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Alquilar el vientre es el negocio, socio

Preguntémonos qué hay de malo en que una mujer decida – por voluntad propia– vender su cuca o alquilar su útero.

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Una bancada de la que me reservaré el nombre, nos dio en la cara, maricas, y radicó el proyecto de ley que prohibiría que la mujer preste su útero para que otra pueda ser madre, si le resultaba imposible de manera biológica. Así es, el alquiler de úteros pasaría a la ilegalidad.

Por: Carmenza Zá @zacarmenza Foto: Película Juno 

Acaba de pasar el día de la mujer y Facebook, Twitter e Instagram se inundaron de mensajes en los que recordaban cuánto nos amaban por ser las rosas más hermosas, la compañía más fiel, los ángeles más delicados y las valientes que soportan todo, sin esperar nada a cambio. Las que soportan que las maten, las descuarticen o, con suerte, las golpeen hasta dejarlas agonizantes.  Así como el 9 de marzo la periodista Yamile Arango hacía viral la denuncia no sólo por el ataque que sufrió por parte de su pareja, sino por la inútil reacción de las autoridades ante su caso. Así como la noticia de la colombiana descuartizada por su pareja en Chile, pasaba desapercibida entre tanta postal de Piolín con mil etiquetas.

No me voy a detener aquí, porque esos son problemas que se inventan las feminazis a las que les hace falta es verga y que se las coman rico, para que dejen de joder, así les den en la jeta después… Total, algo debieron haber hecho para merecerlo. Lo importante aquí es que el 9 de marzo, luego de los chocolates del día de la mujer y el ramo de rosas del novio agresor, en la Cámara de Representantes se empezaron a culear a la rosa más hermosa.

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Una bancada de la que me reservaré el nombre, nos dio en la cara, maricas, y radicó el proyecto de ley que prohibiría que la compañía más fiel prestara su útero para que el ángel más delicado pudiera ser madre, si le resultaba imposible de manera biológica. Así es, el alquiler de úteros pasaría a la ilegalidad. No es que ya sea legal, lo que está es en un limbo en el que no es ni lo uno ni lo otro, no está reglamentado, no se sabe si está permitido o cuáles son sus límites: “ilegal como tal, no”. Como el amigovio que se lo mete a uno y que conoce a las amigas, pero que uno no presenta a los papás porque no sabe cómo: “novios como tal, no”.

En la mesa de trabajo que discutió el tema, estuvieron sentados el Ministerio de Salud (el mismo que tiene a los Hospitales Universitarios en crisis), el ICBF (ese organismo que se ha hecho más que famoso por la corrupción con la que pone a aguantar hambre a sus niños), la Conferencia Episcopal Colombiana (la Iglesia, marica, ¡la Iglesia!), la Procuraduría (¿es necesario explicar este paréntesis?), algunas instituciones vinculadas a la fertilidad y una fundación por “el derecho a nacer” (de esta última no encontré ni escándalo, ni información alguna ¡plop!).

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Este comité de expertos señalaba que el problema era la mediación económica o, mejor dicho, que a la mujer le pagaran por llevar dentro el muchachito de otros. También se cuestionaba si no sería esta una forma de impedir que la mujer decidiera sobre su cuerpo pero, con todo y estas reflexiones, optaron por sugerir, en el proyecto de ley la PRHOBICIÓN ABSOLUTA (así, en mayúsculas y mal escrito) de la maternidad subrogada. Al mejor estilo de “yo sé que no debería darte en la jeta, pero si lo hago es porque te amo”. Lindo. Al proyecto de ley le falta el Piolín.

Y es que yo no sé si es más grave que se  pretenda legislar nuevamente sobre el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo o que se use como argumento en contra que pueda tratarse de una actividad para lucrarse. Este proyecto se opone a la “objetivación de los cuerpos de las mujeres, pues los convierte en ‘máquinas para hacer bebés’. MOMENTO, ¿no es en eso que nos convierten cuando nos impiden abortar, priorizando los “derechos” de un tejido fetal sobre los de una mujer hecha y derecha?

El proyecto continúa diciendo que lo malo de estas máquinas para hacer bebés es que “pueden arrendarse y explotarse con el fin de satisfacer los deseos de otros: sí, como las prostitutas a las que se han negado reconocer los derechos laborales.

Como las empleadas de servicio que venden su fuerza de trabajo y a las que, vaya sorpresa,  hasta hace poco empezaron a exigir se les reconocieran prestaciones sociales.

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Como las bailarinas de videos de reggaetón a las que les ponemos precio y tildamos de prepagos, porque ese es el negocio, socio.

Como las profesoras y médicas, que trabajan durante meses sin recibir pago, pero que siguen laborando por pura vocación porque, después de todo, el 8 de marzo nos recuerdan lo importante que es ser la que “aguanta todo, sin recibir nada a cambio”.

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¿Qué hay de malo en que una rosa hermosa, preste su útero para que otra rosa maravillosa, pueda tener un hijo? ¿Cuál es el problema con que se lucre haciéndolo? El embarazo es un proceso costoso, desgastante, con fuertes implicaciones sociales, emocionales, psicológicas y físicas. Se enferman los abogados haciendo una tutela, los contadores sudan una auditoría y todo lo cobran caro; pero tú, hermosa creación del cielo, majestuosa compañera del hombre, tú tienes que hacerlo todo gratis. No cobres por tu sexo, no cobres por tu vientre. ¿Quién te dijo que eras dueña de eso?

Parece mejor volverlo ilegal, para que no existan garantías y se perpetúen las mafias que roban fetos de úteros de mujeres que quieren a sus hijos, para que se comercialicen bebés en mercados negros y se intensifique la trata de mujeres, con fines reproductivos. ¡Y ahí sí es sin su consentimiento! Como perras que preñan para vender a sus crías.

De nuevo, lo estamos haciendo todo mal. Si nos preocupa que las mujeres alquilen su cuerpo por dinero, pues preguntémonos si en el mercado del empleo existen condiciones dignas para que trabajen de otra forma, si las oportunidades educativas generan condiciones de equidad para una competencia laboral justa entre hombres y mujeres.

Pero, sobre todo, preguntémonos qué es lo que hay de malo en que una mujer decida – por voluntad propia– vender su cuca o alquilar su útero, antes que sentarse en condiciones miserables a trabajar más de 10 horas al día, para llegar a un hogar a atender hijos que, no en pocas ocasiones, no quiere ¡Porque el debate del aborto sigue pendiente!

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El mensaje es claro, mis queridas rosas hermosas y maravillosas, mis ángeles delicados y mis valientes que soportan todo:

Todos pueden decidir sobre sus cuerpos, salvo ustedes. Las queremos en el mercado laboral, pero no como ustedes decidan.

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¿No tiene que ver con eso la celebración del 8 de marzo? Chocolates, a manera de excusa por incinerarlas mientras protestaban. Flores, para recordarles que son maravillosas porque son madres y el aborto no es una opción. Postales de Piolín y proyectos de ley, a manera de preparación para judicializarlas por alquilar o prestar su vientre; por decidir que la maternidad subrogada sí es una opción.

Por ahora es sólo eso,  un proyecto de ley, uno que deja en evidencia que las mujeres seguimos perteneciéndole a la iglesia, al marido y, al parecer, al Estado. Nos están culeando, nos dejamos embolatar con celebraciones de día de la mujer y, mientras sobrevivíamos el guayabo, nos dieron en la cara... maricas.

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