Fieles a su mensaje de resistencia y lucha, las 1280 Almas han creado un proyecto paralelo que revoluciona varias prácticas de la industria musical. La Coneja Ciega es el nombre de este grito de batalla.
Por: José “Pepe” Plata // @owai
Colombia comenzó a conocer el nombre de 1280 Almas en 1992. En aquella época un grupo de jóvenes tocaba en los bares alternativos de Bogotá y se les oía un grito de batalla y ánimo que decía: “¡Alegría!”. Los ánimos dieron para una primera grabación en casete que se lanzó en 1993 bajo el nombre de Háblame de Horror. La mítica cinta tuvo que ser reeditada y también fue presentada en disco compacto. Hoy sigue siendo indispensable para armar el rompecabezas del rock nacional.
De aquellos circuitos alternativos se pasó a una situación particular para la banda. Fueron parte de aquella apuesta por el rock nacional que hizo entonces el sello BMG. Entre 1994 y 1998, la banda presentó tres discos que fueron consumidos por la juventud de aquella época y que ya no están en el mercado. Justo en la época de la grabación de la segunda placa, La 22 (1996), la banda decide hacer una jugada maestra: grabar el disco de una banda amiga llamada Sagrada Escritura.
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Ese primer impulso implicó un riesgo como aliciente básico; hizo que la banda comenzara a ver la necesidad de armar un proyecto de difusión propio. El dinero no se tenía, pero las ganas de dejar algo sí. “Si no hubiéramos grabado a esa banda de un dinero que no teníamos, nadie se hubiera acordado de ella”, recuerda el bajista Juan Carlos Rojas de lo que hablaba con el vocalista Fernando del Castillo. El disco apareció, y al poco tiempo la banda se desintegró.
Luego de haber terminado esta etapa con una multinacional como BMG, las 1280 Almas han vivido un esplendor independiente que se ha visto manifestado en grabaciones sin presión alguna y con el desarrollo de un proyecto en el que la música y la autogestión son la esencia.
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Todo gracias al nacimiento de La Coneja Ciega que puede ser sello, puede ser productora o puede ser sala de ensayo y grabación. Pero, ante todo, es una propuesta de resistencia y creación.
Hacer y crear en donde casi no hay
“La Coneja Ciega existe como entidad legal; tiene todos los requisitos de una empresa y los documentos, pero no la vemos como eso”, es la respuesta que Juan Carlos da cuando se le pregunta por la naturaleza del proyecto. Eso hace que no se le dé prioridad al dinero como resultado del trabajo. Y además no se usa el dinero para llevarlo a bancos; todo tiene que ver con el esfuerzo y la gestión. Se hacen compras de equipos, se usan en actividades relacionadas con las salas o se ayudan a los grupos que allí llegan.
Ubicado en el barrio La Soledad, lo que se conoce como estudio, ha sido un logro que se cocinó por un buen tiempo. Hay espacio para grabar y ensayar, siendo un lugar equipado con consolas e instrumentos que son aprovechados por los que allí están.
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Fue en el 2004 cuando esto comenzó. Ya existían ciertas facilidades para tener estudios caseros, así que El Mono Sierra, guitarrista de las Almas, compró algunos equipos que sirvieron para mejorar las condiciones. Una noche de charla los hizo pensar en un nombre y, entre chistes, “La Coneja Ciega” surgió. “Antes estuvimos en Hormigaloca, un sello que tenía Gabriel García con el cual hicimos algunas cosas. Ahora Gabriel está tras eventos como el Estéreo Picnic. Este era nuestro tiempo para eso.” El primer lanzamiento fue Sangre Rebelde, un disco que mostraba a la banda ya en el nuevo milenio.
El trabajo que vino fue uno de mucha paciencia según comenta Juan: “mientras armábamos las cosas, aprendíamos aspectos de grabación o de manejo de espacios”. Un primer estudio operó a pocas cuadras de la ubicación actual (Carrera 21 # 37 - 60). Por allí ensayaron y grabaron varias bandas. El sello comenzó a tomar forma y de ese modo se reconectaron viejos amigos como Los Elefantes y llegaron otros como Nanook el último Esquimal.
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Los Elefantes en el Festival Coneja Ciega
La Coneja ha logrado desarrollar un camino que algunos podrían denominar lento, pero es el camino que escogieron y es el que han sabido aprovechar. Primero vino un lanzamiento propio: un DVD de grabaciones en vivo llamado Alegría por encima de la tristeza, luego algunos discos que están en el mercado o sencillos de artistas como La Mercosur o Los Elefantes. Pero también hay discos que se han grabado y no se han publicado: “este es un medio efímero. Las bandas pueden grabar y luego se terminan cuando el disco está listo.”
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Pero el gran paso adelante fue la creación de un festival llamado La Coneja Ciega. Un espacio de expresión en el cual la banda abrió una convocatoria nacional y a la que respondieron proyectos de todo tipo sonoro. Esto consolidó la propuesta. Ya no es solo un estudio o sello, también un evento que abre las puertas a todos aquellos que sientan esa empatía sonora y de espíritu de la creación musical. No es por y para el rock; aquí hay espacio para otros sonidos como el ska, jazz, la música colombiana, los sonidos electrónicos, el metal o hasta tendencias nuevas.
En sus dos ediciones (2013 y 2014) ha logrado presentar diferentes artistas y generar espacios que se han sabido aprovechar entre bandas, productores y agentes de la industria. Entre a la autogestión y la euforia, entre la necesidad y la resistencia, La Coneja Ciega puede ver qué es hacer obra y trabajar por la música nacional.
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Es cierto que los discos no se venden; pero son una necesidad y un reflejo de un momento. Los lanzamientos de La Coneja o los discos que allí se han grabado, son también un reflejo de este paso del tiempo con la creación. La siguiente avanzada será la apertura de una emisora que buscará ofrecer espacios de programación acorde con el espíritu de trabajo en estos años: uno en el que la iniciativa y el aprecio por la independencia y desarrollo colectivo está por encima de intereses monetarios o individuales. También la presentación del disco de Chimó Psicodélico, una interesante agrupación de Arauca que pronto dará a conocer su disco El paseo del llanero.
Las Almas ahora apadrinan, ayudan y asesoran artistas, pero no los enjaulan en contratos o prometen lo que no van a cumplir. Esto, en nuestros tiempos, es la manera de darle a la música un lugar que siempre merece.