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The Cure está más en contra del mundo que de la vida

Muchos críticos han dicho que la música de The Cure era emocionalmente deprimente o que ensalzaba la infelicidad. Pero detrás de su estética lúgubre y gótica había una sorprendente y esperanzadora visión de la vida. Este es un análisis sobre la desazón y el futuro del que nos habla The Cure.  

The Cure in Brazil
El grupo inglés The Cure en Brasil durante su tour en 1987. La foto fue tomada el 30 de marzo. De derecha a izquierda: Robert Smith,Porl Thompson, Boris Williams, Laurence 'Lol' Tolhurst y Simon Gallup.
// Foto de Michael Putland/Getty Images

En la gris, lluviosa y deprimente Inglaterra industrial de finales de los 70, donde el «cielo parece un canal desintonizado y repleto de estática a blanco y negro», nació una de las bandas más icónicas y representativas de lo que hoy se denomina postpunk gótico: The Cure.

La banda, conformada inicialmente por Lol Tolhurst (batería y teclista), Porl Thompson, (bajista), Simon Gallup (bajista), Robert Smith (compositor y cantante), Boris Williams (batería) y Roger O'Donnell (teclista), comenzó desde muy temprano a reflejar en su música la manera cómo se sentían; primero, en la tierra de Crawley, en los suburbios de West Sussex; y segundo, y a medida que se expandía el mundo para ellos, sobre lo sombría que podía llegar a ser la vida.

¡Sí! The Cure emergió en medio de un cataclismo que volvió a cubrir gran parte de la tierra de enormes masas de hielo: el thatcherismo.

Cuando todos creían que los glaciares se habían retirado permitiéndole a la tierra, a las especies y a los seres humanos un periodo de temperaturas templadas y cálidas, aparece en Gran Bretaña el neoliberalismo de Margaret Thatcher.

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El periodo que va entre 1978 y 1980 fue el punto de inflexión que marcó la historia social y económica de Gran Bretaña, en particular, y del mundo, en general. Un tiempo en el que los trabajadores, los pobres, los estudiantes, los obreros, los desempleados, los inmigrantes y los más vulnerables de la sociedad recibieron una serie de ataques por parte de las políticas de austeridad para dejarlos a merced del libre mercado.

The Cure
El director Tim Pope con Robert Smith de The Cure en el video de In Between Days. 6/18/85.
// Foto de Steve Rapport/Getty Images

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Pero esa misma época también fue el momento donde The Cure se consolidó luego del lanzamiento de sus dos primeros discos, Three Imaginary Boys de 1979 y Seventeen Seconds de 1980.

En estos álbumes, la banda encapsuló esas notas de angustia existencial, desconcierto y ansiedad que les producía imaginar un futuro incierto, marcado, principalmente, por el aire melancólico que generaba la pérdida de las promesas de abundancia, cuidado y educación del estado de bienestar.

La principal influencia de The Cure no fueron únicamente las bandas como Joy Division o The Banshees, cuya reputación siempre se destacó por encima de la de ellos, sino la sensación de que el pasado ya no regiría el futuro, desatando una enorme desilusión y desesperanza que los propulsó hacia el camino del gótico.

En el mundo de la música, y especialmente en el postpunk, el gótico, como muestra Simon Reynolds en el libro Rip lt Up and Start Again. Postpunk (1978-1984), “aludía a cierto espíritu musical melancólico que era expresado en una especie de oscuridad y que, pronto, se convertiría en una alternativa atractiva frente a la excesiva luminosidad y opulencia del new pop”.

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Ese “espíritu musical melancólico” se tradujo en un look que combinaba una palidez sórdida mediante el maquillaje facial blanco, un nido de pájaros negro en la cabeza, enormes cantidades de delineador, labial rojo mal aplicado, camisas antiguas —al mejor estilo de entrevista con el vampiro—, sombreros de copa, ropa de cuero y collares con púas.

Si los colores preferidos de The Cure eran los más fúnebres y la estética que impulsaban era sepulcral, los códigos musicales reflejaban también esa morbidez gótica mediante riffs de guitarra cortantes, melodías de bajo agudas, prominentes beats hipnóticos y la voz de aburrimiento nervioso, angustia y balbuceo melancólico de Robert Smith.

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En la canción A Forest del álbum Seventeen Seconds, por ejemplo, The Cure, preocupado por ese nuevo mundo, expone el sofocante hastío de la pérdida y la tristeza de lo que nunca podrá tener:

Acércate y mira, mira en los árboles, encuentra a la chica mientras puedas […] mira en la oscuridad, solo sigue sus ojos […] escucho su voz llamando mi nombre, el sonido es profundo en la oscuridad, pero comienza a correr entre los árboles […] de repente me detengo, sé que es demasiado tarde, estoy perdido en un bosque, solo. La chica nunca estuvo allí, corro hacia la nada, una y otra vez

La filosofía de The Cure no es la que muchos dicen que es

La música de The Cure en sus primeros años no era —como muchos críticos musicales ha sostenido— emocionalmente deprimente o una especie de oda a la infelicidad, por el contrario, la música de la banda estaba inspirada en el ánimo lúgubre de quienes “no veían las certezas del futuro prometido”, como recuerda Robert Smith en una entrevista en Uncut en el año 2000.

