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“El Sur del Ser” de Gabriela Ponce: un hechizo de guitarras y clarinetes para agrietar el cemento

Antes de su presentación en el Festival de Fuego, hablamos con la cantautora y clarinetista nariñense Gabriela Ponce acerca de los misterios de su disco debut como solista.

Gabriela Ponce presenta su álbum debut El sur del ser
Gabriela Ponce, de Buha 2030 y Verbalia, ahora presenta su álbum debut como solista.
// Laura Gómez, cortesía Gabriela Ponce

“El Sur del Ser”, disco debut de Gabriela Ponce como solista, está habitado por una magia antigua, originaria de Nariño.

“Aunque considere que todos los seres humanos somos migrantes en el tiempo y el espacio, siempre guardo esa añoranza nariñense y esa melancolía andina que nos anda habitando todo el tiempo”, dice su autora.

En sus anteriores proyectos (Buha2030 o Verbalia) la voz, el clarinete, la guitarra y la composición desafiaron el color de la música alternativa nacional, llenándola de tonos atrevidos y novedosos.

Pero en este disco Gabriela actúa como el flautista de Hamelin, que atravesaba su aldea invocando a las ratas y a los niños. La diferencia es que, a punta de rock, sanjuanitos y boleros pasa por las calles del corazón y hace que las raíces enterradas en el tiempo abran grietas para cruzar el asfalto que las mantenía ocultas.

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Este disco, nacido el 8 de septiembre de 2023, nos hace fijarnos en nuestra distancia respecto al origen, a la tierra. Para los migrantes del campo a la ciudad se puede sentir como abrazo. Pero para los nacidos y crecidos en la urbe, el desarraigo se hace evidente y angustiante a través de la música.

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El sur es más que un nuevo norte

Gabriela Ponce: Al principio, mientras escribía las canciones y pensaba cómo llamar a este trabajo, se presentaron ante mí unas palabras cercanas al título y también muy sencillas: "el ser del Sur".

Ser de allá es hacer girar las cosas hacia esas direcciones; que las brújulas no apunten a los nortes sino a los lugares que, más que ser geográficos, son ficciones políticas y poéticas.

Son palabras que más que referirse a la cordillera y todo lo que desde allí emana, hablan de un modo artesanal y muy personal de hacer las cosas.

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Me empecé a dar cuenta mientras lo hacía: El Sur del Ser es un diálogo con el suelo. Es un disco que trata la sexualidad de las mujeres, que está atravesado por la vida urbana, y que en general está todo el tiempo dialogando con cosas que aparentemente no tienen relación con la tierra. Pero sí la tienen. Siempre.

La Tierra nos contiene a todos los seres vivos y los que alguna vez han existido. Seguimos haciendo parte de la gravedad. La tierra sigue dando alimentos y nosotros seguimos teniendo conflictos alrededor del control de los territorios y alrededor de la ilusión de control.

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Por eso la portada es una foto sin ediciones sobre el suelo del páramo —el que acá en Bogotá llaman Matarredonda, pero se llamaba originalmente Cruz Verde. Busca acentuar ese sentido de diálogo con la tierra y evocación de la gravedad.

Portada álbum El sur del ser de Gabriela Ponce
Portada álbum El sur del ser de Gabriela Ponce
// Foto de Ariel Arango y bordado de Daniela Moreno

Este disco viene de lo que sentí al estar en grandes ciudades capitales como Nueva York, Bogotá, o Santiago y, aun así, querer pensar en formas para poder dialogar con el suelo.

Preguntarse por el sur del ser es preguntarse por lo chiquito, por lo desvanecido, por lo olvidado, por el pasado.

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En Bogotá pasa algo muy particular y es que está sobre la cordillera pero no es "andina" —como Quito, por ejemplo, que tiene los defectos de las capitales pero tiene un diálogo más explícito con su subsuelo.

Cuando uno llega a Bogotá escucha rolos que dicen que creen que no tienen acento, y no es verdad, porque hay una sonoridad que conecta a las personas que viven aquí o en cualquier lado. No tener acento es hablar como un robot.

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Cuando les pregunto a las personas de dónde son sus papás, casi siempre dicen que de la capital, pero cuando les preguntas por sus abuelos, tarde que temprano, habrá evidencia de migración desde zonas rurales.

Yo pienso que Isabel, La Muchacha es como una Mercedes Sosa pero compositora y colombiana: cuando uno la escucha queda bien parada en preguntarse cómo suenan los territorios y cómo esos sonidos se revuelven. Por las migraciones o por la globalización, siempre estarán presentes unas músicas en otras. Escucharla a ella y a otras de las grandes voces de la cantautoría da ganas de pensar cómo cruzar cosas para ir más allá del indie-cito del momento.

