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Sin ánimo de ofender: ¿qué fue lo que les hizo el reggaetón?

Si necesitas reggaetón dale y si no, deja que otros le den en paz.

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Daddy Yankee
Alberto Tamargo - Getty Images Entertainment

No vamos a hacer una oda al género, vamos a preguntarnos por qué tras  más de quince años de historia aún muchos siguen considerando inferior el que escucha, idolatra o goza ocasionalmente un reggaetón.

Por Nadia Orozco // @Ladyempanadia

En el 2003 una emisora empezó a programar en las noches de manera intermitente una de esas canciones que auguraban la llegada de un nuevo género. El sencillo proclamaba “felina, tu cuerpo es tan provocante, qué daría por mirarte y tocarte”. No era hip hop, no era merengue, ni se parecía a nada de lo que ya se había escuchado antes; se llamaba reggaetón. Poco tiempo después esa misma emisora cambió radicalmente la programación de su parrilla musical y hasta su eslogan que hoy en día dice "reggaetón se escribe con R, con R de rumba" 

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Fue en 2004 que el reggaetón vio su pico más alto desde su nacimiento gracias a La Gasolina de Daddy Yankee, el cañonazo que puso al boricua a sonar en todo el mundo y que incluso lo llevó a coronarse en el 2006 como una de las 100 personas más influyentes del mundo para la revista Time. En épocas de fiestas de 15, ese ritmo desplazó sin piedad el pogo al son de "me vale, vale, vale, me vale todo" de Maná y dio inicio al el reinado del perreo intenso con su consabida frotada y restregada de pelvis.

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Para muchos el reggaetón era algo vergonzoso, denigrante, exterminador de la moral. Sin embargo, esos mismos críticos dejaban de ser radicales en el momento de la fiesta y se arrastraban como babosas a las pistas de baile. Las reglas eran claras: el que no perreaba, no levantaba. El reggaetón se expandió como una epidemia masiva, imparable y poderosa y para un buen porcentaje de personas. 

El reggaetón había logrado desplazar al mismo Arjona en el podio de los más odiados del mundo y aún hoy, quince años después de su génesis, sigue siendo una especie de amante o mozo que se niega hasta la tumba.

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Pero, ¿por qué ese odio masivo hacia el género?

Son varias las teorías que se han tejido para argumentar la abominación. Una de ellas apunta a que sus letras son denigrantes. Cierto en algunos casos, falso en otros. Pero siguiendo esa "limpieza moral" tendríamos que crucificar a otras canciones de otros géneros cuyas líricas no fueron escritas precisamente por la Madre Teresa de Calcuta. Recordemos un caso reciente: en el 2013 Robin Thicke, en compañía del siempre efectivo Pharrel y de T.I., inundó todas las esquinas del mundo con el hit del año Blurred lines, un track que entró automáticante en la lista negra de feministas que acusaban a la letra de incitar a la violación (y ni hablar del sugestivo video). 

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Otros defienden su odio al reggaetón porque la producción musical es mala y aburrida. Y sí, ni los mismos reggaetoneros niegan que en un principio lo que hacían eran usar las pistas de las canciones de reggae que llegaban desde Jamaica para cantar sobre ella. Esto perduró por mucho tiempo, pero para nadie es un secreto que hoy en día muchos de sus exponentes están alcanzando otros niveles musicales. J Balvin es uno de esos "botones para la muestra", quien hoy en día se codea con nombres como Pharrel, Diplo, Kygo, Justin Bieber y hasta se rumora que ha entrado en conversaciones con Kanye West, para que el reggaetón pase de la fórmula predecible a un necesario campo de experimentación. 

Las otras 99 teorias en su mayoría son clasistas, hablan de la forma de vestir, de hablar, de moverse y, una de las más famosas, de incitar al sexo adolescente: según esto último las niñas se embarazan tempranamente por culpa de las letras y los bailes de ritmos como el reggaetón y la champeta. Si eso fuera cierto, que mejor cierren todos los programas de educación sexual en el mundo. 

A la hora de la verdad hay muchas aguas tibias a la hora de defender la idea de que el reggaetón es una mala hierba. En el 2014 la Revista Vice reseñó el disco de J Balvin La Familia así: “a medio camino entre el reggaetón de Lamborghini y el EDM de balneario, y hasta con ciertas licencias en lo acústico para demostrar que eres un hombre sensible que ama a su mujer, tu disco está bueno para aquello de la pedofilia en una disco de Ibagué”. Una crítica fulminante y radical. Pero a finales del año pasado el mismo J Balvin era uno de los personajes del año para la misma publicación. "Es interesante ver cómo en países como Estados Unidos J Balvin también ha empezado a ser un referente cultural dentro de un público mainstream y hasta alternativo, en su mayoría latino, que ha tornado su interés hacia propuestas electrónicas más enfocadas en el futurismo, como es el caso de VenusX y Arca, entre otros, buscando responder preguntas sobre su origen y lugar en el mundo. Hasta Fader le hizo un perfil, y en Remezcla, medio musical favorito de los latinos bilingües, es un absoluto ídolo", escribió Vice en su portal sobre el cantante paisa y su trabajo.