Los sonidos eran tétricos pero luminosos, las letras reflejaban desesperanza y vehemencia; rebeldía y amor; desánimo y dudas, pero nunca manifestaron esa pulsión de muerte como la que se apoderó del vocalista de Joy Division, Ian Curtis. Nada más lejos de la verdad.

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La filosofía de la banda siempre consistió en construir letras y sonidos que permitieran entender cómo “estar enamorados de la melancólica belleza de la existencia”, recuerda Lol Tolhurst, ex baterista de The Cure.

Sus letras estaban más en contra del mundo que en contra de la vida. En Faith, el disco de 1981, The Cure explora esta particular forma de entender la sociedad; una visión donde la vida se suspende mientras todo lo demás sigue avanzando a pasos agigantados.

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No es muerte ni es vida, sino una infame jaula de inmovilidad total; un tipo de letargo sofocante.

“Me arrodillo y espero en silencio, mientras la gente escapa. En la noche, los cuerpos silenciosos y vacíos. Besa el suelo antes de que oren, besar el suelo y escaparse. Me siento y escucho sin soñar, una promesa de salvación me hace quedarme. Mira a tu cara y siente mi corazón empujando hacia dentro, mientras los niños juegan por todos lados, los juegos de los que se cansaron ayer”, canta Robert Smith en The Holy Hour.

Si bien no hay grandes gritos ni gestos, la voz abstraída de Smith, acompañada de un bajo prominente y una batería repiqueteante que solo sigue el beat, enuncia tanto la tristeza del despojo como la inacción que este produce.

La sensibilidad y el lado sombrío de la vida

El mundo de The Cure está compuesto por una sensibilidad que se construye a partir del lado más sombrío de la vida y, por supuesto, persigue con su turbia tristeza las promesas de felicidad que hicieron desde los gobiernos, las corporaciones, hasta los gurús del espíritu y los libros de autoayuda.

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La banda también reniega de esos discursos desbordados de entusiasmo, así como del optimismo (en su versión más cruel) que se comercializó desde la década de 1980 gracias a la consolidación del neoliberalismo y la retracción de las promesas socialdemócratas de movilidad ascendente, la seguridad laboral y la igualdad social y política, provocando dramas de adaptación surgidos de la precariedad social y las constantes crisis personales y culturales.

Este “pesimismo etéreo”, como define Lol Tolhurst a la música de The Cure, no tiene como principal fundamento la cultura gótica de iglesias medievales, relatos de vampiros, prácticas sadomasoquistas o un foco en la muerte y lo sobrenatural; el postpunk gótico de The Cure se sustenta en las ruinas que dejó el capitalismo y la fuerza existencial que requiere el alma para hacer frente a este drama emocional mediante la tristeza.

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The Cure en concierto
Robert Smith de la banda The Cure en vivo en el Xcel Energy Center. Junio 8 de 2023 en St. Paul, Minnesota.
// Adam Bettcher/Getty Images

El derecho a estar triste

El derecho a estar tristes es lo que reclama la banda en una sociedad que instaura frecuentemente técnicas y discursos de entusiasmo con un peso imperativo que obliga a las personas a sufrir sonriendo.

Es a través de este involucramiento emocional que emerge de la tristeza, el sufrimiento y la inadecuación que The Cure se vincula —desde hace más de cuarenta años— con las feministas aguafiestas, los/las queers infelices, los inmigrantes melancólicos y los revolucionarios desilusionados de los que habla la escritora británica Sara Ahmed en su libro The Promise of Happiness, justamente, para imaginar un tipo diferente de optimismo y desde donde la tristeza y el sufrimiento no sean un obstáculo a superar, sino la huella de una negatividad siempre presente que nos desafía a pensar nuevos mundos posibles.

No me importa si el lunes es azul. El martes es gris y el miércoles también. Jueves no me importas. Es viernes [y] estoy enamorado. El lunes puedes desmoronarte. Martes, miércoles, rompe mi corazón. Oh, el jueves ni siquiera empieza. Es viernes [y] estoy enamorado. El sábado espera. Y el domingo siempre llega demasiado tarde. Pero el viernes nunca lo dudes. No me importa si el lunes es negro. Martes, miércoles, infarto. Jueves sin mirar atrás. Es viernes [y] estoy enamorado […] Pero el viernes nunca lo dudes. Vestido hasta los ojos, es una maravillosa sorpresa. Para ver tus zapatos y tu espíritu elevarse.
Robert Smith en la canción Friday I’m in Love.

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En The Cure encontramos una extraña —y corta— euforia al rechazar el mandato de felicidad y el optimismo cruel, pero sin abandonar la esperanza. ¡Siempre hay un viernes que nos trae una maravillosa sorpresa¡

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The Cure se presentará en el Movistar Arena de Bogotá en diciembre de 2023 en el marco del Road to Primavera. Acá encuentran la información del concierto.

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