Si han tenido la posibilidad de visitar Argentina seguro que una de las actividades que más les habrán recomendado es asistir a un partido de fútbol. Sean o no amantes de este deporte, no podemos negar que los estadios argentinos tienen su mística. El despliegue de las tribunas, los colores, el ambiente carnavalesco, la pasión con que se viven los partidos, los cantos de las masas son historia, fiesta, deporte, espectáculo. ¿Y si a eso le sumáramos buen rock? Por: Víctor Solano Urrutia Contrario a lo que puede ocurrir en muchos países, el rock en Argentina ha sido desde su inicio una religión que cuenta con millones de fieles, escuelas celosas y santos devotos. No quiero sonar polémico, pero podríamos decir que el rock se acerca al nivel de fanatismo con que se vive, come y respira fútbol en cada rincón de Buenos Aires y de las demás provincias. Así como en el fútbol existen fanaticadas, clubes y barras, los rockeros argentinos también han formado su identidad en torno a bandas emblemáticas y de culto a las cuales siguen de recital en recital. Así como Boca Juniors no sería lo que es sin la Bombonera, el rock y sus fanáticos han necesitado del estadio de fútbol para hacer valer su pasión. ¿Significa esto que no existe rock underground o de “boliche”, como lo llaman popularmente? Por supuesto que sí, y de hecho ese es el origen de muchas de las bandas argentinas como Soda Stereo. Pero cuando una banda “pega” y gana leales seguidores, es común que su fama se extienda como la fiebre bubónica. De ahí que el estadio (y no cualquier miniatura de escenario) termine siendo el punto máximo. Es común que asociemos el rock con el fútbol en Argentina. El estilo de “bardo”, de locura, fiesta y descontrol que se relaciona al ambiente rockero juvenil se suele pintar de los colores del fútbol tanto en las tarimas (con canticos, letras y sonidos murgueros) como entre los asistentes. Esa sensación de descontrol invade barrios enteros y en ocasiones puede desembocar en violencia. Hay algo más profundo en este ritual: allí se define la verdadera lealtad y el honor La cancha y la tarima, entre romance y lealtad Para entender este fenómeno, hay que prestar atención a las investigaciones de Silvia Citró, quien ha dedicado años de su vida a hacer entrevistas, ir a conciertos y escuchar los álbumes de la mítica banda Bersuit Vergarabat con el fin de entender cómo el rock crea cuerpos y estéticas particulares. Algunas de sus conclusiones señalan que parte del mensaje que bandas surgidas de la influencia de grandes maestros como Luis Alberto Spinetta, Charly García o Sumo, se materializa en la mezcla entre la lealtad a las comunidades (el barrio, la ciudad, etc.) y la denuncia política. A propósito de la Bersuit, como lo dijera el “Pelado” Cordera, su vocalista, de lo que se trataba en 1989 era de hacer “poesía, pero con encuadre social”; algo así como romance con lealtad, con compromiso combativo y anti-militarista. ¿De dónde venía todo ese espíritu? A la dictadura latinoamericana de los años 70 no hay nada que agradecerle. Después de todo, muchísimos crímenes se cometieron y decenas de miles de asesinatos y desaparecidos pueden dar fe de ello. No obstante, un resultado positivo, en alguna medida, fue el caudal masivo de bandas de rock y estrellas pop que hoy en día recordamos cuando nos sentimos rebeldes. ¿Quién no ha cantado con rabia Sr. Cobranza o Rasguña las piedras a la madrugada? Recordemos agrupaciones como Almendra, Sui Generis y Los Abuelos de la Nada, nacidas y surgidas en los tiempos de la dictadura y la represión. Sus letras tuvieron que sufrir la censura y la prohibición; algunos, como León Gieco, se las ingeniaron para jugar con la poesía y las metáforas para no ser molestados por los viejos milicos carentes de imaginación. Esto, paradójicamente, le dio buen nivel al “rock nacional”, como se conoce desde que se marcó una distancia con la música inglesa en tiempos de Guerra por las Malvinas. ¿Cada cuánto pensamos en el origen de esas letras? Tomemos Instituciones, de Sui Generis. En ella Charly y Nito Mestre aluden a la dictadura con una simple y poderosa crítica: “Oye hijo las cosas están de este modo, la radio en mi cuarto me lo dice todo. ¡No preguntés más! Tenés sábados, hembras y televisores, tenés días para amar aún sin los pantalones. ¡No preguntés más!”. Son muchas las letras devastadoras pero geniales, como las de Ayer nomás de Los Gatos, Los dinosaurios de Charly García o El fantasma de Canterville de León Gieco. Pero también el cine ha relatado este sentimiento de privación, extrañamiento y vacío. Tango feroz (1993), que habla de la leyenda rockera de Tanguito, es un homenaje a los desaparecidos y torturados. La noche de los lápices (1986), ni se diga; es la esperanza puesta en la música. De la dictadura a la popular Años de prohibición, clandestinidad y temor se tradujeron en un ansia por expresar todos los sentimientos reprimidos. El dolor de un país quebrado por la violencia y el fastidio por el silencio fueron cambiados de golpe por una generación de jóvenes artistas dispuestos a cantar sin tapujos lo que les viniera en gana. De la sangre del mítico flaco Spinetta brotaron las irreverentes y trasgresoras letras de Illya Kuryaki and The Valderramas. Y de A.N.I.M.A.L. recordamos el siempre enérgico álbum Poder latino (1998) en que se denunciaban las históricas matanzas indígenas. El estadio fue imprescindible: se necesitaba armar al país, tener algo en lo que creer, gritar y saltar hasta que los cimientos empezaran a estremecerse. Y el estadio canalizó esa ira, ese amor y esa sensación de libertad, una libertad que al menos podía ser transitoria en el lapso de lo que durara un recital. La primera banda en poner de moda el estadio fue Serú Girán, que en 1978 convocó a 50,000 personas al estadio Obras Sanitarias. De ahí en adelante ninguna agrupación se quiso quedar atrás. En 1995 Soda Stereo estremeció Plaza Moreno de La Plata y en el 97 muchas bandas (entre ellas Divididos, Attaque 77, Todos Tus Muertos, La Renga, Las Pelotas y León Gieco) se reunieron para homenajear a las Madres de Plaza de Mayo, luchadoras de la dictadura. Pero el momento más épico del rock de estadio, según muchos conocedores, se vivió en la Colmena de Olavarría, en marzo de 2017. El Indio Solari prometió orquestar “el pogo más grande del mundo”, en el que casi medio millón de personas abandonaron sus cuerpos al unísono de Jijiji. Juzguen ustedes: Entrado nuestro siglo ya era tradicional que el estadio se usara para fines extra-deportivos. Son muchos los recitales memorables, pero se recuerda el concierto de Charly García bajo la lluvia o el Pepsi Music ‘05 en el que, en plena presentación de Los Piojos, Diego Maradona empezó a hacer veintiunas y dejó sus guayos colgados en el micrófono de Ciro Martínez. Argentina: best crowd ever Los Rolling Stones no se olvidan de esa vez en que se preparaban para tocar en el estadio de River Plate en el año 2006. A pocos minutos de que iniciara el show, empezaron a sentir que el suelo temblaba. “Un terremoto”, sugirieron asustados los ingleses. Luego se enteraron de que los movimientos telúricos eran provocados por los teloneros (Los Piojos) cuando interpretaban su famoso tema El farolito. Si eso era antes del concierto, nadie se imaginaba cómo estaría el resto de la noche. Esta anécdota recalca por qué el fanático argentino, en boca de muchos de los ídolos más grandes del rock internacional, es el mejor público de conciertos del mundo. Dave Mustaine no se cansa de decir que le impresiona cómo los argentinos se cantan hasta las partes acústicas de Symphony of Destruction. Slash y Johnny Ramone, por citar un par de la amplia lista de estrellas, han dicho que no hay mejor lugar en el mundo para tocar que en Argentina. “Estamo’ relocos”, dicen en YouTube los argentinos que comentan un documental que se ha hecho muy famoso en los últimos tiempos, Argentina: Best Crowd Ever, en el que se recogen las impresiones de muchos artistas de talla mundial, además de que se expresa con imágenes, colores y sonidos todo lo que hemos tratado de reseñar en este artículo. ¿Qué queda por decir? Argentina es un universo musical por sí solo. De la tradición tanguera, pasando por la cumbia, hasta el rock nacional. Pero más allá de las variaciones estilísticas, de los ritmos y el tempo, lo interesante de este país es la manera en la que ha sabido triangular la música con la política y con el fútbol. Estos tres campos que parecerían hasta contradictorios son la evidencia de una historia cargada con violencia y con dolor, pero también con lealtad, amor y sentido de pertenencia. La bandera albiceleste siempre ha estado presente (y lo estará) tanto en la Plaza de Mayo como en el recital y en la tribuna futbolera.
