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La nueva ola de realities románticos en Netflix: un coliseo romano en streaming

En vez de enfrentarse a leones, elefantes o las armas de otros gladiadores, los participantes de los nuevos realities románticos son asediados psicológicamente. Analizamos el impacto y nuestra fascinación por esta creciente oleada de realities de Netflix.

Too Hot to Handle temporada 1
Too Hot to Handle temporada 1, serie de Netflix.
// Sala de prensa Netflix.

El coliseo romano es quizás el antecedente más conocido de un tipo de espectáculo muy específico.

Uno que no era artístico, porque no expresaba la voluntad de ningún autor aunque tuviera maestros de ceremonias, planeación y diseño. Tampoco era un baile o un deporte, porque la violencia era la regla.

Era el teatro del sufrimiento humano, la fiesta terrible de la vulnerabilidad de la carne. Y es ahí, en la carne, donde sienten el dolor, el deseo o la humillación los participantes de un cierto tipo de realities muy populares hoy en servicios de streaming.

Son programas que comparten las características de lo que ocurría en el coliseo.

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Se distancian porque carecen de la violencia física, están llenos de escenarios idílicos y participantes hegemónicamente hermosos, pero se aproximan en el morbo que generan y en el rol simbólico que ocupan en nuestra sociedad.

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Hablamos de los realities sobre el erotismo, las relaciones de pareja, la seducción, sus implicaciones y sus juegos: Love is Blind, FBoy Island, Perfect Match, Too Hot To Handle, Amor Con Fianza, Deep Fake Love y demás.

Como todo producto cultural masivo, son comúnmente objeto de crítica. Pero lo que propongo acá es no pensar en las aristas obvias de la repetición de ciertos roles de género, la propagación de estándares de belleza imposibles o la romantización de los celos, sino pensarlos por lo que generan en nosotros y el cómo.

Ejemplos del subgénero abundan en la historia y su éxito es evidente. Basta con recordar a Jersey Shore. Pero la diferencia entre esos referentes y el fenómeno actual radica en que el diseño de los nuevos programas está empeñado en generar escenarios dramáticos con implicaciones psicológicamente impactantes. Hay casos de concursantes que lamentan las consecuencias de su participación.

Las condiciones de un gladiador/participante

En 2023 se hizo viral en Internet un caso ocurrido en Below Deck Down Under —que no es un reality romántico o de solteros—. Uno de los participantes fue detenido por los productores y expulsado porque se intentó meter desnudo a la cama de una participante que estaba allí inconsciente.

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Antes de eso se habían dado muchas denuncias en contra de las productoras por las condiciones de grabación. La inclusión de cláusulas de cancelación que acarrean multas altísimas en los contratos se convierten en camisa de fuerza para los participantes a pesar de la enfermedad o el malestar psicológico. 

Curiosamente, y aunque suele creerse lo contrario, ni los coliseos romanos reales hacían eso de prohibir la renuncia de los participantes.

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Si bien en los realities románticos no los están persiguiendo armados con garras o lanzas, las condiciones de grabación son desgastantes psicológicamente. 

Pensemos en los impactos sobre el ánimo que tienen las largas horas de filmación sin luz natural; la insistencia en brindarles alcohol y no darles comida ni continua ni regularmente; los “juegos” o desarrollos de la trama que son emocionalmente impactantes, entre otros.

Love is Blind
Love Is Blind, serie de televisión de Netflix.
// Netflix

Esto lo sabemos porque varios participantes han contado que, desde la publicación de los realities, han visto su vida afectada mucho más negativamente de lo previsto y han contado su historia.

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El caso más visible es el de Nick Thompson, de la segunda temporada de Love is Blind. Él creó la fundación UCAN para dar apoyo psicológico y jurídico a los afectados por los programas.

La motivación fue su propia experiencia, que se arriesgó a contar a pesar de las multas. Antes de firmar, era un empresario respetado en búsqueda del amor al que ofrecieron un dinero extra por participar en un juego de encontrar pareja. 

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Rápidamente, pasó a tener que grabar hasta 20 horas diarias, a menudo obligado a estar alcoholizado, siendo humillado más allá de lo consentido y restringido en su acceso al mundo exterior, su celular o sus documentos.

El pago, en retrospectiva, era inferior al salario mínimo legal por hora teniendo en cuenta la cantidad de horas grabadas.

Según cuenta, la mujer de la que se enamoró en el juego se enfermó durante el proceso.

Pero después de recibir una prueba negativa de COVID la obligaron a continuar.

