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Premios Shock. La crónica

La cara de Escalona era como para ponerse a llorar. A llorar con él. El Maestro del vallenato, acostumbrado a que le hagan homenajes cada semana en la embajada de tal, o donde nosequiencito, estaba…  estaba como… no sabría decir cómo estaba. Estaba más que emocionado, más que deslumbrado, más que muchas cosas. Y todos los que lo estábamos viendo, también. Y el show que le hizo Carlos Vives, con los artistas a los que fue invitando al escenario a cantar con él, no fue más emotivo porque no se podía. Son las 5:00 de la tarde y me acabo de bañar. Me estoy vistiendo y toda la vuelta para los Premios. Estoy en el espejo y de repente caigo en la cuenta de que otros cuatro mil están en las mismas. La gente se está arreglando, se está produciendo, se está poniendo bonita pa'l evento. Porque es El Evento. La farándula criolla en pleno. Pero no es farándula cualquiera. Son las estrellas y los famosos con tendencias solladas, los vanguardistas y, obviamente, toda la plana mayor de la música nacional. ¡Ah!, no sólo la plana mayor, sino también muchos que quieren serlo, que vienen abriéndose paso, mostrando su música, diciendo ¡hey, píllense esto! Las pintas con las que van llegando los artistas van desde una muñeca Repollo hasta un astronáuta. Y de verdad se siente la expectativa, la grandeza, la importancia de los artistas colombianos. Es tal cual como se ve en televisión. Es como se ven los grandes eventos en televisión. Es como se ven los artistas en los grandes eventos. Encantadoramente extravagantes (sería aburrido si no fuera así. Si no fueran así. Si no dieran de qué hablar).   Mucha gente se acostumbró a pensar que la farándula es un mundo vacío, el mundo de las apariencias, de la falsedad, del sinsentido y de los excesos. Mucha gente lo asume así. Y no. Puro prejuicio. Aunque tiene su dosis de todo eso, como muchas esferas sociales (bueno, tal vez más que otras más modestas), la gente de la farándula es gente. Y como en todo, hay gente muy bien, hay gente muy bonita, hay gente muy chévere. Y otros que no. Normal.   Los clubes de fans tienen un puesto privilegiado: son los que están más cerca de las estrellas. De hecho, están en los fosos del stage. De ellos son los gritos, las barras y toda la onda permanente. Claro, son fans, no se cansan de gritar.   Muchos géneros, una música. Ese es el lema de Shock, y así empezó el show: con Krápula, Marbelle, Jerau, y una banda de guerra: Guardia Fantasma. Crossover total, pero funcionó… al fin y al cabo, los músicos se alimentan de lo mismo.  De Chavela Vargas, por ejemplo. De ella se alimentaron Victoria Sur, Natalia Bedoya, Hanna, Adriana Lucía y Li Saumet, juntas en un show tan diverso como son ellas. 5 mujeres que estallaron el lugar. “Acá afortunadamente no hay payola”, dice John Paul Ospina. Y todo el mundo chifla. ¿Por qué chiflan?, le pregunto a una amiga fotógrafa con la que estoy sentado en ese momento. Porque John Paul dijo que aquí no hay payola… si todo el mundo sabe que eso se maneja así, que toca pasar plata pa' que pongan las canciones en las emisoras. “Abajo la payola!”, se despidió John Paul. Y la gente volvió a chiflar. Uno no se imagina lo que hay atrás del show. Si uno no es staff o no ha producido un gran evento, uno no se imagina lo que hay atrás. Son pantallas, un montón de consolas con mil botones, un montón de gente (casi todos de jeans y camiseta negra, con audífonos y chalecos multibolsillos)… Un desfile de gente que entra y sale del backstage, unos que van a presentar algo, otros que entregan un premio, otros que salen de recibirlo, otros que se preparan para hacer un show, otros que vienen felices pero mamados porque acaban de hacerlo, otros que no paran de hablar por handy en toda la noche (el popular boqui-toqui), en fin... El caso es que los que están en backstage no pillan lo que pillamos todos, lo que ocurre en el escenario. Pero hacen que pase, y eso genera otra emoción diferente. Es la emoción del creador que, aunque no puede contemplar su obra completa, va puliendo cada pedazo justo antes de que salga a formar parte del todo. Eso era el staff de Shock: los ojos, las manos, los pies, la alegría, el mal genio, el estrés, el trasnocho, el júbilo y el alma del creador. Acompañados por casi 400 personas dedicadas a la producción del evento (Producto Ltda., Sonic Design, Área Visual, Caracol Tv, y no sé cuántos más, pero muchos). El caso es que lo que uno podría ver “detrás de cámaras” era todo un ente creador, un solo ente formado por muchas partículas y dirigido por una mujer que es total.   La cara de Escalona (con camisa rosada y corbata rosada) es la cara de un abuelo emocionado. El abuelo de la música. El abuelo que sienta en sus piernas a Colombia y le canta: "Adiós, morenita, te vas a quedar muy sola...". Y mientras a él se la cantaban Fonseca y Adriana Lucía y Pipe Peláez y Gusi y Beto y Carlos Vives, el tiempo nos pasaba a todos a la velocidad de “un diablo al que le llaman tren”. Pero a él, a Escalona, el tiempo no le pasaba. Él sólo estaba ahí, con las piernas cruzadas, con las manos cruzadas sobre esas piernas, la mirada cruzada por un par de lágrimas, y la vida cruzada por las letras de sus canciones, que ese miércoles hicieron vibrar a todo un Palacio. 

