El plebiscito o el pretexto perfecto para darnos en la jeta en nombre de la paz

Esto no es Corea del Norte y, para bien o para mal, vivimos en una democracia. Lo que es imperdonable es ponerse a desinformar. Inventarse cosas que no son. También salir con juegos de palabras tan impresentables como “Juhampa”, “Enmermelados” o “Farcsantos”.

Por Álvaro Castellanos | @alvaro_caste // Foto: Gettyimages

Decía Harvey Dent en la “Batman” de Nolan que “el cielo siempre se ve más oscuro justo antes del amanecer”. En este momento, así parece estar Colombia con el asunto de la paz entre el Gobierno y las FARC. Y ojalá haya amanecer, porque ni siquiera se sabe si va a ganar el “sí”, ya que el Presidente se puso a someterlo a votación. La democracia muchas veces termina siendo una trampa porque las decisiones son tomadas por las mayorías y, como es bien sabido, las mayorías son bien brutas. Sin embargo, el antecesor de Santos, el hombrecillo que monta a caballo en crocs, desmovilizó a los paramilitares como quiso y sin preguntarle a nadie. Ahí, también cabe decirlo, sí que valía la pena un plebiscito y unos acuerdos realmente supervisados, como para bajarle la impunidad a tanto horror que pasó de agache hace una década.

En un hecho que el mundo no termina de comprender, Colombia podría el único país donde hay serias dudas entre buscar la paz o insistir con la guerra. Sin las FARC, actor protagónico del conflicto en los últimos 52 años, podríamos comenzar a pensar en un país diferente, y a desmontar otras violencias tan profundas como la corrupción de los políticos, los niños que se mueren de hambre, los taxistas, el aguardiente, el Amigo Secreto o la fotocopia de la cédula ampliada al 150 por ciento. Sin embargo, así está el panorama. Habrá un plebiscito el próximo 2 de octubre y sólo ahí sabremos si ganará el “sí” o el “no” frente a la pregunta: ¿apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?