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"Nunca tendrán el apellido punk"

Escribimos esto no con el ánimo de generar polémica o disgusto alguno, estamos aquí expresando nuestra opinión sobre algo que es determinante debatir con argumentos y no con golpes y posturas fascistas. De tal forma, que lo aquí escrito no es un ataque contra las personas que escuchan este tipo de género, pues creemos que es estúpido tener un odio personal por ello, sino una reflexión puntual sobre lo que envuelve la etiqueta denominada “emo”, mas no de los aportes que a finales de los años 80 y parte importante de los noventa hicieron muchos grupos musicales. Empecemos por mostrar que así como para los amantes del vallenato que siguen aferrados a sus raíces primarias, la nueva ola y el vallenato pop no son en sí mismos vallenato y para los seguidores de la salsa dura, los representantes de la salsa sensual tampoco son salseros en el amplio sentido del género, para quienes crecimos y definimos nuestra identidad musical a partir de bandas como The Ramones y Misfits, las nuevas tendencias del emo punk, pop punk o happy punk, sencillamente no son punk, simplemente son pop o emo, pero nunca tendrán el “apellido” punk. En últimas, son lo mismo que el vallenato pop, la salsa sensual y todas aquellas bandas que deleitan a la niñez, pues no encontramos la diferencia entre bandas como Reik, Kaleth Morales, Jorge Celedón, Víctor Manuelle y todos los grupos de emo que se reproducen como conejos en la actualidad. Como banda, consideramos que es en las cantinas, detrás de las botellas, entre prostitutas y cigarrillos, al lado de los amigos fracasados y llorando por las mujeres que se han ido, donde se puede realmente encontrar una perspectiva radicalmente emocional. Y este verdadero dolor se alimenta es con las líricas y autodestructivas referencias de la vida de Alci Acosta, Óscar Agudelo, Julio Jaramillo y todos aquellos “capos” del guaro y el despecho, y por qué no, de The Cure, The Ramones y Pearl Jam, mas no por grupos moldeados estética y musicalmente para parecer delgados, lindos, amados por las niñas y admirados por los niños de la juventud menos crítica. Es curioso ver cómo las lógicas del dolor, el sufrimiento, la sangre y la tristeza han sido asumidas comercialmente, y todos los problemas de la sociedad son coloreados de rosado, enseñándoles a los adolescentes a ser románticos mediante iconos y figuritas que los hacen sentir mal, como el lindo muñeco de Jack. Por eso es incomprensible que niños vestidos de rosa nos enseñen en canciones a asumir poses existencialistas, las cuales no se pueden encontrar y vivir de manera real y palpable en Myspace, nicho predilecto de los emos. En cierto sentido, estamos haciendo un llamado a que se entienda que el emo, como moda, es simplemente un producto y la gran mayoría de sus seguidores son consumidores del mismo, sin preguntarse si ese supuesto dolor y esa supuesta actitud reflexiva, introspectiva, etc., es honesta y responde a unas reales condiciones de vida, o si sencillamente es una postura pasajera de jóvenes clase media que poseen los medios adquisitivos para hacerse a su estética y a sus productos musicales. En conclusión, consideramos que el emo como moda musical, ha desestructurado algunos aportes del Hc y banalizado algunos lugares y referencias comunes del gótico en general, e igualmente su “industria” ha banalizado el lenguaje punk para hacerlo más comercial, aprovechando los aportes esenciales de las viejas escuelas para hacer radiables y comerciables los problemas de la existencia humana, vendidos en empaques bonitos. Afortunadamente, estamos hablando de un simple capítulo en la larga y excitante historia del rock and roll, por tanto se acabará el emo y todos sus fieles seguidores tendrán que asumir la vida real y empezar a trabajar. Sin embargo, lamentablemente llegará una nueva moda que prive a generaciones enteras de escuchar los grandes clásicos del rock, desde los Stones, los Who, pasando por los Ramones hasta llegar a Nirvana, Tool y NIN, así como las nuevas generaciones de la cantina, el guaro y el despecho.

