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El Guasón y las protestas en el mundo, el último psicoanálisis

¿Qué nos dice el Guasón de Joaquin Phoenix sobre la protesta, la soledad y el malestar existencial?

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Joker/Guasón, película Warner

Pocas películas han despertado tantas discusiones y polémicas en los últimos años como lo hizo Guasón. El personaje, que se incrustó en la cultura pop desde hace años y en distintos formatos como uno de los antihéroes psicológicamente más fascinantes, tuvo este 2019 un revelador renacimiento en la carne de Joaquin Phoenix. En un año marcado por las protestas sociales alrededor del mundo y por las espesas discusiones sobre el rol social del arte, sumamos una nueva mirada a El Guasón desde el psicoanálisis; la última que haremos de la película, por lo menos en 2019.  
Por Ricardo Silva Ramírez y Laura González Osorio* 
La película Guasón (estrenada el 31 de agosto) despertó todo tipo de opiniones y controversias alrededor del mundo. Desde la apreciación a la brillante actuación de Joaquin Phoenix hasta su denuncia como “potencialmente peligrosa y moralmente irresponsable”.

En 2019 el “fenómeno Joker” estuvo presente en periódicos, noticieros, redes sociales y discusiones cotidianas. Y no era para menos. Sin duda, la película no pudo aparecer en un mejor momento: semanas antes de Halloween y en concordancia con las manifestaciones de Ecuador, Chile, Hong Kong, Líbano, Irak y ahora Colombia.

Generó la prohibición del uso de máscaras en salas de cine, grafitis con el rostro del personaje, arrestos de menores y monitoreos policiales en los teatros al rededor del mundo. Toda esa controversia podría ser explicada por una razón muy simple: el personaje del Guasón pone en tensión el capitalismo contemporáneo. Frente a tanta polémica y elogios, ¿cómo puede el psicoanálisis brindarnos herramientas que permitan una lectura distanciada de la crítica política habitual?

Individuo vs sujeto

En distintos artículos sobre el tema nos presentan al Guasón como un residuo de la sociedad producto de la desigualdad económica y la carencia de bienestar social.

En contraste con esta interpretación superficial, que hace una especie de génesis socio-psicologista para explicar el nacimiento del criminal, la naturaleza del personaje nos incita a distinguir el individuo del sujeto.

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El individuo existe cuantitativamente, es un elemento en una sumatoria social que hace referencia a una posición ocupada por cualquiera. En una votación no es nuestro nombre, nuestro ser, lo que está en juego; lo que es tenido en cuenta es nuestra identificación en tanto número contable. El sujeto, en cambio, introduce la carne, la oscuridad, la pulsión; aquello que es dejado de lado por la ciencia en su uso del hombre como unidad discreta para sostener una gramática. No es, pues, nuestro propósito tomar como base al personaje en tanto individuo sino hacer referencia al personaje en tanto sujeto.
Más allá de pensar al Guasón como un antihéroe o símbolo político es importante señalar lo que le es más propio, su singularidad. Y es que realmente él no pretende convertirse en un delegado de las masas; por el contrario, todo parece indicar que su proceder es subjetivo, que está completamente solo.
Alerta spoiler
Recordemos que el primer asesinato que comete (los desagradables jóvenes ricos del metro) y que eleva su imagen a la posición de una figura mediática es un hecho totalmente incidental, una acción solitaria.
En una breve entrevista sobre la película, el célebre filósofo Slavoj Žižek relaciona el personaje del Guasón de Christopher Nolan con Hannibal Lecter. Nos dice que cuando este último está siendo interrogado, los psicólogos de la policía le preguntan qué trauma hizo que se convirtiera en criminal y él responde: “¡a mí no me pasó nada; yo le pasé al mundo!”, frase que resalta lo particular y propio de la soledad absoluta. En este punto podemos ver el abismo que separa a Arthur de sus seguidores enmascarados.

No es un detalle menor que sea el único que no utiliza una máscara. Mientras él pone su singularidad en juego, ellos se esconden tras un refugio ideológico, instaurando al Guasón como una figura política, una condensación de una causa universal que toma la función de velo encubridor de lo inevitable: al quitarse la máscara regresarán a su vida consumista y a la reproducción del capital.
Instagrammers están haciendo insoportable vivir en las locaciones del Guasón

De Arthur al Guasón

Desde el psicoanálisis se plantea que siempre habrá algo incurable, algo que remite al enigma. ¿Por qué soy así? Es una pregunta irresoluble. Sin embargo, en el transcurso de la película vemos cómo Arthur se apropia de su malestar para crear algo nuevo.

