Por: Antonio ‘Rolo’ Alarcón / @elroleins
Durante años fui uno de esos que despreciaba y despotricaba del mal llamado movimiento “Rock en Español” que se programaba en radios locales, se vendía en compilados piratas en las aceras de todo el país y se coreaba en los “jean day” del colegio. Detestable me parecía la hipócrita emoción que producía en mis compañeros el saltar y poguear con ‘Puto’ de Molotov o ‘Persiana Americana’ de Soda Stereo cuando sabía que llegaban a sus casas a mover el culo con ‘Dame tu cosita’ de Cuentos de la cripta. La adolescencia y el radicalismo propio de esta etapa me jugaron una mala pasada poniéndome en contra de cualquier cosa que pudiera ser “comercial” o para todo el mundo. Estúpida y sensual juventud. No iba a grabar en mis cassettes ninguna de esas canciones de Rock en Español de buseta que podía estar entonando el guitarrero del salón para levantar hembritas. No había espacio para Enanitos Verdes, Prisioneros, Miguel Mateos y mucho menos Maná. ¡Dios! ¿por qué permitiste que llegara Maná a este mundo? ¿POR QUÉ?
El “Rock en Español” se limitó a un reducido número de artistas que de alguna forma representaban para mí el lado oscuro de ese movimiento; Robi Draco Rosa (cuando aún era Robi Draco Rosa), Café Tacvba, Duncan Dhu, Mano Negra, Caifanes, Bersuit Vergarabat y por supuesto, aunque eran de bien común, Los Fabulosos Cadillacs; al César lo que es del César y los Cadillacs en Latinoamérica son la ley, no la banda chilena medio maricona liderada por Beto Cuevas.
Es así como nace mi repudio hacia este valioso pero bien percudido movimiento, el cual impidió que durante muchos años más le abriera la oportunidad a cualquiera de esas bandas y artistas masivos de los que todo el mundo conocía y a los que todo el mundo amaba. Uno de ellos, Soda Stereo y su predicador Gustavo Cerati. ¿Y como por qué nos tenemos que bajar los pantalones por una manada de argentinos que se creen la chimba y nos ven por debajo del hombro cuando nosotros tenemos a Aterciopelados, La Derecha, Las 1280 almas o La Pestilencia? ¿Quién es ese tal Cerati al que me toca pagarle una boleta carísima para no tener que aguantarme la cantaleta de mi noviecita del momento porque no la acompañé a uno de los conciertos más importantes de su vida? ¿Cuál es la huevonada de todo el mundo que va evangelizando la vida y obra de un dios nacido en el culo del continente?
Publicidad
Sí, fui al concierto del tipo en La Plaza de Toros la Santa María en 2006. No, no entré; lo oí desde afuera con una caja de vino en la mano mientras mi novia y sus amigas cantaban a grito herido porque no quise conseguir la entrada. Nunca me lo perdonó. Sí, fui al concierto reunión de Soda Stereo en el Simón Bolívar en 2007 porque no había nada más qué hacer y obviamente había que ir. Sí, estuve en el último concierto que dio en el Coliseo Cubierto el Campín en 2010 antes de pegarse la fiesta que lo llevó a la cama en la que aún se encuentra. Y sí, tuve la oportunidad de conocerlo en su habitación de hotel para una entrevista que hizo Sofía Sánchez, la entonces editora de La Revista Shock. Gran entrevista. No, no me tomé la foto con él. No me interesó.
Hasta entonces, entendiendo claramente la importancia que representaba Cerati para nuestro continente, guardando un gran respeto por él y su labor como músico, a mí el tipo no me movía una sola fibra.
Publicidad
¡Pero el día llegó!
No fue por el fenómeno constituido voz a voz por quienes me rodeaban; no fue por los discursos que otros fieles trataban de inculcar en mí citando frases de sus letras; no fue por las incontables veces que tuve que irme de un bar por los tributos que le rendían otros músicos en cóvers baratos. No fue por la terrible historia del artista que estaba en una cama luego de haber sufrido un accidente cerebrovascular. ¡NO! Fue estando solo en mi casa, lavando loza, que de un playlist ajeno se dispararon las baterías, bajos guitarras y voces de una canción que casi me hace caer el plato de las manos. “Cerca del nuevo fin. Tabú, fuego y dolor. La selva se abrió a mis pies y por ti tuve el valor… de seguir…”. ¡JUEPUTA! Todos tenían razón. La noviecita de años atrás, los amigos, los “eruditos” y la dueña de ese playlist, tenían toda la razón en adorar al tipo.
Sentarme a darle vueltas una y otra vez al ‘Bocanada’, álbum que inicia precisamente con ‘Tabú’, fue la primera tarea que dispuse para mi. Descargar, oír y aprenderme las letras de su discografía completa fue la segunda etapa. Encontrarme con los evangelizadores a quienes juzgué durante tanto tiempo para empezar un proceso de reinserción fue la tercera. Enamorarme de Gustavo Cerati y su música es una en la que aún me encuentro.
¿Cómo no enamorarse de alguien que encuentra en la música una luz que representa lo más profundo de su ser? ¿Cómo no enamorarse de alguien que entre canciones demuestra un alcance espiritual y sentimental casi infinito? ¿Cómo no enamorarse de alguien capaz de disfrutar y sufrir el amor hasta las últimas consecuencias?
Publicidad
Cerati, desde entonces, se convirtió para mí en un guía y traductor. Si el man pasó por momentos de mucho dolor para luego pararse y componer otro disco, me demuestra que también yo puedo hacer lo mismo. Saber que en medio del caos que representaba su vida artística existían sentimientos tan reales para él, no me lleva a otra cosa que pensar en proteger lo que realmente vale para mí. Escudriñar sus letras y melodías para encontrar lecciones de vida es una tarea que me dejó así no pueda tener la oportunidad de agradecérselo alguna vez en persona.
Quizás para muchos llegué tarde pero estoy seguro que lo hice en el momento en que podía entender mejor el qué y cómo hablaba el man. Por supuesto existe un gran dolor por haber desaprovechado como debía cada una de sus presentaciones en vivo, sin embargo, en casa se oye como si aún estuviera en pie.
Publicidad
A veces pienso en qué podría estar pasando por su cabeza y preferiría paz para él. Otras sólo espero que despierte y nos permita conocer, con canciones, qué ha sido de él en estos años de ausencia. Al final, sólo espero que otros tengan la oportunidad de encontrarse con este genio que llenó y sigue llenando mi vida de una profunda emoción. Bienvenidos todos los que quieran oírlo ya que Cerati no es un ayer y muy posiblemente no sea un mañana… Siempre es hoy.