Un grupo de usuarios de Reddit, uno de los foros más conocidos de Internet, se ha convertido en una verdadera amenaza para Wall Street. ¿La razón? Acciones de empresas como la tienda de videojuegos GameStop, la cadena de cines AMC o Blackberry están subiendo considerablemente de precio, lo que ha hecho que los grandes fondos de inversión pierdan miles de millones de dólares.Los usuarios del foro “Wall Street Bets" de Reddit llevan varios días comprando masivamente acciones en estas compañías, lo que ha hecho que su precio se dispare. GameStop alcanzó los 380 dólares por acción cuando hace una semana costaba unos 37. AMC alcanzó los 20 dólares cuando hace días se situaba en 3.Pero si suben los precios de las acciones, ¿Por qué los fondos de inversión de Wall Street están perdiendo plata? Esto se debe a una modalidad llamada "ventas en corto" (shorting, en inglés) en la que un fondo de inversión toma prestadas acciones de una empresa de otros inversores esperando que el precio de la acción caiga. El fondo vende las acciones en los mercados, espera hasta que el precio baje y las vuelve a comprar. Las acciones prestadas se devuelven al propietario original y el fondo obtiene una ganancia.En resumen: los fondos de inversión “le apostaron” a la pérdida de valor de acciones de estas compañías y perdieron dinero, pues no contaban con que el precio de estas acciones iba a subir a causa de la demanda creada por los usuarios de Reddit, y ahora deben “devolver” las acciones, pero sin el margen de ganancia, ya que el precio subió considerablemente. Cuando la demanda aumenta, el precio aumenta.Para los analistas, la movida de los usuarios de Reddit busca “trollear” a Wall Street, que representa a los más ricos del mundo. "Entre los muchos aspectos extraños de esta historia, lo que es muy inusual es la peculiar moralidad de vigilante de los compradores que hacen subir las acciones. Parecen empeñados en enfrentarse a Wall Street, parecen odiar los fondos de inversión y los mensajes están salpicados de insultos sobre el dinero de los 'baby boomers’”, declaró a BBC Mundo el analista Neil Wilson.El multimillonario Michael Burry, quien hizo una fortuna apostando contra la burbuja inmobiliaria, escribió que las acciones de GameStop son “poco naturales, insanas y peligrosas”, en un tuit hoy borrado.Si bien la Comisión de Bolsa y Valores podría investigar a los compradores, sería una verdadera pesadilla, según declaró en Bloomberg James Cox, profesor de la Universidad de Duke. “La pregunta es: ¿Dónde empieza la manipulación y dónde empieza el comprar según tus instintos y hablar de ello?”, dijo el experto.
En mayo de 2020 Netflix lanzó la película polaca Hater, que escaló a la lista de lo más visto en varios países y ganó el premio a Mejor largometraje internacional en el Tribeca Film Festival. La cinta retrata la plasticidad de los discursos políticos y muestra cómo las redes sociales producen simpatía, antipatía e incluso hostilidad frente a otros grupos. ¿Nuestro futuro político está en manos de las agencias de marketing digital? Por Juan Camilo Ospina Deaza y Valeria Sánchez Prieto Hater es una película que abre la caja negra de las estrategias de grupos extremistas en redes y nos interpela al plantear que, en el fondo, estas agencias están dispuestas a destruir la reputación de cualquiera por el mejor postor. La cinta es la continuación a otra película que su director, Jan Komasa, ya había producido en 2011. Su nombre era Suicide Room (Sala Samobójców) y hablaba de la tensión entre una cultura emo que hacia una apología al sufrimiento, los videojuegos y la fuerza que ejercía la psiquiatría por medicalizar a los adolescentes. No es necesario ver esta última para comprender Hater, de no ser porque Beata, uno de sus personajes, fue la madre del protagonista de Suicide Room. En Hater cambió la inquietud del director y la historia corrió por otro lado. Komasa nos habla desde un mundo en el que Internet es un actor central no solo en el desarrollo del mundo adolescente, sino también en la política. Ahora, antes de seguir, tenemos un anuncio importante: vienen los SPOILERS. ** Hater sigue la vida de Tomasz Giemza, un joven que fue expulsado de la escuela de leyes y que trata de llamar la atención de su crush de infancia, Gabi Krasucka. En este proceso Tomasz consigue un trabajo en una agencia de mercadeo en la que fue contratado para destruir la imagen de un político de izquierda llamado Paweł Rudnicki, quien, vaya casualidad, es apoyado por la familia de Gabi. El antihéroe se desliza hacia un inframundo digital lleno de supremacistas blancos e islamófobos y, luego de un largo trabajo que involucra edición de imágenes, convocar a manifestaciones, crear bots, noticias y perfiles falsos, logra orquestar un tiroteo que terminará con el asesinato de Rudnicki. En este punto (lamentamos el spoiler) es importante saber que el estreno de Hater tuvo que retrasarse porque su trama se acercó incómodamente a la vida real. En 2019, en un evento de caridad navideño, el alcalde liberal de Gdansk, Pawel Adamowicz, fue asesinado durante en público. Tal y como ocurrió luego de las manipulaciones de Tomasz en Hater, que culminan con un sangriento asesinato al político polaco ficticio, también llamado Pawel. 10 grandes series sobre política y poder Este último hecho debería mostrarnos que el centro de la película no es la historia de Tomasz, sino el ambiente en el que fue creada. Tal como puede verse por los edificios, la película transcurre en Varsovia, capital de Polonia. Un país que ha tenido una historia complicada debido, por un lado, a la ocupación e influencia cultural del nazismo; por el otro, al legado de los gobiernos comunistas. Esta tensión se revela en el extendido imaginario interno de una Polonia dividida e "incapaz de estar a la par de los otros países de Europa". Hoy en día con el apoyo de Trump a grupos extremistas en Estados Unidos, el auge de neonazis en lugares como Polonia y el fortalecimiento de la derecha en Latinoamérica podemos ver que Hater nos da luces para comprender un escenario más global. Las campañas políticas en Hater están salpicadas de propaganda maliciosa que busca el extremismo para llamar la atención. Aquí vemos claramente el bando de los supremacistas blancos, contrarios a la inmigración desde Medio Oriente. Y por otro lado el bando de los demócratas, que favorecen la inmigración y la integración con Europa. Un punto muy curioso de la película es que en el bando de “los buenos” se encuentra la elite que no permite que nadie fuera de su estricto círculo ingrese a sus cercanías. En este sentido, la película hace un gran trabajo al mostrarnos las interacciones locales como un espejo de la dinámica global. Tomasz, avergonzado de sus humildes orígenes, hace esfuerzos por acercarse y ser aceptado por la familia de Gabi, que pertenece a esta elite liberal. Es inevitable hacer paralelismos con la película Parasite cuando, en una de las primeras escenas, Tomasz escucha a la familia discutiendo sobre la cena que tuvieron: El desdén con el que lo miran solo se compara con el esfuerzo que él trata de hacer por ser aceptado. A pesar de que ellos como familia lo están apoyando económicamente para cursar sus estudios en derecho, los intentos que hace Tomasz por acercarse les parecen irrisorios. Con situaciones concretas la película muestra cómo esa elite mantiene al margen a quienes no pertenecen a su grupo. La familia de Gabi son intelectuales que pasan su vida asistiendo a la ópera, aramndo exposiciones artísticas y participando de reuniones sociales. De hecho, hasta organizan una exhibición para visibilizar el sufrimiento de los migrantes de África. La paradoja es hacer una exhibición de arte por los oprimidos en el África donde ellos no se ven por ninguna parte y pasar por alto el sufrimiento de los cercanos que desprecian o consideran idiotas. Aun cuando en sus palabras estas elites invitan al dialogo, se sienten muy cómodas en intelectualismos distantes de los que solo pueden participar personas como ellos. En este sentido, Tomasz aparece al inicio de la película como uno de los vulnerables, que aunque no se encuentra en una situación de miseria, solo tenía su lazo emocional con la familia. Para él, solo bastó un error (hacer plagio en un ensayo de la universidad) para que su proyecto de vida se fuera a la basura. Mientras tanto, Gabi, sin esforzarse y equivocándose mil veces, puede acceder a las mejores universidades y realizar pasantías en lugares como el MOMA. Más adelante, Tomasz dirá: “es la única forma de hacerlos escuchar. Ellos siempre miran con menosprecio a gente como nosotros. Nosotros somos víctimas de las circunstancias. Todo lo que toma es equivocarse una vez, y ya es suficiente, para ellos siempre serás un don nadie ¡Yo no soy un don nadie!”