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Aprender a levantar: la tierra prometida de las academias de seducción

Crónica al interior de una escuela que promete enseñar a los hombres cómo enamorar mujeres.

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Bienvenidos al mundo de las academias de seducción: grupos donde los hombres ingresan con la convicción de levantar (o aprender a hacerlo), pero sobretodo de ingresar a las “lógicas sociales” y al mercado del éxito.

Texto y fotos: Laura Muñoz // @nadadoraa - Ilustración: iStock

 

Aunque nadie nació con la fórmula de “cómo caerle a alguien” y menos la de “cómo no parecer un imbécil en el intento”, existen escuelas que dicen tener el secreto de cómo hacerlo mejor y eficientemente. Estos “gurúes” han proliferado en Bogotá los últimos cinco años, creando más de cuatro academias de seducción y convocando hombres que mes a mes quieren volverse un Don Juan.

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Viernes. 8:20 pm. La cuadra de la carrera 16 con calle 82 está tranquila.  A pesar de estar ubicada cerca de la Zona Rosa, una de las más movidas en Bogotá, hoy parece solitaria. A mitad de la calle, hay un reflejo de luces verdes sobre un restaurante de ambiente romántico; un sitio que ha ganado fama como el lugar perfecto para primeras citas, celebraciones de amor y amistad, aniversarios, etc. Adentro, las velas, fotografías, pinturas, cojines artesanales y luces entre amarillo con rojo provocan pedirse un vino y arruncharse con alguien.  De hecho, la mayoría de los comensales son parejas en medio de una cita romántica.

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Al tiempo que las baladas de Andrés Cepeda se funden con el olor a carne, cinco hombres se sientan uno frente al otro en medio del segundo piso. Desde la cabecera de la mesa Andrés Chávez, chef de 28 años, coach y, desde hace poco, especialista en enseñar seducción, toma la palabra. Este “gurú romántico” que viste de blazer y zapatos formales, usa loción Carolina Herrera y tiene dentadura muy blanca, habla sobre etiqueta en la mesa. Sus cuatro acompañantes, sus alumnos, asienten con la cabeza y lo escuchan atentamente. Alex, un contador que hace parte del grupo, interviene dubitativamente y pregunta cómo manejar las servilletas durante una cita. Al tiempo, Carlos, Jorge y Jonathan, los otros tres pupilos, esperan la respuesta. Chávez responde doblando con perfecto orden una de las servilletas, poniéndosela sobre las piernas y hablando sobre normas y buenas conductas.

Así es el transcurrir de una de las clases de seducción que ofrecen dos coaches que se iniciaron en la “escuela de levante” Eva pero que ahora trabajan por su cuenta. Desde hace más de tres años, tras el ejemplo de Eva, empezaron a crearse más grupos, asesorías personalizadas e incluso nuevas academias que han alimentado la escena con seminarios en lenguaje corporal, técnicas de confianza, manejo de la ansiedad y hasta uso de Tinder como materias esenciales en un curso para levantar.

Desde hace más de tres años, tras el ejemplo de Eva, empezaron a crearse más grupos, asesorías personalizadas e incluso nuevas academias que han alimentado la escena con seminarios en lenguaje corporal, técnicas de confianza, manejo de la ansiedad y hasta uso de Tinder como materias esenciales en un curso para levantar.

Eva no es la única en su especie y actualmente coexiste en Bogotá con academias como Uniseducción, Liga Aven y Vida Excepcional (aunque esta última no solo trata temas de seducción, sino en general de coaching social). También está Sna World, de origen chileno, y LevantArt, una escuela argentina que llegó a Colombia en el 2013 y que al día de hoy es la más grande, o al menos la que más clientes capta, con más de 1200 alumnos que han pasado por sus aulas. Así mismo existen grupos pequeños como el de los estudiantes de Andrés Chávez, quien empezó a dictar seminarios como independiente junto con su socio Miguel Daza.  “En este caso el tema fue cómo comportarse en la mesa durante una cita. Sin embargo, la idea es hablar de la seducción en general y más tarde llevarlos afuera para abordar mujeres”, afirma Chávez con una seguridad invasiva.

