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Real Madrid Vs Barcelona: una batalla de huevos

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Por Héctor Cañón Imagen // Foto: EFE

Lucho “Mordelón” Suárez dijo “aquí estoy yo” cuando 500 millones de futboleros alrededor del planeta esperábamos ver a Lionel Messi o a Cristiano Ronaldo salir del Nou Camp como figuras en el superclásico.

Corría el minuto 10 del segundo tiempo cuando el brasileño Dani Alves le metió un pase de más de 40 metros. Suárez amortiguó el balón con la derecha; lo protegió con esa misma al mejor estilo uruguayo –primero me muero antes que perder– de los asaltos piratas de Pepe y Ramos y se la cruzó a Casillas al palo izquierdo, convirtiendo su octavo gol en la liga española, su primero al Real Madrid y el más importante desde que llegó al club considerado por la Fifa como el mejor del siglo que va rodando. (Ver gol de Luis Suárez)

Lucho celebró como suele hacerlo: con la misma garra con la que pelea cada balón y si algún residuo de culpa o mala suerte le quedaba por su mordisco al italiano Chiellini en el Mundial de Brasil se lo sacudió en su largo grito de gol. (Qué lástima que no pueda jugar la Copa América por una decisión en la que la Fifa “se dio garra”).

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Messi, Neymar y Alves, pura energía sudaca, llegaron a celebrar en la esquina con el 9 charrúa. Jordi Alba, Rakitic y Piqué también les cayeron encima para completar una de esas típicas montoneras de gol que uno no entiende cómo es que no dejan algún lesionado de vez en cuando. 

El partido se ponía 2-1 a favor de los locales. El Real Madrid –que amenazaba con traducir a goles su dominio del primer tiempo en el súper clásico número 230 de un siglo de antagonismo, fútbol exquisito y repartición casi igualitaria del pastel de la gloria– empezó un camino empinado de poco menos de cuarenta minutos hacia una derrota cantada, que ahora lo tiene a cuatro puntos de los azulgrana y mirando de lejos lo que tal vez ya no será su título 33 en la liga ibérica. (Ancelotti: necesitas a James urgente porque Isco es un poco “calentahuevos”: da muchas vueltas y a la final no sale con nada. Y sino que sea Bale el que se vaya para la banca: no marca un cuaderno).

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La “batalla” empezó con abrazos entre merengues y azulgranas en los pasillos que siguen a los camerinos. Piquito va y abracito viene para matar los rumores de enemistad y la ansiedad que produce la antesala al tercer evento más mediático y perseguido del planeta, después de la final del mundial de fútbol y la clausura de los juegos olímpicos. 

En las graderías, fanáticos que pagaron entre 70 euros (boleta más barata, comprada a tiempo) y 2000 euros (revendida, a última hora) no paraban de cantar, enmarcando esa fiesta deliciosa que es el fútbol cuando en la cancha hay buenos jugadores y en la tribuna gente inteligente.

“Todo el campo/
es un clamor/
somos la gente azulgrana/
no importa de donde vengamos/
si del sur o del norte/
eso si estamos de acuerdo/ estamos de acuerdo/
una bandera nos hermana/ Azulgrana al viento/
un grito valiente/
tenemos un nombre/
lo sabe todo el mundo/:

Barsa, Barsa, Baaaarsa”, alentaban los locales.

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Ya en la cancha, CR7 pegó primero con su palazo en el minuto 10, tras pase de Benzema, que hoy tuvo uno de sus mejores partidos de la temporada, a pesar de la derrota. Si le entra esa, la victoria 90 de los catalanes en los clásicos se habría aplazado y los titulares de prensa habrían tenido que señalar un nuevo doblete del portugués.

Sin embargo, Barcelona arrancó ganando gracias a una jugada de bola parada. Messi y Neymar acordaron una magia de esas que acuerdan ahora los futbolistas cuando hablan entre ellos con la mano tapándose la boca para que no les lean los labios (que sean paranoicos no quiere decir que no los estén persiguiendo).

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El argentino metió su pase gol 15 en la liga, tras un tiro libre que el francés Jéremy Mathieu cabeceó con potencia para el primer gol de la tarde, firmado por un defensa en un partido en el que en la cancha corrían de un lado a otro seis delanteros avaluados en más de mil millones de dólares. (Ver gol de Mathieu)

Así es el fútbol: un monstruo hermoso, vivo, que se sale de la rutina cuando le da la gana y que genera billete como cualquier industria portentosa. Entonces, para estar a la altura de su fama bien ganada, al clásico le llegó la hora de tener pata de la buena. A los 20 minutos Pepe le pegó a Suárez y se ganó la primera amarilla. Siete minutos después, el uruguayo le devolvió atenciones al portugués y también fue reprendido por el árbitro en un encuentro que al final tuvo 9 amonestaciones (4 para los locales y 5 para la visita).

Y en medio de tremenda lucha, el Real Madrid, a pesar de verse abajo o quizá por eso mismo, empezó a jugar con una colectividad que no se le ha visto en su reciente bajón (que a lo bien coincide con la lesión de James), hasta que a la media hora de partido emparejó cuentas. Modric, en su pase acertado 22 del juego, le metió una bola precisa a Benzema, que asistió a Cristiano con un taquito de aquellos y el portugués puso el empate a uno. (Ver gol de Cristiano Ronaldo)

De frente, con sus típicos gestos y alardes, le dijo a los catalanes de la tribuna que se callaran porque en la cancha estaba él. No le hicieron caso: como había sucedido hasta su gol 16 en 27 clásicos jugados contra Messi y su parche, lo siguieron chiflando cada vez que tocó el balón. Al final se llevaría su treceava derrota en enfrentamientos contra La Pulga.

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Diez minutos después, vino la polémica que sazona las jornadas épicas del balompié. En su mejor momento, el Real Madrid armó una de esas tocatas frenéticas que lo tenían al comenzar el año en la cima. Isco centró, Cristiano cabeceó y Bale la metió. Sin embargo, había fuera de lugar bien señalado por el árbitro. (Ver video del fura de juego)

Lo demás fue roce, pundonor, “correveydile” a las hinchadas alrededor del mundo “que yo si pongo huevos”, desperdicios de gol de lado y lado (liderados por Neymar, que cada vez que pasa por la peluquería no ve media en la cancha), chispazos del más puro talento futbolístico y el gol inolvidable de Lucho Suárez, que le permitió al parche sudaca del Barcelona la victoria y empezar a soñar con llevarse el trofeo número 81 (entre copas españolas, europeas y mundiales) a su vitrina de lujo.

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“Todo el campo/
es un clamor/
somos la gente azulgrana/
no importa de donde vengamos/
si del sur o del norte/
eso si estamos de acuerdo/ estamos de acuerdo/
una bandera nos hermana/”, siguieron cantando los hinchas catalanes hasta que ya no dieron más. 

 

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