. Es en este contexto de frágil integración es donde el lenguaje del supremacista adquiere adeptos, aquellos que buscan desesperadamente un cambio de una sociedad que los excluye. Las campañas de marketing forman ideas simples que no buscan la grandilocuencia intelectual. Mientras las muestras artísticas de sensibilización solo pueden ser entendidas por las elites intelectuales, las campañas de redes sociales construyen sus mensajes para ser masivos y que las personas puedan interpretarlos como quieran. Es un lenguaje común en Internet que, como nos enseñó Cambridge Analytica, favorece imágenes impactantes y mensajes que produzcan emociones fuertes. Todo lo financian, desde luego, los grandes capitales. Hacia el final de la película Tomasz le dice indignado a un colega de la agencia: “No podemos servir a los competidores de nuestros clientes”. A lo que su colega responde: “Podemos hacer todo”. El capital no tiene ideología, género o religión. Para estas compañías no hay una gran diferencia entre acabar la reputación de una influenciadora fitness o direccionar las olas de odio contra un grupo político. Los lenguajes políticos en Internet están lo suficientemente estandarizados como para que sea posible repetirlos sin pensar o creer en ellos. Es ampliamente conocido que las redes sociales nos muestran contenido con el que simpatizamos, ¿cómo vamos a cuestionar el contenido que vemos si lo que recibimos es acorde con nuestra visión del mundo? Internet ya no aparece aquí como un reino separado del mundo o como realidad alternativa del tipo Matrix. El racismo, clasismo, xenofobia, homofobia, etc. se vuelven medibles. En el fondo, esta película es un llamado a la izquierda intelectual y clasista, preocupada por el dolor lejano pero ciega al cercano, a reconocer cómo ella es también cómplice de la exclusión y producción de los grupos extremistas. Es un ejercicio que desmonta el discurso que plantea que la causa de nuestros males es una amenaza externa, y nos muestra que son esas formas excluyentes de relacionarnos las que producen esos males. ¿Son nuestras emociones realmente nuestras? ¿Hasta qué punto se puede gestionar las emociones de los otros? ¿Por qué nos indignamos, de qué manera nos indignamos, contra qué nos indignamos?
En los 2000, las redes sociales llegaron para cambiar radicalmente nuestras vidas. Las usamos para distraernos, escuchar música, conseguir pareja, trabajo, hacer activismo, construir una identidad, entre muchas cosas más. Hoy pasamos buena parte de nuestros días viendo contenido de redes sociales, pero pocas veces nos preguntamos a qué precio. Estos 5 documentales disponibles en Netflix nos cuestionan sobre lo que vemos en las redes sociales y qué implica tener cuenta en ellas. El dilema de las redes sociales Un documental que hurga en un terreno incómodo: el control que ejercen sobre nosotros las grandes compañías tecnológicas. Es una mirada desde adentro a las consecuencias que están teniendo y que tendrán las sociedades que no le pongan freno al capitalismo de la información. ‘El dilema de las redes sociales’: 7 lecciones incómodas Fyre En Instagram se promocionaba Fyre, un festival con muchas celebridades, influencers, música y lujo. El problema es que resultó en un completo desastre en el que miles de personas resultaron estafadas y el único lugar en el que de verdad existió fue en Instagram. Fyre es una buena reflexión sobre lo que hay detrás de la perfección que vemos en redes sociales. El fraude de Fyre, el festival más exclusivo que nunca sucedió The American Meme Personajes que se hicieron conocidos gracias a las redes sociales muestran qué hay detrás de la fama y todo lo que hay que hacer para ganar likes y sobrellevar el reconocimiento que traen ellas. A los que quieren ser famosos en redes, algunos de los protagonistas del documental les harán pensarlo 2 veces. Nada es privado Documental que explica cómo Facebook ofreció a la consultora Cambridge Analytica datos de sus usuarios para cambiar su intención de voto en las elecciones del referendo por el Brexit en Inglaterra y las presidenciales en Estados Unidos en 2016. Nos deja pensando sobre los datos de nosotros que tienen las redes sociales y lo que son capaces de hacer con ellos. 9 pasos para proteger su información de Facebook y el mundo entero Follow Me Un cineasta quiere conocer más sobre el mundo de los influencers y recorre el mundo para aprender de este negocio. Actualmente, cerca de 700 millones de personas en el planeta tienen cuenta en Instagram, pero solo unas cuantas logran ganar dinero de ellas. Asri Bendacha explora qué hay detrás de los posts pagos en redes sociales y cómo ganar dinero en Instagram.
El dilema de las redes sociales es un documental de Netflix que hurga en un terreno incómodo: el control que ejercen sobre nosotros las grandes compañías tecnológicas. Un escueto drama en el que un adolescente que se vuelve adicto poco a poco a las redes sociales empujado por tres tipos que representan el algoritmo, se intercala con una serie de entrevistas reveladoras a personajes con información de primera mano: estudiosos y trabajadores de empresas como Twitter, Pinterest, Facebook y Google. Es una mirada desde adentro a las consecuencias que están teniendo y que tendrán las sociedades que no le pongan freno al capitalismo de la información. “Esta es la última generación de personas que sabrán cómo era la vida antes de la ilusión” ¿Cuál es el problema de las redes sociales? Esa es justamente la pregunta que trata de contestar el documental. Internet y sus expertos, que replican “fórmulas de éxito” sin rechistar, sin pensar, nos han hecho creer que la característica principal de esta era es la inmediatez. Pero nada más alejado de la realidad. Para hacer un análisis social de las consecuencias de Internet hay un factor ineludible: el tiempo. Internet es un invento reciente y tendrá que pasar una nueva generación para que sepamos con certeza cuáles han sido sus consecuencias. A medida que crecen las “Big Tech” crece la depresión y la adicción Por lo pronto, las proyecciones no son tan buenas. En El dilema de las redes sociales se acercan a datos dicientes. Desde 2010-2011, correlativamente con la época en la que creció el uso de Internet, aumentó un 62% el número de mujeres adolescentes que se hacían heridas a sí mismas con respecto a la década anterior. En preadolescentes aumentó 189%. Y el mismo patrón aplicó para los suicidios. A medida que las Big Tech crecen en su influencia, crecen los casos de adicción a dispositivos electrónicos o la depresión; nacen también nuevas enfermedades, como una mencionada en el documental, la “Dismorfía de Snapchat”: un trastorno relacionado con la distorsión entre la imagen real y la imagen atravesada por los filtros. Si bien vale la pena decir que el psicoanálisis nos ha enseñado que la imagen que nos construimos de sí mismos está atravesada por la mirada del Otro, lo que ha hecho Internet es amplificar la edición de sí mismo a niveles insospechados e inmanejables. Las posibilidades de cambiarse la imagen en Internet no están al alcance ni de los cirujanos de Michael Jackson. Eso, al parecer, está generando malestar en los jóvenes. La participación en Internet es una ilusión Tristan Harris, extrabajador de Google, adicto a su correo y presidente del Centro de tecnología humana, es la voz protagonista del documental. Cuando todavía trabajaba en Google, cuenta, hizo circular entre la compañía una presentación que era también un llamado para hacer menos adictivas las plataformas de la compañía. En aquel entonces todos hablaron de ello. Se discutió en varias reuniones. Al final, no pasó nada. El entusiasmo por “hacer algo” para solucionar aquel problema se desvaneció en el aire. Y su historia es paradigmática de las limitaciones de las buenas intenciones en Internet. En los ambientes especializados es común escuchar publicistas maravillados con el discurso de la interactividad, de la capacidad de “los usuarios” para “participar” en Internet. Tanto la “interactividad” como ese el invento posmoderno de capitalizar la “experiencia” son fetiches publicitarios sobrevalorados. Se utilizan como técnicas