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Rap Bang Club: "Amar es lo más gangsta que hay"

El dúo bogotano Rap Bang Club presenta Perro Romántico, su álbum debut en el que expone todos sus estilos. A lo largo de sus quince canciones, el disco cristaliza la esencia de Rap Bang Club.

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Rap Bang Club
Foto: Cortesía del artista.

Hay nombres complejos. El dúo bogotano Rap Bang Club tomó el suyo de la película The Bang Bang Club, dirigida por Steven Silver, que retrata la vida de cuatro fotoperiodistas que registraron el final del apartheid en Sudáfrica.

Por Santiago Cembrano

La música de Pezcatore y Karin B nunca se ha interesado en esos reportajes de guerra que hacen parte del canon del rap, pero sí en la explosión que el nombre anticipa, con canciones eléctricas que mueven tu cuerpo tanto como tu mente; en vivo son incendio, huracán.

Hay nombres tan verdaderos que son transparentes. Siete años después de que se presentaran con los One Take Shows llegó el álbum debut de Rap Bang Club: Perro Romántico. Ya saben de qué se trata.

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Este no es el primer proyecto de Rap Bang Club. Venus (2018) y Represen’ (2019) consolidaron los rasgos definitivos del dúo: la producción ecléctica de Pezcatore, que del rap pasa al dancehall, a lo que sea, sin tropezar; su exploración melódica, que podía subir el voltaje con gritos desgarrados y desgarradores; el registro robusto de Karin, capaz de palabras dulces o de dardos mortales, de beber de sus herencias de Chocó y San Andrés o de su Bogotá natal; y, finalmente, una inclinación decisiva por narrar sus vidas sentimentales, desde las conquistas hasta las rupturas. Pero el álbum llegó ahora, para confirmar esos rasgos, pulirlos y elevarlos. Perro Romántico, a lo largo de sus quince canciones, cristaliza la esencia de Rap Bang Club.

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Rap Bang Club.
Foto: Cortesía artista.

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Empezaron a hacerlo en 2020 y acabaron hace unos meses con “EN CANTIDA’”. Al enfrentarse con la lista de canciones encontraron sentido en la diversidad de colores, desde el rap hasta al afrobeat; en la coherencia temática de historias de amor que abren espacio para experiencias particulares; y en la actualización de su rap, ya aliviado de la presión de cumplir con estándares que no encajaban con su curiosidad.

Y quizás lo más Rap Bang Club de Perro Romántico sea la cantidad de colaboradores, pues siempre han buscado alianzas nuevas así como reforzar las previas: Nohemy, Teddy Coldcuts, Foyone, Norick, Sr Pablo, Junior Zamora, Mabiland, Duina del Mar, Jona Camacho, Dawer y Damper, Dontia, Rebellón, ONCE SEMPAY, Philip Morris, Maki Váez, Phynx, Sceno, Jason Crow, Lou Jay y Mansang contribuyen versos y beats para hacer de este un esfuerzo colectivo.

Sobre todos estos temas habló Rap Bang Club en entrevista con Shock.

La escritura de Perro Romántico se concentra en crear sensaciones y atmósferas. ¿Qué han aprendido sobre qué es una buena canción en cuanto a escritura y cómo lo plasmaron acá? 

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Karin B: Lo dijiste muy bien: sensaciones. Por supuesto, siempre va a estar el rapero ñoño en la cabeza, que te dice que hagas juegos de palabras interesantes, que no seas básico. Durante la época en la que desarrollamos el disco estábamos obsesionados con Ghostpell y era como qué rico algún día escribir tan hijueputa. Pero también está bueno dejarse llevar por la sensación, plasmarla de la manera más natural posible.

Una buena canción es la que te hace mover, sentir algo; que sea masiva y te permita llegar a mucha gente, pero que no te quite la honestidad y la capacidad de generar un impacto. Si me preguntas a mí, “Tinder” es de mis favoritos del álbum, con ese ritmo todo loco, güevón, como un dancehall que no es un dancehall; es lo que me genera en el cuerpo ese puto beat de Lou Jay. O “La Plata”, con Foyone: hablamos de algo que nos pasa a todos los músicos, pero que para la gente no es evidente. No sé, hay diferentes maneras de definir qué es una buena canción.

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Pezcatore: Yo me puedo poner en cualquier situación, como levantarme una pelada, decirle que me gusta mucho, y que luego me rompa el corazón, pero el mensaje está en lo que digo de mi carácter. Los raperos que más admiro en ese sentido artístico son, no sé, Drake, Smino, Kanye: cualquiera escribe unas líneas, pero ellos transmiten su visión artística, que no se resume a lo que escribieron.

