Por: Chucky García - @ChuckyGarcia
Ilustración por: Cristian Escobar
En la mente de Gustavo Cerati no importaba de dónde llegaba la inspiración. Todo era bienvenido y se movía al ritmo de una sola partitura, su música; un territorio vasto que en una punta es capaz de limitar con los loops electrónicos y en la otra con los arreglos sinfónicos. Según dijo alguna vez, se trataba de mezclar de momentos de magia blanca y de magia negra, por igual.
La mente de Cerati era distante de la decoración simple y lo suyo era disparar los temas público después de sentirlos en carne propia, la piel de un artista con más de media vida de camino entre la cordura y el borde. Una ambivalencia digna de una estrella de rock y de una figura de la música contemporánea; la templada cuerda floja de los que con éxito se dedican de verdad a la música y para los cuales es casi imposible crear una estabilidad emocional.
Absorbiendo todo cuanto sonaba a su alrededor, la arquitectura creativa de la mente de Cerati combinó lo psicodélico, lo espiritual y lo insospechado; los tonos eléctricos y acústicos (a veces rayando con lo campestre); lo luminoso, lo futurista y lo presente en un solo conjunto y como en una especie de astrolabio que a su vez marcó el tiempo y la latitud de una obra que necesitó de muchas horas en el estudio para decantarse y lograr esa soltura y sencillez con las que vuela.
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En la mente de Cerati, los caminos para componer nunca fueron iguales, de una ecografía extrajo una muestra de los sonidos del corazón de su hijo y los mezcló con los de un iceberg; y en un recorrido por la península de Yucatán recogió fósiles y divisó ovnis y también los hizo canción. En su elepé “Fuerza Natural” le cantó al viento, al cactus y a las fuerzas de la naturaleza; y en las letras de otros discos también le abrió las puertas abiertas al cine, los libros, los samplers, la poesía y los papelitos con frases aisladas que solía escribir de hotel en hotel y en medio de sus giras.
Otrora un fumador empedernido que con la nicotina buscaba apalear sus insomnios creativos y despachaba caja tras caja de cigarrillos sin pensarlo dos veces, sin duda más que abocarse a contar historias la mentalidad de Cerati fue la de un retratista craso de la forma aleatoria con que la vida se expresa y crea un equilibrio entre la turbulencia y el resplandor.
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