Jessie Reyez nació en Canadá pero tiene sangre y acento colombianos. Sus padres emigraron hace casi 30 años en busca de trabajo desde Cali.
Hoy, a punto de cumplir 29 años, está atravesando por un momento en el que su carrera parece haber cogido un envión imparable. En marzo de 2020 lanzó un disco de larga duración titulado Before Love Came to Kill Us, en el que participaron el rapero Eminem y 6lack; además, justo antes de que el mundo declararan la alerta por la pandemia del COVID-19, había arrancado una gira con la artista pop más popular del mundo: Billie Eilish.
Acá nos contó de su experiencia como migrante y estrella emergente del pop.
Las primeras dos semanas de cuarentena me deprimí. Me dio duro porque estaba en gira con Billie Eilish . Íbamos en el tercer show. Estaba con mis papás en la gira en los buses y nos tocó devolvernos a toda carrera para Canadá. Ya se estaba acelerando la cosa. Me dio duro pero llegué a un punto donde dije, lo único que falta es llorar o verle el lado positivo a la situación. Así como toda moneda tiene dos lados la vida también tiene blanco y negro, arriba y abajo. Yo creo que a mis papás les debo el 'hustle', dicen acá, la berraquera que uno tiene para llegar a sus metas, para poder llegar a sus sueños. Se lo debo mucho porque llegar a una tierra ajena donde uno no habla el idioma, donde la cultura y la comida son diferentes, donde le toca a uno el doble de camello porque no reconocen los diplomas que uno tiene en su propia tierra, donde tiene que volver a estudiar y volver a hacer un montón de cosas…Eso es difícil. Es algo duro. Yo tuve la oportunidad de ver eso con mis propios ojos desde mi infancia. Afectó mucho la manera en la que yo trabajo; la forma en que veo los problemas y veo la oportunidad cuando la situación parece muy grave, pero puedo encontrarle el lado positivo y sobresalir, seguir pa´ lante.
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También me ayudó a estar consciente de mis diferencias, pero también aprender a valorarlas, porque cuando yo era chiquita, los primeros cinco años de mi vida, hablé español. En la casa no se hablaba inglés. Cuando entré a la escuela no hablaba ni pío de inglés. Nada, nada, nada. Fue difícil aprender el idioma. Además, yo tengo la piel oscurita, entonces era diferente. Era una experiencia rara. Pero cuando se me empezó a soltar la lengua en inglés, como a los 13 años, mi mamá me puso una regla:
-Inglés no viene a hablar acá. Acá tiene que hablar español en la casa.
Yo no entendía, pero ella me dijo:
-Su papá y yo hicimos un sacrificio por usted y por su hermano...
Cuando ellos llegaron y estaban trabajando como locos se pusieron a aprender inglés. En la clase el profesor les dijo que si querían aprender inglés no podían hablar solo en la clase, que tenían que hablar en la casa, con la familia, a toda hora. Ellos decidieron juntos que si hacían eso nos iban a hacer daño a mi hermano y a mí porque se nos iba a ir la cultura. Sin embargo, todavía se me traba la lengua en español, se me salen las palabras en inglés. Pero mi hermano y yo tenemos la fortuna de poder tener la cultura y el idioma cerca.
El latino y el colombiano tienen algo muy lindo: la manera en que amamos, la manera en que tratamos a la familia, hasta la relación con la muerte. Eso no está en todo lado. Hay tabú. Mucha gente le tiene miedo a la muerte, a esa realidad, pero, por ejemplo cuando a mi mamá le preguntan ¿"Mañana qué va a hacer?" Ella no dice “vamos a ir a la casa de la tía”. Ella dice "Si Dios quiere mañana vamos a la casa de la tía". Eso se me quedó a mí en el corazón.
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Uno tiene que tener en cuenta que la vida es un regalo, es algo frágil. Uno no tiene control; uno tiene que valorar y aceptar la vida, no tenerle miedo a la muerte porque es algo natural. Is a constant, the constant in life is death. Eso me abrió el cerebro a perspectivas que yo no hubiera tenido si no hubiera nacido en una familia colombiana. Si hubiera sido canadiense nada más de pronto no hubiera tenido esa conexión con la espiritualidad, con la religión; ese tipo de conexión tan íntima con mi familia; ese respeto de decirle ‘Sí señora’, en vez de ‘Yes’. Eso es algo que está en la cultura.
Yo estoy de buenas que nací en Toronto, que es una ciudad multicultural y no se siente tanto el racismo y la xenofobia. He vivido en otros lugares en Norteamérica, pero en Toronto en particular no se siente tanto porque si uno baja por la calle oye chino, indio, uno ve de todo y oye de todo. Eso es como un arcoíris. Ser diferente no es algo muy raro, pero el racismo y la xenofobia existen.
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Es difícil uno ser minoría y seguir viendo que a gente que tiene el mismo color de piel de uno no la están tratando como humano.
Eso duele. Y más uno siendo latino, muchos latinos tienen las raíces negras. Mi abuelo era negro. Ver la brutalidad policial, que no consideran la empatía. Uno tener policías, cuyo trabajo es proteger a la gente, pero no tienen la idea tan básica de lo que es la empatía me parece el colmo, me parece inaceptable, pero eso existe en todo lado. Hasta alguien que no tenga raíces negras o latinas debe tener el entendimiento de lo que es la empatía, de poder entender que los dos somos humanos. No importa de qué color es, de donde venga.
Estamos en un punto en que no sé qué decir. Es un error en la sociedad, en la integración, que tiene que cambiar desde una edad temprana. Si uno no le enseña a los niños desde pequeñitos lo que es la empatía y sentirse hermano con alguien que de pronto nunca ha conocido, eso nunca va a cambiar.