¿Estamos cumpliendo la promesa de Internet y se están construyendo comunidades digitales a punta de retos virales? Lo que inició como una noticia china, resultó ser una verdad global, que dio como resultado una cuarentena histórica que ha mutado nuestros espacios.
Por: Jorge Asmar
Internet surgió como un espacio de una sola vía, un lugar de información, un banco de conocimiento en el que era entrada, búsqueda y salida. Luego se convirtió en un lugar de exploración y comunicación.
El libro Netiquette de Virginia Shea publicado en 1994 contiene 10 reglas básicas de comportamiento en la red. Dice cosas como “Nunca olvide que la persona que lee el mensaje es otro ser humano con sentimientos que pueden ser lastimados” o “Adhiérase a los mismos estándares de comportamiento en línea que usted sigue en la vida real”. Son reglas que nos avisaban de lo que venía. Este espacio de interacción bilateral comenzaba a crear nuestro personaje digital, más conocido como avatar. Y su avance ha sido tan grande que ahora es un ser que vive 24/7, un perfil de red social que está activo siempre.
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Los grados de actividad de este ente virtual tienen como eje el régimen escópico (el acto de observar y querer ser observado). Y es que, a mayor tecnología, más personalización de nuestro avatar: es decir, mayor capacidad de moldear la forma en que queremos ser observados. Los celulares y las redes sociales han hecho de esto algo más fluido y creativo.
Las redes sociales, más que un lugar de distracción, se convirtieron en el reflejo de nuestro pensamiento; el alter ego traducido en lenguaje computacional que le brinda a nuestro yo de carne y hueso un valor moral y egocéntrico imposible de medir, lograr y alcanzar en el mundo real. En medio de eso nos tocó encerrarnos.
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La cuarentena significa para el mundo entrar en un estado de quietud, una pausa para las rutinas vitales, pero no para nuestro avatar, el mundo humano detuvo su rutina, pero el digital continua. The show must go on!
Sumergirnos en el encierro generó un cambio en los escenarios que usamos para nuestra comunicación digital, pero también para la distracción. Nuestros hogares son hoy el centro del universo porque nuestras redes sociales hacen de este lugar el ideal para crear conexiones, para simular la rutina.
La cuarentena nos mantiene conectados debido a la demanda de contenido, y los challenges (o retos virales) aparecen como una manera de crear comunidad, de ser más conocidos y pensar en un “si esa persona puede yo también, y hasta puede ser viral”, una competencia digital que nos mantiene unidos. La aprobación del Otro, materializada en likes y compartidos, o incluso el disenso, nos ata a “lo social”, por eso la distancia a la que nos debemos someter es solo física.
Sin embargo, por debajo de esas interacciones, podríamos enfrentar lo que Ezra Klein de Vox.com llama recesión social: “Una epidemia de soledad y aislamiento provocada por el virus la cual afectará especialmente a ciertos grupos: personas mayores, personas con discapacidad, personas que viven solas, pero todos nos sentiremos aislados hasta cierto punto, y mientras siga siendo imprudente reunirse en espacios físicos, necesitaremos crear espacios virtuales que nos puedan sostener”.
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Klein también indica que debemos tener un optimismo cauteloso, dadas las formas creativas que las personas ya están encontrando para mover sus sistemas de apoyo del mundo real al universo online. No todos quieren un challenge o participar del hashtag del día cuando a lo que se enfrentan es a una mañana desolada y un futuro desamparado de bienestar económico.
Todos estos factores podrían explicar, por ejemplo, porque pareciese que últimamente son más notorios los conflictos en Internet.
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También la crecida de los retos virales que consisten en hacer ruido mediático para encontrar y ver una comunidad conmovida por un hecho o una acción social (yo pienso igual ellos y ellos piensan igual que yo). Por ejemplo, arremangarse el pantalón o usar la mitad de nuestra foto de perfil con la cara de una persona de una comunidad indígena.
Comprender la diferencia entre realidad e interactividad digital nos ayuda a no convertirnos en lo Slavoj Zizek llama un sujeto interpasivo: alguien controlado por los sistemas en línea que deja de lado su trabajo emocional y aislado de la influencia de otros. Mientras las tecnologías digitales entierran lo social debajo de una simulación, el YO se atrofia, nos convierte en un cyborg animado por algoritmos que están fuera de nuestro control.
Los challenges, los retos virales, participar en una tendencia social creada para manifestarse en redes sociales nos ha obligado a pensar en formas de invertir nuestros espacios digitales para construir conexiones virtuales robustas, así como movilizarnos para apoyar a nuestras comunidades del mundo real en un tiempo de enorme necesidad.
Podemos y debemos usar la tecnología para enfrentar esta crisis para conocer gente con la cual comparto y no opinión, crear rutinas sociales constructivas, hacer desafíos que activen de forma positiva nuestro tiempo, usar este un challenge para mejorar nuestra empatía así sea (por ahora) a través de una pantalla táctil. Generar uno de los sueños prometidos de internet: comunidades digitales.
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