Curiosamente, en la tierra de las chuzadas del DAS, como en el resto del mundo, la actualización de los términos y condiciones de uso de WhatsApp hizo que se despertara el interés por la privacidad en las aplicaciones para dispositivos móviles. De hecho, muchos usuarios se quieren trastear de servicio de mensajería. Acá les explicamos de qué se trata el cambio y cuáles son las alternativas.
Por Juan Camilo Ospina Deaza
Por muy paradójico que suene, la noticia de los cambios en los términos y condiciones de WhatsApp nos ha obligado a tomar conciencia frente a la desigualdad de condiciones entre las grandes empresas y los usuarios.
La respuesta de las aplicaciones ante cualquier actualización, en últimas, es básicamente siempre la misma: “si no le gusta no la use”. No hay más opciones disponibles si uno quiere continuar. No hay una caja de sugerencias para negociar las condiciones. No hay un número al que pueda marcar para que un experto de WhatsApp me explique sus condiciones de uso.
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Por lo general, la premura por continuar el uso de un servicio como WhatsApp hace que los usuarios no estudien al detalle reglamentaciones, condiciones de uso y posibles consecuencias del uso de las aplicaciones. Por eso les contamos cuáles son las nuevas condiciones de uso de WhatsApp, sus implicaciones, algunas aplicaciones alternativas y cuáles son los problemas de seguridad informática que ellas representan.
¿Cuáles son los cambios en la privacidad de WhatsApp?
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Los cambios de privacidad de WhatsApp son consecuencia de su compra por parte de Facebook en febrero del 2014. Es decir, ya venían ocurriendo y en últimas no traen muchas novedades.
La nueva política, de hecho, cuenta cómo los datos del usuario se ven afectados cuando hay interacción con una empresa en la plataforma y proporciona más detalles sobre la integración con Facebook, empresa matriz de WhatsApp.
Pero hay que recordar que el intercambio de datos con Facebook ya se estaba produciendo. Los usuarios de la Unión Europea pueden optar por no compartir datos con Facebook, pero el resto del mundo no tiene la misma opción.
WhatsApp comparte la siguiente información con Facebook y sus otras empresas:
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- Información de registro de la cuenta (número de teléfono)
- Datos de transacciones (WhatsApp ahora tiene pagos en India)
- Información relacionada con el servicio
- Información sobre cómo interactúa con otros (incluidas las empresas)
- Tipo de dispositivo móvil
- Dirección IP (Y también está recopilando ahora más información a nivel de hardware de dispositivo)
En general, WhatsApp no está implementando nada que no hagan las demás redes sociales que ya utilizamos. Como debería ser bien sabido, el negocio de las aplicaciones "gratuitas" radica en que nuestra información es el negocio.
Las empresas tienen que buscar tipos de retribuciones por parte de los usuarios. De allí que Instagram, Facebook y Google tengan grandes cantidades de información sobre nosotros. O como dice la periodista Mollye Barrow:
Dicen que quieren usarlo de varias maneras: para ayudar a refinar, personalizar, responder, todos estos fantásticos descriptores. Pero en realidad no dice mucho, excepto que quieren nuestros datos para que puedan, ya sabes, saber cómo meterse en nuestros bolsillos.
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Este cambio de WhatsApp preocupa a muchos, más que nada, por los conocidos problemas que ha tenido Facebook. Desde acusaciones por ostentar el monopolio en Estados Unidos de servicios en la red, pasando por el papel que ha tenido en la influencia a campañas electorales (entre ellas la de Trump), hasta malas prácticas en el manejo de la seguridad de los datos.
Aunque Facebook ha tenido que pagar grandes sumas de dinero en acuerdos y multas, estos pagos no han cambiado drásticamente ni su funcionamiento ni su manejo de datos. Y WhatsApp también sufrió una violación de la privacidad: algunos grupos de chat privados indexados se encuentran en el motor de búsqueda de Google.
En Netflix se pueden encontrar algunos documentales que tratan estos conflictos como Social Dilema y The Great Hack. Estos documentales revelaron, quizás por primera vez para algunos espectadores, cómo las redes sociales usan los algoritmos para hacer que la gente regrese estableciendo una relación de dependencia.
También muestran cómo las empresas de tecnología han influido en las elecciones, la violencia étnica y las tasas de depresión y suicidio.
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Ante estas acusaciones Facebook afirmó que “En lugar de ofrecer una visión matizada de la tecnología, ofrece una visión distorsionada de cómo funcionan las plataformas de redes sociales para crear un chivo expiatorio conveniente para problemas sociales difíciles y complejos”.
Cada vez más existe la preocupación sobre cómo regular el tiempo que se pasa en las aplicaciones. Sin embargo, a las compañías les conviene exactamente lo contrario, que cada vez les demos más nuestro tiempo y atención.
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Para ello usan estrategias que permiten asegurar el flujo de dopamina en el cerebro. ¿Alguna vez se han visto levantando el celular por reflejo, para solo ver la hora o por si algo está pasando? ¿Cuándo fue la última vez que hicieron la fila del banco o espero a alguien sin ver el celular?