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Y aunque se casó con ella gracias al programa, con su emisión se convirtió en el objeto de burla de las personas a su alrededor en el día a día. Perdió su credibilidad y luego su trabajo; después se divorciaron y le fue muy difícil ser aceptado en una nueva empresa.

Thompson asegura, además, que su historia no es la excepción, sino la regla.

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Los combates, las trampas y los jueces

Los realities sin premisas y juegos son como un tablero con fichas pero sin reglas ni objetivos, un monumento vacío en la mitad de Roma. Hay todo tipo de realities, pero, en los de pareja o romance, el arma es la seducción.

En aquellos que proponen escenarios en los que personas solteras van a encontrar el amor, la efectividad a la hora de convencer a potenciales cónyuges es la clave del juego.

Por su parte, los programas de parejas que ponen a prueba el compromiso que tienen el otro suelen separarlos para luego enfrentar a las partes a personas decididas a persuadirlos de que vuelvan a la soltería o dejen sus relaciones por ellos.

Deep Fake Love
Deep Fake Love
Deep Fake Love

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Too Hot to Hande y FBoy Island son en sí mismos una tercera categoría, pero el eje central también es la seducción. Se trata de juegos en los que compiten personas que suelen arruinar sus relaciones por ser demasiado promiscuas o impulsivas. Y, en ellos, deben domesticar esos instintos para ganar el mayor premio posible o pasar desapercibidos, pero la seducción de otros integrantes del casting es el obstáculo a evadir.

Decir que allí la seducción es “un arma” no es una mera licencia poética. La tensión de la seducción está atravesada por el daño a otro o a sí mismo en todos los casos, y la soltura resultante del alcohol que les dan ayuda a que las decisiones sean más audaces, arriesgadas e irreflexivas.

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Los resultados son diversos dependiendo de la premisa, pero en Love is Blind, por hablar de un reality de solteros, las personas tienen que ir hasta el altar con un relativo desconocido a quien deben pedir matrimonio sin siquiera haber visto en persona para luego, en la mayoría de casos, ser rechazadas frente a sus familias —y la audiencia global.

En casos como Amor Con Fianza cada jornada cierra con tres tareas: responder preguntas íntimas frente a una cámara con un tipo de polígrafo, escuchar las respuestas y el análisis del detector de mentiras a las preguntas que uno hizo a su pareja y, encima, ver videos de lo que está haciendo de su lado de la instancia: desde hablar de su relación abiertamente hasta tener sexo con terceros.

En Deep Fake Love van más allá. El programa se precia de ser uno de los primeros en emplear inteligencia artificial. Lo hace para crear deep fakes basados en las actividades de cada pareja con el fin de que su contraparte adivine si son reales los videos en los que aparentemente les son desde deshonestos hasta infieles.

En la primera ronda, ni siquiera le avisan a la audiencia de esa posibilidad. Los participantes, aparentemente, tampoco lo sospechan, así que de entrada son recibidos con sus pesadillas amorosas. A lo largo de los capítulos, las caras de terror solo empeoran.

“Are you not entertained?”

Hacia la mitad de la película Gladiador, el protagonista derriba a un oponente y grita hacia las gradas la célebre pregunta: “¿no están entretenidos?”. La respuesta es silenciosa y el silencio otorga.

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Si un participante de este tipo de realities rompiera así la cuarta pared, ¿cuál sería la respuesta?

Este tipo de programas son exitosos porque ocupan un lugar simbólico en nuestra cultura similar al de los circos del imperio: son un alivio al morbo que sentimos por ver la realización de lo grotesco.

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Me inclino a pensar que la respuesta no sería silenciosa, sino que habría viralidad y un vitoreo de “likes” simbólico, un éxtasis aún mayor que el que sentían en la antigua Roma porque, después de todo, a pocos nos han herido en combate, pero a todos nos han roto el corazón.

Los participantes de estos juegos son huecos: ninguna de las conversaciones que tienen son sobre algo más que la atracción o la inseguridad que sienten. Sus nombres propios y una mención superficial de sus gustos o sus trabajos son lo único que les da sustancia.

De resto, son personajes que asumen el escenario en la contradicción de estar exponiéndose ante el mundo pero solo con sus vulnerabilidades: un actor sin personaje.

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Por ello, hay que preguntarnos por los efectos de los realities sobre la vida de los participantes, así como por lo que representan el tipo de programa y el nivel de exposición de esos impulsos más íntimos. Pero, sobre todo, por nuestra fascinación ante el sufrimiento real que suele haber en los chismes, pero aumentado por coreografía y condiciones específicas hasta exacerbarse.

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