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Escribimos esto no con el ánimo de generar polémica o disgusto alguno, estamos aquí expresando nuestra opinión sobre algo que es determinante debatir con argumentos y no con golpes y posturas fascistas. De tal forma, que lo aquí escrito no es un ataque contra las personas que escuchan este tipo de género, pues creemos que es estúpido tener un odio personal por ello, sino una reflexión puntual sobre lo que envuelve la etiqueta denominada “emo”, mas no de los aportes que a finales de los años 80 y parte importante de los noventa hicieron muchos grupos musicales.

Empecemos por mostrar que así como para los amantes del vallenato que siguen aferrados a sus raíces primarias, la nueva ola y el vallenato pop no son en sí mismos vallenato y para los seguidores de la salsa dura, los representantes de la salsa sensual tampoco son salseros en el amplio sentido del género, para quienes crecimos y definimos nuestra identidad musical a partir de bandas como The Ramones y Misfits, las nuevas tendencias del emo punk, pop punk o happy punk, sencillamente no son punk, simplemente son pop o emo, pero nunca tendrán el “apellido” punk. En últimas, son lo mismo que el vallenato pop, la salsa sensual y todas aquellas bandas que deleitan a la niñez, pues no encontramos la diferencia entre bandas como Reik, Kaleth Morales, Jorge Celedón, Víctor Manuelle y todos los grupos de emo que se reproducen como conejos en la actualidad.

Como banda, consideramos que es en las cantinas, detrás de las botellas, entre prostitutas y cigarrillos, al lado de los amigos fracasados y llorando por las mujeres que se han ido, donde se puede realmente encontrar una perspectiva radicalmente emocional. Y este verdadero dolor se alimenta es con las líricas y autodestructivas referencias de la vida de Alci Acosta, Óscar Agudelo, Julio Jaramillo y todos aquellos “capos” del guaro y el despecho, y por qué no, de The Cure, The Ramones y Pearl Jam, mas no por grupos moldeados estética y musicalmente para parecer delgados, lindos, amados por las niñas y admirados por los niños de la juventud menos crítica.

Es curioso ver cómo las lógicas del dolor, el sufrimiento, la sangre y la tristeza han sido asumidas comercialmente, y todos los problemas de la sociedad son coloreados de rosado, enseñándoles a los adolescentes a ser románticos mediante iconos y figuritas que los hacen sentir mal, como el lindo muñeco de Jack. Por eso es incomprensible que niños vestidos de rosa nos enseñen en canciones a asumir poses existencialistas, las cuales no se pueden encontrar y vivir de manera real y palpable en Myspace, nicho predilecto de los emos.

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En cierto sentido, estamos haciendo un llamado a que se entienda que el emo, como moda, es simplemente un producto y la gran mayoría de sus seguidores son consumidores del mismo, sin preguntarse si ese supuesto dolor y esa supuesta actitud reflexiva, introspectiva, etc., es honesta y responde a unas reales condiciones de vida, o si sencillamente es una postura pasajera de jóvenes clase media que poseen los medios adquisitivos para hacerse a su estética y a sus productos musicales.

En conclusión, consideramos que el emo como moda musical, ha desestructurado algunos aportes del Hc y banalizado algunos lugares y referencias comunes del gótico en general, e igualmente su “industria” ha banalizado el lenguaje punk para hacerlo más comercial, aprovechando los aportes esenciales de las viejas escuelas para hacer radiables y comerciables los problemas de la existencia humana, vendidos en empaques bonitos. Afortunadamente, estamos hablando de un simple capítulo en la larga y excitante historia del rock and roll, por tanto se acabará el emo y todos sus fieles seguidores tendrán que asumir la vida real y empezar a trabajar. Sin embargo, lamentablemente llegará una nueva moda que prive a generaciones enteras de escuchar los grandes clásicos del rock, desde los Stones, los Who, pasando por los Ramones hasta llegar a Nirvana, Tool y NIN, así como las nuevas generaciones de la cantina, el guaro y el despecho.

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