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Tras una hora de conversación sobre etiqueta en medio de una picada la conversación gira en torno a una de las “salidas pedagógicas” que el grupo tuvo: con el propósito de sacarlos de su zona de confort, Chávez fue junto a sus cuatro alumnos a Theatron a intentar levantar. Sin importar que estaban en la catedral de la rumba gay en Bogotá, lo importante era buscar interacciones con el sexo opuesto. Jonathan, diseñador industrial y estudiante de Chávez, recordó sobre ese episodio que su principal error fue tener miedo.  

—Yo quería interactuar, hacer rumbeos y tener locuras, pero no pude.
—¿Por qué?
—Tenía como un bloqueo mental. Nunca había ido a una rumba gay y eso me intimidó.

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Chávez interviene y señala que la idea fundamental es encarar los miedos personales. Tras un proceso de “abordajes”, interacciones con mujeres desconocidas, lo ideal es mejorar las habilidades en seducción. ¿Pero esto en realidad funciona? ¿Acaso partir de fórmulas, recetas y tips no quita la autenticidad y por lo tanto el éxito en el levante?  Chávez afirma que no, pues todo depende de cada estudiante y la manera en que asuma las clases.  Sin embargo, en algunos de los casos pareciera que la práctica indica otra cosa.

Es inevitable no pensar en Hollywood pues al mejor estilo de Hitch, estas academias se han puesto la diez para entrenar hombres entre los 18 a 55 años y volverlos unos duros en el levante, pero sobre todo para insertarlos en la era del éxito y la superación personal.

La dinámica para empezar esta vida académica es la siguiente: usted paga una clase junto con 20 o 30 alumnos más (el número varía de acuerdo a la academia o las actividades del día), asiste a una serie de seminarios que cuestan entre $400.000 y $500.000 (por lo general con sede en hoteles o restaurantes) y finalmente, hace salidas de campo para poner en práctica lo aprendido. En esta última etapa las misiones pueden ser desde recolectar números de mujeres desconocidas hasta abordarlas para lograr futuras citas.

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Las misiones pueden ser desde recolectar números de mujeres desconocidas hasta abordarlas para lograr futuras citas.

Justamente hoy, luego de la cena y “la clase teórica”, los cuatro alumnos de Chávez saldrán a poner en práctica los métodos que tanto han estudiado el último mes.  Lo primero es acordar por qué parte del entramado de bares y discotecas de la Zona Rosa van a caminar, luego discutir qué estrategias son mejores: “recuerden que luego de tres minutos la ansiedad aumenta, entonces es recomendable que aborden pronto”, insiste Chávez.

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De acuerdo a Alejandro Echeverry, estudiante de 24 años, coach de seducción, uno de los directores de LevantArt Colombia, pero sobretodo la estampa de un dandy, cada academia tiene un enfoque particular. Mientras Eva es más práctica y va al grano en cómo abordar a las mujeres, LevantArt prefiere extenderse más en literatura especializada y finalmente ir a campo. “La idea de leer autores radica en entender científicamente cómo se da la seducción. Además este no es un tema que implica solamente seducir mujeres, sino también convencer y persuadir a la gente”, asegura Echeverry al tiempo que Chávez llega a la misma conclusión: “nosotros enseñamos a abordar mujeres, pero también se trata de un coaching de vida para potenciarse como persona”.

Sin embargo, ¿no hay una doble moral entre querer potenciar a las personas, pero al mismo tiempo cobrar por ello? Es decir, ¿por qué cobrar para hacer mejor a alguien? “La monetización de los servicios no implica doble moral porque el coach, tras una capacitación y conocimientos previos, debe cobrar. Mientras se cumpla con la promesa de valor y se ponga por encima el desarrollo personal del cliente, todo está bien”, resalta Chávez.  

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Los cinco hombres pasan entonces a la práctica y caminan a paso lento uno tras otro. Chávez lleva la delantera, los reta a abordar mujeres y convencerlas de tomarse fotos con ellos.  Como halcones, los alumnos las divisan y cuando las agallas o la presión son las suficientes, por fin las abordan.