El Sur del Ser no son solo "cantos andinos", sino que es descaradamente diverso: un caos que es loco de hacer convivir, pero que tiene en el centro la tradición”.

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Gabriela Ponce se presentará junto al Colectivo de Fuego y artistas como Nidia Góngora, Maca y Gero, La Pardo y Selva Volcán en el Festival de Fuego de este 11 de noviembre. Este es una celebración del talento femenino y un espacio para preguntarse por las mujeres en la música.

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Un debut solista hecho en colectivo

“He visto a mucha gente sofocarse por querer hacerlo todo por su cuenta. Hacer un proyecto solista no es eso. En mi apuesta como solista hay un equipo presto para sostenerme. Allí han estado Pablo Chilito —manager— y Juna —organizadora de Noisession.

En cuanto a la música, en vivo, estoy tocando con Andrés Sierra, el bajista de Oh'Laville, y con Rafael Lozina, un percusionista argentino que vive en Bogotá hace unos cinco años.

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El disco fue grabado en Luna Verde, el estudio de Antonio Urdaneta. Antonio es un buen compañero para dialogar decisiones: respetuoso, capaz de ver el valor de las cosas pero con criterio para editar. Él estuvo en las mezclas, salvo por la de Ocio para Todos que fue hecha por Camilo Manchego, quien me apoya como ingeniero en vivo. En el master estuvo Illapa Erazo.

En el disco también hay algunas guitarras de Santiago Sandoval; Ocio para todos, el segundo tema, es con Ana María Oramas; Que no me suelte es junto a Camilo Portilla y Luis Olarte; y Tierrita de mi madre es con Juan Andrés Coral, también músico nariñense.

Canción por canción, pero del corazón hacia afuera

GP: "En la estructura del disco, los primeros y los últimos temas tienen la intensidad de lo urbano. Escuchado en su orden, uno se va adentrando progresivamente en la tierra hasta llegar a El Trompito, que es una pieza instrumental que está rodeada por Tierrita y Que no me suelte.

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  • Trompito

Trompito es la canción 5, el centro del disco. Es una pieza que hice con el clarinete, instrumento de toda la vida que recibí de la tierra nariñense y de sus procesos públicos de educación [para más sobre la historia de Gabriela Ponce como artista, les dejo este perfil].

Este es un ritmo indígena que se llama capishca, y es del Ecuador. Con esta canción suelo abrir los conciertos porque es un llamado, y se llama Trompito porque hace que las demás canciones tengan una cierta fuerza centrífuga. Invita a los cambios y El Sur del Ser propone, ante todo, eso.

  • Tierrita de mi madre

Cuando pienso en Tierrita, pienso en los lugares fronterizos de donde eran mis abuelos. Pienso en Ipiales, pues mi abuela es ipialeña. La canción tiene varias menciones geográficas importantes como esa, y unos guiños a Steve Reich [maestro de la música clásica contemporánea] con unos clarinetes minimalistas que hacen repeticiones insistentes.

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Con ellas quiero pensar en la idea de la madre que crece permanentemente porque nos unos contuvimos a los otros. En la filosofía, preguntarse por el origen de la vida o del ser siempre lleva a un abismo, pero es bello ver cómo en la vida, si se es atento, uno va viendo cómo crece el origen: van apareciendo claridades sobre las raíces de las relaciones, de los afectos, de los sentidos.

  • Que no me suelte

Este es un disco dedicado a la gravedad, el suelo y la tierra. En Que no me suelte es como si de repente la gravedad dejara de existir. Te verías con el cielo en los pies porque la tierra nos liberaría a todos: nos soltaría para siempre y nos abandonaría al espacio, que es tan basto. En la ficción, la persona lucha por no separarse del origen. Para mí, en este momento de mi vida, es fundamental decirme que vengo del suelo y voy hacia el suelo.

Esta es una plegaria a la tierra y a la importancia de entender que no hay nada que podamos hacer ante su curso aparte de dejarla ser”.

Después de los temas que son el corazón del disco, vienen otras preguntas.

  • Mujeres vuelan en guitarras

Es un fiero tema de rock que refiere al fin del paradigma de la complacencia esperada de las mujeres. La figura de la bruja es actualizada reemplazando la escoba voladora por la guitarra, que ha supuesto una compañera efectiva para el auge de las compositoras femeninas en el país y en el mundo.

  • El sol de tus ojos

Es la canción de desamor del disco. Con su bajo retumbante y percusión elegante, la atmósfera sonora que construye Gabriela Ponce es la de un viejo bar en la que se encuentran las miradas de dos que fueron pareja guiados por un arrebato de amor que los llevó a marchitarse. La letra metafórica habla del magnetismo hacia otro al que seguimos atados por una forma de gravedad que hala hacia nuestra esencia más primaria.