Que se hayan encontrado en la final de la Copa Libertadores River y Boca es sin duda uno de los momentos más significativos para la historia del fútbol latinoamericano. Gane quien gane, en las estadísticas va a quedar que los juegos definitivos, la ida en la Bombonera y la vuelta en el Monumental, los disputaron varios colombianos: Villa, Barrios y Cardona por Boca; Santos Borré y Juan Fernando Quintero por River. Pero más allá del resultado y de las preferencias futbolísticas por uno u otro club, acá nos preocupa algo importante: ¿qué música va a sonar en la fiesta de celebración del partido más importante en la historia de los dos equipos? Una mirada rápida a la plantilla de cada equipo nos hace apuntar a dos nombres claves que pueden ser definitivos para responder. Así, fácil. Si gana Boca, Carlitos Tévez arma la lista de reproducción de la fiesta: gana la cumbia. Si gana River, triunfa el perreo: Juanfer le da play a sus propias canciones, las que grabó en el estudio de Kevin y Chan, Los Rudeboys, sus amigos productores en Envigado, los mismos que producen a otro de sus amigos, Maluma. Acá analizamos la relación con la música de cada uno de estos dos jugadores, que, aunque no son titulares indiscutidos, son referentes. Tévez, a la hora de marcar, de poner huevos y de poner a sonar la cumbia. Juanfer, para clarificar el juego, filtrar pases, abrir el juego, cantar reggaetón y convocar a Maluma a la fiesta. Juan Fernando Quintero La carrera de Juanfer en el reggaetón es bien conocida. Cuando estaba en las inferiores del Envigado, y cuando el reggaetón paisa todavía no había cogido vuelo, Quintero compartía con otro volante conocido, pero en la música, Maluma. Hoy los conecta su pasado y una amistad que también llevó a Juanfer a la música. Ese lado B de su carrera salió a la luz cuando colaboró en la canción Cibernauta, un remix con Landa Freak y Element Black; y No te enamores, grabada junto a un puertorriqueño que le dicen “el boquisucio” Luigi 21 Plus. Pero hay más. Hace un par de años, cuando volvió a Colombia para jugar en Medellín, nos reunimos con él en el estudio de Kevin y Chan y nos mostró otras de sus canciones, grabadas con sus amigos en sus ratos libres. Entre ellas aparecía, incluso, una colaboración con Jackson Martínez. (Lea acá la historia completa de nuestra visita a Medellín: Juan Fernando Quintero: la oscilación del 10 entre el reggaetón y las canchas) Carlos Tévez Carlitos Tévez es ídolo, crack y figura del xeneize porque, cuando estaba en la cima de su carrera, cambió la plata por el barrio y volvió el equipo de sus amores. Luego se fue a China, pero la Boca lo llamó de nuevo. Que Tévez sea el jugador que más quieren en las villas (que es la forma como llaman a las invasiones en Argentina) y en los barrios bonaerenses no es solo porque es el que más le mete huevas a los partidos. Originario de Fuerte Apache, Carlitos tuvo que pasar una vida complicada. Cuentan que uno de sus vecinos y compañeros de equipo cuando niño, el Guacho Cabañas, le ganó una prueba profesional en Vélez. Pero al poco tiempo el Guacho fue acusado de robar los bolsos de sus compañeros y fue expulsado del club. Se supo también que llevaba años siendo parte de una banda de asaltantes conocida como los Backstreet Boys, una organización de la cual 20 de sus 24 miembros están muertos y que tenía como sitio de reunión el bloque en el que vivía Tévez. Con su éxito en el fútbol Tévez se convirtió en un personaje icónico para los jóvenes villeros. De donde se baila y se canta la cumbia villera. Es por eso que el grupo Piola Vago (integrado por uno de sus hermanos) le dedicó a Carlitos una canción: El Apache pibe de oro. Acá aparece Tévez como invitado en el escenario cantando con Piola Vago
¿Qué pensarán los elitistas que practican golf? Sin lugar a duda, el fútbol es el deporte más popular del mundo que mueve millones de personas. Aunque este juego ha tenido grandes derivaciones y algunos muy osados lo han mezclado con otras disciplinas como el Bosaball (mezcla entre el volibol con el fútbol), el Fútbol Gaélico (una mezcla de baloncesto, rugby, y fútbol), el Kickingball (combinación entre fútbol y el béisbol) y así cada vez van apareciendo nuevos deportes. Uno que está llamando la atención es el el Footgolf (tal vez ya identificaron cuales son los deportes que están combinados aquí), y aunque suena obvio, les contaremos que es una mezcla entre el fútbol y el golf. Los clásicos deportes se mezclaron entre sí para dar como resultado el Footgolf, que se juega con las reglas del golf y en sus canchas pero no con palos sino con los pies. via GIPHY Aunque no es tan nuevo, ya que tiene sus inicios en Holanda hace ya casi 10 años, en Colombia aún no se conoce muy bien. Tuvo tanta acogida en países amantes del fútbol que tienen su propia federación llamada Asociación Argentina de Footgolf (AAF) y realizan mundiales. Tal parece que la gente siempre quiere innovar, no solo en el amor, con la música, con el trabajo sino también con los deportes y así queda demostrado con el footgolf. Salirse de los estereotipos establecidos, en este caso de deportes, también tiene su acogida. En la variedad está el placer dicen por ahí y sí, tal vez, tienen razón. Vean acá las noticias deportivas del día en Gol Caracol: ciclismo, béisbol, tenis y mucho más. ¿De qué se trata? Es sencillo, al parecer no tiene tanta ciencia. Los jugadores van con guayos y uniforme de fútbol. Ya no llevan palos sino fuerza en sus pies para lograr meter el balón, que debe ser de tamaño 5 el reglamentario de este deporte, a los nueve o diez ocho hoyos que hay en el campo de juego. El diámetro de cada hoyo es de 52 centímetros. Se puede jugar en equipo o en categoría individual, no hay árbitros ni penales para subir, solo jugadores que perfeccionen su puntería ya que gana quien tenga la menor cantidad de golpes a la hora de llevar el balón al hoyo. Aunque muchos expertos en el tema dicen que cualquier persona puede jugarlo, lo cierto es que en Colombia quienes quieran hacerlo deben tener acceso a una cancha de golf y sigue siendo un deporte para muy pocos. via GIPHY
Los futboleros aunque no todos somos bobos, honestamente lo parecemos. Más que ningún desmadre irracional, comportamiento infantil, reacción cuestionable o déficit atencional cuando nos ponen cualquier partiducho que medio nos interesa, hay una cuestión que ha puesto a prueba nuestro intelecto durante años. Y la verdad siempre hemos salido perdiendo. Por Martín Lleras Jacobsen // @martinlleja —¿Si vieron lo de Neymar al PSG? —222 millones de euros. ¡Una locura! —Pagar tana plata por un jugador, que güevonada. —Tal vez, igual eso lo pagan con camisetas. Palabras más, palabras menos, la cosa es así. Tal vez otro orden en las intervenciones, podrían variar nombres y precios, al final la conclusión siempre es la misma: alguno de los involucrados resuelve el problema afirmando categóricamente que los grandes fichajes los pagan los equipos vendiendo camisetas. Y listo. Fácil. Todos asentimos con la cabeza y la vida sigue como si nada. Podría uno adjudicárselo a la ignorancia supina, decir que no sabemos cómo funcionan los contratos en el oscuro mundo del fútbol y ya. Sin embargo, bastaría con pensar un minuto (y medio) al respecto para que el sentido común nos pusiera en nuestro lugar. Veamos… Lo primero que hay que saber, que no es tan evidente y a la vez sí, es que Real