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Las ridículas lecciones que nos deja el caso de la #UPBenFalda

Una vez más la sociedad demuestra que la culpa es de la víctima y pocas veces del victimario

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Foto: Luis Benavides // Cortesía: El Espectador

Esta semana, los estudiantes de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (UPB) fueron al campus en falda y se manifestaron en las redes sociales con el hashtag #UPBenfalda para protestar por una “sugerencia” de la Universidad.

Por: Juliana Abaúnza  // @julianaabaunza

Hace unos días, en el campus de la UPB, una estudiante fue agredida. Uno de sus compañeros le levantó la minifalda y la botaron al piso mientras otro grababa todo en su celular en un video que luego terminó viralizándose en redes sociales. Días después, de pura casualidad según la universidad, en la página web de la UPB fue publicado un artículo titulado “¿Cómo vestirse para ir a la Universidad?”, firmado por Comunicaciones Portal UPB y dirigido a los estudiantes, que contenía sugerencias de cómo vestirse en el campus. Algunos de los consejos eran “usar ropa discreta” porque “no hay nada más incómodo que distraer la atención de tus compañeros de clase y profesores, para eso te sugerimos evitar utilizar escotes profundos, faldas cortas o ropa muy ajustada al cuerpo”. Las reacciones de las estudiantes fueron inmediatas y el #UPBenFalda se empezó a regar por Twitter:

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La comunidad estudiantil, egresados de la Universidad y periodistas del país, manifestaron su descontento con el artículo y expresaron su enojo ante el hecho de que estas “sugerencias” de vestuario hubieran sido publicadas días después de que una estudiante que usaba minifalda fue agredida y grabada por sus compañeros. ¿Casualidad?

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Mientras tanto, la Universidad publicó un comunicado oficial en el que se disculpaban sin disculparse por el asunto. Para ellos, todo fue una malinterpretación.

Antes de que se acabara el día, muchas de las personas que participaban de la discusión en Twitter con #UPBenFalda decidieron que al día siguiente irían a la Universidad usando la infame prenda.

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El jueves 8 de febrero, por los pasillos, salones, escaleras, cafeterías y espacios al aire libre de la UPB caminaron estudiantes, mujeres y hombres, en falda.

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Este 9 de febrero la W Radio entrevistó al rector de la UPB, el padre Julio Jairo Ceballos, quien en media hora al aire volvió a decir algo más o menos parecido a lo que se había dicho en el comunicado oficial. Que la intención de ese artículo no fue irrespetar a las estudiantes, que el artículo no hacía parte de la legislación de la institución, que fue algo escrito por una señora de Comunicaciones que “de buena fe” quería aclarar dudas de estudiantes de primer semestre, que el artículo ya fue borrado del portal, que eran “solo unos tips”, como cuando lo invitan a uno a una fiesta y le dan el código de vestido.

Más que analizar la respuesta del rector, que fue la clásica “perdón si alguien se sintió mal, no fue nuestra intención, no hicimos nada malo”, lo que me interesa de esta situación es que nos permite hablar, una vez más, de cómo, como sociedad, supervisamos e intentamos controlar los cuerpos femeninos. Micromachismos como este, así haya sido comunicado de manera oficial o no por la Universidad, refuerzan estereotipos, creencias erróneas y perpetúan la cultura de echarle la culpa a la víctima siempre.

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Los códigos de vestuario no son malos en sí; pueden ser guías neutrales y claras, como cuando en una oficina dicen: “no se puede usar jean”, “todas las camisas deben ser de colores oscuros” o cualquier recomendación que aplique para los dos sexos. Pero cuando los códigos de vestir tienen un lenguaje sexista, o sea, que van dirigidos casi siempre solo a un género, no son neutrales y están inspirados por mitos y estereotipos que hacen daño, ahí llega el problema.  

“Sugerir” cosas solo a las mujeres nos envía el mensaje de que el cuerpo femenino es por naturaleza distractor, que el cuerpo de la mujer tiene algo intrínsecamente malo, que debe ser cubierto si queremos parecer decentes. Nos enseña que es más importante que haya un ambiente “sin distracciones” para los hombres, que el hecho de que estemos cómodas o nos expresemos. Les enseña a los hombres que si se comportan mal, pueden decir que “fue culpa de ella por no cubrirse”. Este tipo de mensajes, además de ser dañinos para las mujeres, son un insulto para los hombres, quienes son vistos como seres no racionales que no se pueden controlar.

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No voy a mentir, es agotador que estemos en el año 2018 y todavía tengamos que repetir cosas que para mí son lógicas, pero, una vez más, acá vamos: las universidades, las empresas, los colegios y la sociedad en general debería preocuparse más por enseñarles a los hombres a comportarse y a respetar a las mujeres, en lugar de enseñarnos a las mujeres a cubrirnos para ser respetadas. Tenemos que dejar de asumir que las mujeres somos responsables de los actos cometidos por los hombres.

Por ahora, espero que en la UPB este mierdero sirva para crear nuevos espacios y redes de apoyo en las que se pueda hablar de acoso. Que cuando un profesor le eche los perros a una estudiante, no nos preguntemos si ella tenía escote sino si el comportamiento del tipo estuvo bien. Y que la próxima vez que un estudiante acose a una compañera, no le digan a ella que deje de usar falda sino que lo sometan a él a un castigo. Porque lo realmente cómodo es poder vestirse como a uno se le dé la gana sin tener que preocuparse por lo que van a pensar los demás.  

 

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