dieron cuenta. Y la vida les cambió en todos los aspectos, en todos los sentidos. El camino estuvo lleno de obstáculos, aventuras con animales selváticos y tablones de madera que casi no resisten el peso del carro para llevarlo de un lado al otro del Amazonas, insoportables trámites de aduana, pasar hambre y frío, pero fueron precisamente esos retos, mezclados con los colores del mar y los atardeceres y con la generosidad que encontraron durante el recorrido, fue la suma de todo eso lo que los hizo saber que a partir de entonces no querían una vida distinta a esa, la de andar de viaje. Ya llevan 15 años en esas, viajando. Con cortos periodos en su país, al lado de los suyos, llevan 15 años haciendo lo que quieren, lo que les da la gana, persiguiendo su gran sueño. Después del viaje Argentina-Alaska -en el que además tuvieron un hijo-, hicieron uno desde Ushuaia hasta La Quiaca, luego uno muy completo por Estados Unidos y Canadá, otro por Oceanía, después uno que les tomó 2 años por Asia, otro más por África (de lo más largos y extenuantes; casi 3 años) y el último del que se tenga noticia, por Europa. Les falta, dicen, Oriente Medio. Si se trata de conocer el mundo, ellos sí que lo conocen. Los Zapp hicieron de viajar su forma de vida. Cada vez necesitan menos bienes materiales para ser felices, cada vez precisan de más playas, más templos, más ríos, más plazas, más cascadas y más museos. El Graham Paige de 1928 viajó 70 mil kilómetros de Argentina a Alaska, 20 mil desde La Quiaca hasta Ushuaia, estuvo a 5.230 metros en el Tíbet. En total, ha hecho casi 250 mil kilómetros. Hoy, en ese auto antiguo viajan seis personas. El mismo carro que los Zapp bautizaron Macondo-Cambalache y que en Colombia, país que pensaban evitar en el recorrido hacia Alaska porque les daba pánico, pero del que finalmente se enamoraron cuando lo conocieron, llamaron ‘El dibujante de sonrisas’. La familia luego se agrandó y entonces Candelaria y Herman tuvieron que hacerle unos arreglos especiales al Graham, para que pudieran conquistar el mundo con sus cuatro hijos. Pampa, el primero, nació en el 2002 en Estados Unidos. Tehue nació en Argentina en el 2005 y a los 13 días se embarcó con la familia y el Graham Paige en otro viaje. Paloma nació en el 2007 en Canadá. Y Wallaby nació en Australia en el 2009. Su mejor colegio es viajar. Candelaria utiliza como guía el sistema de aprendizaje a distancia del Ministerio de Educación argentino y se convirtió en la maestra de sus hijos. Las clases de historia pueden ser un día en las pirámides de Egipto, las de biología en un acuario o en el museo de ciencias naturales. Y así hasta el infinito. “Ni Homeschooling ni Carschooling. Nosotros lo llamamos World-wide-Schooling (...) No estamos en contra de las escuelas, apenas estamos en Argentina o en un lugar por un tiempo, mandamos a los niños a clases y tiene también su lado bueno (...) Pero queremos mostrarles a nuestros hijos el maravilloso mundo en que vivimos. Usamos el mismo viaje para enseñar. Una vez Tehue tenía que aprender del ciclo del agua, estábamos en unas montañas muy lindas en Sudáfrica en invierno y en la cima nevaba. A media montaña era como una lluvia con hielo y más abajo era lluvia, el hielo se derretía y llegaba a un pequeño hilo de agua que crecía hasta ser un arroyo, y este más allá un río y en las mañanas veíamos como salía vapor para formar nuevamente nubes (...) ¿Qué mejor escuela que leer de China y caminar sus murallas, bucear entre barcos hundidos de la Segunda Guerra, estar frente al primer avión que logró volar, ver despegar un transbordador espacial, tocar la montaña más alta del mundo, caminar en el desierto, en la selva, en la nieve, en Bombay, Nueva York o Singapur (...) La mejor materia es aprender a vivir y eso no se aprende leyendo”. Todo eso se lee en su página web (Ir al blog), donde comparten sus experiencias y venden el libro del que hoy viven (“Atrapa tu sueño”) y con el que financian los viajes que han seguido al primero Mientras viajan también aprenden idiomas y los niños se dan cuenta cómo se cambia el dinero, cómo se modifica el valor de las cosas de una frontera a la otra, cómo se puede arreglar el carro, entienden de filmar y calcular distancias y provisiones para los días que siguen. Un día el tablero es el carro, otro puede ser la arena. Pero ahí también está lo mágico, dicen. Lo mejor de la vida es no tener rutina. Pocos pueden decir que realmente han recorrido el mundo. Que lo conocen. Los Zapp pueden. Su vida es viajar, viajar en serio, no por un par de días o unas semanas, tal vez unos meses o un año. Es viajar toda la vida. Vivir viajando. ¿Cuántos pocos valientes podrán decir eso? La vida debería ser un viaje sin fin. Y ellos lo tienen claro.