Madrid, PSG, United, Barça, etcétera, son clubes de fútbol gigantes que en comparación con corporaciones como Nike o Adidas apenas llegan a la categoría de empresitas. Las camisetas “son” de los equipos, pero realmente son de la marca que las produce. Lo correcto sería ir a la tienda y, en vez de pedir la camiseta del Real Madrid, pedir la camiseta Adidas del Real Madrid. El tema se maneja por contratos de licencia de marca, es decir que una marca X le paga Y cantidad de plata a un club Z por poder vender ropa brandeada con su escudo y su nombre. Estos contratos se firman a varios años, la marca hace un importe fijo por la licencia y el club (apenas) recibe entre un 10% y un 15% de la venta por camiseta. Y ojo, el negocio gordo es para Nike, Adidas, o como se llame. En 2015 Adidas licenció la marca Manchester United por diez años a un precio de 75 millones de libras anuales (750 millones de libras) y con ello proyectó ganancias de 1,5 BILLONES de libras en ese mismo periodo. (Fuente: The Independent) Para los clubes, obvio, el tema de las camisetas es importante. El fee de la licencia y el variable por camiseta suman un ingreso importante, un billetal sin el que sería imposible sostener toda la estructura de costos asociados y salarios. Pero ese mito que se formó hace un tiempo —por allá en la época de Beckham al Real Madrid— de que los equipos recuperan lo que les costó un jugador apunta de camisetas es pura carreta. Pensemos en CR7 y su paso a la Juventus, que fue una animalada. En todo el 2016 la Juventus vendió 850.000 camisetas y solo en las 24 horas siguientes al fichaje de Cristiano ya había vendido 520.000, un monto estimado en 60 millones de euros. “Uy, ya pagaron la mitad de lo que les costó”, dijimos. ¡Parecemos bobos! 60 millones es lo que se vendió, pero de eso apenas una porción menor fue a las arcas del club. Si estimáramos que fue el 20% (que es alto), la Juve recibió 12 millones. La cifra es brutal desde donde se le mire, pero fue un boom atípico. En el Real Madrid, un club mucho más popular, se estima que Cristiano vendía 600.000 camisetas al año. Si nos fuéramos de osados y dijéramos que este año se van a vender el doble de las camisetas que se vendieron en las primeras 24 horas, la Juve llegaría a los 24 millones. Con el triple, la cifra ascendería a los 36 millones y sumándole a eso las 850.000 camisetas que se estima venderían entre todos los otros jugadores, apenas se llegaría a 55 millones, algo cercano a la mitad de los 112 que se pagaron por el jugador. Imagínese ahora cómo son las cuentas en el caso del PSG y Neymar, en el que dizque iban a recuperar los 222 millones en camisetas. Y eso que las cuentas que hicimos son más que alegres. Pues estaríamos hablando de casi dos millones y medio de camisetas vendidas, una cifra muy por encima de la del Manchester United, que es el club que más camisetas vende y no supera los dos millones. Sobre todo, es un grandísimo error suponer un efecto brutal de los nuevos fichajes sobre el consolidado total de las ventas. Lo que pasa generalmente es que el comprador, que ya tenía pensado comprar la camiseta, se decanta por el nombre del nuevo. Es decir, si antes iba a comprar la de Dybala, ahora compra la de Cristiano; muy poco probable es que pueda (o quiera) comprar las dos. A todo eso, en el caso puntual de CR7, y para hilar mucho más fino, podemos sumarle el hecho de que el man se mete 30 millones de euros por temporada y que esto representa el 40% del presupuesto que paga el club en salarios. Ni cerca están las camisetas… La única manera en la que un club pudiera recuperar la inversión sería montando una marca de ropa. Ingenuamente, como yo, usted habrá pensado que por qué no. “Los hinchas compran la camiseta porque es la de su equipo del alma, independientemente de la marca”. Hasta ahí todo bien. Pero Adidas y Nike no solo venden ropa y guayos, tienen complejas cadenas de distribución y logística, imponentes redes de mercadeo y un posicionamiento global llevan décadas consolidando. Sin ellos, las ventas no serían tan alegres. Si ven, los futboleros parecemos bobos.
La imagen de Ramón Jesurún, Presidente de la Colfútbol, lo dice todo. Con voz entrecortada y un tonito que me pareció arjoniano, cohelístico, impostado, el directivo revela que José Pékerman no seguirá dirigiendo la Selección Colombia. Sin embargo, añade que el cariño y el agradecimiento hacia su gestión vivirá por siempre. Mientras tanto, Pékerman, sentado al lado suyo, con risa sarcástica, rabiosa y, una rasquiña en el cuello, da a entender lo contrario. Por Álvaro Castellanos // @alvaro_caste Si me preguntan, al DT le hicieron tan mal ambiente que terminaron forzando su salida. Mejor dicho, le hicieron el cajón y después salieron a llorarlo. Como si a un oficinista destacado comenzaran a ponerle tachuelas sobre la silla del escritorio, y el oficinista aguantara y aguantara, pero a final de mes llegara a rendir su informe y lo recibieran con todas sus cositas dentro de una caja. Así le pasó a Pékerman. Quiso seguir, pero lo aburrieron. Más allá de su desempeño actual con la Selección, que hace rato no era el mejor, el problema con el DT argentino no fue sacarlo de la Selección, sino cómo lo hicieron. Con una doble moral más colombiana que el ciudadano 'de bien' que va a misa y al volver a la casa agarra a golpes a la esposa por quemar el arroz. Pareciera que 25 años después del 5-0 contra Argentina en Colombia estamos en las mismas. El 5 de septiembre de 1993, minutos antes de que la Selección de Maturana mandara al repechaje a Batistuta, Simeone y compañía, un avión de Aerolíneas Argentinas pasó apenas rozando sobre una tribuna del estadio de River Plate. Unos metros de diferencia cambiaron la tragedia por la celebración y la respectiva borrachera de millones de colombianos que, de repente, se sintieron campeones del mundo, apenas para anticipar el bochorno de la Selección en Estados Unidos 94. En la edición del 5-0 de la revista El Gráfico que, con portada negra y en letras mayúsculas amarillas tituló «¡VERGÜENZA!», aparece una pequeña mención a la historia del avión acompañada de tremenda foto que comprueba lo cerca que pasó de la tribuna Monumental de Núñez minutos previos del que resultó ser, no el mejor resultado del fútbol colombiano en su historia, sino el peor por todo lo que desencadenó meses y años después. «¿No vi a los colombianos en toda la noche y vos querés que vea un avión?», recuerda el delantero Ramón Medina Bello sobre este hecho que, por la catástrofe futbolera que vivieron los argentinos, pasó totalmente de agache. Dicen que recordar es vivir, pero con el 5-0 recordar es morir un poco. Colombia jugó una eliminatoria casi perfecta. Jugó un cuadrangular de ida y vuelta contra Paraguay, Perú y Argentina y sumó diez puntos en seis partidos producto de cuatro victorias, dos empates y cero derrotas. En épocas en que el mullet mantecoso y el bigote estaban de moda, la banda de Asprilla, El Tren Valencia, Valenciano, Valderrama y un jovencito Óscar Córdoba metieron 13 goles y sólo encajaron dos en contra. El relato mortuorio de Marcelo Araújo en la transmisión argentina del 5-0 era una antítesis sensacional al de William Vinasco y sus alaridos que, con cámara opuesta en la transmisión colombiana, se desgarraban por los goles de Rincón, Asprilla, Rincón, Asprilla y El Tren Valencia. Colombia pasó directamente al Mundial con el ego engordado y a mandó a