Rap Bang Club 3.jpg
Rap Bnag Club
Imagen: cortesía de la banda.

Drake y Smino mezclan rap y melodía, como tú, Pezca. Hace siete años cantabas con mucha pasión y ahora más suave. ¿Cómo han sido para ti esos movimientos de tu canto?

P: El canto va madurando con uno, así como la manera de expresar los sentimientos. Empecé a descubrir cómo generar esa misma sensación con una energía distinta, más tranquilo. Ya me imagino las melodías más calmadas en el estudio, aunque en el en vivo se generan otras energías y las canto de forma diferente. Me gusta que la gente que vaya al en vivo tenga una experiencia diferente a la de Spotify. Con los gritos me gané la atención de la gente y con el disco les quise hablar del corazón.

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Karin, en “WUF WUF” hablas de que ya no fuiste ni Canserbero, ni Kase: es tu búsqueda de encontrar tu propio lugar en el rap más allá de tus referentes. ¿Cómo lo has encontrado o construído? 

K: No lo había pensado así, pero es exactamente eso, güevón. Cuando uno arranca aspira a ser el rapero más grande y luego se da cuenta de que esa guerra de ser el mejor es con uno mismo: si siente que rapea mejor con el paso de los años. Y en este disco por fin llegué al tono que siempre quise alcanzar.

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Antes me pasaba lo de Pezca, durante los One Takes había más rabia, me emocionaba. Y luego entendí que no tengo que gritar ni rugir para que la gente me escuche. Si llega un adulto a la sala, los niños se callan que llegó papi. “WUF WUF” es una canción incisiva, se dicen cosas muy serias, pero en ningún momento hay un subidón en el tono. Tranquilísimo te paso la aplanadora por la cara. Estoy rapeando como siempre quise rapear, definí mi tono. Es mi voz y la de nadie más.

A propósito de “La Plata”, ¿cuáles son los sacrificios que han tomado para perseguir su sueño con Rap Bang Club?

K: Esa canción la hicimos para nuestros colegas. A Fly So High, Akapellah, Willie DeVille, les pega duro. Todos hemos querido hablar de eso. La pasamos chimba porque hacemos lo que amamos, pero hacer música no es una farra: invertimos mucho en esto, hasta tiempo que no paso con las personas que amo.

P: Parce, en general los artistas estamos deprimidos, porque somos sensibles. Pocas veces en la historia había sido tan mala idea ser una persona pública. Si tu proyecto crece, hay vidas que dependen de él, eso es presión. En todo momento te dicen que tienes que publicar porque es tu trabajo.

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Eso es un generador constante de ansiedad, de estrés. Es el sacrificio de no tener vida privada, vacaciones ni ciertas libertades. Una persona de a pie pueda salir en Twitter lo que se le vino a la mente; el artista, no: su nombre se vuelve una empresa. Eso afecta la salud mental. Hay dos razones por las que yo creo que alguien se dedica a esto: porque en serio su corazón le dicta que esto es lo que tiene que hacer con su vida o porque no sabe de qué se trata.

Además de los de Pezcatore, acá hay beats de viejos conocidos suyos como Maki Váez y otros de nuevos amigos como Dontia o Phynx. ¿Cómo fue ese recorrido para construir el sonido del álbum?

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K: Eso nos ha definido a nosotros: sobre el beat que nos pongan, siempre vamos a ser el Rap Bang Club, no va a ser otra cosa. Con Maki ya hay un bagaje, entiende el sonido Rap Bang. Con Dontia nos vimos solo una vez en el estudio de Maki en Medallo y le pegó a la pepa con el beat que nos mostró, había estudiado nuestro sonido. Con Phynx fuimos muy claros en lo que queríamos cuando trabajamos con él en Ciudad de México.

P: Ahí está el secretico de los siete años que llevamos haciendo música Karin y yo. Lo que nos pongan, y si suena rarísimo, mejor todavía. Acá nos sacamos espinitas de hacer varias cosas, pero con un rumbo propio. Si fuera por tendencia, seguiríamos haciendo, no sé, boom bap, que nos encanta y está on fire. Pero nuestra gama de sentimientos y de cosas por expresar es más amplia.

Ustedes se mueven por distintos géneros que orbitan alrededor de eso llamado urbano. ¿Cuál es su lectura de ese panorama en este momento? 

K: Siempre hemos tenido un gran interés por estar a la vanguardia. El nuevo mainstream es el afrobeat y nosotros ya lo hemos estado escuchando y haciendo desde hace rato. Por eso en el disco hay nombres importantes como Jossman, Slow Mike y todo el parche de San Andrés: son los que mejor hacen el afrobeat acá. Eso es lo que viene en términos masivos, de una forma que nunca había pasado; Burna Boy agotó el Madison Square Garden. Y eso se combinará con el retorno de la era dosmilera del rap, del club. De cierta forma lo logramos con “Satisfayer”, “DUELE” y “En Cantida”.

