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La Colmena: la historia del primer golpe de Anonymous en Colombia

En 2011 una legión de revolucionarios cibernéticos dio su primer golpe en Colombia. Esta es la historia de una resistencia anónima que ni olvida, ni perdona: Anonymous.

Anonymous
La historia de Anonymous - Foto: Gettyimages
// Foto: Gettyimages

El jueves 7 de abril de 2011, cinco días antes de que ayudaran a tumbar por varias horas la página de Internet del Ministerio de Justicia de Colombia, dos navegantes inquietos y anónimos se cruzaron por casualidad en un salón español de la clásica red de comunicaciones IRC. Se felicitaron por la coincidencia; ambos compartían la misma preocupación y querían organizarse.

Por Juan Camilo Maldonado Tovar | Este texto fue publicado en 2011 en la edición # 186 de la Revista Shock de 2011)

Un par de meses atrás, en ese mismo canal virtual, decenas de hackers españoles habían atacado las páginas de Internet de los principales partidos políticos de España, en protesta por la Ley Sinde, un proyecto legislativo aprobado por el Congreso de los Diputados de España que obliga a los administradores de páginas de Internet a desmontar todo tipo de contenido alojado en sus espacios que infrinja el Derecho de Autor.

Como antes había sucedido en otros países, los ciberactivistas españoles realizaron sus ataques a nombre de una organización que hasta entonces había sonado poco en España: Anonymous. Por los días en que se llevaron a cabo los ataques al Gobierno español, le pregunté a una fuente cercana al sistema de seguridad cibernética del Gobierno colombiano si sabía de la existencia de Anonymous. No supo darme una respuesta. No había rastro del movimiento por aquí. Y quizá por eso, MrFrio y Souless se mostraban tan sorprendidos, esa mañana de abril, al encontrarse en el salón de IRC.

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Anonymous estaba por nacer en Colombia. Unos días atrás, Germán Vargas Lleras, ministro del Interior colombiano, había presentado un proyecto de Ley ante el Congreso con fines muy similares a los de la Ley Sinde: perseguir el consumo de contenidos ilegales en la red.

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La Ley, tal como fue originalmente planteada, propone que empresas prestadoras del servicio de Internet tengan la potestad de eliminar de los sitios web los contenidos denunciados como “piratas”. A muchos esto les sonó a censura. Y censura con poco tacto pues, en simultánea, el ministro del Interior había declarado con un tono poco amable que quienes siguieran “utilizando la piratería” se “tuvieran de atrás”, porque “el tema de prisión y de penas se va a aplicar con todo rigor”.

La Colmena
Ilustración para la edicion impresa de Shock
// David Niño

En cuestión de cuatro días, las redes sociales colombianas temblaban con consignas en contra de la ‘Ley Lleras’, bautizada así en alusión al segundo apellido del funcionario. En Twitter los usuarios llamaban a Anonymous, lo exhortaban, como quien llama a un superhéroe; en Facebook se abrían grupos de discusión y se creaban nuevos perfiles. Y simultáneamente, en un salón de IRC, cercano al salón español donde originalmente MRFrio y Souless se habían encontrado, un hacker de apodo ‘Renegado’ abría un salón colombiano al que comenzaban a llegar, automáticamente, los primeros voluntarios.

El origen

Tom Cruise tiene en parte la culpa. Antes de que abriera la boca, Anonymous no existía. A comienzos de 2008, el excéntrico actor, desde hace tiempo uno de los más poderosos adeptos de la Cienciología –esa religión contemporánea que nadie termina de entender pero que tiene una capacidad asombrosa de generar titulares– grabó un video en el que aseguraba, con la risa del millón de dólares y sin el mayor desparpajo, que los cienciólogos, palabras más, palabras menos, eran la reserva ética de la humanidad y estaban acá para salvar el mundo.

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La declaración de Cruise era extraña; sus expresiones, fuera de sí; sus frases, rimbombantes, crípticas. En cuestión de un par de horas el video invadía los blogs de chismes y variedades, y era objeto de las más cáusticas burlas. Otro par de horas más tarde YouTube lo había desmontado de la red, producto de las amenazas de los abogados de la Iglesia, que movían cuanto artilugio legal tenían en sus maletines para que el video dejara de circular.

Entre tanto, en un pequeño y sencillo rincón de la red, un montón de gente comenzaba a hablar del asunto. El rincón se llama 4chan. Y antes de seguir debemos, en tres frases, contar su historia.