Argentina al desprestigio de la repesca contra Australia. En nuestro país, detrás del 5-0, de la locura por ser favoritos a ganar el Mundial y del virreinato en Miss Universo de Paula Andrea Betancourt, el Gobierno de César Gaviria venía de clavarnos un inolvidable «apagón», que obligó a decretar un cambio de hora y a cortar la luz en todo el país, todos los días, durante casi un año: un hecho apenas anecdótico si lo comparamos con la monstruosa guerra entre los narcotraficantes y el Estado que despedazaba por ese entonces a Colombia. Fue una época tan sangrienta como trivializada hoy por series y películas gringas y colombianas. Atentados, masacres, carros-bombas, cientos de civiles asesinados y la muerte de Pablo Escobar matizaron un 1993 de solapada felicidad, por la pinchada a la arrogancia argentina en esa tarde-noche en la que Maradona no pudo hacer más que aplaudir a Colombia desde la platea del estadio, tras el peor baile futbolístico sufrido por los argentinos en su historia. Pero con el patrioterismo alborotado pensando en el Mundial, llegó la sal que comenzaba a cocinar el fracaso. Empezó desde la misma celebración del 5-0, con el festejo en el Monumental de dos delfines nefastos de nuestra política. Andrés Pastrana y Samuel Moreno (a la izquierda en el video) saltaban toteados de la dicha, muchos años antes de que irse a meserear y a estudiar periodismo deportivo a Buenos Aires se convirtiera en hábito de las juventudes colombianas. Lo recuerda el querido Bestiario del Balón en un video recuperado de algún casete de VHS. Este par de impresentables, que tiempo después jodieron a Colombia cada uno a su manera, fueron apenas un entremés de una cadena de infortunios que condujeron al peor desenlace. Meses después de esa victoria imposible, llegó para Colombia una secuencia de amistosos vendehúmo contra arrejuntados de poca monta, que sobredimensionaron las expectativas de los nuestros de levantar la Copa del mundo. Sin embargo, la peor mufa pre-Mundial llegó por cuenta de los publicistas, que se inventaron una tira cómica sobre un lagarto extraterrestre llamado Max Caimán, quien vino al Planeta a jugar un picado con la Selección Colombia para salvarnos del exterminio. A los creativos que salieron con esta idea se les debió quemar el cerebro. Los rivales, unos monstruos musculosos, llegaron a ganarnos 15-0, pero los colombianos, verracos y echaos pa’ lante, terminamos ganando el partido 21-20. Elevados a celebridades universales por salvar a la especie humana, la historia de Max Caimán sugiere inquietantes amoríos entre jugadores de la Selección con famosas del momento. Como el Chonto Herrera, que habría intimado con Claudia Schifer; y John Jairo Tréllez, con Madonna. Suena increíble, pero pasó. De este malogrado esperpento de la publicidad chibcha, quedó un álbum de laminitas, muñecos, lápices, botones y copitas de guaro que, junto a la predicción de Pelé de postularnos como favoritos a ganar el Mundial, y a nuestro maldito triunfalismo, hicieron lo suyo para labrar lo que sería un torneo nefasto en el que Rumania y Estados Unidos aterrizaron de jeta al equipo de Pacho, que terminó siendo el primer eliminado del Mundial, mientras que, de vuelta en el país del pre-uribismo, Ernesto Samper era elegido Presidente de la República financiado con plata de narcos. A propósito, según el portal especializado elcincocero.com, días antes del inicio del Mundial de EE.UU. los jugadores de la Selección aceptaron una cordial invitación a cenar por parte de los hermanos Rodríguez Orejuela a las afueras de Cali. Porque, claro. En esos años, el narcotráfico y el fútbol comían del mismo plato. Cualquier parecido con la actualidad es pura coincidencia. Esa cultura traqueta aún está vigente en toda Colombia y se manifiesta en el anhelo del dinero fácil, del chancuco y de que la ley debe aplicarle a todos menos a mí. Pero en 1993 se sentía con más fuerza y preparó un menjurje tan tóxico que llegó a costarle la vida a Andrés Escobar: el episodio más oscuro jamás vivido por el fútbol colombiano. Como si hiciera falta recordarlo, el defensa paisa trató de despejar un centro rastrero en el partido contra Estados Unidos jugado el 26 de junio en el Rose Bowl de Los Ángeles, y empujó el balón hacia el arco de un Óscar Córdoba que se había jugado al palo opuesto para cortar el pelotazo. Su autogol terminó de impulsar la eliminación colombiana y diez días después, en el parqueadero de un restaurante a las afueras de Medellín, Humberto Muñoz, chofer de los hermanos Gallón Henao, populares narcoparamilitares antioqueños, baleó a Escobar hiriéndolo de muerte. De las lecciones de colombianidad que deja el 5-0 del 5 de septiembre de 1993 podrían escribirse ensayos enteros. Crucificar a nuestros ídolos luego de glorificarlos. Pasar del extremo de la idolatría al extremo del desprecio. Descargar nuestros complejos y derrotas en figuras públicas. Hacer quedar mal al país en el resto del mundo. Ratificar el prejuicio internacional que tenemos los colombianos de mafiosos y violentos. Y deportivamente, embriagarnos de triunfalismo para tropezarnos de cara sobre nuestra soberbia. Subir como palmas y caer como cocos. Y aunque Colombia clasificó a Francia 98 con una versión envejecida de la generación dorada de Italia 90 y EE.UU. 94, luego tuvimos que esperar 16 años para volver a citas mundialistas y conformar un equipo de élite que, en resultados, mentalidad y profesionalismo, superó por mucho a los que dirigieron Maturana y Bolillo Gómez. A un día de cumplirse 25 años del espectacular y luego lamentable 5-0 sobre Argentina, José Néstor Pékerman, capitán del barco que más lejos ha llevado a Colombia en Mundiales de fútbol, luce indispuesto e impotente por su salida de la Selección: una empresa privada, pero de interés público, y que gracias a él terminó quinta en Brasil 2014 y novena en Rusia 2018. Tuvo que llegar un extranjero para llevar a la Selección al éxito porque con la chabacanería de los de acá no se pudo. En sus seis años como DT, Pékerman se blindó de los periodistas prehistóricos y trabajó con reserva y a su manera para que Colombia cosechara sus mejores resultados mundialistas. Pero gracias a la colombianidad de la doble moral hacia quien tanto sirvió para convertirnos en una potencia futbolera, Pékerman termina yéndose con bronca, con rabia y con una mueca que su aspecto de viejito apacible no logró disimular. De la despedida de Pékerman, se destacan seis frases. «Lamento todo el tiempo que han perdido hablando de muchas cosas, porque le han hecho mucho daño a la Selección». «Si uno quiere que las cosas vayan bien hay que trabajar juntos». «No empiezo a hablar con otras Selecciones. Mi asistente no atiende a nadie, porque le corto la mano». «La cantidad de barbaridades que han dicho, pocos países hacen esas cosas, la verdad es una decepción muy grande». «En este proceso perdí a mi madre, perdí a mi hermano y no pude verlo, no pude estar en esos momentos críticos». Y «cómo puedo estar pensando qué hacer, si yo no duermo desde que terminó el Mundial». No se diga más. Veinticinco años después, con Internet, tecnología, redes sociales, avances científicos, transformaciones culturales y numerosas luchas globales que abogan por la igualdad, en Colombia, un país todavía traqueto, desagradecido y mal gobernado en casi todas sus instituciones, podemos decir que cambiamos tanto que volvimos a ser los mismos.