deseables para replicar en línea sin ningún reparo ético en la seguridad, la privacidad o la reflexión. Paradójicamente, lo que en apariencia es participar en la vida social (postear, compartir una opinión, retuitear, dar Me gusta, etc.), para las redes sociales es alimentar el algoritmo. Sumar información para que, cada vez más, el algoritmo nos complazca. En esa demanda de interacción y de información constante lo que en una semana fue importante la siguiente parece obsoleto. Habrá que participar en otra cosa para sentirse vigente. “Si no pagas por el producto, tú eres el producto” Según Cathy O Neil, científica de datos y autora del libro Weapons of math destruction, los algoritmos son “opiniones en código. No son objetivos. Están programados para una definición de éxito. Tienen un interés comercial. Nadie termina de entender muy bien cómo funcionan y cambian solos. Nos controlan más de lo que nosotros los controlamos”. Cada uno de nuestros pasos en línea está alimentando ese monstruo, haciéndolo cada vez más preciso e intuitivo. Hoy son muchas las plataformas que pelean por nuestra atención. Y al “interactuar” alimentamos sofisticadas máquinas de Inteligencia Artificial. Somos el producto porque los algoritmos saben cada vez más como obligarnos a hacer lo que quieren: “el producto es el cambio gradual que sufre tu conducta, lo que piensas, lo que haces, lo que eres”, cuenta Jaron Lanier, autor del libro 10 razones para eliminar tus redes sociales de inmediato. Las empresas en Internet venden seguridad, predicciones. Se necesita información. Hoy vivimos en el capitalismo de la vigilancia: un mercado que no existía y que se dedica exclusivamente al futuro humano. “Todos somos ratas de laboratorio” Empresas como Facebook construyen modelos que predicen nuestras acciones, como si fuéramos un muñeco vudú al que puyan para que interactúe. Y son nuestras acciones las que permiten la creación de ese modelo. Experimentan con nosotros todo el tiempo. Nos muestran y ocultan cosas para medir nuestras respuestas. Los feeds que vemos en nuestras redes sociales están programados en niveles muy profundos. Saben qué mostrarnos para que generemos hábitos inconscientes. En las grandes compañías “hay una disciplina llamada técnicas de crecimiento acelerado” con equipos de ingenieros que trabajan para “hackear la mente de la gente”. Tristan Harris explica que, a diferencia de herramientas como, por ejemplo, una bicicleta, que está ahí esperando para cuando necesitemos movilizarnos, las redes sociales se constituyen no como una herramienta. No esperan, sino que exigen cosas, demandan atención. “Las redes sociales no son una herramienta que espera ser usada, te seduce. Usa tu piscología en tu contra”. “La tecnología supera las debilidades humanas” Resulta curioso como la mayoría de los entrevistados en El dilema de las redes sociales coinciden en que, aun sabiendo cómo funcionan los trucos, somos vulnerables. Si la gente que diseñó las plataformas se vio atrapada por su adicción, ¿qué podemos esperar los demás? ¿Evolucionamos para saber lo que 100 personas piensan de nosotros? ¿Requerimos recompensas a corto plazo? Todos coinciden en que la estimulación que produce la aprobación en línea deja a los usuarios más vacíos y carentes que antes. Pero el problema trasciende al individuo. “La tecnología supera las debilidades humanas”, cuenta Tristan Harris. “Esa es la base de la adicción, la radicalización, la polarización. Eso es dominar la mente humana. Es el jaque mate a la humanidad”. Los casos de manipulación a través de Facebook son bien conocidos. Han incidido directamente en las elecciones de Estados Unidos, Brasil, Francia. Los brotes de teorías descabelladas sobre cualquier tema están relacionados con el hecho de que las ventanas que vemos no son iguales para todos, por eso a unos les parece probable que la tierra sea plana o que el coronavirus sea un invento. Al generar burbujas de satisfacción, con el tiempo, la gente tiene la idea de que todos están de acuerdo. Hasta que se encuentran con la realidad. Esa presión para elegir es una trampa. Es privarse de la presencia de un otro. Las guerras en redes sociales son como “guerras a control remoto”. Pueden usar legítimamente las plataformas para fines perversos. Si todos quieren su propia verdad no hay necesidad de que la gente interactúe. Se niega la discusión. Por eso en Internet parece tan importante debatir, acercar a las visiones radicalmente opuestas. Intentar llegar, de algún modo, a un consenso de lo verdadero. Se necesita un nuevo modelo de negocio e intervención de los gobiernos La Inteligencia Artificial no retrocede. Con el tiempo sabrá más y más de sus usuarios. Las compañías están atrapadas en el modelo de negocios que demanda más información. Por ello se necesita regulación, grabar la acumulación de información, como la acumulación de dinero. Y, como dice Jaron Lanier, necesitamos la crítica: “son las que mejoran las cosas. Los críticos son los optimistas de la verdad”.
En el mundo en el que vivimos las interacciones en redes sociales ocupan un porcentaje importante de nuestras vidas. Las fotos que publicamos en Instagram, lo que compartimos en Facebook o lo que escribimos en Twitter son, a ojos de los demás habitantes de ese mismo espacio digital, nuestra carta de presentación. Partiendo de esos pequeños detalles de nuestra vida que decidimos compartir, los otros pueden hacerse idea de nuestros gustos, hábitos y personalidades, y así mismo amarnos… u odiarnos. De ahí nace el término hater, con el que nos referimos a personas que siempre tienen una actitud negativa ante cualquier situación. La traducción literal al español sería “odiador”, sin embargo no es un término que se utilice. Los haters existen dentro y fuera de las pantallas, pero es en el ecosistema digital donde más fácil pueden expresarse. ¿Hay alguien que comente todas sus fotos diciéndole cosas feas? ¿Algún contacto en Facebook que refute cada una de sus publicaciones diciéndole que sus opiniones están equivocadas? ¿Un personaje que le mande indirectas en Twitter? ¿Todo lo comentan, todo lo critican, de todo reniegan? Les dejamos 10 canciones que pueden dedicarles a esos "odiadores" la próxima vez que pasen por sus perfiles a destilar odio. Aterciopelados - Haters Taylor Swift - Shake it off Gloria Trevi - Todos me miran Katy Perry - Roar Maná - Me vale Thalía - A quién le importa Los Prisioneros - Por qué no se van Britney Spears - Piece of me Bad Bunny - Me importa un carajo Demi Lovato - Sorry (not sorry)
Hay quienes se imaginan que en el futuro toda nuestra información y nuestra vida conducirán a la misma dirección web. ¿Qué tanto depende nuestra vida virtual de las gigantes norteamericanas como Facebook, Google o Amazon? Reflexiones sobre el monopolio informativo y el capitalismo de nuestra era. Por Ricardo Silva Ramírez La concentración de poder en las grandes plataformas virtuales plantea un problema para las empresas informativas locales. Lo que en un momento fueron pequeños negocios que empezaron en garajes o como proyectos universitarios son ahora gigantes que influyen en la política, la economía y la vida mundana de las personas. Casi todos con sede en Estados Unidos.Y como si de una pandemia se tratase, estas empresas se han propagado por todo el mundo y escapado al control inmediato de los gobiernos. En su creciente reconocimiento e influencia, poco a poco han logrado controlar el mercado virtual y hacerse con los millones de usuarios que los seguimos y utilizamos “voluntariamente”. En una interesante analogía con la elección democrática, en apariencia, usamos las plataformas de Facebook, Amazon, Apple o Google de manera consciente y con consentimiento. Pero es un consentimiento ilusorio que entraña la obligación de elegir entre las opciones típicas. Aceptamos sus términos y condiciones no porque los hayamos leído detenidamente y nos formemos una opinión racional al respecto, sino porque no hay otra opción.