—Hola, ¿cómo estás?
—Bien.
—Estoy haciendo un experimento social y quiero saber si te tomas una foto conmigo.
—Mmmmm. No sé.
—Dale. Solo queremos saber qué tan confiados o no son los bogotanos.
—Ok. Hagámoslo.

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Y así comienza el juego. Esta chica no tiene idea que está siendo abordada por un estudiante de seducción, menos que hace parte de un reto del día, pero así funciona. Podría parecer que es una propagación más de la “objetivización” de la mujer, de la imagen del macho alfa, de la mujer como una presa. En una entrevista realizada por Canal 9 de Argentina a Martín Riesnik y Miguel Tabascheck, fundadores de LevantArt, salió a la luz este dilema. Riesnik, un porteño de Converse, chaqueta de cuero y entradas en las sienes que le dan la bienvenida a los 30, contestó que “la mujer se comporta como óvulo y los hombres como espermatozoides. Es decir que los hombres van todos y la mujer es la que elige. La metáfora del cazador se trata de ser el mejor espermatozoide en la carrera”.

Podría parecer que es una propagación más de la “objetivización” de la mujer, de la imagen del macho alfa, de la mujer como una presa.

Dejar la seducción como un tema de caza y supervivencia es obviar que también existen otras implicaciones. Si bien los humanos tenemos como propósito natural reproducirnos, también tenemos la suficiente complejidad como para enamorarnos. ¿Enseñar la seducción no es otra forma de acabar con el ciclo natural de los sentimientos e intentar meterlos en una fórmula comercial? Chávez y Echeverry, dos colombianos acostumbrados al levante nacional y a entender la mejor manera de abordar la mujer promedio, son enfáticos en que por el contrario se trata de valorar más a las mujeres. “En ningún momento los incentivamos a que se sientan superiores y menos a que las traten mal. Siempre le decimos a nuestros estudiantes que tienen que dejar a las mujeres mejor de cómo las encontraron. Es decir, dejarlas más felices. La honestidad en este y en todos los casos funciona muy bien”, asegura Echeverry, mientras recuerda a un alumno que entró casado a la academia.

Ese fue un caso excepcional, pues existe un imaginario de que todos los hombres en una academia de seducción están solo por sexo, dejar de ser unos perdedores o todas las anteriores.  En casos como el de Andrés Ramírez, un casado de 44 años, los hombres se matriculan para entender cómo funcionan las dinámicas sociales. “Toda mi vida he estado interesado en cómo convencer. Soy consultor y siempre estoy en contacto con la gente. Llegué a LevantArt porque sobre todo era una escuela de coaching social y este es el día en que mi esposa e hijas saben todo acerca de este proyecto y la manera en que lo he adecuado a mi vida”, afirma Ramírez. Sin embargo, no todos llegan a la seducción con la misma suerte que él.

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“Inicialmente fue un tema de presión familiar. Siempre me preguntaban dónde estaba mi novia y esas cosas. Yo no quise seguir en la misma situación y me metí en estas clases”, asegura Alex, un estudiante de periodismo que hace parte del grupo de cinco que hoy está abordando mujeres e intentando ingresar a las lógicas sociales del éxito en plena Zona Rosa de la ciudad.

¿Enseñar la seducción no es otra forma de acabar con el ciclo natural de los sentimientos e intentar meterlos en una fórmula comercial?

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¿Hasta qué punto la presión por pertenecer o reproducir un modelo social nos lleva a situaciones tan extremas como pagar por algo que debería fluir naturalmente? Este fue el caso de Alex, pero seguro muchos más se sienten fuera de onda al momento de conquistar y sobretodo de definirse a sí mismos.

Ya llega la madrugada.  Algunos han logrado un beso en la mejilla y hasta entablar conversaciones cortas con varias chicas, otros simplemente han acompañado la procesión y se han reído a carcajadas de las ocurrencias de sus pares.  Andrés Chávez, el que más éxito tiene ligando por ser coach y coquetear por inercia, observa a distancia. En tranquilidad, los vuelve a reunir, les lanza ánimos y antes de enviarlos nuevamente a la batalla, les recuerda que “la ciudad es un gran bar donde uno puede conocer mucha gente”.

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