Todavía me pregunto cómo es que las cosas que a muchos les incomodan de los viajes, los trámites, el muy escaso espacio entre silla y silla en aviones o buses, la obligatoria requisa en los aeropuertos, luchar contra el mareo en un barco... a mí no me molestan, no me aburren. Por: Por: Laila Abu Shihab // @laiabu Quiero creer que esa rareza se debe a que hacer un viaje, cualquiera, corto o largo, sin importar el motivo o el medio de transporte, me emociona de tal manera que ninguna de esas incomodidades que en realidad sí lo son a mí me desencajan el genio. He pensado en todo lo que puede significar una incomodidad en el momento de viajar: llenar formularios, hacer trámites de aduana e inmigración y aguantar malas miradas e interrogatorios groseros de funcionarios que no quieren que entremos a su país, el cinturón de seguridad en el avión, no poder estirar las piernas, solicitar una visa o llegar a un lugar con serios espasmos musculares. Pero no, ninguna de ellas me genera problemas. Tampoco hacer la maleta ni esperar horas infinitas en un aeropuerto o en una estación de tren; soy adicta a esos lugares, los amo locamente, me encanta recorrerlos todos y, una vez siento que ya los conozco, simplemente dejar que pase el tiempo mientras como algo, me tomo un trago y leo, mientras me invento las historias de los viajeros que corren desesperados de una sala de espera a otra, de este andén al siguiente. Son de mis lugares favoritos. Supongo que viajar con niños debe acarrear un sinfín de incomodidades, pero a mí todavía no me ha tocado. Y enfermarse durante un viaje es, por supuesto, un infierno, aunque en realidad lo es siempre y por eso no considero que venga incluido en el paquete que uno adquiere cuando organiza un viaje, simplemente puede ocurrir, en cualquier momento. A veces pienso que lo feo es tal vez ese periodo de tiempo en que uno se mueve de una ciudad a otra. Tengo un amigo, Miguel, que está seguro de que viajar es en sí mismo incómodo porque hay que “cambiar de ambiente, cambiar de cama y almohada, acostumbrarse a cosas nuevas, comenzar a oler raro porque la comida cambió, dormir en buses o quién sabe dónde, no descansar (porque cómo voy a perder el tiempo descansando), poder llegar a aburrirse de la comida”. Y tiene razón. Cambiar de cama y de almohada es jartísimo, no descansar, pues lo mismo. Pero ni siquiera esas cosas empañan para mí el hecho de andar de viaje. No logran amargarme. ¡Incómodo el baño ajeno! Mi amiga Irene, que recorrió Suramérica durante varios meses con su pareja, en un plan muy mochilero, lo tiene clarísimo. Tal vez uno nunca se acostumbre a eso. Es cierto. Ni hablar del sufrimiento de los grandes. Tengo tres amigos a los que alimentaron muy bien cuando eran niños y es difícil que quepan en los reducidísimos espacios de buses y aviones, que para ellos son como los de una casita de muñecas. A Carlos, Raúl y José Gabriel los torturan los dolores de rodillas y los calambres e incluso la necesidad de pagar dos puestos cuando el viaje es largo y por tierra para poder estirar las piernas. Para ‘chocheras’, aunque igual no me parece que lo sean tanto y podrían tomarse como parte de la aventura, las de Jairo Bonilla cuando se refiere a los viajes por tierra en Colombia: “Aquí el manejo del ambiente al interior del bus intermunicipal es pésimo: música y películas a intensidades inaceptables, ruido del aire acondicionado, temperaturas extremas mal manejadas (calor y frío) y, depende la fecha, abuso de la capacidad del bus con exceso de cupo”. Hay quienes hallan incomodidad en el hecho de no viajar con suficiente dinero. Lucas, que ahora se la pasa viajando de lo lindo, dice que no es divertido cuando se hace con “excesivas restricciones monetarias”. Gerardo y otros amigos piensan lo mismo. Cuestión de gustos. Yo creo ahora que hacer un viaje con poca plata puede sacar lo mejor de uno a flote y acercarlo mucho más a la realidad, a la cotidianidad del lugar que se visita. Incómodo podría ser también tener que regresar. Saber que el viaje terminó, sentirlo, hacer la maleta de vuelta con la certeza de que se nos acabó el tiempo. Mis amigos Ignacio, Javier e Irene me hicieron caer en cuenta de eso. Pero es con lo que opinan Natalia y Melissa que me siento realmente identificada. Para Natalia es incómodo viajar “mal acompañada”, con personas “que lo azucen a uno y no lo dejen tomar fotos o que sea tan lentas” que impidan que uno conozca lo suficiente, así como con alguien “que tenga un libreto o itinerario y no se salga de él, alguien que no quiera incomodarse y alguien que crea que viajar acompañado es no conocer gente nueva o no tener noches solitarias”. Amén, viajera chévere. Para Melissa “lo incómodo sería no poder viajar, todo el resto es parte de la aventura, desde molestar al vecino en el avión para estirar las piernas hasta la pérdida del pasaporte en el regreso”. Ella cuenta, además, que las mejores anécdotas que guarda de viajes son, precisamente, de “incomodidades”. Menos mal yo puedo afirmar lo mismo.
