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“Lo que extrañas ya no existe”: el disco debút de Encarta 98 es oda y maldición de la añoranza

Encarta 98, una de las bandas más importantes de la música alternativa colombiana, nos invita a pensar amor, desamor y salud mental en su apoteósico primer disco.

Encarta 98
Portada del álbum 'Lo que extrañas ya no existe'
// Cortesía artista

Las gotas que llueven en Bogotá alguna vez fueron charco, mar o quizás lágrima. El disco debut de Encarta 98 fue por cinco años promesa, sueño o proyecto. El viernes 30 de julio de 2021 su largo cauce desembocó al fin en las plataformas digitales.

Por Juan Diego Barrera Sandoval / Fotografías de Julián David Baracaldo (@juliandavbaracaldo)

Los océanos de guitarras de Javier Gómez y David Rivera, la marea causada por el bajo de Juan Camilo Ortíz y la lluvia de baterías de Sergio Londoño -que migró al extranjero- y Sebastián Portilla son complementadas por los rayos de voz que Ivanna Palacio (también conocida como Siempre Perdida) dispara con frases que se tatúan en la memoria. Lo que extrañas ya no existe, pero lo que es en el presente, como el primer disco del principal exponente de shoegaze y dreampop de la capital colombiana, ya no tendrá que ser añorado.

Podemos hablar de manera histórica del surgimiento de estas canciones. El álbum fue grabado en el cuarto de Ivanna, quien también lo produjo, mezcló y masterizó. Instrumento por instrumento, fraseo a fraseo, lo que fue idea se transformó en la tormenta perfecta, o en algo así como un tormentario: una colección de reminiscencias de diferentes tempestades internas, todas ellas distintas, algunas viejas conocidas, otras por conocer, quizás una vivencia del presente de quien escucha.

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Este no es un disco cualquiera de tusa, sino que, hijo de su época, recorre los huracanados mares de las enfermedades desalud mental, y el estrecho vínculo entre estas y el desamor. Vayamos pues a la genealogía de este catálogo de tormentas.

Las que ya conocíamos (y quizás no sabíamos):

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Las primeras composiciones de este disco que llegaron a plataformas fueron Flores y Balcones e Inextinguible pero bajo los nombres Demo 1 y Demo 2, en el sencillo doble Demo E://98, de 2018.

Hay una distancia temporal entre unas y otras que resulta en que las versiones acabadas tengan nuevas letras y una producción rica y detallada, todas ellas indicativas de una banda que atravesó años prolíficos de decenas de conciertos y quizás centenas de ensayos, a través de los cuales consolidaron su sonido, su estilo particular y su interpretación.

Ver el proceso de esa maduración se siente también como la señal de un compromiso con su audiencia y consigo mismos como proyecto.

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La primera de estas canciones es, quizás, la única canción alegre del disco y, como tal, es una pieza clave del entramado final, porque juega el rol de la representación de lo que se extraña. Es la tormenta en la que queremos bañarnos cuando extrañamos, la misma que nunca encontraremos de nuevo.

Por su parte, Inextinguible explora de manera descarnada la sensación de sometimiento que conllevan los problemas de salud mental. Sus letras y sonidos repetitivos y pesados suenan a la tempestad que cruza un náufrago o, en sus palabras, a las cadenas de un esclavo.

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Después vinieron Retomar, El Silencio y Diciembre que vieron la luz en el accidentadísimo y doloroso 2020, año en el que la banda estaba anunciada para hacer parte del Festival Estéreo Picnic. En estas tres canciones se empieza a notar la insistencia de las letras en la sensación de ahogo, en los problemas para respirar y sin embargo continuar haciéndolo.

En Diciembre esta sensación surge a partir de las pesadas expectativas presentadas por las reuniones familiares del último mes del año, que es también el mes en el que más se concentran los casos de lesión, autolesión y suicidio.

