Cuando oigan decir que el show de Skrillex “es de otro mundo”, créanlo, no es una metáfora. Más allá de que aterrice sobre la tarima a bordo de una gigantesca nave espacial alienígena, de que dispare humo, láseres y cohetes de forma sincronizada con los beats y los drops, su acto se ha convertido en esa película de ciencia ficción que tanto le hacía falta a los sonidos alternativos de los últimos años. Antes que la gente considerara su sonido como el “heavy metal de la electrónica”, la industria conoció al DJ Skrillex como Sonny Moore, el flacuchento cantante de la banda Top 40 de scremo FromFirst To Last.
Pero sobre el final de la década pasada su debilidad por las maquinas lo enfrentó a cruzar el abismo hacia una carrera solista, con la que deseaba explorar los confines más sórdidos del dubstep, el brostep y el electrohouse. Y al final… cruzó. Al otro lado lo esperaban varios Grammy, una línea de colaboraciones oníricas (Korn, Kanye West, The Doors), giras multimillonarias y una nación de seguidores para los que es la estrella de rock más grande que existe, así ya no haga rock.
Track recomendado: Bangarang
Dónde stalkearlos: @Skrillex
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