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Viejos jugando videojuegos de niños, niños masacrándose en títulos de viejos

Los videojuegos y cuando los papeles de los gamers se invierten.

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El poder adquisitivo, la nostalgia y la facilidad de consumir ciertos contenidos, ha llevado a que los gamers adultos anden más pendientes de los nuevos Pokemones que un niño de primaria. ¿A qué hora pasó esto?

Por: Alejandro Cifuentes // @Shigeru_San

La industria de los videojuegos nació en la década de los cuarenta; casi ocho décadas en los que la evolución ha sido impresionante no solo en contenidos y hardware sino en la forma que se juega, ya que hoy llevamos nuestros títulos favoritos en el bolsillo del pantalón.

Y en el punto en que estamos hoy, donde ya vamos por ocho generaciones de consolas, donde los dispositivos móviles con sus juegos casuales han involucrado mucho más a mujeres y niños en la comunidad gamer, y donde los eSports dan millones de dólares en premios, veo que los papeles de los gamers se han invertido. Me explico: FIFA existe para los amantes a los deportes, Call of Duty para los que prefieren juegos que requieren grandes reflejos y Silent Hill para los que disfrutan del terror a máxima escala. Ahí es donde se está dando el cambio caprichoso de los gamers, resulta que los contenidos se están jugando en su gran mayoría por el público para el que precisamente no fue creado.

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Si ustedes tienen más de 30 años puede que me den la razón; y, claro, si tienen 15 también. 

Los juegos más vendidos de la actualidad son títulos como Call of Duty, Grand Theft Auto, Battlefield o Forza, entre otros: juegos que casi en su totalidad tienen una clasificación ESRB, destinada para mayores de edad, por los contenidos que tratan y que casi siempre se centran en guerras o simplemente ofrecen la facilidad de poner al gamer en los pantalones de un maleante que va por la calle pateando y matando gente sin sentido. Pero estos juegos cada vez son más jugados por los más pequeños. Es muy posible que conozca niños que les piden a gritos que quieren jugar GTA, Call of Duty, Resident Evil o alguno de estos títulos no aptos para ellos. Yo no soy de los que piensan que si un niño juega el sangriento Manhunt saldrá a matar gente en su camino, como se ha dicho en muchas veces, pero si la clasificación para adultos está es por algo y debe respetarse. Ahí es donde entra la responsabilidad del adulto que acompaña al pequeño a hacer su mercado de videojuegos.

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Ahora, hay otro tipo de juegos como Pokémon, Animal Crossing, Skylanders y Disney Infinity o los casuales que abundan en dispositivos móviles que han sido concebidos principalmente para que los consuman los gamers más pequeños, por lo menos en el papel, pero resulta que estos son los que más juegan los adultos. Primero que todo porque no requieren de mucho tiempo para ser disfrutados; segundo porque, en el caso de las apps, se puede acceder a ellos casi de inmediato en celulares y tabletas; y tercero, por el poder adquisitivo, pues juegos como Skylanders o Disney Infinity además de costar 69 dólares, cuentan con figuras para ampliar la experiencia de juego por un valor de 55.000 pesos en promedio. Hay que resaltar esto porque estos juegos se venden igual o más que un Call of Duty, porque además del juego hay que comprar figuras para que interactúen en él. Una estadística dice que por cada Super Smash Bros., de Wii U, se han vendido aproximadamente siete amiibos (accesorios de almacenamiento externo de memoria que pueden interactuar con los juegos). (Leer además 'Toy to Life' y de cómo los gamers vamos camino a la quiebra)

Los amiibo se han convertido en accesorios comprados por adultos, tipos mayores de 30 años que andan pendientes de cuándo se van a lanzar el de Ryu o los que vengan de Pokémon. Un hobby para adultos que tienen el poder adquisitivo de meterle, en Colombia, 50.000 pesos a cada una de esas figuras. Gamers adultos no quieren ser Pikachu para derrotar a Mewtwo o ser Darth Vader para acabar con la Resistencia; acá prima la nostalgia, y con dinero disponible para comprar lo que más les gustaba en la infancia y que ahora está mejorado, van al centro comercial o a las tiendas virtuales a gastarse el sueldo en esos hobbies. 

Los hábitos de consumo han cambiado. Lo que es para adultos lo juegan los chicos y lo que es para niños lo jugamos cada vez más los viejos. La cosa seguirá siendo igual de acá en adelante, y precisamente eso es lo hermoso de los videojuegos. Brindan universos que enamoran y donde se puede hacer catarsis para acabar con un mal rato o el estrés. El debate está en si esto justifica que niños de once años estén disfrutando de contenidos ultraviolentos, pero eso ya es arena de otro costal.

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