En Retomar y El Silencio vemos las primeras luces de la elegante y sobria forma de abordar el desamor en todo el disco: con la abnegación de quien se siente o se cree incapaz de reencontrar un lugar seguro que ya transitó. En ambos casos los tres casos la banda expuso la mejor versión conocida de lo que han sido: una agrupación que incita a gritar a pulmón herido coros desgarradores y que a la vez puede perfectamente ambientar la madrugada de una tusa insomne.

Encarta 98 - 2
Encarta 98
// Foto Julián David Baracaldo (@juliandavbaracaldo)

En 2021 vimos llegar a plataformas Ciudad de los Mil, a manera de sencillo que anunciaba la inminencia del disco. Aunque inicialmente Javier Gómez compuso la canción pensando en una instrumentación sencilla, el deseo de Ivanna de mostrar de lo que es capaz la banda llevó la composición en una nueva dirección.

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La productora recurrió a pedirle a Carlos Gonzáles, antiguo compañero del pregrado en música que está radicado en Barrancabermeja, que grabara unas trompetas que pasarían a hacer parte de la atmósfera más sublime y extática del disco.

Pensar que la grabación de esa ola de sonido tipo The National ocurrió en habitaciones regulares me deja boquiabierto. El resultado es uno de mis momentos musicales favoritos de lo que va del año, la tormenta estruendosa de un vacío, del frío anunciado en el costado de la almohada. Es aquí donde también queda clara la intención de clavar el dedo en la llaga de aquellos amores que ya no son, pero que quizás fueron pensados como medio para aplacar otros dolores.

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Cada uno de los temas ya mencionados estuvo acompañado de un videoclip, que es cuanto menos una apuesta todo o nada para una banda independiente.

Me llama la atención el de Diciembre en especial: consta de una recopilación de momentos de fiestas, viajes y risas de la banda con otras bandas amigas, asistentes a conciertos, etc. Para mí abre una pregunta que atraviesa toda la producción como conjunto: ¿se puede extrañar también lo que nunca existió, la continuación de las memorias felices, lo que pudo ser? Y si no es así, ¿qué es lo que sentimos por esos otros mundos, que seguramente existen en la infinitud que no es nuestra vida?

La Nada es otra canción que ya existía, que existe quizás en alguno de esos momentos de conciertos capturados en el video ya mencionado. Quizás la recuerdan algunos que como yo vieron a esta banda en vivo en el mundo pre-pandémico. Yo la verdad no la recuerdo de ese entonces, pero agradezco el olvido porque encontrarme con ella aquí fue único. En el disco, La Nada se siente como hacer frente al caos, hallar a una banda local dispuesta montarlo por siete minutos y medio y cabalgar hasta el final.

Me contaba David Rivera que si bien esta es una de las canciones que más tiempo han acompañado a Encarta 98, su versión del álbum es enteramente diferente tanto por la producción de Ivanna como por la estructuración de diversos pasajes y los efectos que constituyen el sonido de sus guitarras. No me cabe duda de que su versión en vivo será distinta, tan distinta y única como suena la versión de estudio con cada escucha, y a la vez igual de capaz de transmitir un hondo desasosiego. El poder que exhibe esta banda en este tema, que para mí es el corazón de LQEYNE, es uno que pocos artistas nacionales, aunque alternativos, aventuran: el del atrevimiento y la disposición para explorar con paciencia y detenimiento su sonido y llevarlo hasta la última instancia.

Encarta 98-3
Encarta 98
// Foto Julián David Baracaldo (@juliandavbaracaldo)

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Las nuevas (y que vienen para quedarse):

Así, los temas enteramente nuevos que trae este álbum son tres: Temores (Retrogresiones), Otras Formas de Medir el Tiempo y Ámbar, la primera colaboración de Encarta 98, en este caso con Mr. Bleat. Cada una cuenta con su particularidad.

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En primer lugar, la última canción que mencioné es la única que cuenta con una batería secuenciada. Pensando en los sonidos que querían explorar en esta canción y ante la mudanza del anterior baterista, Sergio Londoño, se pensó en la oportunidad de colaborar con los ya icónicos artistas paisas. Según cuenta Encarta, Ámbar es un ejercicio de trabajo conjunto en el que Mr. Bleat propuso dejar de lado todas las referencias a otros artistas para centrarse más bien en encontrar la forma de un híbrido, que sin salirse del cohesivo sonido del disco explora el frente dreampop de Encarta 98.