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La cara de Escalona era como para ponerse a llorar. A llorar con él. El Maestro del vallenato, acostumbrado a que le hagan homenajes cada semana en la embajada de tal, o donde nosequiencito, estaba…  estaba como… no sabría decir cómo estaba. Estaba más que emocionado, más que deslumbrado, más que muchas cosas. Y todos los que lo estábamos viendo, también. Y el show que le hizo Carlos Vives, con los artistas a los que fue invitando al escenario a cantar con él, no fue más emotivo porque no se podía.

Son las 5:00 de la tarde y me acabo de bañar. Me estoy vistiendo y toda la vuelta para los Premios. Estoy en el espejo y de repente caigo en la cuenta de que otros cuatro mil están en las mismas. La gente se está arreglando, se está produciendo, se está poniendo bonita pa'l evento. Porque es El Evento. La farándula criolla en pleno. Pero no es farándula cualquiera. Son las estrellas y los famosos con tendencias solladas, los vanguardistas y, obviamente, toda la plana mayor de la música nacional. ¡Ah!, no sólo la plana mayor, sino también muchos que quieren serlo, que vienen abriéndose paso, mostrando su música, diciendo ¡hey, píllense esto! Las pintas con las que van llegando los artistas van desde una muñeca Repollo hasta un astronáuta. Y de verdad se siente la expectativa, la grandeza, la importancia de los artistas colombianos. Es tal cual como se ve en televisión. Es como se ven los grandes eventos en televisión. Es como se ven los artistas en los grandes eventos. Encantadoramente extravagantes (sería aburrido si no fuera así. Si no fueran así. Si no dieran de qué hablar).
 
Mucha gente se acostumbró a pensar que la farándula es un mundo vacío, el mundo de las apariencias, de la falsedad, del sinsentido y de los excesos. Mucha gente lo asume así. Y no. Puro prejuicio. Aunque tiene su dosis de todo eso, como muchas esferas sociales (bueno, tal vez más que otras más modestas), la gente de la farándula es gente. Y como en todo, hay gente muy bien, hay gente muy bonita, hay gente muy chévere. Y otros que no. Normal.
 
Los clubes de fans tienen un puesto privilegiado: son los que están más cerca de las estrellas. De hecho, están en los fosos del stage. De ellos son los gritos, las barras y toda la onda permanente. Claro, son fans, no se cansan de gritar.
 
Muchos géneros, una música. Ese es el lema de Shock, y así empezó el show: con Krápula, Marbelle, Jerau, y una banda de guerra: Guardia Fantasma. Crossover total, pero funcionó… al fin y al cabo, los músicos se alimentan de lo mismo.  De Chavela Vargas, por ejemplo. De ella se alimentaron Victoria Sur, Natalia Bedoya, Hanna, Adriana Lucía y Li Saumet, juntas en un show tan diverso como son ellas. 5 mujeres que estallaron el lugar.
“Acá afortunadamente no hay payola”, dice John Paul Ospina. Y todo el mundo chifla. ¿Por qué chiflan?, le pregunto a una amiga fotógrafa con la que estoy sentado en ese momento. Porque John Paul dijo que aquí no hay payola… si todo el mundo sabe que eso se maneja así, que toca pasar plata pa' que pongan las canciones en las emisoras. “Abajo la payola!”, se despidió John Paul. Y la gente volvió a chiflar.

Uno no se imagina lo que hay atrás del show. Si uno no es staff o no ha producido un gran evento, uno no se imagina lo que hay atrás. Son pantallas, un montón de consolas con mil botones, un montón de gente (casi todos de jeans y camiseta negra, con audífonos y chalecos multibolsillos)… Un desfile de gente que entra y sale del backstage, unos que van a presentar algo, otros que entregan un premio, otros que salen de recibirlo, otros que se preparan para hacer un show, otros que vienen felices pero mamados porque acaban de hacerlo, otros que no paran de hablar por handy en toda la noche (el popular boqui-toqui), en fin...

El caso es que los que están en backstage no pillan lo que pillamos todos, lo que ocurre en el escenario. Pero hacen que pase, y eso genera otra emoción diferente. Es la emoción del creador que, aunque no puede contemplar su obra completa, va puliendo cada pedazo justo antes de que salga a formar parte del todo. Eso era el staff de Shock: los ojos, las manos, los pies, la alegría, el mal genio, el estrés, el trasnocho, el júbilo y el alma del creador. Acompañados por casi 400 personas dedicadas a la producción del evento (Producto Ltda., Sonic Design, Área Visual, Caracol Tv, y no sé cuántos más, pero muchos). El caso es que lo que uno podría ver “detrás de cámaras” era todo un ente creador, un solo ente formado por muchas partículas y dirigido por una mujer que es total.
 
La cara de Escalona (con camisa rosada y corbata rosada) es la cara de un abuelo emocionado. El abuelo de la música. El abuelo que sienta en sus piernas a Colombia y le canta: "Adiós, morenita, te vas a quedar muy sola...". Y mientras a él se la cantaban Fonseca y Adriana Lucía y Pipe Peláez y Gusi y Beto y Carlos Vives, el tiempo nos pasaba a todos a la velocidad de “un diablo al que le llaman tren”. Pero a él, a Escalona, el tiempo no le pasaba. Él sólo estaba ahí, con las piernas cruzadas, con las manos cruzadas sobre esas piernas, la mirada cruzada por un par de lágrimas, y la vida cruzada por las letras de sus canciones, que ese miércoles hicieron vibrar a todo un Palacio. 

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