¿Entonces, por qué utilizarlos? Ante este panorama alguien podría preguntar ¿si no se está de acuerdo con los crecientes monopolios de plataformas informativas, entonces por qué no simplemente dejar de utilizarlas? Eso equivaldría a hacer caso omiso al problema de la producción de necesidades que pueden llegar a ser tan vitales como las biológicas. No utilizamos a los gigantes informativos porque nos obliguen: el núcleo del problema de la dominación es que, distinto a lo que se cree, no refiere a una imposición sino a un deseo asumido. El sujeto angustiado tras la muerte de Dios, ahora solo y sin tener a quién echarle la culpa por sus desgracias, acude a la última instancia que le queda para dar sentido a su existencia. Es eso a lo que se refiere uno de los padres de la sociología, Emile Durkheim, cuando dice que “la sociedad es Dios”: ante el problema antropológico de buscar una razón de ser, una justificación de la existencia humana, buscamos tranquilidad en la investidura de un título universitario, un permiso de producción, una tarjeta de identidad, una partida de nacimiento, un certificado de enfermedad y todos actos de nombramiento en los que interviene el Estado como autoridad que certifica la validez de los certificados de la existencia. Sin embargo, nuestro carné de identidad no tiene una foto elegida por nosotros, ni arreglos de Photoshop; no es posible cambiar nuestro nombre cada semana, no nos dice cuáles productos nos gustaría comprar. Internet sí. La vida en línea es lo que permite hoy al sujeto poner en juego y circulación la idea que tiene de sí mismo. El conglomerado de búsquedas, compras, likes, publicaciones, páginas seguidas, etc., posibilita una acomodación de la web al sujeto imaginado, una condensación de todos los gustos; abre la ventana hacia un mundo en el que todo lo displacentero puede quedar de lado, una acomodación de la realidad virtual al principio del placer. Pero ese ejercicio de desarrollo personal está muy lejos de ser libre. La creación de un universo de consumo personalizado, o mejor, de un espacio identitario de realización de la propia cultura y el juicio subjetivo, no es una obligación. ¿Quién se queja de consumir los productos que desea consumir y con los que se identifica? Si lo que está en juego es el intento de dar un significado a la propia persona, una unidad coherente al Yo, entonces ¿cómo renunciar a aquello que permite anudarse a lo más profundo de mi personalidad? Esto nos recuerda el hecho de que, a diferencia del siglo XX, cuando el actor histórico era el ciudadano, en el siglo XXI lo es el consumidor. Juan Carlos Eastman, profesor de historia en la Universidad Javeriana, afirma que “tras cientos de años de lucha por preservar aquello que nos es más íntimo, ahora lo entregamos voluntariamente”. Al borrar la frontera entre la vida privada y la pública, el sujeto de nuestro siglo no se define por su posición política, sino que ésta pasa a ser un elemento más de la serie de algoritmos. En una suerte de “interpasividad”, como diría Slavoj Žižek, el big data hace el trabajo que nosotros hemos empezado y adivina como nuestro mejor amigo lo que nos gustará consumir o ser a continuación. Lo que en nuestra experiencia directa se nos presenta como un consumo cómodo e intuitivo es, en el fondo, un ejercicio de control del que difícilmente nos vamos a poder escapar. ¿Internet gratis? Como siempre, esta realización del cielo en la tierra no deja de ser un invento terrenal. El universo virtual, cuya virtualidad justamente permite imaginar un mundo feliz ajeno a la sociedad, no existe sin el mercado. La creencia sublimada en el “internet gratuito” no sólo deja de lado la desigualdad de posibilidades de hacer uso de la red o de tener buenas condiciones de acceso; olvida, además, que todos pagamos indirectamente las grandes plataformas a través de la publicidad. Propagandas que adornan los extremos de nuestra pantalla, pop-ups que adivinan lo que vamos a comprar, venta de productos disfrazados de noticias, anuncios que interrumpen los videos o las aplicaciones, etc. Son sutiles y silenciosas manifestaciones de nuestro pago indirecto del internet, esto sin mencionar el gasto de aquello que nos es más propio: nuestro tiempo. Los competidores de los grandes monopolios digitales son comprados o llevados a la quiebra, permitiendo una ascendente cooptación del mercado y un aumento de la influencia y el poder de los gigantes informativos. Ejemplo de lo anterior son los casos de la compra de WhatsApp e Instagram por parte de Facebook, la copia a los servicios de Snapchat o la reciente instigación a Tik Tok (según The Wall Street Journal, quien se ha encargado de difundir el miedo a la plataforma china en Estados Unidos ha sido el mismísimo dueño de Facebook, Mark Zuckerberg). De hecho, hay quienes se imaginan para el futuro la existencia de una única empresa que maneje todo el servicio del internet, una especie de capítulo de Black Mirror en el que toda nuestra información, y nuestra vida conducen a la misma dirección web. Libres de toda competencia, las grandes plataformas digitales manejan los costos publicitarios y afectan el precio de los bienes y servicios que utilizan su publicidad, o sea todos. Aumenta el precio de los productos de sectores laborales con mayor cantidad de empleados, con pago de salarios, seguridad social e impuestos derivados, mientras que gigantes como Facebook, Google o Amazon reducen los eslabones de producción y se dan el lujo de poner las reglas al concentrar el dinero y la atención de millones de usuarios alrededor del mundo. La filantropía multimillonaria y el capitalismo soft Por su parte, los grandes multimillonarios, dueños de esas plataformas y proclamados filántropos, se presentan con gusto ante cualquier juicio y sospecha. Es conocido el caso de Mark Zuckerberg en abril del 2018 ante el senado de Estados Unidos por el escándalo de Cambridge Analytica. Sin entrar a discutir la polémica frente a la venta de datos de millones de personas, no deja de ser interesante la actitud del creador de Facebook al ser interrogado: un joven gracioso que genera empatía y risas en el público, que despliega todo su reconocimiento al convertir su juicio en una especie de espectáculo y asumir con una sonrisa que la plataforma cometió un error. El caso muestra con claridad la imagen del multimillonario de nuestra época. Contraria a la imagen del viejo gordo que sostiene en su mano llena de anillos un habano mientras jala los hilos de sus títeres de quienes extrae una ganancia total, vemos a un ser “altruista y preocupado” por el bien de la humanidad, donantes de millones de dólares, dueños de fundaciones de ayuda humanitaria, seres mesiánicos con todo tipo de consignas desinteresadas: “conectar a la gente del mundo”, “brindar información gratuita a todos”, “permitir productos a otros países”, “dar un espacio para el desarrollo de la personalidad”. En esta especie de “capitalismo soft”, la atención de los usuarios ignora las relaciones de producción y se desplaza hacia la personalidad, la moral, la figura misma de quien se presenta ante el público expectante de un espectáculo casi que cinematográfico. Es un refinado ejercicio de control emocional. Al quedar desdibujada la frontera entre la vida pública y privada lo que se produce es una extraña mezcla cuyo libreto es la exhibición de la personalidad ante el público. Referirse a las relaciones de producción, a las fronteras distintivas que presenta lo social, se vuelven cosas de mal gusto o son consideradas pesimistas. No importan los efectos de las políticas sino lo que se consume y la manera en que habla. No importa nuestro papel en la cadena de producción de capital, sino nuestra correcta personalidad. No importa la organización del trabajo sino el furor nacional. No hay muertos divididos por clases sociales sino estadísticas por países. Internet, terreno por excelencia de la fantasía, viene a condensar un mundo ya virtual en el que la peliculización de la sociedad se erige como un velo ante lo traumático de un mundo dividido
La excusa de muchos usuarios para usar Telegram y Snapchat era la opción que daban estas redes sociales para poder enviar mensajes e imágenes que se borran en un tiempo determinado y con las que no queda ningún registro. Pues Whatsapp ya no va a quedarse atrás y es posible que dentro de poco se active una actualización que permitirá a los usuarios poder enviar mensajes invisibles los cuales solo pueden decodificarse con la cámara del celular. Al parecer esto se realizará con una tecnología creada en la Universidad de Columbia llamada FontCode la cual permite esconder mensajes dentro de otro, como la vez que enviaron el punto negro que bloqueaba la pantalla, que en realidad era un mensaje encriptado (El circulo negro de Whatsapp que paraliza su teléfono). Lo que va a pasar al final es que alguien le envíe un mensaje cualquier y hasta que usted no active una aplicación específica no sabrá que existe un mensaje oculto. .