En los últimos años, gracias a la globalización de nuestro fútbol y al éxito que nuestros mejores futbolistas han tenido en los mejores clubes de Europa, nos hemos malacostumbrado. Ver a James con la 10 del Real Madrid, a Cuadrado con la 7 de la Juve, al Tigre con la 9 del Atlético y a David Ospina con la roja del Arsenal nos ha hecho exacerbar nuestra tendencia natural al autoengaño. Este país —en el que de verdad pensamos que Shakira es un paradigma artístico; J Balvin, un poeta; y James, mejor de lo que fue Zidane— parece creer que el fútbol de élite le pertenece y que —¡por fin!— el mundo se dio cuenta de que somos una potencia imparable. Por: Juan Francisco García (@jfgarcia2809) // Hablaelbalón Por eso nos estrellamos, una y otra vez nos estrellamos. Por eso acá Marlos Moreno es el nuevo Asprilla, Roger Martínez el nuevo Falcao, Mina el Beckenbauer negro, Rodallega fue mejor que Messi y Juan Pablo Pino el nuevo Ronaldo. Esa adicción a inflar la realidad hasta distorsionarla la suelen pagar nuestros buenos muchachos que, llenos de presión, terminan fallando. Para celebrar la salida de Yerry Mina del Barcelona, que nos hace mirar la realidad a la cara y aceptar que no somos tan chachos, pues al final siempre será mejor vivir en la realidad que en el autoengaño, les quisimos compartir los fracasos más sonoros de los nuestros en los grandes clubes. Disfruten. Freddy Rincón y Edwin Congo en el Real Madrid En el 95, después de romperla en el Napoli (y antes de hacerse amigo del narcotráfico), Freddy Rincón llegó al Real Madrid, que por pedido de Jorge Valdano lo compró por 4 millones de euros. Fue el primero de los nuestros en fichar por la casa blanca… El delantero centro que, fuerte como un puma, se iba a cansar de sacarla de adentro. La cosa no fue exactamente así. Con Freddy llegaron los malos resultados, echaron a Valdano y su récord fue de un gol en 21 partidos. Sin cumplir un año vestido de blanco, el club le hizo saber que la puerta de salida era la misma por la que había entrado… En el verano del 99 el turno fue para Edwin Congo, que llegó al Madrid gracias a que hizo 30 goles con el Once Caldas, le hizo un gol maradoniano a River y, sobre todo, porque un niño hincha del club le escribió una carta a los directivos pidiéndoles su fichaje. Ese Madrid, ni más ni menos, era el de los Galácticos. Edwin perdió el pulso contra Anelka, Eto’o, Morientes y un tal Raúl González. Lo cedieron por ahí hasta que volvió, en el 2001, a chupar banca y ser feliz con su buen amigo Roberto Carlos… cuando se toma unos tragos puede decir que, sin jugar un solo partido, hizo parte del Madrid que ganó la novena Champions. El Tren Valencia en el Bayern y en el Atlético de Madrid La historia del Tren Valencia en el Bayern se ha hecho mito. Fieles a nuestro gusto por jugar con la realidad, solemos contar que Valencia la rompió en Alemania, que fue la envidia de todos y que allá, por el 93, hizo goles de todos los sabores y todos los colores. La verdad es otra. Aunque a diferencia de Rincón y de Congo, el Tren sí hizo goles, salió del equipo resistido por su individualismo, su irregularidad, sus continuas lesiones y sus fallos fáciles. Los tres millones de euros que el Bayern pagó por él no dieron los dividendos esperados y, apenas se acabó la temporada, Franz Beckenbauer lo limpió bien limpiado. Y entonces llegó al Atlético de Madrid, junto a Pachito Maturana. El Tren aprendió muy bien eso de “perder es ganar un poco” y, peleado con el gol, salió huyendo por su vida. ¿Que qué? Sí, en verdad: el presidente del club, Jesús Gil y Gil, cansado de su falta de gol e irregularidad, lo amenazó de muerte. Falcao en Inglaterra Meterse con el Tigre duele, pero su caso en Inglaterra no admite matiz o maquillaje. Jugando en inglés, Rada fracasó. Fracasó dos veces. La primera, cuando “recuperado” de la maldita lesión de ligamento cruzado que le jodió el Mundial de Brasil, llegó al Manchester United. En el Teatro de los Sueños el Tigre tuvo pesadillas, y bajo el mando militar del odioso Louis Van Gaal no solo jugó poco, casi mendigó goles —cuatro en 26 partidos—, sino que tuvo que aceptar, después de haberlo ganado todo, la humillación de entrenar y jugar con las reservas. Después pasó al Chelsea, en donde Mourinho lo reviviría. ¡Mentiras! Jugó doce pinches partidos e hizo un gol. Unito. Armero en el Milan Antes de salir en las páginas judiciales por pegarle a su mujer, Armero jugaba bien al fútbol y bailaba como nadie en el mundo. Más por lo segundo que por lo primero, después del Mundial de Brasil, el Milan lo fichó para ponerle color a su amarga historia reciente. ‘Miñía’ entendía algo de italiano, así que el plato estaba servido. Engaño. La expectativa lo mató y después de ocho flacos partidos, lo invitaron a dejar Italia. Su ejemplo le sirvió a Bacca, goleador frustrado, y a Cristian Zapata, hoy más banqueado que el diablo…
No cabe duda de que Andrés Iniesta es un crack. Tiene 34 títulos, incluyendo ligas, supercopas de España y Europa, Copa del Rey, Champions League, Mundial de Clubes y selección española. En abril pasado, Iniesta anunció su retiro del F.C. Barcelona para empezar una nueva etapa con el Vissel Kobe, de Japón. El Barcelona publicó un video en el que excompañeros de Iniesta: técnicos, antiguos rivales y estrellas de otros deportes lo describen. "Si quieres enseñar a los niños cómo se juega a fútbol, simplemente enséñales un vídeo de Andres Iniesta", dice el exfutbolista checo Pavel Nevdev. A propósito del golazo con el que debutó en el fútbol japonés, recordamos por qué es uno de nuestros jugadores favoritos. Es inspirador Iniesta ha sido abierto sobre la depresión que sufrió en 2009 y ha contribuido a visibilizar esta enfermedad que sufren millones de personas en el mundo. El libro Andrés Iniesta, la jugada de mi vida narra cómo logró sobrellevarla. La depresión no es chiste ni ganas de joder. Hay que hablar de ella. Es generoso En 2015 Iniesta donó una de sus camisetas para una subasta, cuyos fondos fueron destinados para los refugiados de Siria. Es sencillo A diferencia de otros jugadores que siempre quieren llamar la atención, Iniesta es tranquilo y no ha tenido mayores escándalos. Está casado desde 2012 y tiene 3 hijos. No es de los que permite que su ego afecte el juego. Es honesto Iniesta siempre ha sido un ejemplo de juego limpio. Desde su debut en 2003 no ha visto una tarjeta roja. En 2017 recibió el Premio Nacional del Deporte, de manos de la Reina Sofía, en reconocimiento a la práctica del juego limpio en toda su carrera. Es humilde En varias ocasiones ha declarado que no le interesa ser el mejor del mundo, simplemente ama lo que hace y ser feliz es su principal objetivo a la hora de jugar. Como él mismo dijo alguna vez, “el secreto es ser humilde”.
