Por: Diana Caliz - @dcaliz / Foto: Camila Diaz.
Debo decir que no me gusta el fútbol pero cada cuatro años, vuelvo a tomarle cariño, ¡sobre todo como ahora cuando nuestra Selección Colombia anda por ahí anotando goles!. Igual que todos me pinto la cara, me pongo la camiseta y celebro con mucho orgullo patrio cada victoria… ¡Pero no me gusta el fútbol y no me gusta porque saca lo peor de la gente! Así como lo hace el alcohol.
Aunque sé que no es su culpa, que al igual que con la dinamita o como con Dios, se hacen demasiadas cosas en su nombre que no tienen nada que ver con la esencia de este deporte, creo que ya que tiene tanto poder para enloquecer, debería tenerlo para educar y unir a la gente, cosa que no pasa.
Cuando hay fútbol, todo se transforma, la gente se da golpes, se grita, se insulta, se acaba la poca tolerancia, se emborracha y hace cosas estúpidas. Creen que ser rivales es ser enemigos y pues, en ese orden de ideas no hay nada malo en matarse por su causa.
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Si sumamos a esta pasión desbordada, una borrachera generalizada, lo que obtendremos es ese desmadre al que estamos “acostumbrados” los colombianos cada vez que hay un partido.
Somos como esos adolescentes rebeldes a los que nos falta disciplina y a los que nuestros padres creen salidos de las manos. Por eso es necesario que venga la niñera SOS y nos ponga los límites que no somos capaces de tener nosotros mismos y nos enseñe cómo se comporta la gente frente a un partido de fútbol y ante una victoria o derrota. ¡Es una vergüenza!
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¿Qué tiene que ver celebrar con matarse? ¡Nada! ¡Pero en Colombia parece que todo! Aquí pasa lo impensable, la violencia está en la sangre, en la cabeza, siempre es una opción y se exacerba con cada gota de alcohol que se le suma al colectivo. Por eso aunque chillen, lo mejor es separar esa mezcla venenosa que nos vuelve patanes y dañinos.
Sé perfectamente que prohibir el licor no es la solución de fondo, pero es una medida que por lo menos asegura unos titulares menos trágicos, cambia las cifras y mejora las celebraciones. Yo apoyo y aplaudo que se prohíba el expendio público de bebidas alcohólicas y que con esto se reduzca la violencia, la pérdida de consciencia, la destrucción, las riñas y las muertes. Es deber del gobierno garantizarnos la seguridad y si esta es la medida con la que se logra, pues bienvenida sea.