Tenemos que admitir que el nuevo negocio son las redes sociales y que entre más seguidores – reales- tenga más dinero u ofertas le pueden llegar. Aquí el problema radica en saber realmente cuánto puede valer un post en su Instagram y cuánto podría cobrar a las marcas que ofrecen cash y no Brand. No queremos desilusionarlo si los resultados no son lo que esperaba, recuerde que de poquito en poquito se va llenando el bolsillito… Crearon una página muy divertida: How Much Are Your Instagram Posts Worth en la que usted podrá poner su @ de Instagram y mirar el costo total de un post, uno solo en su time lime. Solo tiene que escribir su @ y esperar, la información le bota la cifra exacta en dólares. Solo haga la multiplicación o vaya a Google y convierta a pesos a ver cuántos billetes se puede ganar por una foto.
Estar en alguna red social nos hace fastidiosos, así sea para una persona, para muchas o inclusive para nosotros mismos. En esta época en la que todos son influenciadores y le hacen publicidad hasta las arepas de la esquina, se hace más tedioso visitar Instagram y sus derivados. Pero hay unos personajes que exceden todos os códigos de comportamiento, traspasan las fronteras de la intensidad y se vuelven insoportables incluso para los más pacientes. ¿Será usted uno de estos? ¿Hace parte de esa población que vive con el celular en la mano 24 horas del día? ¿Es de los que publica hasta las veces que va al baño? Con este test le ayudaremos a descifrar qué tan molesto es para sus seguidores. Ojalá no los aburra mucho.
Dicen que todo tiempo pasado fue mejor y también dicen que esta es la generación de la soltería. ¿Tendrá que ver una cosa con la otra? Pues al parecer desde que los celulares llegaron a nuestras manos, no solo la cabeza mantiene agachada, sino que además está llena de “videos” (suposiciones, imaginarios, inserte aquí la palabra con la que se sienta más identificado), gracias a los chulos azules, las fotos de “pareja” y el tema de qué tan pública puede ser una relación, llámese como se llame. ¿De cuándo acá todo se convirtió en un “si no hay publicación no hay amor”? Por: @JohanaArroyave Según un estudio de la revista científica Plos One desde que nos levantamos hasta que nos acostamos pasamos cerca de 5 horas pegados al celular y hacemos más de 85 clicks en cada aplicación. Sin embargo, cuando se tiene pareja la interacción con los teléfonos aumenta en un 15% y el nombre de esa persona se convierte en el primer resultado que arroja el motor de búsqueda de todas las redes sociales. En palabras sencillas: pasamos más del 20% de nuestro día revisando si hay wifi mientras esperamos que llegué cualquier notificación en alguna red, que el otro publique algo o lo peor (en algunos), esperando a que le publiquen algo. Lo cierto es que con estudios o sin estudios, está más que claro que todo este tema de las redes sociales se encargó de cagarse nuestras relaciones personales, pues como dice el refrán (ahora modificado por la tecnología), “entre cielo, tierra, Facebook, Twitter e Instagram y las otras 500 más que existen no hay nada oculto”. Estos son algunos ejemplos o mejor, preguntas que nos han hecho o hemos hecho y con las que nos dimos cuenta de cómo estas aplicaciones creadas para acortar distancias, se han encargado de alargarlas por algún like, fav, DM o tag mal puesto: ¿Sí está en línea por qué no me contesta? O ¿Por qué me dejó en visto?: todo era risas y diversión hasta que a Whatsapp se le ocurrió la grandísima idea de ponerle color a los chulos y no dejarnos ignorar tranquilamente a alguien. Ah, pero intente quitar los chulos azules a ver cómo le va. ¿Por qué no pone la relación en Facebook?: tal parece que para algunos la pruebita de amor ya no es el polvo, si no publicar con quién está saliendo y desde cuándo. ¿Por qué le dio like a esa foto, por qué siguió a esa persona?: más que una pregunta esto es una advertencia y de las peligrosas. No solo para el que puso el corazoncito, sino para el dueño de la foto, pues a partir de ahora va a tener un nuevo stalker, solo para corroborar si el coqueteo es mutuo, solo de una parte, continua con el tiempo o paró tras el aviso. ¿Por qué quitó nuestra foto de su perfil?: no importa el nivel de idilio que esté viviendo usted y su pareja, no importa si Romeo y Julieta comen chitos al lado del amor que sienten, si quita la foto de perfil es porque algo pasó, así no pase nada. ¿Por qué no responde los comentarios que le dejo en redes?: y entonces la biblia de las relaciones de pareja dice que si uno no contesta el comentario que le dejó la pareja en alguna foto, muro o DM, es porque está escondiendo la relación y a eso le llaman traición y se paga con sangre. ¿Quién es la/el que sale al lado suyo en la foto que lo etiquetaron?: párese donde se pare en la foto grupal, si no sale al lado de alguien de su mismo sexo (o del sexo opuesto si usted es gay) le van a preguntar quién es, por qué al lado, qué hacían y si su pareja no estaba en esa fiesta o reunión, el tema se puede alargar. ¿Quién es la/el que le deja esos comentarios en Facebook y lo llena de likes?: después de que alguien le escriba en el muro, le deje más de cuatro likes en algún lado o le comente la foto con algo y su pareja lo note, las vinculaciones sexo-romántica-afectivas-matrimoniales se convierten en el tema de la semana. ¿Por qué no me contesta el celular, por qué se fue directo a buzón?: no sé quién los inventó, pero como que los mandamientos de las relaciones dicen que si uno no contesta el celular, rechaza la llamada o el aparato se descargó casualmente, es que está haciendo algo malo. ¿Cuál es la contraseña de tu celular?: cuenta la leyenda que la última pareja que peleó por esto, dio más lora que los del sí y el no del plebiscito. ”Por qué me revisó el celular, eso es abusivo” – Por qué esta coqueteando con ese personaje, mal nacido- “pero por qué se atreve a invadir mi privacidad” - por qué me engaña de esa manera- (Bis x las veces que quiera y aguante). Igual, tenga la contraseña o no, siempre va a pensar que hay algo malo. ¿Por qué no publica fotos estando conmigo?: creo que en los mandamientos de las relaciones también decía que, si no hay publicación de foto con la pareja, no hay amor. Y tal parece que con la tecnología, las redes y todo este boroló de información, el mensaje que se tiene que dar es que a mayor número de publicaciones de fotos con la pareja, mayor es la felicidad. No sé si así intentan convencer al mundo o se intentan convencer ellos de su amor.
Juancho López: no soy rockero, soy rocanrolero es el documental que narra la vida de esta figura emblemática del rock colombiano, conocido por ser “el rockero más viejo de Colombia”. (Documental compelto más abajo)El equipo de Radiónica Medellín hizo una investigación de las rutinas, conciertos y sueños de Juancho, así como en la historia de la emblemática banda Los Yetis, clave en los inicios del rock colombiano. Después de años de trabajo, han logrado concretar una visión clara para plasmar esta crónica visual.El documental ofrece una mirada íntima a la vida cotidiana, la soledad y la nostalgia que rodea la vida de Juancho López, reconocido como el "Abuelo del rock colombiano" por su contribución fundamental al inicio del género en el país.“Ningún rockero colombiano debería perderse este documental, básicamente porque es la semilla, nuestra raíz, el inicio de nuestro rock, la forma en la que nosotros nos concebimos como rockeros colombianos", opina Diego Londoño, director del documental. "Pero no solo los rockeros, ninguna persona debería perderse las experiencias, la visión y la vida de este hombre que por supuesto ha transversalizado la cultura musical rockera de Colombia”, agrega. Los Yetis: banda pionera del rock colombiano Los Yetis nacen como trío vocal en 1965, fundadores son: el cantante y guitarrista Juan Nicolas Estela y los hermanos Juancho e Iván Darío López. En febrero del 66, invitados por la compañía discográfica Discos Fuentes, Los Yetis participan en la grabación de un long play: 14 impactos juveniles!, que tuvo gran éxito. Por eso el sello les pide grabar su primer LP, simplemente llamado Los Yetis. Tras su disco debut, llegaron Los Yetis Vol. 2, en 1967 y Olvídate, de 1968. El grupo se disolvió a finales de los 60, y en 2003se reúne de nuevo hasta 2005 con la participación de Darío Marín, Pedro Pablo Arias,Victor Hugo Acevedo, Jhon Cano, Juan Nicolás Estela y Juancho López, estos últimos, miembros fundadores del grupo.
