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Una visita al consultorio de Satán

En el barrio Restrepo, ubicado al sur de Bogotá, se encuentra la oficina de quien hace llamarse el anticristo en persona. El templo de Zatán. Zatán, Zatán.

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Gustavo Martínez

En el barrio Restrepo, ubicado al sur de Bogotá, se encuentra la oficina de quien hace llamarse el anticristo en persona. “El templo de Zatán. Zatán, Zatán. Témeme, témeme”, dice, tal cual, el letrero amarillo con letras rojas que invita a los transeúntes a entrar a su consultorio, ubicado en un pasaje comercial junto a un local de asesoría jurídica y un consultorio odontológico. 

Por: Fabián Páez  López @davidchaka // Fotos por: Gustavo Martínez. 

Antes de comunicarme con “Zatán” había consultado en internet su nombre real, Ramiro. Cuando lo llamé para acordar una visita pensé en preguntarle si prefería que lo llamara Satán o Ramiro. Aunque no creo en la brujería ni en nada que se le parezca, no fui capaz, me dio miedo. Hubiera podido hacerlo. Ramiro, a pesar de lo que se podría pensar de alguien que se hace llamar el anticristo, resultó ser un tipo muy respetuoso y se mostró entusiasmado por hacer la nota, me contó sobre sus apariciones en otros medios y sobre las cosas que tenía para mostrar. 

Mientras caminaba por el pasillo que me conduciría  al “Templo de Zatán” alcancé a escuchar una ópera. Me imaginé un lugar pequeño, lúgubre, desordenado, con velas y olor a incienso, pero no fue así. Olía a ambientador y todo parecía estar perfectamente ubicado en su lugar. La oficina tenía dos espacios: afuera había una sala de espera con tres sillas, una mesa y un televisor, en el que sonaba la opera. Al fondo estaba la oficina principal, donde Ramiro atiende a sus clientes. Cuando entré este señor me recibió amablemente, con un aire de orgullo me mostró el lugar y me dijo, ¿qué tal le parece? Esto le llama mucho la atención a la gente. Tenía razón, el lugar estaba cargado de imágenes y de objetos que para muchos podrían parecer espeluznantes, pero que sin duda alguna son bien llamativos. Así sea para una fiesta de Halloween. 

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Una luz roja iluminaba las dos habitaciones. El papel tapiz que decoraba todo el espacio eran los avisos de la entrada. Unos tenían escritas palabras o frases como Satán, 666, Soy el anticristo, El chamán llanero, otros, las páginas web de Ramiro, y otros, los servicios que presta: “ato, ligo, domino al ser amado para que regrese comiendo mierda, extermino lacras, soluciono embarazos y curo impotencia sexual, hago pactos con el diablo para tener oro, riquezas y millones”. En fin, todos los servicios que ofrece un brujo. Del techo colgaban calaveras, muñecos de bebés, cabezas de diablos y de personajes que parecen sacados de una película de terror. 

En las paredes, a manera de repisa, había varios ataúdes. Según Ramiro, adentro de ellos hay cosas privadas que no pueden ser mostradas ni fotografiadas. Además de los ataúdes y otras figuras artesanales que fabrican especialmente para la oficina había un estante lleno de lo que, según él, son cabezas reducidas. “Véalas, analícelas usted que es antropólogo y verá que son cabezas reales”, me dijo. Por supuesto, yo preferí no tocarlas. Le pregunté cómo es que las reducían y me dijo que era a través de un proceso que solo sabían unos brujos del Ecuador, que tenían que calentarlas y someterlas a procedimientos muy complejos. La primera cabeza que tuvo, su preferida, se llama Hermafrodito y lo ha acompañado desde hace 30 años. Dice que Hermafrodito se convierte por las noches en una mujer enana muy voluptuosa con la que práctica sexo. 

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Mientras miraba las cabezas para descifrar de qué estaban hechas, Ramiro me preguntó que cómo sentía la energía, que si estaba muy pesada. Le respondí con la verdad, yo no sentía nada extraño. 

Ramiro tiene 48 años. Es un hombre moreno y de baja estatura, siempre se viste con pulseras y cadenas de oro. Dice que cuando tenía cuatro años, en Yopal Casanare, debajo de un palo de guácimo, se le reveló Satanás en persona y le dijo que por su condición social debía trabajar en esto. De ahí en adelante, a través de revelaciones, iba aprendiendo rituales para tener dinero, y para doblegar y someter al ser amado. 

A su consultorio llegan personas de todos los estratos y de todos los niveles culturales, “algunos creen que acá viene mucha gente ignorante pero yo diría que ignorantes son todos… la persona sufre esencialmente por dos cosas: porque quiere pero no puede o porque puede pero no quiere, y eso le desata una angustia. Ahí es cuando buscan al brujo o al hechicero”. 

Sobre el satanismo que practica, dice que no tiene nada de malo, afirma que es mucho peor la religión cristiana que ha metido conceptos falsos sobre el diablo y sobre sus símbolos. Todas esas imágenes, muñecos, y cerámicas que tiene alrededor son solo cosas que simbolizan con lo que él trabaja, pero que generalmente no tienen ningún significado profundo o maligno. En ocasiones, estos elementos le ayudan a hacer sus trabajos pero la mayoría de veces, dice, se requiere ir a cementerios o utilizar elementos como huesos de muertos, cosas que no puede exhibir porque se metería en problemas.  

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El diablo, para este hombre, es casi como una figura redentora, una ayuda, más no el causante de ningún mal. En cambio, dice que “la religión le ha hecho mucho daño a la humanidad. La religión y la filosofía escolástica son matonas, son las que han hecho sufrir a los animales, a los indios. La religión cristiana es una religión comecarne. Yo no como carne porque yo amo a los animales, y me identifico con la escuela del existencialismo de Heidegger, de Sartre...el resto de escuelas me parecen una basura, lacras”. Según él, si la Biblia no hubiese existido, la especie humana habría sido menos mala. 

Ramiro dice ser admirador de Hitler, y de asesinos seriales famosos  como Charles Manson o Ted Bundy,”eran personas muy inteligentes, si yo me hubiera dedicado a otra cosa sería asesino en serie, mataría a las personas que hacen daño a los animales”.  Tiene un apego por los animales y un desprecio por la religión que me remitió de inmediato al escritor Fernando Vallejo. Cuando le pregunté si lo había leído me recomendó la Puta de Babilonia, no el libro (que dijo que era muy bueno) sino la canción de su hijo, Rap Vampi,  cantante de rap. La oficina de Ramiro no solo ha servido para atender clientes que quieren cambiar su destino, también fue el escenario en el que se grabó el video de la canción de su hijo. 

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Rap vampi – La puta de babilonia:

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