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Sala 1: NOS ENCANTA

Sala 1: NOS ENCANTA FILMARNOS Andrea* (Cali, 25 años) dice: Desde pequeña siempre sentí algo extraño, un morbo evolutivo en sentirme observada y mirar “tirar” sin permiso de nadie. Carolina* (Bogotá, 25 años) dice: Creo que desde mi adolescencia siempre me gustó que me vieran, sin llegar a ser exhibicionista o vulgar, pero me parecía rico “no pasar desapercibida”. Andrea (Cali) dice: Sentí curiosidad por ser dueña y fiel observadora de mis aberraciones. Empecé a tomarme fotos y hasta después de los 21 años incluí el video como opción. Carolina (Bogotá) dice: Luego vinieron las ganas de ver películas porno, el videochat para mostrarme y que me mostraran en la clandestinidad. Mientras el par de monos saciaban sus impulsos sexuales, ¿cuántos más estarían haciendo lo mismo? Si no fuera por la cámara, la escena sería exactamente igual a la de cualquier mortal. En video queda la evidencia del sexo con amor entre sujetos sudorosos, despeinados, gordos o flacos, bellos y no bellos, ricos, pobres y acomodados, creativos o convencionales. Ahí está el orgasmo no fingido y la conclusión de que el acto sexual dura lo que tiene que durar, y que el “hombre máquina sexual” es apenas un mito de la industria del entretenimiento. Las imágenes son tan directas como el sexo oral y anal, tan románticas como en cualquier preámbulo y tan explícitas como las de Nacho Vidal. Porque ante la pornografía convencional de penes “duros como para partir cocos… larguísimos, gruesísimos y erectísimos”, como lo describe la terapeuta sexual Martha Mejía, “definitivamente, muchos están aburridos”. Por eso ahora, el material en video sexualmente explícito con mayor demanda en el mercado web es, efectivamente, el “amateur”: atendido por sus propietarios. Porno que se hace en casa, con tan sólo una cámara de video elemental, fácil de encontrar en la tecnología portátil de hoy en día. “La cámara es un fetiche”, asegura la especialista. Es decir, las personas se graban simplemente para “recrear su sexualidad en otros escenarios y encender la pasión. Es como la pimienta que necesitan para prenderse”. Y entonces, doctora, ¿recomendaría a las parejas grabarse? “¡Definitivamente! Considero que es sano, siempre y cuando ambas partes estén de acuerdo”.

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Sala 1: NOS ENCANTA
FILMARNOS

Andrea* (Cali, 25 años) dice:


Desde pequeña siempre sentí algo extraño, un morbo evolutivo en sentirme observada y mirar “tirar” sin permiso de nadie.

Carolina* (Bogotá, 25 años) dice:
Creo que desde mi adolescencia siempre me gustó que me vieran, sin llegar a ser exhibicionista o vulgar, pero me parecía rico “no pasar desapercibida”.

Andrea (Cali) dice:
Sentí curiosidad por ser dueña y fiel observadora de mis aberraciones. Empecé a tomarme fotos y hasta después de los 21 años incluí el video como opción.

Carolina (Bogotá) dice:
Luego vinieron las ganas de ver películas porno, el videochat para mostrarme y que me mostraran en la clandestinidad.

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Mientras el par de monos saciaban sus impulsos sexuales, ¿cuántos más estarían haciendo lo mismo? Si no fuera por la cámara, la escena sería exactamente igual a la de cualquier mortal. En video queda la evidencia del sexo con amor entre sujetos sudorosos, despeinados, gordos o flacos, bellos y no bellos, ricos, pobres y acomodados, creativos o convencionales. Ahí está el orgasmo no fingido y la conclusión de que el acto sexual dura lo que tiene que durar, y que el “hombre máquina sexual” es apenas un mito de la industria del entretenimiento.

Las imágenes son tan directas como el sexo oral y anal, tan románticas como en cualquier preámbulo y tan explícitas como las de Nacho Vidal. Porque ante la pornografía convencional de penes “duros como para partir cocos… larguísimos, gruesísimos y erectísimos”, como lo describe la terapeuta sexual Martha Mejía, “definitivamente, muchos están aburridos”. Por eso ahora, el material en video sexualmente explícito con mayor demanda en el mercado web es, efectivamente, el “amateur”: atendido por sus propietarios.

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Porno que se hace en casa, con tan sólo una cámara de video elemental, fácil de encontrar en la tecnología portátil de hoy en día. “La cámara es un fetiche”, asegura la especialista. Es decir, las personas se graban simplemente para “recrear su sexualidad en otros escenarios y encender la pasión. Es como la pimienta que necesitan para prenderse”. Y entonces, doctora, ¿recomendaría a las parejas grabarse? “¡Definitivamente! Considero que es sano, siempre y cuando ambas partes estén de acuerdo”.

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