La pelea Kendrick Lamar vs. Drake empezó hace casi una década. Se dijeron muchas cosas el uno al otro, pero en esa correspondencia de canciones entre los dos raperos salieron dos “argumentos” acusatorios que me generaron más ruido que los demás. Drake dijo que Kendrick era un abusador físico con su esposa, Whitney, en la canción ‘Family Matters’:"When you put your hands on your girlIs it self-defense 'cause she bigger than you?"Kendrick acusó a Drake (una noticia ya vieja) por buscar, cortejar y “amigarse” con menores de edad."Say, Drake, I hear you like 'em youngYou better not ever go to cell block one"No vamos a discutir cuál acusación puede ser más cierta que la otra o cuál aproximación fue peor. Ambas fueron desastrosas.No he visto a la industria, ni a los manes de mis redes sociales, tan preocupados por la violencia de género tanto como cuando dos hombres decidieron usarla para punzarse el uno al otro.Tampoco conocía ese afán por castigar la paternidad ausente. En Colombia se estima que el 40% de hogares se sostienen solo por una mujer, según cifras del DANE del 2022. Y ese número no causa tanto revuelo en línea.Traigo a Colombia y a los hombres a mi alrededor a colación, porque fue ese cinismo el que inspiró y le dio forma a este texto.Santiago Cembrano lo dice muy bien en su artículo: “aunque el rap es el campo en el que el dolor se vuelve entretenimiento, no se trata de que esos versos sean parte de un coro pegadizo.”Y si bien fue el beef de Kendrick y Drake el que agitó esto lo suficiente para empezar a cuestionarnos las formas de algo tan “tradicional” del hip hop como las tiraderas, el cuento va mucho más allá.La deuda la tiene toda la industria. Me parece interesante, por mantenerlo en términos amables, que las personas que estamos en la industria, o los que consumimos música sistemáticamente, le asignemos una cualidad transformadora a la música. Algunos, dicen, que la música les cambia la vida o la forma de ver el mundo.Pero esa responsabilidad que ponemos en la música, y en quienes la hacen, es una camiseta que se puede quitar o poner a nuestro antojo.¿Cuáles son los límites de la corrección política en el arte? Quién sabe, quizá no existen o deberían existir. Entendemos a la música como algo que puede transformarnos y, por eso, a veces, se le pide corrección política.Pero esto va más allá de lo que se le puede pedir o lo que no.No hay que confundir este reclamo con una “necesidad” de corrección política en el arte. Eso es otra conversación mucho más grande.Pero a mí, como mujer y como víctima, me hace ruido la atención fervorosa que recibieron las palabras de Kendrick y Drake: más que mostrar indignación por la(s) posible(s) mujer(es) violentada(s), la audiencia sintió emoción por los egos masculinos que fueron lastimados en el proceso.A los hombres les parece más urgente prestar atención a la violencia cuando se entrega en una cajita de entretenimiento entre estrellas del pop, no cuando le pasa a las mujeres que tienen al lado. O cuando las víctimas son las mujeres cuya música consumen.Hay streamers que reaccionan a gritos porque le “sacaron los trapitos” al otro, no porque detrás de esas barras, que los hacen alucinar de la emoción, puedan haber mujeres abusadas o violentadas; hay medios investigando a fondo lo que puede ser uno de los mejores diss de la historia del hip hop, pero no las acusaciones que, de ser ciertas, deberían tener consecuencias legales.Y ahí está la deuda: acusaciones de pedofilia y violencia intrafamiliar que se quedan en versos de canciones de rap, artistas con denuncias que siguen llenando estadios y mientras tanto mujeres artistas, como Megan Thee Stallion, que tienen que convencer al mundo que lo que pasó fue verdad.La violencia contra las mujeres indigna, o llama la atención, siempre y cuando entretenga. La espectacularización, más que gestionar esa violencia de cara a la reparación, la instrumentaliza para la monetización.Entonces, mientras la mayoría de casos quedan archivados porque se vencen los términos, mientras a las mujeres se les pide ser “la víctima perfecta” y tener todo tipo de pruebas, Twitter se enciende por un par de barras y nos condiciona, nuevamente, a ser únicamente cifras en aumento.
Alicia en el País de las Pesadillas se estrena en los cines del país este 16 de mayo. Esta es una versión tenebrosa y retorcida de las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas que lleva al público por un viaje inolvidable hacia lo más profundo de la oscuridad.Después de la trágica pérdida de sus padres, Alicia se ve obligada a mudarse con su tía Beth Crimisy a Wonderland, la imponente mansión familiar. Sin embargo, lo que comienza como una aparente escapatoria se convierte rápidamente en una pesadilla surrealista, cuando Alicia comienza a presenciar eventos cada vez más perturbadores y a encontrarse con figuras misteriosas que la arrastran hacia un mundo habitado por criaturas terroríficas y pesadillas insondables.Alicia en el País de las Pesadillas es una apuesta del director británico Richard John Taylor, conocido por trabajos previos que exploran los rincones más oscuros de la psique humana. En esta ocasión, Taylor se sumerge en el clásico de Lewis Carroll para ofrecer una experiencia que desafía los límites de la imaginación y sumerge al espectador en un mundo paralelo lleno de pesadillas y criaturas terroríficas.Esta adaptación cinematográfica no solo rinde homenaje al legado literario de Carroll, sino que también se une a una creciente tendencia de reinterpretaciones oscuras de cuentos clásicos.En un mundo donde las fronteras entre la realidad y la fantasía se desdibujan, Alicia en el País de las Pesadillas ofrece una visión perturbadora y visceral de un clásico atemporal.Alicia en el país de las maravillas: inspiración para terror Esta no es la primera adaptación de Alicia en tono de terror. En 2010 se estrenó Alice in Murderland. En esta historia, Alice Lewis, de veinte años, cumple 21 y está molesta por ello. Sus hermanas quieren animarla y deciden celebrar una fiesta de cumpleaños con temática de Alicia en el país de las maravillas en casa de Charlene Glass. Alice sabe que en el sótano de esa casa, su madre, Ann Lewis, fue brutalmente asesinada a machetazos por un asesino enmascarado 20 años antes. Las niñas establecieron la regla de que no se permitirán teléfonos celulares ni niños.Alice or the Last Escapade se estrenó en 1977 y está vagamente inspirada en la novela.