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Al comienzo nos presentan un hombre débil, sumiso y fuera de lo común. Es alguien que está persiguiendo una carrera en la comedia, que asiste a controles psiquiátricos y cuida de su madre. Se encuentra en una realidad que, aunque le genere quejas, es cómoda en cierto sentido.

¿Acaso no disfrutamos todos de nuestro malestar existencial, de un placer en el displacer?, ¿no disfruta el esclavo de servir al amo? En un principio, todo “marcha bien”: Arthur tiene un trabajo, una buena relación con su madre, un ídolo al cual seguir (Mr. Murray, interpretado por Robert De Niro), una ficción consistente a la cual se adhiere y que sostiene el anhelo, las ganas de vivir. Ante este estado de aburrimiento y adormecimiento, veremos el surgimiento de un sujeto totalmente nuevo.

Con Arthur podemos ver la prueba de que los humanos estamos mal hechos. Su risa involuntaria le trae todo tipo de problemas: hace que lo golpeen, que las personas desconfíen de él y lo traiciona en su primera presentación de stand up comedy, que sería su esperado momento de gloria.

Pese a esto, no deja de ser interesante notar que tras el primer asesinato empieza a bailar como si el acontecimiento tuviera una función liberadora, algo que le permite disfrutarse en soledad mientras se mira al espejo. En apariencia, vemos un nuevo Arthur, alguien con la confianza suficiente para irrumpir con un beso apasionado en el apartamento de su vecina, con quien luego empieza a salir y que dará una muestra de su admiración por el payaso asesino de los periódicos. No obstante, sabremos después que esto no era más que una alucinación, una proyección narcisista en la que Arthur se besa y elogia a sí mismo.

Guasón y “el acto”

Tras este descubrimiento desalentador queda, a pesar de todo, una ganancia: se instaura un deseo de búsqueda. Al leer la carta que su madre pretende enviar a Thomas Wayne, y que nos revela la relación que los une, se empeña en saber. La escena en que se encuentran deja claro que el interés de Arthur no es económico, sino conocer “la verdad”. Es importante que, justo cuando escucha a Wayne decir que su madre está loca, reaparezca su síntoma (la incontrolable risa), como si de una defensa contra un recuerdo intolerable se tratase.

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Su siguiente movimiento es ir al manicomio a buscar los documentos sobre su pasado y es aquí donde se plantea el enigma fundamental de la película: ¿cómo es que alguien que padece y cuestiona la incoherencia y podredumbre del sistema cree ciegamente en la “letra sagrada” de unos documentos oficiales? Lo que puede parecer un vacío en la narración, un error de guion, una pregunta sin respuesta, es en realidad el indicio de un despertar.
Detengámonos un momento en algunos elementos: la innegable belleza de su madre plasmada en la foto cuando era joven, ¿por qué elegir una mujer tan bella si no es para introducir la posibilidad de que en efecto el romance existió?; la extraña actitud del Alfred, el mayordomo que cuida al pequeño Bruce Wayne; el hecho de que la madre mencione que estando embarazada fue obligada a firmar unos papeles, etc.

Todo parece indicar que Arthur es hijo de Thomas Wayne y el hermano del futuro Batman. ¿Por qué, entonces, Arthur cree en los documentos?

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La respuesta, siguiendo nuestro hilo conductor, está del lado del sujeto. Hay aquí una elección, una decisión subjetiva. Se trata de eso a lo que el psicoanalista Jacques Lacan da el nombre de acto. El acto es arrojarse en soledad, un movimiento que extrae de la angustia su certeza, una transformación real y no fantasmática que pone en cuestión la ficción a la cual el sujeto se apega.

En este punto el Guasón mata a Arthur. Pasa a un segundo plano la veracidad de los documentos o de su historia, de la cual se separa; lo importante es que elige creerlo y es en este tipo de instantes donde se puede hablar de dignidad humana. Expresado en las palabras enunciadas antes de matar a su madre, asistimos al paso de la tragedia a la comedia. Se pasa de un sujeto reprimido, sufriente, que carga el peso trágico de su vida, a un sujeto que se ríe de sí mismo.

Como el Guasón, las recientes protestas alrededor del mundo dan cuenta de la intención de distintas sociedades por despertar. Si la política es por definición el arte del adormecimiento, las crecientes manifestaciones son una protesta contra el seguir durmiendo. Habrá que ver, sin embargo, cuánto dura la intención por mantenernos despiertos y cuánto tardaremos en volver a dormir.

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*Ricardo y Laura son estudiantes de Antropología de la Pontificia Universidad Javeriana y del Centro de Investigación y Docencia en Psicoanálisis de la NEL (Nueva Escuela Lacaniana) Bogotá.

 

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