Burano, la isla de los mil colores
Por: Por: Laila Abu Shihab // @laiabu Hay una pequeña isla en Italia, muy pequeñita, donde resulta imposible encontrar dos casas seguidas pintadas del mismo color. No es una exageración. Es en serio. Burano -así se llama- es una explosión de colores. Verde oscuro y verde limón, azul rey y azul celeste, fucsia, amarillo, rojo muy vivo, café, rosado, naranja cálido o apagado. Burano es una isla alegre, es un homenaje a la vida sencilla y al color. Para llegar allí hay que estar en Venecia y querer huir de ella, querer escapar de las hordas de turistas que la invaden y no sólo en época de carnaval. Venecia es maravillosa pero también agobia por ser tan pero tan turística. A Burano se llega después de un recorrido de casi 40 minutos en vaporetto (bus acuático, cuando estén en esa región de Italia olvídense de los buses que van por calles asfaltadas, del taxi o del metro). El contraste con Venecia es rotundo. Burano es, sigue siendo a pesar de que con el paso del tiempo ha dejado de ser un secreto, un apacible pueblo de pescadores y artesanos que, de ñapa, está lleno de colores. Es el lugar ideal para caminar sin rumbo fijo. Sin horarios ni planes preestablecidos.
Vea la nota completa acá: Razones para volver: Un homenaje a Buenos Aires
Por: Laila Abu Shihab // @laiabu Tengo un amigo que vive en Canadá y asegura que cuando viaja por placer nunca repite. Es decir, que a menos de que lo manden por trabajo (es fotógrafo documental), no organiza viajes a ciudades a las que ya ha ido. Tenemos tan poco tiempo y esto es tan grande, afirma, que sería una tontería perder la oportunidad de descubrir un nuevo lugar por volver a uno muy hermoso pero que ya pisamos, que ya tenemos en la memoria, en la retina. Su teoría fundamentalista -como le digo, él sabe que medio en serio y medio en chiste- tiene puntos muy válidos, pero no quiero hacerla mía. No encuentro todavía una razón lo suficientemente poderosa, convincente, para no volver a ciudades que me marcaron y me fascinan, que son importantes para mi historia de vida. A una de ellas regresé hace pocos días y el viaje me sirvió para confirmar que la sigo amando con la misma intensidad de siempre. Buenos Aires es una ciudad que no me he podido aprender de memoria, pero casi. Encantadora y difícil, que no deja de sorprenderme y de seducirme. Mi historia con Buenos Aires podría narrarse y medirse en quinquenios. Aterricé allí por primera vez en el 2005. Tenía 24 años y llegué para estudiar una maestría de sólo 12 meses que terminaron convirtiéndose en casi 3 años, en los que, además, trabajé y viajé de lo lindo por Argentina y Uruguay. Cinco años después, en 2010, regresé por unos días. Y ahora, en 2015, volví por una semana y comprendí por fin que Buenos Aires viaja conmigo a todas partes, me acompaña siempre aunque yo esté en Colombia, Canadá, Portugal o Turquía. La Buenos Aires modelo 2015 sigue teniendo calles y edificios deslumbrantes, majestuosos. Conserva el encanto de muchos de sus barrios, y no hablo aquí de aquellos a los que se limitan los paseos de los turistas, que tienen cosas muy bonitas, por supuesto; me refiero a zonas residenciales tranquilas y auténticas, donde la vida va a otro ritmo, uno genuino: Floresta, Boedo, Villa Devoto, Barracas, Flores, Mataderos. Sus habitantes siguen diciendo “de nada” de la manera más adorable que existe. Uno da las gracias y su respuesta es un “no, por favor” que siempre me ha resultado bellísima, exquisita. También se come igual de rico a como se comía hace 10 años y a como, supongo, se ha comido siempre. Buenos Aires es una ciudad para comer y beber muy bien. Para darse gusto en ese sentido. El calor del verano sigue igual de agobiante y todavía es una delicia de plan comerse un helado a la medianoche o de madrugada mientras se pasea por sus calles. También volví a disfrutar ahora, así como lo hice hace 10 años, de echarme en uno de sus parques a tomar cerveza y comer empanadas. El servicio sigue siendo igual de malo. Los cajeros de los supermercados, los meseros, los que te atienden en cualquier comercio siguen atendiendo mal y lento y aún miran rayado a la persona que paga por un servicio. En eso, no me gusta decirlo, Buenos Aires no ha cambiado. Funcionan las mismas líneas de buses, que allá llaman colectivos. Las legendarias y las que para mi historia con esa ciudad fueron trascendentales: el 152, el 60, el 140, el 39, el 118 y el 95. Y el pitido es idéntico, ese bufido, el ruido único e inconfundible que producen los colectivos cuando están en marcha y cuando frenan, que se escucha las 24 horas y con el que unas amigas mexicanas que vivían en plena Avenida Cabildo (de las más concurridas y ruidosas) tenían que convivir todo el tiempo, 4 de la tarde o 3:30 de la mañana. No importaba.