¿Acaso el reggaetón solo puede tocar ciertas esferas de nuestra industria cuando tiene aceptación afuera? Al parecer para algunos medios, promotores y gestores sí. Otro caso es el de la emisora Los 40 Principales. Hoy, cuando el reggaetón parece estar cambiando el juego, despojándose del tinte callejero, la emisora cambió drásticamente la línea editorial de su parrilla musical y bajo el lema "somos una emisora libre de reggaetón”, mandó a la papelera de reciclaje todos los archivos que estuvieran salpicados por el género. Extraño. Justo cuando el reggaetón parece estar saltando en el trampolín de los artistas más importantes del pop mundial gracias a artistas como J Balvin y el mismo Maluma. Alberto Marchena, la cabeza de esta iniciativa en Los 40 es drástico con la posibilidad de sonar reggaetón (así sea un remix): “el reggaetón es respetable en su estilo. Nosotros pasamos la versión de las canciones sin reggaetón. Hay demasiada música y si alguien saca una canción de este género pues no la ponemos. Si Juanes hace una canción con J Balvin habrá mil más para poner. Si Shakira lanza un reggaetón no la pondremos porque para eso hay muchas alternativas”.

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Lo que pasa con estos dos medios internacionales con sucursal en Colombia es un ejemplo a escala de la relación del reggaetón con el mundo.

Pero lo relevante aquí no es si se debe odiar o amar el reggaetón, sino la superioridad moral para juzgar a los que lo escuchan, lo bailan, lo idolatran o simplemente lo gozan ocasionalmente.

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Cultura Profética es uno de los grupos más importantes de reggae en español y lleva más de 20 años resistiendo en una escena a la que le ha costado mucho evolucionar. Nacieron en Puerto Rico, cuna de la salsa y, por supuesto, del reggaetón. Al principio quisieron luchar contra la corriente porque no entendían la tendencia: “cuando empezamos era una cuestión muy difícil. No entendíamos el punto, lo único que veíamos era un montón de tipos cantando desafinado, sin musicalidad, diciendo cualquier cosa. Pero cuando nos empapamos y nos dimos cuenta de cómo eso apela a una gente y a una cultura, lo entendimos, lo abrazamos e incluso hicimos acercamientos. Nos dimos a la tarea de elevar el juego; tú puedes criticar, pero también aportar y vimos que todos somos colegas, tratando de trabajar en lo mismo”, dice Willy Rodríguez, líder de Cultura Profética.

Un caso parecido es el de Tego Calderón, a quien hoy se le conoce como uno de los padres del género y el responsable de haberlo llevado a otro nivel musical. “Yo era bien anti reggaetón, lo mío era el hip hop y hablaba de conciencia. Un pana me trajo a una discoteca que se llamaba Hollywood y me cogieron unas muchachas a bailar eso. Ahí yo dije, 'esto hay que cantarlo'”, cuenta “el papá de los pollitos” en un documental sobre el reggaetón.

Tego Calderon, Vico C, Daddy Yankee, Ivy Queen, Eddie Dee o Don Omar, solo por nombrar algunos, hicieron parte de ese grupo de raperos que dieron el salto olímpico del hip hop al reggaetón a finales de la década de los noventa. Un salto que, más que un intento oportunista por meterse en la colada, fue una transgresión natural. Todos habían sido salpicados por la explosión del reggae en español que se dio en Panamá y se esparció rápidamente a Puerto Rico para parir el reggaetón. Todos tenían cosas que decir y, lo más importante, a todos les corría lo latino por las venas. El reggaetón fue el lugar que encontraron para unir todas esas piezas, para expresar lo que eran en su idioma y a su manera. Para muchos resultó ser una manera de protestar contra el imperio y decir en voz alta: NOSOTROS TAMBIÉN PODEMOS. 

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Miguel Ángel “Titi” Ortiz es un baterista de peso pesado en nuestra escena musical. Ha pasado de tocar con eminencias locales del metal y del hardcore como Injury, Tierradentro o El Sagrado a pisar tarima con artistas más comerciales como Cali y el Dandee, Sebastián Yepes o Debi Nova. Hoy hace parte del crew oficial de Maluma, uno de los reggaetoneros que se viene consolidando como uno de los grandes nombres del género. “Hoy no se puede generalizar cuando se habla del reggaetón. El género ha evolucionado e incluso las producciones llegan a ser mejores que muchas de las producciones de bandas de rock que tanto se jactan de criticarlos. Los reggaetoneros han hecho bien la tarea, en poco tiempo han logrado evolucionar su sonido, diseñar un producto masivo que ha tenido éxito innegable y de hecho los artistas colombianos son responsables de subir el nivel y cambiarle la imagen. No sé en qué momento oír o tocar reggaetón nos volvió inferiores a los demás y hablar mal del reggaetón nos hace mejores músicos. No esperemos que el reggaetón sea la nueva Urbanidad de Carreño o que dé lecciones a nuestros hijos de cómo comportarse. Más bien preocupémonos por criar bien a nuestros niños y asegurémonos que no crean todo lo que la letra de una canción les dice. El reggaetón definitivamente no es el único género que tiene letras dementes ahí afuera y ponernos a revisar letra por letra para ver qué canción tiene cosas buenas por decir  nos dejaría con un número bien limitado de canciones para bailar el 31 de diciembre con la tía y el primo”, dice "Titi".

La idea general no es defender o despotricar contra el género como está tan de moda últimamente, pero sí poner sobre la mesa la reflexión de por qué se volvió de moda el odio visceral hacia un género. ¿Seguimos alimentando la idea de que sí se puede ser permisivo con lo de afuera? ¿Nuestra mente aún está tan cerrada como para enfrascarnos en el pensamiento de que escuchar algún tipo de música nos hace mejores personas? ¿Negamos a toda costa nuestro gen latino? ¿Por qué en vez de hacer campañas en contra del reggaetón, no trabajamos en nuestros proyectos? 

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Muchas preguntas y pocas respuestas, lo único cierto es que si necesitas reggaetón dale y si no, pues no les dés. Pero deja al resto en paz. 

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