Cuando hablamos de cine bélico, lo más probable es que venga a nuestra mente una película sobre la Segunda Guerra Mundial. Nada de raro. Fue un conflicto que cambió para siempre la historia del mundo y es recordado con la clásica narrativa de ‘buenos contra malos’. Otros enfrentamientos armados, como la Guerra de Vietnam y la invasión a Irak, tienen su buena filmografía y cada país ha dedicado películas a sus conflictos internos. Sin embargo, hay uno que suele pasar desapercibido: la Primera Guerra Mundial.
Por: Julián Ramírez // @Sir_Laguna
No me malentiendan, hay muy buen cine inspirado por este evento. Desde grandes clásicos como Sin Novedad en el Frente y Lawrence de Arabia hasta ‘blockbusters’ como Mujer Maravilla. Pero no se puede negar que la oferta cinematográfica sobre ésta palidece ante la de otras guerras. Puede ser porque fue un enfrentamiento sin lineamientos claros, en el que no había realmente ‘buenos’ ni ‘malos’. Una gran parte de este conflicto consistió en miles de soldados esperando miserablemente entre el fango, sufriendo enfermedades y anhelando órdenes que podían tardar meses en llegar. Y eso no es muy cinematográfico.
Pero eso no detuvo a Sam Mendes. El director de Belleza Americana y las más recientes películas de James Bond quería llevar a la gran pantalla las historias que le contó su abuelo sobre su participación en la Primera Guerra Mundial. El resultado es espectacular.
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Hay que ser sinceros. La historia de 1917, en la que un par de soldados británicos deben entregar la orden de cancelar un ataque para evitar la muerte de 1600 compañeros, no es nada especial. Tramas sobre ‘hombres en una misión militar’ similares a ésta se cuentan por docenas. Sí, resulta emocionante, pero eso no es lo que hace que este filme resalte. Lo verdaderamente interesante es la forma como está contada esta historia.
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1917 se nos presenta como una larga secuencia sin cortes que ocurre en tiempo real. La idea es que los espectadores se sientan sumergidos en los eventos al no encontrar elementos distractores en la edición. Es una técnica efectiva, pero más que desde el punto de vista narrativo, lo es desde el técnico.
Son muy pocas las películas que de verdad son presentadas sin cortes. Entre ellas se cuentan la alemana Victoria, el intenso drama noruego Utøya: Julio 22 y la colombiana PVC-1. Muchas de las películas que ‘pretenden’ no tener cortes en realidad usan trucos de cámara y edición para ocultarlos. Esto fue popularizado por el mismísimo Alfred Hitchcock en su película La Soga en 1948. Desde entonces, han sido varias las obras que se valen de este estilo. Entre ellas destacan Birdman, episodios de series como Mr. Robot, La Maldición de Hill House, el videojuego God of War y, por supuesto, 1917.
Solo pensar en el nivel de planeación que se requiere para dar vida a una película como ésta resulta abrumador. Imaginen la precisión de cada movimiento de la cámara, el intenso trabajo que los actores deben realizar en tomas supremamente largas y la necesidad de tener un control absoluto de cada fuente de luz. No quiero pensar qué pasaría si un día las condiciones climáticas no encajan con las escenas de la toma anterior.
A pesar de todo lo que podía haber salido mal, 1917 nos hace creer por completo que se trata de una historia ininterrumpida. Aunque el ojo entrenado de los críticos de cine puede analizar los momentos en los que ‘probablemente’ hay un corte oculto, las audiencias generales se encontrarán asombradas ante el despliegue técnico y tal vez ni siquiera noten el artilugio. Parte de este éxito se debe al director de fotografía Roger Deakins. Él es uno de los mejores cinematógrafos de Hollywood y es quien llenó de colores vibrantes a Blade Runner 2049.
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Momentos como el recorrido por la ruinas de una ciudad iluminada solo por las bengalas y la carrera a través de un campo bombardeado realmente quitan el aliento por su belleza y la tensión que causan. Ver 1917 en la pantalla grande es una experiencia visual que no se deben perder.
this is just incredible #1917Movie pic.twitter.com/RSJKArlmm3
— adam 🪑 (@adamhours) January 10, 2020
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Pero no podemos hablar solo de sus logros técnicos. Por más impactante que resulte la tecnología y el talento detrás de cámaras, sería una película ‘sin alma’ si no fuera por las emociones que ponen en pantalla los actores George MacKay (Schofield) y Dean-Charles Chapman (Blake). Ambos lidian con la guerra de formas muy diferentes y muchas veces deben expresar sus sentimientos a través de simples miradas y su expresión corporal. Hay largas secuencias sin diálogo que logran tener nuestra atención absoluta gracias al empeño de estos hombres. Los acompañan legendarios actores británicos de la talla de Colin Firth, Mark Strong, Benedict Cumberbatch y otros tantos que, con apariciones muy cortas, logran ponernos en situación respecto al sin sentido de este conflicto.
Y es que, aunque insisto en que no es nada especial, la historia de 1917 es una perfecta excusa para explorar los escenarios y la mentalidad de aquellos que formaron parte de la Primera Guerra Mundial. En medio de la emoción de sus escenas de acción podemos ver cómo evoluciona el Cabo Schofield y entendemos poco a poco las razones que lo llevan a seguir adelante con su misión, incluso en los momentos en que ya no parece tener sentido hacerlo. El viaje ininterrumpido a través de montañas, bosques y ríos también nos deja ver el precio que paga la naturaleza a causa de los conflictos de los humanos. También nos deja claro que, a pesar de todo, ésta recuperará su belleza, indiferente a las acciones de una humanidad efímera y violenta.
1917 es muchas cosas a la vez. Es una maravilla técnica que se luce con su truco de simular una sola toma. Es una dolorosa historia sobre el sufrimiento de aquellos que se ven envueltos en la guerra. Es una tensa carrera contra el tiempo y una demostración del tremendo talento de todos los involucrados delante y detrás de cámaras. Las 10 nominaciones que logró para los Premios Oscar 2020 son más que merecidas y tiene fuertes posibilidades de llevarse varias estatuillas a casa.
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