Al mejor estilo de las ficciones más distópicas, no es difícil encontrar en Google artículos como “Retener usuarios de aplicaciones. Estrategias para mantener tus usuarios de por vida”.
Esta insistencia por enganchar a los clientes se debe a que la atención significa tiempo de publicidad, la posibilidad de compra y datos sobre el comportamiento de los individuos.
¿Cuáles son las mejores aplicaciones de mensajería instantánea, alternativas a WhatsApp?
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Aunque WhatsApp es una de las aplicaciones que más utilizamos en la cotidianidad, podemos encontrar otras alternativas, pero a su vez otras condiciones y formas de administración de nuestros datos.
Para aquellos que quieran cambiarse y no suministrar sus datos al monopolio de Facebook, existen opciones como Telegram, Signal, Viber, LINE, kakaotalk Messenger, Skype o Wechat. Sin embargo, es difícil encontrar alguna que no tuviera problemas respecto a prácticas de privacidad.
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- Telegram
Comencemos con la alternativa más popular tras el pánico extendido por la actualización de WhatsApp: Telegram. (Lean también: Telegram registró récord de usuarios. 10 ventajas frente a WhatsApp )
Esta aplicación usa cifrado de extremo a extremo, al igual que WhatsApp y Signal. Este tipo de cifrado convierte los mensajes en un código sin la ayuda de un servidor en el medio, lo que hace casi imposible obtener acceso a la comunicación entre dos usuarios sin su consentimiento.
Es considerado una de los mas seguras, hasta tal punto que grupos extremistas islámicos la han utilizado por su capacidad de mantener conversaciones secretas en mensajes fuertemente encriptados.
Pero proporcionar una plataforma que permita a los usuarios evadir el escrutinio oficial ha traído sus propios problemas. En los últimos años, el Estado Islámico ha utilizado Telegram para organizar complots terroristas, difundir propaganda y responsabilizarse de los ataques.
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Por el mismo motivo, la policía coreana ha tenido problemas identificando a decenas de víctimas, incluidos menores, vinculados a salas de chat de “pago para ver” operadas en la aplicación.
Esto es un problema tan grande que el gobierno ruso y el Chino han hecho esfuerzos por bloquear Telegram.
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Como podemos ver con este caso, la regulación de estas aplicaciones pone en conflicto la libertad de expresión con la seguridad.
En el otro lado del espectro está Wechat. Esta aplicación es una de las más populares en China. Esto último es problemático porque, como explica la Oficina de Información del Consejo de Estado Chino: “dentro del territorio chino, Internet está bajo la jurisdicción de la soberanía China”.
Esto quiere decir que el Estado Chino participa en una amplia gama de actividades en línea que incluyen, entre otras cosas, requisitos de localización de datos para empresas nacionales y extranjeras.
Bajo el argumento de la seguridad nacional se puede socavar la seguridad de la información. Esto ha tenido importantes impactos como censuras, toma de datos de individuos, entre otros.
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Como explica en un informe Citizen Lab, un centro de investigación que forma parte de la Universidad de Toronto, “los documentos e imágenes compartidos entre cuentas no registradas en China están sujetos a vigilancia de contenido y se utilizan para construir la base de datos que WeChat utiliza para censurar las cuentas registradas en China".
¿Vale la pena preocuparse por nuestros datos?
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Mucho se habla de la educación financiera, de la educación emocional, pero aún así somos felices desconociendo las condiciones del uso del mundo informático. Es importante indagar por las implicaciones que tienen las diferentes aplicaciones y tecnologías que utilizamos en el día a día.
Sin embargo, esto no es suficiente. Existe una relación desigual entre las grandes compañías y las posibilidades de los usuarios.
En la mayoría de ocasiones los usuarios son también productos, lo que lleva a que existan prácticas difíciles de comprender. Por un lado, hay aplicaciones en las que se viola la seguridad de los datos y son usados para lograr mayores ventas y censuras sin nuestro consentimiento. Por otro lado, hay aplicaciones que logran una gran confiabilidad, pero tienen la consecuencia que no se puede hacer un seguimiento de prácticas ilegales.
No existe un lugar donde dar sugerencias o negociar condiciones. Hemos llegado al punto en el que las sanciones que puedan hacer países no son suficientes.
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Así como tampoco se convierte en una opción para los usuarios el decidir no tener ninguna de estas aplicaciones, ya que de una u otra manera todos dependen de la comunicación virtual para agendar reuniones, estar en contacto con allegados que están en el exterior, programar trabajos en grupo, recibir información para hacer compras en línea, hacer negocios o proyectos con personas que están en espacios geográficamente separados, etc.
Por lo tanto, no es tan fácil responder “no acepto sus condiciones”. Tal vez estos debates que nos están inquietando tanto para lo único que nos sirvan es para reflexionar acerca de formas colectivas de gestionar nuestros datos y sobre el lugar de los estados y las organizaciones privadas en nuestra privacidad.
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