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P: Lo lindo de lo que hacemos es que si nos gusta algo, tenemos toda la capacidad de irnos por ahí: sea un corrido, una salsa, una llanera, un vallenato o un merengue. Es bonito no tener esa barrera, así el espectro de opciones es amplio para lo que queremos expresar. Solo un rapero podría hacer eso. Así funciona el pop hoy. Si quieres que vuelva el neopunk, tiene que hacerlo Bad Bunny. Los corridos tumbados tienen mucho de rap. Cincuenta años después, la cultura tiene la mano metida en absolutamente todo.

Cuéntenme la historia de “Satisfayer” y cómo salió ese beat . 

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K: Siempre he estado obsesionado con hacer rap dosmilero. Pezca era más boom bap. En Represen’ hicimos “LL Cool J”, un primer intento de explorar esa sonoridad. Y bueno, en el marco de un campamento en Ciudad de México entramos al universo Phynx, que es del grupo AQUIHAYAQUIHAY. Llegamos a la sesión y primero hicimos “Dream Team”. La hicimos tan rápido que hubo tiempo para otra. Le dijimos que queríamos un sonido a lo Neptunes, Timbaland y subimos a fumarnos un cigarro. Cuando bajamos el pana ya había hecho el beat, desde cero. La rompió. Fue el momento justo, en el lugar indicado, con las personas precisas.

¿Qué tanto hay de autobiográfico en las historias de amor que cuentan? 

P: Todo es verdad: basado en hechos reales. Por alguna extraña razón, cuando yo estoy enamorado, Karin está entusado, y viceversa. A veces uno se monta en la peli del otro, pero en últimas cada palabra nos identifica. Uno ha tenido experiencias para cada momento. Cuando hicimos “Afuera Arde”, ¿vos qué estabas viviendo?

K: Uy, me desbloqueaste meros recuerdos. Estaba modo soltero empedernido, pero el momento al que regresé para escribir mi parte fue cuando conocí a mi actual novia, güevón. ¡Qué gonorrea! Y con “Satisfayer”, el Pezca estaba iniciando un romance muy hijueputa en medio de un novelón intercontinental. Todo es muy true. A veces son como puertas que uno tiene en la cabeza de temas superados, de cosas lindas y cosas heavys, pero para escribir e inspirarse está bueno abrir esa puerta, revisitar el lugar, extraer algo de esa experiencia, agradecer y volver a cerrarla.

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P: Tal cual, pa. Cuando hicimos “La Plata” a mí nadie me estaba chimbeando, pero sí he vivido esa situación.

¿De dónde sale la idea de definirse como perros románticos? 

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P: Hay es un fronteo que no se ha hecho, un flex que nadie quiere ejecutar: que usted no quiere tener problemas conmigo, porque yo no lo voy a parar de amar. Es más fácil parecer muy malandro, pero queríamos transmitir esa idea de un gánster rosa: un malandro que es malandro porque ama su ganga, papi. Así descubrimos el nombre: Perro Romántico. Porque es más gangsta amar que no tener corazón. De eso se trata el Rap Bang Club.

A veces la ganga no necesita vender drogas, matar, ni que lo metan a la cárcel. A veces la ganga necesita un poquito de amor, una guía, un parche de amigos con el cual crecer y salir adelante. Estamos hablando de un malandreo que vivimos porque vamos y esparcimos el amor donde llegamos, papi: con el abrazo y la calidez por delante. Eso nos ha caracterizado y de eso podemos frontear, a eso le podemos hacer flex.

En “Dream Team” hablan de que antes eran niños quebrados y ahora son los dueños de la casa. ¿Cómo se sienten cuando se detienen a recordar cómo estaban las cosas cuando empezaron y cómo están ahora?  

K: Es la maduración del sueño, y también aterrizarlo a lo que cada uno considera como éxito. Yo pago arriendo donde vivo, no soy el dueño de la casa, pero al final sí porque la estoy habitando. ¡Y la paga el rap! Lo que me tomo, lo que me como, lo que me viajo, lo que comparto: lo paga el rap. Eso para mí es el logro más hijo de puta del mundo.

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Rapeando tengo una vida que no es de lujos, pero es la vida que quiero: tengo un techo que me cubre, comida en la nevera y gente que me quiere. No necesito absolutamente nada más. Obviamente aspiro a, de pronto, tener algo propio, pero ahora la única pretensión es seguir haciéndolo, vivir de esto de la manera más tranquila y hermosa posible.

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