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Era el verano del 2003 y Christopher Poole, de 15 años, inspirado en espacios virtuales japoneses donde gente anónima comparte absolutamente todo tipo de imágenes, decidió copiar el modelo y desde una computadora en su habitación lanzar una página de Internet que los emulaba. La bautizó 4Chan.

La Colmena
Ilustración para la edición impresa de Shock
// David Niño

Pasaron los meses y Poole permanecía anónimo, sus padres lo veían ir y volver de la casa al colegio, sin tener idea de que el adolescente era el creador y dueño de una página con 5.6 millones de visitantes mensuales y 13 millones de páginas vistas al día. En el 2009, Poole, de 21 años, fue escogido por los lectores de Time Magazine como la persona más influyente del mundo.

En 4chan no existen requisitos en materia de identidad, lo que en cierta medida lo ha vuelto una suerte de credo “anti-Facebook”, como lo catalogó Vanessa Grigoriadis de Vanity Fair. Allí, en ese paraíso de lo incógnito, la gran mayoría de comentarios aparecen firmados por Anonymous, un grupo de hackers que se había hecho un lugar de encuentro. Y al saber de los esfuerzos de autocensura de la Cienciología montó en cólera.

Rápidamente, cientos de invisibles militantes se unieron al llamado a “desaparecer a la cienciología” de Internet. El Proyecto Chanology, como se llamó la primera gran operación, tumbó la página web de la iglesia con ataques DoS (Denial of Service), una herramienta especial que le permite a una persona multiplicar sus peticiones de entrada a una página, de tal manera que un grupo de individuos persistente puede fácilmente dejarla sin servicio al congestionar el servidor de una web.

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Fuera lo que fuera, el movimiento había nacido. Y en un video que circuló por la red por esos días de 2008, una voz electrónica lo declaraba:

“Somos Anonymous, somos legión, no olvidamos, no perdonamos”.

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El plan

A las 18 horas del jueves 7 de abril, en un servidor alemán vinculado al Partido Pirata europeo, el grupo de navegantes que se había encontrado en IRC comenzó a trabajar. Abrió un pad o bloc de notas, parecido a las hojas de texto online que ofrece Google a sus usuarios.

En simultánea, comenzó a plasmar ideas. No importaba quién ponía las frases ni cómo llegaban ahí, era como ver en tiempo real cómo nace una entrada acelerada de Wikipedia. A finales del jueves, Anonymous Colombia ya tenía página en Internet, cuenta en Twitter, un logo, plan de trabajo y de protesta, y un comunicado en español y en inglés que comenzaba declarando: “La guerra global por la libertad de la información en Internet ha llegado hasta Colombia…”.

La libertad de Internet es una señal común en todas las apariciones de Anonymous desde 2008. Dicen defender el espíritu libre de la red, el mismo con el que fue creada hace décadas por ingenieros de las principales universidades de los Estados Unidos. “Entonces la red no tenía potestad ni jurisdicción ni frontera. Se buscaba que la información fuera más asequible, porque compartirla no es robarla”, me dijo vía email Atackred, uno de los miembros de Anonymous Colombia, días después del ataque a la página del Ministerio del Interior y de Justicia.

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Algunos de los íconos del colectivo también han permanecido desde los días del Proyecto Chanology. Especialmente el de la máscara de Guy Fawkes, el católico inglés que en 1605 quiso volar el Parlamento británico y que sirve de inspiración al protagonista de la cinta V de Venganza.

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En la película, un anónimo enmascarado de apodo V exhorta al pueblo inglés para que se revele contra un gobierno orwelliano, totalitario, controlador, que todo lo escucha y todo lo manipula. La estrategia de V busca que los ciudadanos se refugien en una única acción colectiva, anónima y enmascarada.

Al final de la película, la población entera de Londres aparece ante el Parlamento con la máscara de Fawkes y observa cómo el edificio oficial vuela entre fuegos artificiales. Evey, el personaje de Natalie Portman, suelta la última frase de la película: “todos somos V”.

A algo parecido sonaba el comunicado redactado esa tarde: “El querido pueblo de Colombia, valeroso y temerario como Anony-mous, no será objeto de semejante atropello. Les hemos escuchado, sabemos de sus miedos y sus ocupaciones. Anonymous ha llegado a Colombia, queremos que formen parte de la historia”. Mientras comenzaba a circular el comunicado, la conversación no cesaba en el salón de IRC.

El ataque A la una y media de la tarde del lunes aumento repentino de las solicitudes de entrada a la página del Ministerio del Interior y de Justicia de la República de Colombia disparó las alarmas de los sistemas de seguridad cibernética del Gobierno. La página estaba siendo atacada.

