Septiembre es el mes en el que más suena jazz en Colombia. Aunque el entorno del jazz bogotano, en sus orígenes, estuvo ligado a la vida bohemia y nocturna -tal y como sucedió con los orígenes del jazz en Nueva Orleans-, hoy pareciera que la oferta musical de este género se reduce a los festivales que se celebran en esta temporada.
Desde hace 11 años se celebra por estas fechas el Circuito de Jazz Colombia, conformado por la unión estratégica de los festivales de jazz Barranquijazz (Barranquilla), AJAZZGO (Cali), Medejazz (Medellín), Pastojazz (Pasto), Jazz del Teatro Libre y Jazz al Parque (Bogotá). Este año más de 150 músicos participarán de esta fiesta de la música. Pero en Bogotá no solo hay jazz en septiembre.
Eso sí, la vieja guardia fue más prospera. En los años 70, existió una escena nocturna permanente de clubes de jazz que mandaba la parada en el público capitalino. Ahora son pocos los que quedan. Sin embargo, de alguna forma, contribuyen para que músicos y espectadores puedan ir al jam de cada noche con estos sonidos, que han sido comúnmente representados como foráneos y elitistas, pero que seguro contienen los niveles más altos de sofisticación musical. Conozca cuales fueron, y son, los lugares que le ponen el jazz a la noche bogotana.
Recordemos primero a los viejos…
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A finales de los 60, el entretenimiento nocturno con música en vivo en Bogotá ofrecía dos opciones: los elegantes grilles con oferta gastronómica a los que asistían en su mayoría personas viejas, y las discotecas de la recién llegada ola rockera que se concentraron en Chapinero. Muy tímidamente, en medio de este panorama, surgieron los primeros dos bares que ofrecían jazz en vivo. El primero fue el Chez Edy, en la carrera séptima con calle 28, y el segundo, Fredys, en la calle 24 con décima. Ya en los 70, en la calle 85 con carrera 15, se abrió el legendario Hippocampus. Las luces tenues, el humo, y los músicos iluminados detrás de la barra hicieron de este lugar, que duró cinco años con sus puertas abiertas, uno de los más tradicionales de la escena jazzística de la ciudad. Para 1976, el lugar de moda se llamaba Doña Bárbara. Ubicado en la calle 81 con carrera 11, tuvo como protagonista a un cuarteto de jazz dirigido por Gabriel Rendón: el Grupo Café.
Los setenta fueron la década dorada de los clubes de jazz. En los 80 y principios de los 90 abrieron nuevos clubes que fueron reconocidos y tuvieron un éxito pasajero: El Jazz, en la calle 91 con 14; La Cacerola y La Pola en la calle 86; El Jazz Bar 93 en el Centro 93; y el Zanzíbar, que abrió sus puertas durante 1993 en el sector de la calle 82, antes de que se volviera la calle ruidosa que es hoy. Este último bar culminaría con una de las etapas más prosperas de la música Jazz. Después de que cerrara sus puertas, paulatinamente se ha ido perdiendo la vieja costumbre de ver jazz en vivo cada noche. Esa tradición de ir cada semana a ver la misma agrupación en su respectivo club se ha ido perdiendo con el paso del tiempo y con la entrada en escena de los Dj´s. Dentro de la oferta nocturna de Bogotá se ha vuelto cada vez más difícil encontrar un lugar tranquilo y con buena música.
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Hoy, jazzistas y jazzófilos han encontrado nuevos espacios para reunirse, intercambiar ideas, y pasar las noches con los melodiosos sonidos de esta música que siempre ha encontrado en la noche su escenario predilecto.
¿A dónde ir a oír jazz hoy en día?
Los dos únicos lugares que existen hoy en Bogotá dedicados exclusivamente al jazz fueron fundados, coincidencialmente, hace 7 años. Sus respectivos dueños dicen que en los años anteriores no había ningún espacio igual. Son: El Bolon de Verde y el San Café. Estos dos lugares conservan el espíritu de los primeros clubes de la ciudad: Bandas en vivo, sesiones de improvisación, y un inquebrantable aire bohemio.
El primero de ellos, el Bolon de Verde, está ubicado en el popular sector del Chorro de Quevedo. Es el escenario principal para músicos y aficionados. De jueves a sábado, cada semana, usted podrá escuchar, sin excepción, una pieza de jazz original, tocada en el Bolon de Verde. Harry Bernal, su dueño, afirma que desde su inauguración hace 7 años, graban todos los conciertos en vivo. Aproximadamente están grabando unos 200 conciertos por año. Cuando no hay música en vivo, lo que suena en El Bolón es la grabación de un concierto anterior.
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La mayoría de los que asisten allí son músicos, y cuando hay banda en vivo es permitido para todo el que lleve su instrumento sumarle notas a las melodías de los músicos que estén tocando. Hay un colectivo de unos 30 músicos que son los llamados “de planta”, los de la casa. Pero Harry afirma que ha sido tanta la popularidad que ha ganado este lugar, que no es raro ver que lleguen los turistas que se hospedan cerca al bar con sus instrumentos para hacer parte de esta experiencia.
El otro sitio, el San Café, es un lugar un poco más tranquilo. Está ubicado cerca al Parkway, en el barrio Palermo. Abren de lunes a sábado y generalmente hay dos presentaciones en vivo por semana. Los miércoles de jams son reconocidos ya son tradicionales entre músicos y aficionados. Además de disfrutar de buena música los asistentes a este bar pueden disfrutar de uno de los mejores cafés de la ciudad. Víctor, su propietario, un aficionado al jazz fusión, dice que próximamente habrá también noches dedicadas al jazz grabado en vinilos.
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Además de estos dos lugares, están los que, dentro de su repertorio de música en vivo, incluyen una que otra vez a los músicos de jazz. Acá está la lista de estos sitios para que se programe y no le haga falta este ritmo cuando se acabe el mes.
- Storyville Jazz Café/Calle 55 No.7-15
- Holofónica/Carrera 4 #12-14
- Trementina/ Carrera 24 #27-44
- Matik Matik/Carrera 11 #67-20
- Cuban Jazz Café/Carrera 7 #12ª-36
- Smoking Molly/Calle 29Bis #5-74
- B&L Piano Pub/ Carrera 4 #66- 03