Juancho López: no soy rockero, soy rocanrolero es el documental que narra la vida de esta figura emblemática del rock colombiano, conocido por ser “el rockero más viejo de Colombia”. (Documental compelto más abajo)El equipo de Radiónica Medellín hizo una investigación de las rutinas, conciertos y sueños de Juancho, así como en la historia de la emblemática banda Los Yetis, clave en los inicios del rock colombiano. Después de años de trabajo, han logrado concretar una visión clara para plasmar esta crónica visual.El documental ofrece una mirada íntima a la vida cotidiana, la soledad y la nostalgia que rodea la vida de Juancho López, reconocido como el "Abuelo del rock colombiano" por su contribución fundamental al inicio del género en el país.“Ningún rockero colombiano debería perderse este documental, básicamente porque es la semilla, nuestra raíz, el inicio de nuestro rock, la forma en la que nosotros nos concebimos como rockeros colombianos", opina Diego Londoño, director del documental. "Pero no solo los rockeros, ninguna persona debería perderse las experiencias, la visión y la vida de este hombre que por supuesto ha transversalizado la cultura musical rockera de Colombia”, agrega. Los Yetis: banda pionera del rock colombiano Los Yetis nacen como trío vocal en 1965, fundadores son: el cantante y guitarrista Juan Nicolas Estela y los hermanos Juancho e Iván Darío López. En febrero del 66, invitados por la compañía discográfica Discos Fuentes, Los Yetis participan en la grabación de un long play: 14 impactos juveniles!, que tuvo gran éxito. Por eso el sello les pide grabar su primer LP, simplemente llamado Los Yetis. Tras su disco debut, llegaron Los Yetis Vol. 2, en 1967 y Olvídate, de 1968. El grupo se disolvió a finales de los 60, y en 2003se reúne de nuevo hasta 2005 con la participación de Darío Marín, Pedro Pablo Arias,Victor Hugo Acevedo, Jhon Cano, Juan Nicolás Estela y Juancho López, estos últimos, miembros fundadores del grupo.
La pelea Kendrick Lamar vs. Drake empezó hace casi una década. Se dijeron muchas cosas el uno al otro, pero en esa correspondencia de canciones entre los dos raperos salieron dos “argumentos” acusatorios que me generaron más ruido que los demás. Drake dijo que Kendrick era un abusador físico con su esposa, Whitney, en la canción ‘Family Matters’:"When you put your hands on your girlIs it self-defense 'cause she bigger than you?"Kendrick acusó a Drake (una noticia ya vieja) por buscar, cortejar y “amigarse” con menores de edad."Say, Drake, I hear you like 'em youngYou better not ever go to cell block one"No vamos a discutir cuál acusación puede ser más cierta que la otra o cuál aproximación fue peor. Ambas fueron desastrosas.No he visto a la industria, ni a los manes de mis redes sociales, tan preocupados por la violencia de género tanto como cuando dos hombres decidieron usarla para punzarse el uno al otro.Tampoco conocía ese afán por castigar la paternidad ausente. En Colombia se estima que el 40% de hogares se sostienen solo por una mujer, según cifras del DANE del 2022. Y ese número no causa tanto revuelo en línea.Traigo a Colombia y a los hombres a mi alrededor a colación, porque fue ese cinismo el que inspiró y le dio forma a este texto.Santiago Cembrano lo dice muy bien en su artículo: “aunque el rap es el campo en el que el dolor se vuelve entretenimiento, no se trata de que esos versos sean parte de un coro pegadizo.”Y si bien fue el beef de Kendrick y Drake el que agitó esto lo suficiente para empezar a cuestionarnos las formas de algo tan “tradicional” del hip hop como las tiraderas, el cuento va mucho más allá.La deuda la tiene toda la industria. Me parece interesante, por mantenerlo en términos amables, que las personas que estamos en la industria, o los que consumimos música sistemáticamente, le asignemos una cualidad transformadora a la música. Algunos, dicen, que la música les cambia la vida o la forma de ver el mundo.Pero esa responsabilidad que ponemos en la música, y en quienes la hacen, es una camiseta que se puede quitar o poner a nuestro antojo.¿Cuáles son los límites de la corrección política en el arte? Quién sabe, quizá no existen o deberían existir. Entendemos a la música como algo que puede transformarnos y, por eso, a veces, se le pide corrección política.Pero esto va más allá de lo que se le puede pedir o lo que no.No hay que confundir este reclamo con una “necesidad” de corrección política en el arte. Eso es otra conversación mucho más grande.Pero a mí, como mujer y como víctima, me hace ruido la atención fervorosa que recibieron las palabras de Kendrick y Drake: más que mostrar indignación por la(s) posible(s) mujer(es) violentada(s), la audiencia sintió emoción por los egos masculinos que fueron lastimados en el proceso.A los hombres les parece más urgente prestar atención a la violencia cuando se entrega en una cajita de entretenimiento entre estrellas del pop, no cuando le pasa a las mujeres que tienen al lado. O cuando las víctimas son las mujeres cuya música consumen.Hay streamers que reaccionan a gritos porque le “sacaron los trapitos” al otro, no porque detrás de esas barras, que los hacen alucinar de la emoción, puedan haber mujeres abusadas o violentadas; hay medios investigando a fondo lo que puede ser uno de los mejores diss de la historia del hip hop, pero no las acusaciones que, de ser ciertas, deberían tener consecuencias legales.Y ahí está la deuda: acusaciones de pedofilia y violencia intrafamiliar que se quedan en versos de canciones de rap, artistas con denuncias que siguen llenando estadios y mientras tanto mujeres artistas, como Megan Thee Stallion, que tienen que convencer al mundo que lo que pasó fue verdad.La violencia contra las mujeres indigna, o llama la atención, siempre y cuando entretenga. La espectacularización, más que gestionar esa violencia de cara a la reparación, la instrumentaliza para la monetización.Entonces, mientras la mayoría de casos quedan archivados porque se vencen los términos, mientras a las mujeres se les pide ser “la víctima perfecta” y tener todo tipo de pruebas, Twitter se enciende por un par de barras y nos condiciona, nuevamente, a ser únicamente cifras en aumento.