Ser popular en la era de Internet es un negocio con muchas aristas. Los ídolos del deporte ya no dependen únicamente de lo que ganan en sus clubes, o de la exposición que les dan en los medios para ganar contratos millonarios. Hacer lo que hace casi todo el mundo hoy por hoy, compartir su vida en las redes sociales, es para ellos una carrera paralela que les significa más billetes en sus cuentas. Instagram, una de las hijas de la compañía Facebook, es tal vez la red social que más exposición tiene entre los jóvenes. El mercado publicitario alrededor de medios sociales como este les tiene nombre a los personajes que postean imágenes promocionando productos: son influencers. Algunos, tienen una popularidad inexplicable y han construido su vida alrededor de postear, nada más. Otros hacen gracias y acumulan seguidores. A los deportistas, en cambio, les llegan solitos los followers. Eso, en cuentas alegres, por ejemplo, para los jugadores de fútbol es dinero contante y sonante. Según la cadena deportiva Fox Sports, estos son los diez deportistas que más plata cobran por ponerle un post a una marca. El primero en la lista no podría ser otro que el flamante nuevo fichaje de la Juventus, el arquetipo del sujeto que construyó su talento a punta de esfuerzo y ahora se puede desbordar en ego: Cristiano Ronaldo. Lo siguen un par de cracks como Neymar Jr. y Messi y el retirado David Beckham. Vea acá la lista completa:
Entre más miedo, más fallos; y entre más fallos, más miedo. ¿Es este el final de la carrera del arquero con el que bautizaron los traspiés bajo los tres palos? Por: Martín Lleras Jacobsen (@martinlleja) //Hablaelbalón Antes de ese 26 de mayo de 2018, Loris era un completo NN, un jugador del montón que habría pasado desapercibido en cualquier Transmilenio. Para entonces, nadie celebraba sus triunfos y, mucho menos, se burlaba de sus fracasos. Había tenido una buena temporada y el fútbol lo “premió” con una final de Champions. Real Madrid-Liverpool en Kiev, el partido de la vida, una noche especial para darse a conocer entre todos esos futboleros oportunistas que no saben cómo se llama el arquero del Liverpool, pero que ebrios apuñalarían a cualquiera por su amado Real Madrid, equipo al que apoyan “desde los tres años, güevón”. ¿En qué mierdas estaría pensando? ¿Qué diablos intentó a hacer? Ni idea. El hecho es que se mandó una macana histórica, y luego otra, que le costaron la final al Liverpool y su reputación, antes inexistente, al señor Karius. Todo fue caricaturesco y se intensificó aún más cuando 10 días después de la final, unos médicos gringos salieron a decir que sus errores habían sido resultado de una contusión cerebral producto de un “codazo” de Sergio Ramos, tres minutos antes de que el arquero le regalara el primer gol al Madrid. Una payasada. Pues así se hizo famoso, mucho más famoso de lo que se hubiera hecho descolgando cinco balones del ángulo, tapando tres penales, metiendo un gol de tiro libre y dándole el título a su equipo. Un momazo. En Wikipedia, incluso, se editó su biografía y se dijo que “había nacido sin manos”. Ni las lágrimas del arquero —ni su gesto de “perdón, perdón” a los hinchas, ni los casi dos minutos que estuvo botado en el piso sin que ningún compañero fuera a levantarlo— conmovieron a la horda de Niños Rata que se encarnizaron con él en redes sociales. El Mundial, pensó él, era la cortina de humo perfecta que taparía sus desgracias y enterraría su vergüenza. ¡Ja! Al segundo día, contra Portugal, De Gea emuló a Karius y otra vez se levantó la humareda. El @LorisKarius volvió a ser tendencia en Twitter y a partir de entonces cualquier error infantil de un arquero se conoce como un ‘Karius’. (“Juanito, ¿cómo te fue en el partido?”, “Mal, mamá, David se mandó un ‘Karius’ y perdimos”). En Wikipedia, esta vez, dijeron que David y Loris eran hermanos. Y bueno, todo eso nos trae hasta acá. El fin de semana pasado cometió dos errores, que hubiera podido cometer cualquier otro, en un partido amistoso intrascendente que, en otras circunstancias, no habría visto ni su mamá. Lo que pasa es que como ahora es el arquero más famoso del mundo, todos los morbosos y malintencionados están pendientes de sus movimientos. Y él lo sabe, y se pone nervioso, y entra en ese círculo vicioso que dispara el miedo a fallar. Se dice en psicología del deporte que la obsesión por no cometer errores afecta la concentración y la fluidez de las ejecuciones y que esto, claro, tiene un efecto contrario: entre más miedo, más fallos; y entre más fallos, más miedo; y así arranca un vórtex de ansiedad tan fuerte que es capaz de acabar carreras, y vidas. Algunos pocos lo han defendido. Iker Casillas pidió que lo dejaran en paz, posteó un vídeo con los peores ‘Karius’ de su carrera y recordó que los arqueros también son humanos. ‘Mo’ Salah le dijo que estuviera fuerte y que ignorara a los que odian. De resto, son más, muchos medios de comunicación y periodistas, los que se han valido de su desgracia para vender clics y sumar seguidores en las redes, esos estancos de pirañas carroñeras y extremadamente agresivas siempre a la espera de que algún moribundo caiga al agua. Entonces, tristemente, la cosa no pinta bien para Karius. El Liverpool acaba de pagar 72 millones de euros por Alisson Becker, la cifra más alta que se ha pagado en toda la historia por un arquero. Jürgen Klopp, a pesar de su cara de bonachón y su enfoque humanista (siempre apoyó al arquero), sabe que si quiere pensar en grande debe tener un portero grande y no uno que sea un manojo de nervios. Así de cruel es el fútbol… …Y más con los arqueros. “Cuando no sirves se olvidan de ti”, cuenta Víctor Valdés, el porterazo del Barça de Guadiola al que una inesperada lesión de rodilla lo mandó derecho al retiro. Al olvido. Y piensa uno también en Robert Enke, aquel arquero alemán, el favorito para tapar en Suráfrica 2010, que, víctima del miedo al fracaso, la presión y una depresión brutal, terminó lanzándose a las vías del tren. Y en Moacir Barbosa, el miserable, que por ser el mejor tapó contra Uruguay en 1950 y a partir de entonces, luego de la desgracia del Maracanzo, se convirtió en un paria en Brasil: “La pena máxima en Brasil por un delito es de treinta años, yo he cumplido condena durante toda mi vida”, dijo unos días antes de morir solo. Ánimo, Karius. Ser arquero nunca ha sido fácil. Nunca lo será.