La 'Bichota' terminó su gira por Sudamérica con un último show en Brasil, sin embargo, la cantante paisa no llenó en São Paulo. Karol G estuvo en el país carioca el pasado diez de mayo y tras lo ocurrido compartió un mensaje en sus redes sociales.Aunque Karol G se ha convertido en una de las artistas más importantes a nivel mundial, y un referente en su género, no logró cerrar esta fase del tour con la asistencia que esperaba. Luego de su concierto en Brasil la artista detrás de canciones como 'Amargura' y 'TQG' hizo una reflexión en su cuenta de Instagram.“Es increíble como un día podemos tener un show de 60 mil personas y al otro uno de 13 mil y sentirse igual de lindo, igual de grande, igual de especial. La vida me sigue enseñando que nunca estamos en la cima de nada … por eso es mejor recordar de dónde vienes que creerte mucho en donde estas y así poder empezar de cero en cada lugar que sea necesario. Siempre hay un nuevo reto, nuevos desafíos, nuevos sueños por cumplir", se puede leer en su post.Así mismo habló del recorrido que ha hecho desde hace varios años para lograr que su música suene en otros países: "Hace 5 años estuve haciendo promoción de mi música en este pais y entendí que tenía que ir por partes , paso a paso, enfocarme primero en unos países, después en otros y así poder llevar mi mensaje a mi ritmo, sin afán, con mi música, en mi esencia y en los tiempos de Dios.", agregó.Finalmente, agradeció a las personas que fueron a verla en Sao Pablo y al país que, en sus palabras, la recibió y la hizo sentir especial. Este show fue el primer concierto oficial de Karol G en Brasil y el último de la gira por Latinoamérica de 'Mañana Será Bonito Tour'.La cantante regresará a tierras cariocas en septiembre para presentarse en Rock in Rio, un de los festivales más importantes del país.**Si son fanáticos de la bichoca les recomendamos leer: Karol G y las referencias en 'MAÑANA SERÁ BONITO' (Bichota Season), su último álbum.
Laüra Bonsai y Felinna Vallejo conforman Las Ninyas del Corro, una de las formaciones más interesantes de la nueva escuela del rap español. Nuestro colaborador Santiago Cembrano las visitó en su barrio para hablar con ellas y contarnos la historia de su álbum, Bitches in Business. ***—Es como ver follar a tus padres.El sol se derrama con placidez sobre la Plaça de la Vila, en Sant Adrià de Besòs: la periferia de Barcelona. Son las 7 de la tarde de un viernes de abril. En las terrazas no cabe nadie y el saltarín infantil está lleno: las risas y los gritos de júbilo llenan el aire. Una mujer antigua esquiva el partido de fútbol improvisado que atraviesa la plaza y se sienta con su esposo, que la espera en un banco, bajo la sombra de un árbol robusto. Él pone su mano sobre la rodilla de ella y observan a los vecinos que pasan.Laüra Bonsai es de aquí, de Sant Adrià. La rapera de 28 años está en casa, pero, entre sorbos de Cola-Cola, narra una experiencia extraña:—Es como ver follar a tus padres. Así es conocer la industria musical por dentro: "¡Buah! ¿Qué estoy viendo? ¿Cómo funciona esto?" Por eso queríamos explicarles a los demás que estar donde estamos no es lo que parece.Felinna Vallejo tiene 25 años y es de Bon Pastor, un barrio aledaño que se conecta con Sant Adrià a través de un puente, uno como el que está en el logo de Las Ninyas del Corro, el grupo que ambas conforman. Se presentaron como guerreras de ceño fruncido con Onna Bugeisha en 2021 y así construyeron una habitación propia con los códigos noventeros. Giraron por conciertos y festivales de toda España y así conocieron de contratos y adelantos, horarios y rutinas, el negocio que se escondía tras el sueño de la música. Bitches in Business de Las Ninyas del CorroDe esa experiencia, Las Ninyas del Corro hicieron su segundo álbum, Bitches in Business, publicado en marzo de 2024. Tres años después de su debut, agrietan la solemnidad con la que entraron a la cancha. Ahora se ríen más, y cuando escucha a su compañera, Felinna ríe de nuevo:—Cuando empezamos éramos dos chavalillas, había que imponer respeto. Ahora lo tomamos de otra forma, nos hemos dado cuenta de que podemos vacilar. Nos hemos atrevido, sin miedo de explorar. Me he sentido mucho más libre para decir lo que me de la gana sin censurar nada.Y tan libre. A las baterías violentas que Esse Delgado, productor del grupo y del disco, dispone en 'Las Meninas' Felinna les añade un guiño burlón que rompe el corset estricto. Luego de celebrar que ya no la agobian los kilos de más ni algunos rastros de acné, hace lo que en el debut habría sido inimaginable: "Me suda todo el coño, ni la acabo", rapea de salida, con la misma seguridad que la de Sabrina Ionescu cuando asiste sin mirar. Es un gesto de chulería que sintetiza el cambio de atmósfera entre ambos discos.—Antes estábamos más enfadadas. Pero no estábamos enfadadas, sino que entrabas así o no había manera de entrar —me explica Laüra—. Ahora hemos soltado, le hemos quitado importancia a muchas cosas. Nos hemos relajado.Los primeros temas que hicieron con la intención de crear un nuevo álbum rondaron el drumless, pero pensaron que podía aburrir al público de sus conciertos.—Nosotros hacemos todo el tiempo lo que queremos, pero también hay que pensar en lo que funciona. Vivimos esa dualidad todo el rato —explica Felinna, y yo pienso que esas consideraciones son las que hacen parte de un negocio.Un camp para hacer música en Vallirana, en el bajo Llobregat, las desconectó de las distracciones de la ciudad y puso los cimientos de lo que venía. Les gustó tanto el formato que lo repitieron en Tarragona y, luego, en Castellón, en el verano de 2023. Esse Delgado también ama el drumless; Sunday Truce, su colaboración con el madrileño Franco Carter, se sintoniza con texturas góspel y soul que se repiten sin prisa. Sin embargo, Bitches in Business, además del boom bap con el que empezaron, es hogar del repiqueteo de hi-hats y la energía ágil del trap, trap&B y sonidos que conversan con referentes contemporáneos como Kendrick Lamar, Tyler, The Creator, Pusha T, Travis Scott y Beyoncé. También caben el canto y los coros pegadizos, como en “Nasty Girl”, una canción que les enseñó que podían expresar su mensaje sin dejar de divertirse, sin quitarle naturalidad al proceso y el resultado.—Que tu madre te diga que le mola un tema tuyo, como 'Punto de partida', muestra que con los temas más melódicos Bitches in Busines ha podido llegar a más gente. Nuestros amigos lo están escuchando porque les gusta, y no porque somos sus amigas, como en Onna Bugeisha: eso mola —sentencia Laüra—. Incluso a nosotras un disco entero de boom bap nos aburre.***Bitches in Business de giraLas bocas se abren hacia lo alto en la primera fila de la Sala Apolo, y Felinna las bendice con un chorro de ron para que la fiesta siga. Es el 11 de mayo: inicio de la gira de Bitches in Business. Cientos de personas saltan y saltan y saltan y saltan con 'The Wave', un corte electrónico, impetuoso, y las sílabas se deslizan con habilidad de la boca de Laüra al micrófono. Quizás como resultado de conocer la industria por dentro, Laüra juega a la defensiva en varios momentos de Bitches in Business, como si se anticipara al rechazo de una escena que les recriminaría el nuevo estilo, que eran mejores antes.—Pensábamos que la gente del rap nos iba a odiar. Con el primero nadie te conoce, eres nueva. Toda la gente siempre nos ha dicho que el segundo disco es el más difícil. Era como Buah, este disco puede pasar desapercibido. Eso lo primero. Y lo segundo es que siempre te van a decir que molabas más antes: me pasó con Natos y Waor, los escuchaba antes. Pero es verdad que predijimos eso y no ha sido así. A la gente le ha gustado más de lo que pensábamos —me explica Laüra en Sant Adrià.Las Ninyas del Corro avanzan por caminos que C. Tangana, Recycled J y demás artistas que oxigenaron el rap español ayudaron a pavimentar. Del primero Laüra dice que es como un héroe, al infiltrar el pop para luego diversificarlo más allá de Alejandro Sanz y compañía. Desde Rosalía hasta Dellafuente, insiste, en el espectro de lo urbano están las claves de lo más interesante de la música en España. Por otro lado, Recycled era tildado de “maricón”, recuerda ella, por sus melodías y sus sentimientos: era un blandito, y por eso fue decisivo para que el paradigma cambiara y se abriera.De reivindicar lo más puro que salió de una Nueva York gélida a finales del siglo XX, Las Ninyas del Corro pasaron a celebrar a los que retaron, expandieron y reinterpretaron esa herencia en España. Bitches in Business es un álbum que dialoga con todas las posibilidades que han surgido en la última década, así como con sus artífices. Pero. Hay un gran pero.