Alicia en el País de las Pesadillas se estrena en los cines del país este 16 de mayo. Esta es una versión tenebrosa y retorcida de las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas que lleva al público por un viaje inolvidable hacia lo más profundo de la oscuridad.Después de la trágica pérdida de sus padres, Alicia se ve obligada a mudarse con su tía Beth Crimisy a Wonderland, la imponente mansión familiar. Sin embargo, lo que comienza como una aparente escapatoria se convierte rápidamente en una pesadilla surrealista, cuando Alicia comienza a presenciar eventos cada vez más perturbadores y a encontrarse con figuras misteriosas que la arrastran hacia un mundo habitado por criaturas terroríficas y pesadillas insondables.Alicia en el País de las Pesadillas es una apuesta del director británico Richard John Taylor, conocido por trabajos previos que exploran los rincones más oscuros de la psique humana. En esta ocasión, Taylor se sumerge en el clásico de Lewis Carroll para ofrecer una experiencia que desafía los límites de la imaginación y sumerge al espectador en un mundo paralelo lleno de pesadillas y criaturas terroríficas.Esta adaptación cinematográfica no solo rinde homenaje al legado literario de Carroll, sino que también se une a una creciente tendencia de reinterpretaciones oscuras de cuentos clásicos.En un mundo donde las fronteras entre la realidad y la fantasía se desdibujan, Alicia en el País de las Pesadillas ofrece una visión perturbadora y visceral de un clásico atemporal.Alicia en el país de las maravillas: inspiración para terror Esta no es la primera adaptación de Alicia en tono de terror. En 2010 se estrenó Alice in Murderland. En esta historia, Alice Lewis, de veinte años, cumple 21 y está molesta por ello. Sus hermanas quieren animarla y deciden celebrar una fiesta de cumpleaños con temática de Alicia en el país de las maravillas en casa de Charlene Glass. Alice sabe que en el sótano de esa casa, su madre, Ann Lewis, fue brutalmente asesinada a machetazos por un asesino enmascarado 20 años antes. Las niñas establecieron la regla de que no se permitirán teléfonos celulares ni niños.Alice or the Last Escapade se estrenó en 1977 y está vagamente inspirada en la novela.
La 'Bichota' terminó su gira por Sudamérica con un último show en Brasil, sin embargo, la cantante paisa no llenó en São Paulo. Karol G estuvo en el país carioca el pasado diez de mayo y tras lo ocurrido compartió un mensaje en sus redes sociales.Aunque Karol G se ha convertido en una de las artistas más importantes a nivel mundial, y un referente en su género, no logró cerrar esta fase del tour con la asistencia que esperaba. Luego de su concierto en Brasil la artista detrás de canciones como 'Amargura' y 'TQG' hizo una reflexión en su cuenta de Instagram.“Es increíble como un día podemos tener un show de 60 mil personas y al otro uno de 13 mil y sentirse igual de lindo, igual de grande, igual de especial. La vida me sigue enseñando que nunca estamos en la cima de nada … por eso es mejor recordar de dónde vienes que creerte mucho en donde estas y así poder empezar de cero en cada lugar que sea necesario. Siempre hay un nuevo reto, nuevos desafíos, nuevos sueños por cumplir", se puede leer en su post.Así mismo habló del recorrido que ha hecho desde hace varios años para lograr que su música suene en otros países: "Hace 5 años estuve haciendo promoción de mi música en este pais y entendí que tenía que ir por partes , paso a paso, enfocarme primero en unos países, después en otros y así poder llevar mi mensaje a mi ritmo, sin afán, con mi música, en mi esencia y en los tiempos de Dios.", agregó.Finalmente, agradeció a las personas que fueron a verla en Sao Pablo y al país que, en sus palabras, la recibió y la hizo sentir especial. Este show fue el primer concierto oficial de Karol G en Brasil y el último de la gira por Latinoamérica de 'Mañana Será Bonito Tour'.La cantante regresará a tierras cariocas en septiembre para presentarse en Rock in Rio, un de los festivales más importantes del país.**Si son fanáticos de la bichoca les recomendamos leer: Karol G y las referencias en 'MAÑANA SERÁ BONITO' (Bichota Season), su último álbum.