Se acabó el Mundial y la tusa está jodida. Por eso, cual despechados, nos pusimos en la tarea de rescatar lo bonito y aceptar lo feo. Estas son las conclusiones que nos dejó Rusia 2018. Por: Martín Lleras Jacobsen (@martinlleja) // Hablaelbalón Que las máquinas nos van a conquistar Se lloró mucho por el tema del VAR y nos dejó calladitos. La tecnología hizo que el arbitraje fuera más justo y, aunque dejó claro que necesita mejoras y abrió nuevas discusiones, toca reconocer que fue un acierto grande. Lastimosamente, el peor arbitraje de toda la Copa fue el de Geiger en el Inglaterra-Colombia, pero, por favor, deje de ser tan colombiche y pare con el cuento chimbo de que nos robaron. Que las maldiciones sí existen Desde 2010 el campeón defensor ha caído eliminado en grupos. Esta vez fue Alemania. México ha caído eliminado siete veces seguidas en octavos y su verdugo nunca ha logrado ser campeón: Brasil. El Balón de Oro del Mundial no lo gana un jugador campeón del mundo desde 1998. Esta vez fue Modric, que perdió en la final. Lo de Suramérica es una gran falacia Nos creemos los muy chachos. Dizque tenemos la eliminatoria más jodida. Que Messi, que James, que bla bla bla. Pero miremos: el último campeón suramericano fue Brasil y toca volver hasta 1986 — o sea 32 años— para encontrar a un equipo suramericano diferente a Brasil que haya salido campeón. El mito vive de los brazukas y eso, porque hace rato no pasa nada con ellos. Que Guardiola ya pasó de moda Una manía esa de darle mérito a Guardiola por todo. España 2010: “Guardiola tuvo mucho que ver”. Alemania 2014: “Sin Guardiola esto no hubiera sido posible”. Y entonces todo el mundo dijo que, como Pep está entrenando en Inglaterra, los ingleses se lo iban a ganar. Y no. Chupen. Salió campeón un equipo anti-estético, físico, tacaño y contragolpeador. Allez les Bleus. Que Neymar es un meme Aunque no lo crea, el jugador que más se desvalorizó en Rusia 2018 no fue la ‘Roca’ Sánchez. A ‘Ney’ le fue peor. Llegó al Mundial como el llamado a devolverle la gloria a Brasil y se fue con más memes que goles. Sus exageraciones caricaturescas lo dejaron en ridículo y hoy se habla más de eso que del jugadorazo que es. Que los colombianos somos indomables en redes El Mundial no llevaba ni una semana y Colombia ya comenzaba a batir récords: el escándalo tonto del trago en los binóculos, un troglodita machista dándoselas del chistosito con unas japonesas y la ‘Epa Colombia’ bañándose en la fuente del Louvre… ¿Dónde nos escondemos? Que Messi es más frío que el hielo El talento de Lionel habla por sí solo. Con un balón en los pies es el mejor de todos. Pero… cuando no le llega redonda y toca poner un poco más, cuando toca poner “huevo y corazón”, Messi mira al piso y se desentiende. Los que lo defendían a muerte se tienen que tragar ese sapo. Que Modric es el prohombre Este es cliché, pero no por cliché podemos dejarlo por fuera. Luka fue la sensación del Mundial. Por su infancia trágica contaminada por las desventuras de la guerra, por su humildad, por su talento descomunal y por meter más que Kanté en esteroides, Modric fue el héroe de Rusia. Que Pékerman es amarrete Esta nos la habían dicho los argentinos, pero nos negábamos a creer; y duele porque al cucho lo amamos. Pero lo del partido con Inglaterra fue francamente tacaño. Nadie se acuerda de esto porque la prórroga y los penales lo taparon, pero con el 1-0 abajo, quedándonos por fuera, ‘Pek’ demoró el cambio de Mateus hasta el minuto 80 y metió a Muriel al 87. Que Inglaterra la tiene adentro Muy elegantes, muy “llegó la hora del té” y su acento refinado. Bah. Inglaterra, y en especial la prensa sensacionalista, se rajó. De principio a fin fue una nación arrogante, con una selección tacaña que subestimó a todos sus rivales y que terminó pagando el precio. De nosotros se burlaron por nuestra ya trillada y aburrida relación con la cocaína (de verdad, hace como 10 años dejó de ser chistoso o relevante) y a los croatas los ilustraron como si fueran unos zorrillos. Que Mina vuela alto Lo de Colombia en el Mundial fue todo menos satisfactorio. Colectivamente fuimos un desastre y estuvimos muy por debajo de lo mostrado en 2014. Si no fuera por el metro noventa y seis que mide este señor, habríamos muerto en grupos. Senegal nos superó e Inglaterra, con muy poco, también. Gracias, Yerry y agárrate, Real Madrid. Que Juanfer Quintero es el puto amo El “Gordito” se salió de la caja y demostró que, además de regguetonero, puede ser un pedazo de futbolista. Después de Mina, fue el mejor de Colombia y ahora dizque suena para el Real Madrid (Jua jua jua). Dolió ver lo solo que lo dejó Pékerman en el partido de la muerte. Él tenía el talento para reemplazar a James, el problema fue que no le dieron la confianza.
Hay casi un 40% menos de contenido sexual en las grandes películas que a principios del milenio. Esa fue la conclusión principal de un informe encargado por The Economist al analista de datos Stephen Follows. El informe recopiló datos sobre las 250 películas más taquilleras cada año desde 2000, y encontró que las películas estrenadas en 2023 tenían poco más del 60% del contenido erótico que normalmente se encontraba entre las 250 principales en 2000. Es decir, el contenido sexual en las películas se ha reducido en un 405. Por género cinematográfico, la caída fue más pronunciada en las películas de acción (una caída de aproximadamente el 70% durante el mismo período), mientras que las películas románticas registraron muchos menos cambios, con una caída de poco menos del 20%.Al mismo tiempo, el porcentaje de películas más taquilleras sin ningún contenido sexual aumentó significativamente, de aproximadamente el 18% en 2000 al 46% en 2023. "No sólo hay menos actos sexuales en la pantalla, sino que se concentran proporcionalmente en menos películas", dice Follows. ¿Por qué cada vez hay menos escenas de sexo en el cine?Follows sugiere una serie de posibles razones detrás del declive de la cantidad de escenas sexuales, incluidos cambios en los gustos de la audiencia con una "preferencia por contenido que evita los temas sexuales por completo o los maneja con más sutileza"; la preocupación de que las escenas de sexo puedan afectar el estreno mundial “dando lugar a clasificaciones de edad o censura más restrictivas, reduciendo así el alcance potencial de una película”; y la creciente influencia de los “coordinadores de intimidad”, que toman protagonismo después del #MeToo y la importancia de espacios ¿Qué son los coordinadores de intimidad?La coordinación de la intimidad es un campo relativamente nuevo y en crecimiento, de acuerdo con CBS News. La primera producción en contratar y acreditar a un coordinador de intimidad designado fue "he Deuce de HBO, protagonizada por James Franco y Maggie Gyllenhaal, que se estrenó en 2017 y describió la industria del porno en la ciudad de Nueva York de los años 70.Hoy hay más de 100 coordinadores de intimidad certificados que trabajan en sets de cine y televisión. Su salario está más o menos en línea con el de los coordinadores de especialistas, cuyas tarifas mínimas fija el sindicato son alrededor de 1.500 dólares por día. Ganan, en promedio, entre 60.000 y 90.000 dólares al año.
