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Diáspora: la generación de los músicos colombianos migrantes

Los colombianos en el exterior formarían la segunda ciudad más poblada del país. Detrás del éxodo está creciendo una camada notable de artistas.

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Jessie Reyez, ¿Téo?, Kali Uchis, Tei Shi, Lido Pimienta

A finales de 2007 el Ministerio de comercio, industria y turismo de Colombia presentó ante el mundo la campaña “Colombia, el riesgo es que te quieras quedar”. Era una jugada publicitaria para atraer turistas y limpiar la mala fama de una nación que por ese entonces figuraba en las noticias internacionales por la guerra, los secuestros y el narcotráfico. Para hablar del contexto sin ir tan lejos ni alargar el cuento hay que recordar, por ejemplo, que en 2001, cuando el país fue sede de la Copa América, los equipos top prefirieron no traer a sus jugadores estelares para cuidar su seguridad. Por esas épocas se rumoreaba lo mismo de muchos artistas que, al parecer, les daba miedo venir al país. El caso curioso, volviendo a la campaña, es que de entrada asumía el vínculo Colombia-riesgo e intentaba volcarlo hacia otro lugar: la permanencia. Se refería a algo así como quedar atrapado por el fascinamiento.

El sambenito de la guerra no nos lo hemos quitado de encima, aunque los tiempos han cambiado y probablemente el atractivo turístico del país sí se haya incrementado. Pero no hay que olvidar que durante muchos años para muchos nacidos en el país el riesgo, en términos de realización personal, siempre ha sido quedarse acá. Para la muestra:un artículo publicado en Dinero.com en 2019 afirma que “La población de colombianos en el exterior asciende a cerca de 4,7 millones, según estimativos del Ministerio de Relaciones Exteriores”. Si se juntaran, agregan, la diáspora de connacionales regados por el mundo conformaría la segunda ciudad más poblada del país, solo por detrás de Bogotá. Es decir: casi el 10% de colombianos no viven en Colombia.

Ese éxodo de colombianos, aunque ha disminuido en los últimos años, nos enfrenta con preguntas sobre los bienes culturales “locales” y, en últimas, sobre qué es la colombianidad: ¿Se puede heredar? ¿Se puede gestionar desde otros territorios? ¿Se trata de un asunto de pasaporte? ¿Es una posición discursiva o una apuesta estética? ¿Son las condiciones de producción? ¿Dónde ubicar a los artistas cuya función expresiva y simbólica está atada a los signos de la colombianidad, pero no operan dentro de los límites del país?

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En el periodismo musical esas preguntas nos rondan permanentemente. Sobre todo porque empezamos a ver cómo cada vez son más notorios los casos de artistas nacidos en Colombia (o hijos de colombianos) que hacen su carrera desde otros lugares. Son nombres que, a pesar de no gestionar sus creaciones dentro de nuestros mismos límites, están plenamente georreferenciados a través de sus canciones o su discurso. Figuras que, por lo menos en términos de representación ante los escenarios “extranjeros”, ejercen como colombianos. Los casos son muchos.

Bien conocida es la historia de la pereirana Kali Uchis, hija de migrantes ilegales crecida en Virginia, Estados Unidos, y hoy por hoy una de las figuras más relevantes de la música alternativa. Más recientemente hemos visto como toman vuelo las carreras de Jessie Reyez, hija de colombianos criada en Toronto, Canadá, y quien empezó una gira con Billie Eilish y colaboró con Eminem y Beyoncé; de ¿Téo?, el hijo de paisas nacido en Atlanta que le canta a Marinilla e hizo un tema con Jaden Smith, hijo de Will Smith; de Gabriel Garzón-Montano, multinstumentista franco-colombiano residente en Brooklyn, Nueva York, considerado una de las figuras más prometedoras del soul, el R&B y el trap latino, y quien ha compartido escenario con Lenny Kravitz; o del Combo Chimbita, una banda tremenda de psicodelia cumbiera, formada por colombianos que se conocieron en Nueva York.

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En otro saco podríamos meter a la Miss Colombia, la barranquillera Lido Pimienta, quien se mudó a Canadá hace ya varios años y desde allí firmó su más reciente disco, discazo, de la mano del sello ANTI. Desde Europa opera La Chiva Gantiva, banda liderada por el caleño Rafa Espinel. En Madrid lleva un buen tiempo haciendo música el Ibaguereño Julián Mayorga; el músico y productor John Montoya hizo su disco debut con el sello argentino ZZK produciendo desde Italia y la bogotana Laura Carvajalino, mejor conocida como Lao Ra, empezó su carrera musical en Londres y fue fichada por Sony.

Algunos de ellos migraron por voluntad propia, otros son hijos de migrantes ilegales. Todos hacen parte de la diáspora latina regada por el mundo. Y casi todos le cantan a Colombia en sus canciones.

La particularidad de las identidades nacionales es cada vez más difusa por culpa de los flujos migratorios y las tecnologías de comunicación. No obstante, las desigualdades, que en el campo de la música se traducen en una distancia en el acceso a herramientas para la  producción y difusión, hacen que, si bien es destacable que la diáspora Colombiana triunfe por el mundo, habla también de una fuga provocada por esas condiciones disimiles.

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