Laüra Bonsai y Felinna Vallejo conforman Las Ninyas del Corro, una de las formaciones más interesantes de la nueva escuela del rap español. Nuestro colaborador Santiago Cembrano las visitó en su barrio para hablar con ellas y contarnos la historia de su álbum, Bitches in Business. ***—Es como ver follar a tus padres.El sol se derrama con placidez sobre la Plaça de la Vila, en Sant Adrià de Besòs: la periferia de Barcelona. Son las 7 de la tarde de un viernes de abril. En las terrazas no cabe nadie y el saltarín infantil está lleno: las risas y los gritos de júbilo llenan el aire. Una mujer antigua esquiva el partido de fútbol improvisado que atraviesa la plaza y se sienta con su esposo, que la espera en un banco, bajo la sombra de un árbol robusto. Él pone su mano sobre la rodilla de ella y observan a los vecinos que pasan.Laüra Bonsai es de aquí, de Sant Adrià. La rapera de 28 años está en casa, pero, entre sorbos de Cola-Cola, narra una experiencia extraña:—Es como ver follar a tus padres. Así es conocer la industria musical por dentro: "¡Buah! ¿Qué estoy viendo? ¿Cómo funciona esto?" Por eso queríamos explicarles a los demás que estar donde estamos no es lo que parece.Felinna Vallejo tiene 25 años y es de Bon Pastor, un barrio aledaño que se conecta con Sant Adrià a través de un puente, uno como el que está en el logo de Las Ninyas del Corro, el grupo que ambas conforman. Se presentaron como guerreras de ceño fruncido con Onna Bugeisha en 2021 y así construyeron una habitación propia con los códigos noventeros. Giraron por conciertos y festivales de toda España y así conocieron de contratos y adelantos, horarios y rutinas, el negocio que se escondía tras el sueño de la música. Bitches in Business de Las Ninyas del CorroDe esa experiencia, Las Ninyas del Corro hicieron su segundo álbum, Bitches in Business, publicado en marzo de 2024. Tres años después de su debut, agrietan la solemnidad con la que entraron a la cancha. Ahora se ríen más, y cuando escucha a su compañera, Felinna ríe de nuevo:—Cuando empezamos éramos dos chavalillas, había que imponer respeto. Ahora lo tomamos de otra forma, nos hemos dado cuenta de que podemos vacilar. Nos hemos atrevido, sin miedo de explorar. Me he sentido mucho más libre para decir lo que me de la gana sin censurar nada.Y tan libre. A las baterías violentas que Esse Delgado, productor del grupo y del disco, dispone en 'Las Meninas' Felinna les añade un guiño burlón que rompe el corset estricto. Luego de celebrar que ya no la agobian los kilos de más ni algunos rastros de acné, hace lo que en el debut habría sido inimaginable: "Me suda todo el coño, ni la acabo", rapea de salida, con la misma seguridad que la de Sabrina Ionescu cuando asiste sin mirar. Es un gesto de chulería que sintetiza el cambio de atmósfera entre ambos discos.—Antes estábamos más enfadadas. Pero no estábamos enfadadas, sino que entrabas así o no había manera de entrar —me explica Laüra—. Ahora hemos soltado, le hemos quitado importancia a muchas cosas. Nos hemos relajado.Los primeros temas que hicieron con la intención de crear un nuevo álbum rondaron el drumless, pero pensaron que podía aburrir al público de sus conciertos.—Nosotros hacemos todo el tiempo lo que queremos, pero también hay que pensar en lo que funciona. Vivimos esa dualidad todo el rato —explica Felinna, y yo pienso que esas consideraciones son las que hacen parte de un negocio.Un camp para hacer música en Vallirana, en el bajo Llobregat, las desconectó de las distracciones de la ciudad y puso los cimientos de lo que venía. Les gustó tanto el formato que lo repitieron en Tarragona y, luego, en Castellón, en el verano de 2023. Esse Delgado también ama el drumless; Sunday Truce, su colaboración con el madrileño Franco Carter, se sintoniza con texturas góspel y soul que se repiten sin prisa. Sin embargo, Bitches in Business, además del boom bap con el que empezaron, es hogar del repiqueteo de hi-hats y la energía ágil del trap, trap&B y sonidos que conversan con referentes contemporáneos como Kendrick Lamar, Tyler, The Creator, Pusha T, Travis Scott y Beyoncé. También caben el canto y los coros pegadizos, como en “Nasty Girl”, una canción que les enseñó que podían expresar su mensaje sin dejar de divertirse, sin quitarle naturalidad al proceso y el resultado.—Que tu madre te diga que le mola un tema tuyo, como 'Punto de partida', muestra que con los temas más melódicos Bitches in Busines ha podido llegar a más gente. Nuestros amigos lo están escuchando porque les gusta, y no porque somos sus amigas, como en Onna Bugeisha: eso mola —sentencia Laüra—. Incluso a nosotras un disco entero de boom bap nos aburre.