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Petronio Álvarez, un 'corrinche' muy serio

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Del 11 al 17 de agosto en Cali se vive uno de los festivales más grandes de música en Colombia, máxima fiesta del litoral pacífico, el Petronio Álvarez (consulte la programación)..

Por: Julia Díaz Santa // @radioamalia_ // Foto: Archivo Shock - Ximena Vásquez.

Lo que experimenta el cuerpo bocarriba abandonado sobre un mar crespo de olas es quizás la sensación que más se acerca a lo que se siente cuando los conjuntos de música del pacífico y su público entran en comunión. Tal vez alguna cosa misteriosa que vive en los palos de chonta o en los cobres de la chispeante chirimía, propicia esa especie de vaivén o trance que a veces sucede y que no necesita, en muchos casos, ni siquiera de viche.

¿Qué palabra sirve para nombrar tal ondeo? Quizás no exista o no la conocemos.  Lo que sí se sabe es que ese meneo de gente puede ser tan recio que cuando entra a las casas de madera, palafitos allá en el litoral, las mece con tanta fuerza que las hace venir abajo.  “Esta casa que yo hice, pasando tanto trabajo…”.

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La primera vez que experimenté esa fuerza de agua dulce y de mar que mueve los cuerpos y los ánimos con tal desahogo fue hace trece años, 2001, en el Festival Petronio Álvarez. En ese entonces la fiesta ya contaba con cinco de vida y era grande pero aún muy íntima.

Poco se hablaba en los medios de Cali sobre ella y no se mencionaba ni tímidamente en los medios nacionales. Además, sólo asistían las orquestas y los conjuntos musicales de marimba y chirimía con sus comitivas y familias, la mayoría de Cali o provenientes de los cuatro departamentos del Pacífico, de sus pueblos más recónditos y de sus ciudades.

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Valga recordar que llegué porque el Grupo Bámbara Urbana,  que después pasaría a llamarse la Mojarra Eléctrica, se presentaba en la categoría libre. Era un grupo de jóvenes universitarios de Cali y Bogotá principalmente, al que pertenecían, entre otros, Esteban Copete, el nieto de Petronio Álvarez, director hoy del Kinteto Pacífico y Jayer Torres, hijo del Maestro Gualajo, liderados  por el entonces muchacho Jacobo Vélez, hoy director musical de La Mambanegra. Ellos siguieron la “extraña” aventura  como jóvenes, de estudiar esa música y participar con una propuesta urbana en un Festival para las comunidades afro.

“A mí me gusta que me digan negra, no afro. Yo no me ofendo cuando me dicen negra, para mí es un orgullo”, dijo hace unos días la maestra Maura de Caldas en el conversatorio: La cultura del Pacífico en Cali: Ayer y hoy, que tuvo lugar en la Universidad Javeriana de Cali hace pocos días.

Entonces, por ellos fui a dar allá y después esperaba cada año el puente de agosto como quien espera la nochebuena, mientras veía como empezaban a llegar paulatinamente visitantes de otras regiones de Colombia y del mundo, de toda la gama de pálidos, fascinados por la riqueza de sabores, colores, sonidos y formas.

En esa época, la mayoría de personas de mi entorno me preguntaban con asombro ¿Por qué vas a ese festival? No sabían de lo que se perdían. Bueno, ahora lo saben pues el crecimiento que ha tenido en los últimos años ha sido tan vertiginoso que creo poder decir que no hay nadie que no lo comente en Cali y además tiene un considerable cubrimiento de medios nacionales e internacionales.

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Bello puerto del mar…

Vamos en esto: el Festival Petronio Álvarez no es sólo  una ancha corriente que arrastra su paso un sentimiento hondo y profundo de un pueblo, sino que es un fenómeno que permite repensar la ciudad y la región, sus retos, sus riquezas y como no, sus muchas carencias.

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“El Festival finalmente se ha masificado, pienso que eso no lo puede parar nadie, además es como tal un momento del año en el que todo lo que está reprimido de la cultura pacífica sale de golpe y es maravilloso. Sin embargo, falta mucho, hay que darle un verdadero sentido si de valorar esta riqueza musical se trata. Hacen falta procesos pedagógicos, investigación, cosas que vayan mucho más allá de la sola fiesta. Aunque siempre se han hecho intentos, creo que sobretodo el estado aún no ha entendido muchas cosas”, señala el maestro Hugo Candelario, director del grupo Bahía, quien junto al antropólogo e historiador Germán Patiño, considerado el padre del Festival o  Juana Francisca Álvarez Arboleda, hija de Petronio Álvarez,  entre otros, hicieron posible que el festival exista.

Hito de la cultura popular, esta fiesta no sólo nos remite a lo manual o tradicional sino que cada vez más se entremezcla con los medios masivos y otras formas de vida urbana. Y por eso ofrece un enorme reto desde todos los campos como espacio fértil para el análisis de la estructura compleja de los procesos culturales.

“Al Petronio le debemos mucho, por este festival se ha conocido nuestra música y nuestra cultura en otros escenarios. La gente blanca ya siente la música del pacífico y cuando van a los conciertos se le sale el poquito de sangre negra que llevan. Eso es muy bonito, porque hay hermandad”, dice con picardía la maestra Maura, quien guarda memorias infinitas de los aromas y sabores de su tierra.

Ella, entre risas y con mucho ingenio, también narra historias del racismo que ha sido imperante en Cali y que negó tanto tiempo la riqueza de su pueblo, curiosamente una ciudad en donde hoy más del 60 % de habitantes es de origen afro, o negro como le gusta decir a ella.

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La misma Cali de gente que sí ha liderado procesos culturales para hacer visible ante el mundo el patrimonio cultural del Pacífico, no sólo a través del Festival.  Ahora recuerdo que los alabaos, gualíes y el levantamiento de tumbas del Chocó fueron declarados Patrimonio Inmaterial de la Nación el mes pasado y que en el 2010 la marimba y los cantos tradicionales del Pacífico fueron declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco.

Y bueno,  hay que decirlo, es verdad que el Festival solo no cambia la cruda realidad de las ciudades y poblaciones del pacífico colombiano que sufren urgentes y complejas problemáticas desde hace tanto y en especial hoy en día. Porque lo que reclama la región se sale de los lindes del arte y la cultura, que no tienen por qué llevar esa responsabilidad en sus hombros. Que no sirva de excusa entonces para no pensar lo que se requiere desde otros frentes, las decisiones que hay que tomar en lo social, lo ambiental y lo político…

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