Es de celebrar que las bandas independientes de Colombia insistan en la colaboración, en especial en aquella entre artistas de diferentes regiones, y que se haga así: pensando en la amalgama de sonidos, en la exploración conjunta, y no en la funcionalidad que pueda tener un artista para otro proyecto. La canción diversifica el disco: nos habla del lado más desalmado de un otro que deseamos, ante el cual no podemos hacer nada y que nos hiere. Encima trae ese exquisito juego de palabras entre fuego y tentación telefónica: “llamas otra vez, caigo a tus pies”.

Encarta 98- 4
Encarta 98
// Foto de Julián David Baracaldo (@juliandavbaracaldo)

En cuanto a Temores (Retrogresiones), sus letras son quizás las más ricas de todo el disco, y su energía la más explosiva. En su primer estrofa se explora el temor como una sensación inducida por otras personas, y sus efectos se plasman en coro, segunda y tercera estrofa: la inseguridad proveniente de la experiencia, la insistencia de los miedos instalados hecha señales de ruido que no paran, la falta de fuerzas y el eventual abandono al colapso.

Es una lástima que sea justo en esta canción en la que la mezcla, que hace a la voz parte de la capa de sonido como es tradicional en el shoegaze, limite el acceso de la audiencia a la especificidad lírica. En canciones como La Nada y Flores y Balcones -en especial hacia el cierre- sucede lo mismo, pero esas ocasiones son distintas: en la primera porque el ruido no sofoca enteramente la voz, y el efecto complementa la sensación de saturación y pesadez creada cuidadosamente; en la segunda porque la letra que más queda subsumida por la ola de sonido habla justamente de la indescifrabilidad del deseo, sobre el no saber qué es ese “algo más” que se quiere, y en ese sentido el aspecto sónico insiste en esa pérdida de sentido. En Temores (Retrogresiones), la decisión juega en contra de lo que pudo ser uno de los temas que generaran mayor familiaridad.

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Finalmente, Otras formas de medir el tiempo, la canción de cierre, es quizás el momento más desolador del disco -y eso es mucho decir-. A lo largo de su duración nos sumergimos en breves y trémulos versos, de repetición oscura e interpretación copiosa. Es el llanto silencioso de la desesperanza. Su título está inspirado por un poema de la artista bogotana Helena Carulla -ver anexo-, que hace de la canción un panorama aún más desolador pero también muy propio de las vidas de quienes nos topamos con nuestros primeros amores: el de ver la vida marcada no por el transcurso regular del calendario, o por el sucesivo paso de estudios y trabajos, sino en términos de tropiezos amorosos, algunos superados y algunos que tienen retaliación sostenida.

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Lo que extrañas ya no existe, el título del disco debut de Encarta 98, hace emerger en mi corazón la imagen de un niño que mira en el mar nocturno un juguete que se sumerge, y que pronto se pierde. No será su último juguete, ni será el último mar en el que pierda algo y clave su mirada con arrepentimiento, dolor e impotencia.

Lo seguirá sufriendo por más que la vida, sus amigos, su madre o su psicólogo reitere el consabido título. En esa tensión entre el realismo seco y duro del título y el contenido lírico y musical oscuro, incierto, muchas veces ruidoso, se ve con claridad la honestidad de una banda que ha creado con amor y paciencia por años.

Este es un disco que explora la relación entre desamor y salud mental con la elegancia suficiente para, por ejemplo en retomar, permitirse la ambivalencia de hablarnos de un “siempre te busco y siempre te vas” dirigido a la vez a la felicidad y a quien se amó, que más de una vez hemos confundido. En ese ejercicio, su música queda destinado a ser la compañía de muchos para navegar tormentas, un recordatorio del magnánimo poder de esa tempestad, ante el cuál somos ínfimos, y una maldición gritada por aquél que desea ver tiempos mejores. Y yo, deseo saber ya cómo suena en vivo y qué sigue para Encarta 98.

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