***Bitches in Business de giraLas bocas se abren hacia lo alto en la primera fila de la Sala Apolo, y Felinna las bendice con un chorro de ron para que la fiesta siga. Es el 11 de mayo: inicio de la gira de Bitches in Business. Cientos de personas saltan y saltan y saltan y saltan con 'The Wave', un corte electrónico, impetuoso, y las sílabas se deslizan con habilidad de la boca de Laüra al micrófono. Quizás como resultado de conocer la industria por dentro, Laüra juega a la defensiva en varios momentos de Bitches in Business, como si se anticipara al rechazo de una escena que les recriminaría el nuevo estilo, que eran mejores antes.—Pensábamos que la gente del rap nos iba a odiar. Con el primero nadie te conoce, eres nueva. Toda la gente siempre nos ha dicho que el segundo disco es el más difícil. Era como Buah, este disco puede pasar desapercibido. Eso lo primero. Y lo segundo es que siempre te van a decir que molabas más antes: me pasó con Natos y Waor, los escuchaba antes. Pero es verdad que predijimos eso y no ha sido así. A la gente le ha gustado más de lo que pensábamos —me explica Laüra en Sant Adrià.Las Ninyas del Corro avanzan por caminos que C. Tangana, Recycled J y demás artistas que oxigenaron el rap español ayudaron a pavimentar. Del primero Laüra dice que es como un héroe, al infiltrar el pop para luego diversificarlo más allá de Alejandro Sanz y compañía. Desde Rosalía hasta Dellafuente, insiste, en el espectro de lo urbano están las claves de lo más interesante de la música en España. Por otro lado, Recycled era tildado de “maricón”, recuerda ella, por sus melodías y sus sentimientos: era un blandito, y por eso fue decisivo para que el paradigma cambiara y se abriera.De reivindicar lo más puro que salió de una Nueva York gélida a finales del siglo XX, Las Ninyas del Corro pasaron a celebrar a los que retaron, expandieron y reinterpretaron esa herencia en España. Bitches in Business es un álbum que dialoga con todas las posibilidades que han surgido en la última década, así como con sus artífices. Pero. Hay un gran pero.—Por suerte, tú preguntas por raperas de España y nuestro nombre se va a decir. Eso para nosotras es mucho, pero sigue faltando mucho, también. El caso de las mujeres siempre es más exigente y difícil —me dice Laüra, con voz cansada—. Todavía no es suficiente.—Solo hay pibes, yo estoy hasta el coño —la secunda Felinna, y lo repite, esta vez con mayor énfasis en cada palabra, masticando cada una, para que quede claro—. Solo. Hay. Pibes. Madre mía.Las Ninyas del Corro en la sala ApoloLa sala Apolo está llena, agitada. Laüra propone que, como no las invitan a nada, que las lleven a dirigir una sesión de cardio. Sigue cayendo ron como agua bendita, y ya no sé si es sudor esa humedad en la cara de una mujer que canta cada tema como si la hubiera escrito ella. Casi la mitad somos hombres, casi todos con la mano arriba con cada barra. Las Ninyas se refieren al público como “vosotras” y celebran lo guapas que están todas hoy. El punto de vista cambia y las mujeres, que suelen corear versos de manes para manes, quedan en el centro. La diferencia se nota. En el escenario, Laüra y Felinna no solo rapean con precisión y temple, sino que despliegan coreografías, codo a codo con dos bailarinas, que elevan cada tema. El punto de vista cambia, insisto, y yo lo agradezco tanto. Una bebé se eleva en los hombros de su padre y toda la sala le canta el feliz cumpleaños a la mamá de Felinna. Barbas salpimentadas conviven con la juventud. No cabe nadie más acá. Y cuando llega el momento de “Bagaje”, un break amenazante, Laüra cambia de óptica. Pasa a las barreras generacionales: "La vieja escuela desconsidera a la nueva, la nueva desprestigia a la nueva, qué pena".—Aprendimos mucho trabajando con LaBlackie. Ella vino, escribió y se tiró la letra de golpe. Envidio esa frescura —me había dicho Laüra esa vez en su barrio.Hay que ser exigente, pero también tener el coño de decir "Me gusta como queda y así lo tiro, porque me da igual". Eso es muy difícil que nos pase. Entonces sí, es una pena que los de antes no valoren a los nuevos, porque tienen mucho qué aprender de ellos.La canción se llama 'Deena, Snooki & Jwoww', un corrientazo que me estremece entero. Laüra y Felinna rapean juntas la estrofa de LaBlackie. El final, lo saben todas las presentes, va a estallar, y abren un círculo que se funde en una masa de carne y huesos: frenesí.—Rosalía no cantaría lo que canta si no hubiera estudiado el flamenco. Para transformarlo lo ha respetado. Se trata de respetar no solo a los que había antes que tú, sino a la música que estás haciendo —continúa el ensayo de Laüra—. Por eso también me apena que los nuevos no valoren a los que estaban. Estar informado es básico. No digo que el que está empezando tenga que saber todo, pero yo sí valoro que alguien investigue. Por eso me he sentido muy orgullosa y privilegiada cuando Elio Toffana nos invitó a su disco. La Laüra de hace diez años habría matado por una colabo con él, con Kase.O, con el Tote, con la Mala. Y ahora, cuando todo parece más fácil, sin importancia, agradezco que pase. Por respeto a mi historia y a mi trayectoria, ¿cómo no lo voy a hacer?