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Entre tanto, en los salones de chat de Anonymous Colombia, 75 individuos, 75 nicknames, desde sus computadores, a través de sistemas de software para la generación de ataques de denegación de servicio, conectados a través de servidores especiales que permiten la completa invisibilidad de sus huellas, emprendían la primera protesta digital en la historia de la red colombiana.

Algunas operaciones mundiales de Anonymous tomaron tintes épicos. En 2010, luego de que Julian Assange revelara los cables secretos del Departamento de Estado norteamericano, Anonymous declaró la guerra y bloqueó las páginas de PayPal y Master Card por cancelar los mecanismos de financiación de Wikileaks por petición del Gobierno de Estados Unidos.

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También emprendió acciones contra los regímenes autoritarios de Túnez y Egipto (este último bloqueó durante más de 24 horas todo el sistema de Internet egipcio durante las revueltas en su contra), y multiplicó la difusión de imágenes sobre las protestas que en estos países condujeron a comienzos de este año a la salida de ambos gobiernos.

Cuando los objetivos son mundiales, es fácil contar con voluntarios en masa aunque sea difícil calcular el número exacto de sus participantes. En Colombia, las operaciones han llegado a contar con 300 personas. Con todo y eso, no es fácil mantener las páginas abajo por tanto tiempo.

La Colmena
Ilustración para la edición impresa de Shock
// David Niño

¿Criminales o activistas?

En Colombia es ilegal tumbar páginas de Internet. Y el delito es aún más grave si la página es gubernamental. El crimen se llama “obstaculización ilegítima de sistema informático o red de telecomunicación telecomunicación”, y está tipificado en la Ley 1273 de 2009.

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En el aparato de seguridad informática del Gobierno todos reconocen que los ataques de Anonymous no han generado daños. Las páginas estuvieron abajo unas horas y ya. Sin embargo, las acciones de abril de 2011 obligaron al ministro de Defensa a revivir el tema de la política de seguridad cibernética del país. También, a activar la Unidad de Delitos Informáticos de la Policía Judicial (Dijin), que junto con la Interpol y la OEA investigan los ataques. Una fuente de ciberseguridad del Gobierno me lo confirma: es casi imposible dar con ellos.

Un par de semanas después del primer ataque logré ponerme en contacto con dos ‘anon’ colombianos. Uno se llama Glass, hace parte del grupo en Cali y dice que se unió porque “detesta que le quiten la libertad”.

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El segundo es Atackred, ya lo he citado, y de él no sé nada, solo que ingresó ingresó al grupo con la idea
de no permitir que “gobiernos y empresas se adueñen del único lugar que aún es libre”. A ambos les pregunté si eran conscientes de que la ley los consideraba ‘delincuentes’.

Glass: “Quienes nos tildan de terroristas no comprenden cómo funciona Internet. Lo que hacemos no son
ataques, son marchas. Es igual a lo que sucede en la calle. Bloqueamos el tráfico, nos hacemos notar sin violencia. Y la Constitución permite la protesta pacífica”.

Atackred: “No somos violentos, no destruimos información de las páginas, no somos terroristas. El Gobierno nos teme porque somos más y porque decimos la verdad”.

A comienzos de mayo, las empresas de software y los servidores que les permitían encontrarse en IRC sin ser detectados les negaron el acceso. Ahora andan aún más escondidos en los recovecos de la red a través de un sistema llamado Proyecto de la Red Invisible.

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“Somos una colmena sin reina”, me dijo Atackred. Una colmena creciendo.

La Operación Paperstorm

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A finales de abril de 2011, Anonymous Colombia pasó de la red a las calles. El viernes 29 sus miembros activaron la operación PaperStorm o Tormenta de Papel, a través de la cual simpatizantes, activistas y seguidores fueron invitados a salir a diversos puntos de las principales ciudades del país a esparcir, a través de panfletos y afiches, su mensaje: el rechazo a la Ley Lleras y el rechazo a “la privación de la conciencia”, y motivar una discusión. Decenas de colombianos participaron de la operación. Prepararon marchas masivas en Bogotá, Cali y otras ciudades del país.

***

En noviembre de ese mismo año, 2011, el Senado de la República hundió definitivamente el proyecto de ley sobre derechos de autor en Internet. Aunque han hecho intentos tímidos, hasta la fecha, 10 años después, no se ha promulgado ninguna ley con las mismas pretensiones con las que se pensó la Ley Lleras en 2011. Anonymous triunfó.

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