El mes pasado, el cantante de Orgy, Jay Gordon, contó haber escuchado que Linkin Park se podría reunir con una cantante femenina en lugar del fallecido Chester Bennington. Sin embargo, se echó para atrás con sus declaraciones luego que estas se volvieran virales. "Va a ser difícil sin Chester, pero ya veremos", dijo. "He oído que ahora tienen una cantante... Eso debería ser interesante", afirmó en el programa de radio Wired In The Empire.Aunque con mucha especulación al respecto, los fans comenzaron una conversación en redes sociales sobre el posible regreso de la icónica banda y sobre la pregunta más grande: ¿quién daría vida a las voces de Bennington?El 30 de abril Billboard afirmó en un artículo que Mike Shinoda, Brad Delson y Dave Farrel estarían pensando en incluir a una vocalista en la banda para honrar la memoria del ex cantante de Linkin Park. Según la nota, la agencia de reservas WME estaría aceptando ofertas para una posible gira de reunión y actuaciones como cabeza de cartel de algunos festivales. A los miembros de la banda se les uniría un cantante aún sin nombre, pero una fuente le dice a la publicación que "la banda espera encontrar una vocalista femenina".Los rumores llegaron hasta los oídos de la vocalista de Evanescence, Amy Lee, quien negó que ocuparía el lugar de Chester dentro de Linkin Park en el programa de radio canadiense iHeartRadio, en el cual también bromeó diciendo: "no me han contactado, pero eso es increíble. Deberían preguntarme sobre eso. No tengo mucho tiempo libre, pero podría hacerlo a tiempo parcial”.Los integrantes no se han pronunciado al respecto, únicamente Shinoda quien afirmó que“siempre circulan rumores. La gente siempre pregunta qué sigue para la banda, y la mejor respuesta que puedo darle a alguien es que cuando haya algo que decirles, se los diremos. Cuando haya que hacer un anuncio, será en LinkinPark.com. Si lo escuchan de otra persona, pueden confiar en esa información tanto como quieran”.**Lean acá Linkin Park: "El rock de ahora apesta,por eso hicimos música visceral y ruidosa"
Los detectives muertos, la nueva serie de Netflix y spin-off de The Sandman, se estrenó el 25 de abril del 2024. Esta historia está basada en el cómic de DC y en el universo de Neil Gaiman, una de las mentes más poderosas de ciencia ficción detrás de historias como The Sandman, Coraline y American Gods. La serie iba a ser originalmente de MAX pero, después de que la plataforma de streaming la rechazara (por no encajar en los nuevos planes de la compañía, Netflix compró los derechos para tener todo el universo del reconocido autor de ciencia ficción. Sin embargo, Netflix no le tenía mucha fe a este proyecto y por eso Los detectives muertos no tuvo una gran promoción y se concentró en otros estrenos como El caso de Asunta y Baby Reindeer. Muy pocos días después de su estreno, Los detectives muertos tiene una calificación de 7,6 en IMDb (casi igual de bien calificada como The Sandman que tiene 7,7) y un 92% en Rotten Tomatoes. Estas cifras demuestras que Netflix cometió un gran error al no confiar en la expansión del mundo de The Sandman y en la mente de Neil Gaiman. ¿De qué trata 'Los detectives muertos'?Edwin Payne (George Rexstrew) y Charles Rowland (Jayden Revri) son dos adolescentes, que nacieron en décadas diferentes, que se hicieron amigos después de su muerte. En su vida como fantasmas tienen una agencia de detectives y se dedican a resolver misterios y casos paranormales. A sus misiones se les une la médium Crystal (Kassius Nelson) y Niko (Yuyu Kitamura), su amiga del mundo de los vivos. Los cuatro deben enfrentarse a brujas malvadas y a la propia Muerte. Trailer de 'Los detectives muertos'¿Cómo se conecta 'Los detectives muertos' en el universo de Neil Gaiman? Tanto Edwin Payne como Charles Rowland aparecen por primera vez en el universo de Gaiman en la cuarta entrega de la colección de historietas, Sandman: Estación de Nieblas. También aparecieron en La Cruzada de los Niños y empezaron a tener cameos regularmente en los relatos de Neil Gaiman. Hablando específicamente de la línea narrativa, The Sandman y Los detectives muertos se cruzan en 1991 cuando Lucifer (Gwendoline Christie en la serie) renuncia y se abren las puertas del infierno. Cuando el reino queda sin gobernante, Dream (Tom Sturridge) conoce a Charles y a Edwin (una relación que sirve para la historia se conecte y muestre lo que sucede en la Tierra). Y es que, precisamente, con las puertas del infierno abiertas, Charles comienza a divagar en el internado donde murió hacía años y conoce a Edwin, un amigable fantasma que murió en la misma escuela. Lo que sigue después de eso, su amistad y la agencia de detectives, es lo que se cuenta en el spin-off. ***Les recomendamos: The Sandman: ¿Por qué su creador esperó más de 3 décadas para adaptar su historia?
Dread Mar I se presentará en el Movistar Arena de Bogotá este 6 de julio, como parte de su Tour Dread Mar I 2024. Las entradas están disponibles en Tuboleta y los precios oscilan entre 221.000 y 494.000 pesos. Con una larga trayectoria conocida en toda Latinoamérica que comenzó en Argentina, Dread Mar I ha sido una figura muy conocida en el reggae latinoamericano desde su debut solista en 2005 con el álbum "Jah guía". Su éxito Tú sin mí catapultó su carrera, llevándolo a los primeros lugares de las listas y a nominaciones de varios premios, incluyendo el Grammy Latino. La canción obtuvo el récord de canción de rock argentino más escuchada en Youtube, con 1000 millones de reproducciones hacia enero de 2021."Tú sin mí se volvió un súper hit, pero no me lo esperaba. En YouTube hay 30 millones de personas que vieron el video", dijo el artista en entrevista con El Clarín. Además de ser el primer artista de Reggae Rock argentino en dominar los mercados de Argentina, México y Brasil, Dread Mar I ha recibido numerosos reconocimientos, incluyendo el premio 'Quiero' al 'Mejor Video de Reggae' y el premio Gardel al 'Mejor Álbum de Reggae y Música Urbana'. Su capacidad para llenar estadios se confirmó cuando tocó frente a 100,000 personas en Mar del Plata, y sigue siendo uno de los artistas argentinos más escuchados en plataformas digitales.Los fanáticos pueden esperar una noche de algunos grandes éxitos como “Hoja en Blanco”, “Así fue” y “Nada”.
Duki llega por segunda vez a la capital del país con su A.D.A TOUR 2024 en el Movistar Arena, el próximo 4 de mayo. El argentino regresa a Bogotá y la encargada de abrir el concierto será la colombiana Nath. Duki es un rapero y compositor de 27 años. En el 2021 se posicionó como el artista argentino más escuchado en el mundo. Entre sus canciones más conocidas está Goteo (que se mantuvo 24 días en el puesto número 1 de Argentina) con más de 300 millones de reproducciones en Spotify, She Don´t Give Fo con más de 400 millones de escuchas y Marisola - Remix.Después de agotar dos conciertos en el River Plate en Argentina (con capacidad de más de 150.000 personas), ser el único artista del género en vender toda la boletería del Bernabeu Del Real Madrid y hacer sold out en menos de 24 horas en el Palacio de losDeportes en México, Duki vuelve a Bogotá para cantar en uno de los escenarios más reconocidos de la ciudad.¿Quién es Nath? Nath creció en Medellín, admirando a iconos de la música local, como J Balvin, Maluma y Karol G. Ha colaborado con artistas como Ryan Castro, Goyo, Pirlo, Blessed, Piso 21 entre otros.El coro de la iglesia fue el escenario en el que cantó por primera vez. La música la emocionaba, así como ver cantantes. A veces le costaba encontrar las palabras precisas para expresar sus emociones, pero en la música, que tenía que sonar y acompañarla hiciera lo que hiciera, encontró sentido.En las baladas románticas de Ricardo Montaner, Reik y Sin Bandera, de ahí la inflexión romántica de sus canciones hoy, y también en la escritura. Si las palabras la eludían, tomaba una hoja y un lápiz, escribía una carta, y todo se aclaraba. Así convencía a su mamá de que le devolviera su baraja de Yu-Gi-Oh!A partir de 2020, esas cartas encontraron un destinatario más grande. En el concierto de Karol G fueron cuarenta mil personas. Ese día cantó 'La culpa', una colaboración con Goyo al ritmo de lo que ella llama pop urbano; 'KLKNTOKI', una colaboración con el caleño Pirlo —del que dice que, a diferencia de la mayoría de hombres, respeta mucho a las mujeres—, que fue viral en TikTok antes de su publicación; 'Deseándote', con Ryan Castro, un apoyo constante en su carrera; y también 'Rikota', su último sencillo, dedicado a las mujeres, a su felicidad."Es una locura ver que otras personas canten y griten y lloren con lo hiciste, que se conecten contigo y te escriban para decirte que les salvaste la vida. Se siente el éxtasis máximo. En ese momento es cuando más cordura tienes que tener y los pies sobre la tierra pa’ no elevarte. Es una responsabilidad muy grande que llevo con mucho amor. Antes era un tabú cantarle a las mujeres. Llevo ya tres añitos mostrando que no tiene que ser un tabú, que tenemos derecho a enamorarnos de quien sea. Creo que he logrado diferenciarme un poco".