—¡Y qué colabo! —tercia Felinna—. Yo lloré cuando el Elio nos la pasó, ya terminada. También es un tema de identidad, de sentirte dentro de la movida. Los que nos sentimos como parte del rap sentimos que es necesario entender de dónde viene.Otra forma de ver Bitches in Business: hay pesos muertos que no hay que cargar más en la mochila, y compromisos que estructuran lo que se ha hecho y lo que viene. El álbum se trata de identificar cuál es cuál.***Las Nunyas del Corro desde el barrio obreroLa pizzería, en una esquina de la Plaça de la Vila, se llama La Font. La mesera saluda a Laüra con confianza y la rapera le responde que quizás este verano deba pedir trabajo ahí, para ajustar las cuentas, llegar a fin de mes. La mesera, sonriente, le responde que qué va, que ella va a ser muy grande y me pregunta si estoy de acuerdo. Yo le digo que sí, que por eso estoy ahí. Laüra no está tan segura.—Joder, es que parece que es un momento guay para mí, pero a veces no me siento así —confiesa."Lo bueno de vivir en San Roque es que nadie roba en San Roque", rapea Laüra en 'Tridente dorado' sobre el barrio de Badalona en el que vive desde hace unos años, a un par de kilómetros de Sant Adría: uno de los más calientes de Cataluña, según titulares alarmistas de medios apocalípticos. Las Ninyas del Corro rapean desde el margen y muestran el revés de una Barcelona que opera como un parque temático de sí misma para los miles de turistas que llegan cada día. La conciencia de clase, una de las banderas que ondearon en Onna Bugeisha, sigue intacta. Se manifiesta, por ejemplo, cuando Laüra rapea, en 'Las Meninas', que en Barcelona o heredas o te las apañas. Ok, el turismo trae riqueza: ¿pero para quién?—No hemos crecido en Barcelona, sino en los barrios obreros que rodean a Barcelona —afirma Felinna.Este margen es tan geográfico como simbólico. En 'Las Meninas' Felinna se aleja tanto del lujo del barrio de Pedralbes como del centro de Barcelona donde solo hay guiris (turistas blancos) con axilas malolientes y pijos vestidos de Nude Project. Y una de las bombas llega cuando dice esto: La catalanidad de Las Ninyas del Corro es otro de los puntos de tensión: si a ella no la reconocen como catalana, me explica Felinna, pues que se jodan: ella tampoco lo llamará pan tumaca, sino pan con tomate. Laüra, por otra parte, reconoce reflejos de su caso en la historia reciente: cuando le dieron el premio Sant Jordi a Estopa, algunos catalanes protestaron porque cantaban en castellano.—Me da rabia ese elitismo, esa línea entre la burguesía y los catalanes de a pie —continúa Felinna—. Hacemos música en castellano, y por eso parece que no somos referentes en Cataluña. Pero somos raperas catalanas.—Se nota mucho el clasismo de la burguesía catalana —insiste Laüra—. Acá nosotras somos purria, escoria, como lo fueron hace tiempo los andaluces que venían aquí y supuestamente les quitaban el trabajo a los catalanes. Nuestras familias vienen de allí. Acá solo importa lo moderno, lo guay, lo fashion. Pero en este conflicto con la cultura, con la lengua, pueden existir distintas identidades además de la que se espera.El título de Bitches in Business salió en la recta final del proceso. Empezaron con una espíritu más tremendista, color azul oscuro, que plasmara su angustia. Al final eligieron un camino para sublimarla, hacerla divertida. El título es un guiño sarcástico a todo lo que han conseguido, a lo que aspiran, a todo lo que les falta y a cómo estas tres dimensiones se confunden. Un guiño que nos dice, ya lo decía Laüra, que las cosas no son lo que parecen.Felinna llegó a la entrevista luego de su primer día en un nuevo trabajo. Es temporal, me explica, para ajustar algunos números. Y Laüra, que rapea sobre cómo devuelve los trajes de diseñador que compra para un solo uso, me muestra sus manos. Sus dedos tienen marcas de pegante: esa mañana tuvo que pegar la etiqueta de un vestido para poder devolverlo.—Gitaneo, es lo que hay —admite.En ese banco de la otra esquina de la plaza todavía están él y ella, recostados en el amor silencioso y seguro que se sedimenta como la arena que cae al fondo del reloj de cristal. Antes de que nos levantemos y caminemos, yo hacia el metro —hacia el centro— y ellas hacia sus casas, acá cerca, Felinna reseña su propio álbum.—Eso es ser bitches in business —dice, entre risas—. Se trata de buscarse la vida.***¿Quieren leer más sobre rap en Español? En el camerino con Ill Pekeño y Ergo Pro