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Millonarios en series de TV: de la aspiración al desprecio

Series que muestran lo entretenidas que son las desgracias de los ricos.

Succession HBO Max temporada 3
Succession - Serie.
// HBO Max

En la década de los 2000, series como The Simple Life, The Hills o Keeping Up With the Kardashians fueron un éxito al mostrarnos la lujosa vida de los ricos.

Si vamos una década atrás, encontraremos el show Lifestyles of the Rich and the Famous, popular en los 80 y 90. Hoy, aunque tenemos varias series de personas blancas privilegiadas como Succession, The White Lotus o la exitosa Big Little Lies, su representación es muy distinta.

Por Edgar Medrano // @TheMedra

Es frecuente que en este tipo de series sus personajes estén en un viaje o transición en busca de la felicidad. El dinero puede pagar esos momentos, esos espacios donde la felicidad se encuentra. Un ejemplo claro de esta premisa es The White Lotus, una miniserie que se centra en la vida de seis huéspedes de un hotel de lujo en Hawái.

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Otro ejemplo es Nine Perfect Strangers, la cual se ubica en un centro de bienestar en el que sus residentes viven entre sesiones de meditación y en los intermedios disfrutan de momentos de plácidos reposos. Bajo la mesa los drogan sin su consentimiento y los someten a terapias que rayan en la violencia emocional. Sobre la mesa son el estereotipo del rico que vive para darse gustos, que se dedica tiempo a sí mismo y, de nuevo, están rodeados de personas que son servidumbre glorificada.

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Existe también la otra cara de la moneda, los ricos que viven sólo en función de su dinero y su posición social. Succesion es el mejor ejemplo de ello. Un grupo de personas salvajes y depredadoras, que tiene la mala fortuna de ser familia, posee un imperio de medios de comunicación. El problema radica en que el siguiente heredero, que llevará la antorcha de dicho imperio, se elegirá entre toda esta gente detestable.

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Esto empuja a los personajes a dejar sus buenas maneras de lado, dejar la careta en el piso y pelear con garras por lo que quieren. Así, retratan a unos dementes avaros de poder que, de paso, pisotean al mesero si trajo a la mesa un vino que no marida a la perfección con su comida.

Una versión comedia de este tendencia es la exitosa Schitt's Creek, sobre una familia adinerada que lo pierde todo y lo único que les queda es un pueblo que compraron como broma en los 90. Hay que reconocer que una pequeña parte de nosotros disfruta ver a los integrantes de esta familia venida a menos seguir con su vida sin los excesos a los que estaban acostumbrados.

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Con series como las anteriores, los excesos y el lujo como algo aspiracional quedaron atrás, en la época de los realities. Estas series nos muestran que en la vida de los millonarios también hay problemas. Es casi que un premio de consolación colectivo que se fundamenta en la superioridad moral. Nos hacen pensar que no tenemos mucho que envidiarles a los millonarios, porque aparte de tener problemas derivados de su dinero, al menos somos mejores personas que ellos. Estas series construyen personajes pensados para que las audiencias los rechacen: son malcriados, caprichosos, falsos y con ínfulas de estrellas por horas y horas.

También buscan decirnos que los ricos carecen de ética y empatía. Los personajes, hundidos en su arrogancia y egoísmo, son incapaces de establecer relaciones personales saludables y, a menudo, se sienten solos y desgraciados. Esta manera de caminar por la vida hace que eventualmente sus vidas se desmoronen de a pocos. ¿El goce de esa destrucción puede ser algo morbosa? Quizás sí.

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En un reflejo de la sociedad, estas series ponen en tensión el idealismo de este estilo de vida y el problema de la disparidad de la riqueza que plaga al mundo. Mientras los realities jugaban con la idea de que la riqueza extrema era una aspiración y estaba llena de ventajas como bolsos de diseñador, martinis sin fondo y galas benéficas, hoy es más probable ver tendencias en redes sociales que busquen hacer responsables a los millonarios por sus acciones.

El sueño ha pasado de aspirar a tenerlo todo, a tener al menos lo suficiente, y cuestionar por qué ciertos grupos de personas tienen más privilegios que otras. La fascinación por los millonarios está disminuyendo, la cultura que rodea a la riqueza está cambiando, y, por ahora, la primera consecuencia de la que somos testigos, son narraciones que plantean las consecuencias de este estilo de vida en el carácter y talante de sus personajes. Como el título de la recordada novela mexicana, "los ricos también lloran", pero a las audiencias les encanta verlo.

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