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En la siguiente capa, vienen "Ocio para todos" y "Etéreosexual".

“Ambos comparten una interpretación vocal que tiene más que ver con la palabra hablada. La primera la empecé a escribir en tiempos del paro. Vivo cerca al Parque de los Periodistas, y recuerdo que en esos tiempos era imposible apagar el televisor porque siempre había algún tipo de confrontación entre la gente y las autoridades. Era detestable ver el desastre desde la ventana o desde el celular. Yo quise estar siempre en la calle haciendo presencia con mi clarinete, mi voz y mi cuerpo.

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  • Reclamo ocio para todos porque tenemos que entender que habitamos un mundo en el que los derechos laborales tienden a desaparecer para todos nosotros. Por ejemplo, a través de aplicaciones móviles que eliminan la relación entre las personas y los puestos de trabajo. Pasa para los músicos como pasa para los conductores de transporte público. Ya ni hay una relación visible entre amo y trabajador.

    No tienes ni siquiera a quién exigirle derechos en el mundo del trabajo independiente, que es bien bonito pero es súper fuerte por el peligro permanente que supone. El año pasado me enfermé y de repente no podía tocar con ninguno de los proyectos que me dan subsistencia; cuando eso pasa nadie responde por vos. Una gran parte de la población vive resignada a trabajar, sin acceso a vías para su desarrollo espiritual y mental. Eso es vivir en un caos, en un manicomio.

    Más que la demanda por la redistribución de la riqueza u otros eslóganes de los movimientos sociales en los que la palabra muere por repetición, quise preguntarme por la redistribución de la posibilidad de contemplar. Hoy en día, ese es un estado de ser burgués porque el resto del mundo tiene que andar con la cabeza gacha en su día a día.

  • En "Etereosexual" hablo de la llaga de la pandemia. A mí me agarró despechada. Pensaba que se iba a acabar el mundo y no iba a volver a encontrar el amor; que la cama crecía y crecía mientras yo me volvía más pequeña y tenía más frío; que estaba cada vez más lejos de los seres humanos; y que, aunque el cielo siguiera pariendo cosas, el mundo se estaba apagando.

    Quise pintar con las palabras lo que estaba sintiendo: la sensación del fin de la vida social atravesada por un grito de ‘quiero vivir’, como luz intensa en medio del apagón”.

La capa final es la que contiene la primera y la última canción.

Es extraño entender el tabú como espacio, como lugar al que se cae y del que se escapa, que es lo que haces en la primera canción del disco. Es un inicio que plantea la intención de escarbar en la repetición de motivos sonoros, y en la urgencia de abrazar la circularidad en la vida humana. ¿De dónde viene eso? ¿A qué te refieres?

  • Entro y salgo del tabú

“Empezar el disco con este tema es arrancar diciendo que invito escucharlo como algo que permite que entres y salgas, siempre preguntándote de dónde y a dónde.
Los seres humanos hemos hecho muchos pactos para poder convivir. Firmamos un contrato social en el que hay unas normas y creencias invisibles, pero a las cuales obedece nuestro comportamiento. Aunque todo el tiempo estemos cuestionándonos sobre la ética, nadie vive en una sola ruta ética toda su vida. Estamos aprendiendo cómo bailar entre mi ética y la de los demás. Me pareció juguetón pensar en cómo construimos la malicia.

En mi adolescencia era muy importante sentirme muy incendiaria y en todos los lugares sacar mis tijeras y cortar burbujas que me contenían. Un poco más adelante en la vida vi el mundo arder y salí llorando; entendí que ser subversiva no es quemarlo todo por quemarlo, y que hay unos tabúes que nos permiten convivir.

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Luego la canción trasgrede, algo cambia en ella y cae en un lugar más rockero y potente. En él se festeja por compartir y por vivir en una comunidad: "y me enredo con sus nombres / festejamos lo creado / somos uno con la noche / somos pólvora en el monte".

También hay un pasaje con ánimo creacionista, mitológico, que entiende que de las cenizas vienen los humanos y que nuestros procesos son de construir para luego quedar hechos escombros y de ellos crear nuevamente”.

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  • Posmodernillo depredador  (En esta nota profundizamos sobre este tema de cierre), el tema de cierre, es una carta de decidida separación respecto a un hombre que perdió el sur, el ombligo, y vive en la soberbia que los dioses mitológicos suelen castigar. Tras enfrentarlo a él y a su deseo de decidir por los demás, ignorando la gravedad, se escapa Gabriela clamando por un camino vivo y distinto.

El mismo camino emocionante y refrescante que artistas como ella están labrando en el panorama nacional.

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