—Por suerte, tú preguntas por raperas de España y nuestro nombre se va a decir. Eso para nosotras es mucho, pero sigue faltando mucho, también. El caso de las mujeres siempre es más exigente y difícil —me dice Laüra, con voz cansada—. Todavía no es suficiente.—Solo hay pibes, yo estoy hasta el coño —la secunda Felinna, y lo repite, esta vez con mayor énfasis en cada palabra, masticando cada una, para que quede claro—. Solo. Hay. Pibes. Madre mía.Las Ninyas del Corro en la sala ApoloLa sala Apolo está llena, agitada. Laüra propone que, como no las invitan a nada, que las lleven a dirigir una sesión de cardio. Sigue cayendo ron como agua bendita, y ya no sé si es sudor esa humedad en la cara de una mujer que canta cada tema como si la hubiera escrito ella. Casi la mitad somos hombres, casi todos con la mano arriba con cada barra. Las Ninyas se refieren al público como “vosotras” y celebran lo guapas que están todas hoy. El punto de vista cambia y las mujeres, que suelen corear versos de manes para manes, quedan en el centro. La diferencia se nota. En el escenario, Laüra y Felinna no solo rapean con precisión y temple, sino que despliegan coreografías, codo a codo con dos bailarinas, que elevan cada tema. El punto de vista cambia, insisto, y yo lo agradezco tanto. Una bebé se eleva en los hombros de su padre y toda la sala le canta el feliz cumpleaños a la mamá de Felinna. Barbas salpimentadas conviven con la juventud. No cabe nadie más acá. Y cuando llega el momento de “Bagaje”, un break amenazante, Laüra cambia de óptica. Pasa a las barreras generacionales: "La vieja escuela desconsidera a la nueva, la nueva desprestigia a la nueva, qué pena".—Aprendimos mucho trabajando con LaBlackie. Ella vino, escribió y se tiró la letra de golpe. Envidio esa frescura —me había dicho Laüra esa vez en su barrio.Hay que ser exigente, pero también tener el coño de decir "Me gusta como queda y así lo tiro, porque me da igual". Eso es muy difícil que nos pase. Entonces sí, es una pena que los de antes no valoren a los nuevos, porque tienen mucho qué aprender de ellos.La canción se llama 'Deena, Snooki & Jwoww', un corrientazo que me estremece entero. Laüra y Felinna rapean juntas la estrofa de LaBlackie. El final, lo saben todas las presentes, va a estallar, y abren un círculo que se funde en una masa de carne y huesos: frenesí.—Rosalía no cantaría lo que canta si no hubiera estudiado el flamenco. Para transformarlo lo ha respetado. Se trata de respetar no solo a los que había antes que tú, sino a la música que estás haciendo —continúa el ensayo de Laüra—. Por eso también me apena que los nuevos no valoren a los que estaban. Estar informado es básico. No digo que el que está empezando tenga que saber todo, pero yo sí valoro que alguien investigue. Por eso me he sentido muy orgullosa y privilegiada cuando Elio Toffana nos invitó a su disco. La Laüra de hace diez años habría matado por una colabo con él, con Kase.O, con el Tote, con la Mala. Y ahora, cuando todo parece más fácil, sin importancia, agradezco que pase. Por respeto a mi historia y a mi trayectoria, ¿cómo no lo voy a hacer?—¡Y qué colabo! —tercia Felinna—. Yo lloré cuando el Elio nos la pasó, ya terminada. También es un tema de identidad, de sentirte dentro de la movida. Los que nos sentimos como parte del rap sentimos que es necesario entender de dónde viene.Otra forma de ver Bitches in Business: hay pesos muertos que no hay que cargar más en la mochila, y compromisos que estructuran lo que se ha hecho y lo que viene. El álbum se trata de identificar cuál es cuál.***Las Nunyas del Corro desde el barrio obreroLa pizzería, en una esquina de la Plaça de la Vila, se llama La Font. La mesera saluda a Laüra con confianza y la rapera le responde que quizás este verano deba pedir trabajo ahí, para ajustar las cuentas, llegar a fin de mes. La mesera, sonriente, le responde que qué va, que ella va a ser muy grande y me pregunta si estoy de acuerdo. Yo le digo que sí, que por eso estoy ahí. Laüra no está tan segura.—Joder, es que parece que es un momento guay para mí, pero a veces no me siento así —confiesa."Lo bueno de vivir en San Roque es que nadie roba en San Roque", rapea Laüra en 'Tridente dorado' sobre el barrio de Badalona en el que vive desde hace unos años, a un par de kilómetros de Sant Adría: uno de los más calientes de Cataluña, según titulares alarmistas de medios apocalípticos. Las Ninyas del Corro rapean desde el margen y muestran el revés de una Barcelona que opera como un parque temático de sí misma para los miles de turistas que llegan cada día. La conciencia de clase, una de las banderas que ondearon en Onna Bugeisha, sigue intacta. Se manifiesta, por ejemplo, cuando Laüra rapea, en 'Las Meninas', que en Barcelona o heredas o te las apañas. Ok, el turismo trae riqueza: ¿pero para quién?—No hemos crecido en Barcelona, sino en los barrios obreros que rodean a Barcelona —afirma Felinna.Este margen es tan geográfico como simbólico. En 'Las Meninas' Felinna se aleja tanto del lujo del barrio de Pedralbes como del centro de Barcelona donde solo hay guiris (turistas blancos) con axilas malolientes y pijos vestidos de Nude Project. Y una de las bombas llega cuando dice esto: La catalanidad de Las Ninyas del Corro es otro de los puntos de tensión: si a ella no la reconocen como catalana, me explica Felinna, pues que se jodan: ella tampoco lo llamará pan tumaca, sino pan con tomate. Laüra, por otra parte, reconoce reflejos de su caso en la historia reciente: cuando le dieron el premio Sant Jordi a Estopa, algunos catalanes protestaron porque cantaban en castellano.—Me da rabia ese elitismo, esa línea entre la burguesía y los catalanes de a pie —continúa Felinna—. Hacemos música en castellano, y por eso parece que no somos referentes en Cataluña. Pero somos raperas catalanas.—Se nota mucho el clasismo de la burguesía catalana —insiste Laüra—. Acá nosotras somos purria, escoria, como lo fueron hace tiempo los andaluces que venían aquí y supuestamente les quitaban el trabajo a los catalanes. Nuestras familias vienen de allí. Acá solo importa lo moderno, lo guay, lo fashion. Pero en este conflicto con la cultura, con la lengua, pueden existir distintas identidades además de la que se espera.El título de Bitches in Business salió en la recta final del proceso. Empezaron con una espíritu más tremendista, color azul oscuro, que plasmara su angustia. Al final eligieron un camino para sublimarla, hacerla divertida. El título es un guiño sarcástico a todo lo que han conseguido, a lo que aspiran, a todo lo que les falta y a cómo estas tres dimensiones se confunden. Un guiño que nos dice, ya lo decía Laüra, que las cosas no son lo que parecen.Felinna llegó a la entrevista luego de su primer día en un nuevo trabajo. Es temporal, me explica, para ajustar algunos números. Y Laüra, que rapea sobre cómo devuelve los trajes de diseñador que compra para un solo uso, me muestra sus manos. Sus dedos tienen marcas de pegante: esa mañana tuvo que pegar la etiqueta de un vestido para poder devolverlo.—Gitaneo, es lo que hay —admite.En ese banco de la otra esquina de la plaza todavía están él y ella, recostados en el amor silencioso y seguro que se sedimenta como la arena que cae al fondo del reloj de cristal. Antes de que nos levantemos y caminemos, yo hacia el metro —hacia el centro— y ellas hacia sus casas, acá cerca, Felinna reseña su propio álbum.—Eso es ser bitches in business —dice, entre risas—. Se trata de buscarse la vida.***¿Quieren leer más sobre rap en Español? En el camerino con Ill Pekeño y Ergo Pro